Revista nº 1037
ISSN 1885-6039

Domingo Rivero. Yo, a mi cuerpo y otros poemas.

Martes, 10 de Octubre de 2006
Antonio Henríquez Jiménez
Publicado en el número 126

Acaba de salir en Acantilado (Barcelona, 2006) el número 21 de Cuadernos del Acantilado, una antología de poemas del poeta canario Domingo Rivero, titulada Yo, a mi cuerpo y otros poemas, con la Presentación del poeta Francisco Brines. 60 páginas en las que se recoge lo fundamental de su poesía.


Hay que congratularse por el hecho de que la escritura poética de Domingo Rivero pueda ser conocida y reconocida más ampliamente.

En la “Nota del editor”, se informa al lector de la exclusión de los versos ocasionales, así como de que el orden de los poemas procede de la edición de la poesía de Domingo Rivero, preparada por E. Padorno, con el título En el dolor humano (Las Palmas de Gran Canaria, 1998), “con sólo muy pequeñas variantes de puntuación”.

En la “Presentación”, Francisco Brines parece extrañarse de que, a pesar de las palabras de Dámaso Alonso en el prólogo del primerizo estudio y antología de Jorge Rodríguez Padrón, Domingo Rivero poeta del cuerpo (1852-1929). Vida. Obra. Antología (Madrid, Editorial Prensa Española, 1967), “la voz del poeta” siga “siendo sólo silencio en el resto de España.”

“En el resto de España”, como en todas partes, se ve, se oye y se lee lo que se quiere ver, oír y leer. Cuando pasan los años, uno se da cuenta de lo falso que es aparecer en los medios de comunicación, en las antologías, ser citado por eruditos, etc. (por no hablar sino de los que lidian con la pluma). Muchos de los poetas, novelistas, dramaturgos, ensayistas, periodistas, etc., que desde finales del XIX hasta acabado el siglo XX aparecían una y otra vez en la prensa, revistas, estudios, etc., son hoy unos perfectos desconocidos. La mayor parte de ellos estaba allí porque tenía amigos que los bombeaban, o porque su escritura estaba de acuerdo con la manera de pensar general, y no ponían en peligro la honorabilidad de los estamentos de la sociedad. Lo mismo pasa hoy. Se ensalzan películas cuyo elevado coste hay que reembolsar; se ponen en el cielo de la fama poetas y novelistas infumables; etc., etc.

Domingo Rivero huyó de todo esto. A su pesar, perviven sus pocos versos, para que de vez en cuando ocurran estos descubrimientos, esta vez desde Barcelona. Sería cuestión de preguntarse el porqué, sabiendo la respuesta.

Esto viene de viejo. Y no ocurre sólo con Domingo Rivero. A veces parece que solamente lo que se descubre desde más allá de este Atlántico tiene valor. Esperemos que el nuevo descubrimiento de este Mediterráneo poético sirva para que más gente pueda leer a este gran poeta. Y que siempre haya lectores que sigan descubriendo, no sólo a los domingos riveros canarios, sino también a los gallegos, andaluces, valencianos, etc.; aunque éstos parece que son más fácilmente descubribles.

Después del citado libro de Jorge Rodríguez Padrón, numerosas referencias al quehacer poético de Rivero han aparecido en estudios, en monografías, en revistas y en la prensa de las Islas, hasta llegar al libro de Eugenio Padorno, Domingo Rivero. Poesías (Viceconsejería de Cultura y Deportes del Gobierno de Canarias Islas Canarias, 1991), seguido por Domingo Rivero. Poesía Completa. Ensayo de una edición crítica, con un estudio de la vida y obra del autor, publicado por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria en 1995. El mismo Padorno presentó en 1998 Domingo Rivero. En el dolor humano. (Poesía completa), del que ha aparecido ya la segunda edición, revisada y aumentada (2002).

Por lo visto, estos libros no han transcendido más allá de las Islas, no han pasado el mar, a pesar de encontrarse en las principales bibliotecas peninsulares y vista la sorpresa de algunos de los reseñadores foráneos de la antología de Rivero que comento. He leído dos reseñas de gran impacto en dos periódicos de tirada nacional. Una, titulada “Uno de los grandes”; la otra se titula “La vitalidad del vencido”, con la foto que aparece en la portada del libro en grande.

Deben existir unos muros muy grandes para que lo que se edita en Canarias no tenga ecos allá. Uno de los reseñadores dice: “Lo que ahora se nos presenta como un descubrimiento fuera de Canarias (donde sí estaba editada su obra, como En el dolor humano) es una antología”, etc. Posiblemente suceda como lo que a El Quijote, y otros libros, que estaban prohibidos llevar al Nuevo Mundo, para que no contaminaran al buen salvaje.

Por cierto, yo sólo encuentro 35 poemas en el librito que comento; uno de los epatados por
el autor de los “versos memorables de un poeta secreto que merece una atenta lectura” cuenta uno más (seguramente el poema en inglés de Rupert Brooke). Y ya que hablo de los reseñadores, otro de ellos, para no conocer a Rivero y lo escrito sobre él, cita a Cavafis (al que Rodríguez Padrón dedicara en su monografía un capítulo) y a Fernando Gutiérrez (querría decir, probablemente, González), poeta y profesor canario amigo joven y admirador de Rivero, a instancias del cual aparecieron algunos poemas del mismo en revistas de la península, no siempre con suerte propicia, sino con erratas y merma de versos, hechos que molestaban enormemente a su autor.

Pone de manifiesto Brines que los rasgos retóricos en Domingo Rivero, “casi inexistentes”, se sorprenden “en algunas –pocas– huellas de uso más decimonónico, como es el que a veces se hace del hipérbaton o ciertas expresiones (como en el celebrado soneto la exclamación “¡Profundo arcano!”).

Puede que el sintagma ¡Profundo arcano! sea decimonónico (además de un lugar común, que desvaloriza un punto el justamente calificado como excelentísimo soneto “Yo, a mi cuerpo”), pues lo emplearon el poeta Juan Arolas y Espronceda (asociado a infernal). Antes, durante, y después de la vida de Domingo Rivero, se empleó el término arcano, asociado al adjetivo que emplea Rivero, o a otro de cercana significación. El sustantivo arcano con el adjetivo ceñudo antepuesto lo empleó Tomás Morales (primero fue inmenso, en un poema dedicado a Rubén Darío, en su primer libro de 1908). Y es curioso el hecho de que también empleara el sustantivo, ahora sin adjetivo alguno, en el poema “A Rubén Darío en su última peregrinación”. El propio Rubén Darío, en “El coloquio de los centauros”, empleaba el sintagma femenino arcano. En Julián del Casal está negro arcano. El término arcano es usual en Amado Nervo. También lo emplea Alonso Quesada en algunas de sus “Crónicas”, y en algún poema (En otro escrito, lo adorna con tres adjetivos, entre ellos profundo: “Es un profundo, es un hondo, es un inmenso arcano"; o con sólo el profundo, como Domingo Rivero). Decía Antonio Machado: “de arcano mar vinimos, a ignota mar iremos...” Hasta Unamuno emplea el término, acompañado del adjetivo insondable, en uno de sus sonetos del libro De Fuerteventura a París, posterior a la redacción de Yo, a mi cuerpo: “Toqué a su toque el insondable arcano / que es la fuente de nuestra desventura”.

Conclusión: Leamos a los domingos riveros. Este libro nuevo es buena ocasión.
Aquí va el soneto del título, para abrir boca:

YO, A MI CUERPO

¿Por qué no te he de amar, cuerpo en que vivo?;
¿por qué con humildad no he de quererte,
si en ti fui niño, y joven, y en ti arribo,
viejo, a las tristes playas de la muerte?

Tu pecho ha sollozado compasivo
por mí, en los rudos golpes de mi suerte;
ha jadeado con mi sed, y altivo
con mi ambición latió cuando era fuerte.

Y hoy te rindes al fin, pobre materia,
extenuada de angustia y de miseria.
¿Por qué no te he de amar? ¿Qué seré el día

que tú dejes de ser? ¡Profundo arcano!
Sólo sé que en tus hombros hice mía
mi cruz, mi parte en el dolor humano.

Comentarios
Sábado, 28 de Noviembre de 2015 a las 21:01 pm - C V

#04 He leído , muchas veces, este poema...!Que bello canto al cuerpo y a las edades de la vida!

Viernes, 27 de Febrero de 2015 a las 12:14 pm - maria caballero

#03 es muy guapo tiia muero

Martes, 08 de Diciembre de 2009 a las 16:34 pm - adrián

#02 este poema me gusta solo por haberlo leido

Martes, 17 de Octubre de 2006 a las 18:55 pm -

#01 Recuerdo, de la edición de Eugenio Padorno que el investigador Antonio Henríquez cita en su reseña, unos versos del propio don Domingo cuando se enteró de que Dña. Emilia Pardo Bazán no conocía -ni había leído, aunque le gustaría- al poeta tinerfeño Antonio de Viana. Me permito el lujo de insertar estos versos aquí:

Al, saberlo, en la Isla hermana

se van a dar al demonio.

¿Pero es posible, cristiana?

¿No conoce usted a Viana?

Yo sí: se llamaba Antonio.

Y, además, la osadía de atreverme con un torpe -para mí- chiste

¡Al saberlo, caballero,

nos ha supuesto un respingo!

¿No sabe quién es Rivero?

Yo sí: su nombre, Domingo.

B.P.