Revista nº 1037
ISSN 1885-6039

Los bailes de taifa en los altos y medianías de Guía de Gran Canaria

Viernes, 13 de Julio de 2007
Juan Dávila García
Publicado en el número 165

De todos es conocida la existencia de los eventos bailísticos y dancísticos que siempre se dieron desde el principio de los tiempos. Danzas guerreras como símbolo de poder o de adoración, celebración de actos festeros de diferentes etiologías, de agradecimientos a los dioses, como prólogo para llevar a cabo acciones guerreras y los tan concurridos bailes palaciegos que la realeza y los nobles desarrollaban en sus bellas casas solariegas donde la música que más se escuchaba eran de corte clásico –rigodones, valses, polkas, etcétera-.


Estas fiestas que en un principio eran patrimonio de las familias con más prosapia, llegaron pronto al pueblo llano, y en Canarias allá por el siglo XVIII comenzaron a desarrollarse en lugares cerrados donde predominaban las cuevas que abundaban en las zonas rurales y que pasaron a denominarse “bailes de taifas”. El municipio de Guía de Gran Canaria, como no podía ser menos, también se incorporó a esta corriente primigenia donde la gente danzaba al son de la música interpretada por bandurrias, laúdes y guitarras. Para la ocasión los mozos y las mozas del lugar lucían sus mejores galas ya que el acto en sí lo requería puesto que el mismo constituía todo un evento social de constatada trascendencia. Los bailes de taifas tenían una simbología ancestral, ya que fundamentalmente se basaban en los que llevaron a cabo nuestros antepasados, donde alrededor de una hoguera danzaban hasta la extenuación degustando los manjares más exquisitos de la época consistentes en asados de animales cazados al efecto y que cocían en la misma hoguera que les alumbraba.

En los altos y medianías de mi pueblo hasta hace aproximadamente cincuenta años se solían celebrar estos tipos de bailes y puedo presumir que asistí a más de uno. Habían cuevas que debido a las circunstancias del momento se hicieron famosas al amparo de estos eventos que eran tan prolíferos por aquellos tiempos y que tenían como proemio una descamisada, una boda o un bautizo; entre éstas destacar a una ubicada en el barranco que desemboca en la presa de Mondragones –entre Casas de Aguilar y el Palmital-, conocida por la Cueva del Bernegal, donde me gocé más de una “trifulca” propiciada por los matones que se autodenominaban “rompedores del baile” que exhibiendo cuchillos y en algunos casos hasta pistolas acababan con estos bailes tan tradicionales amedrentando a la gente que huían aterrorizadas. En la mayoría de los casos, esta forma de comportarse de los citados “matones” era producto de la gran cantidad de alcohol que habían ingerido, así como de la gran rivalidad existente entre los pueblos.

La denominación de “taifas” le venía propiciado del desarrollo del mismo, que se hacía por “tandas”; el mandador, que tenía entre otros cometidos ser el máximo responsable del baile, velando como si de una autoridad se tratase del orden y de la seguridad del evento, era además quien dirigía el acto dándole entrada y salida a las diferentes tandas que concurrían en la fiesta. Esta forma “tandista” de introducir y sacar a los bailadores, era motivado por la poca extensión del recinto, que solo admitía a un cierto número de dancistas, lo cual llevaba al mandador a enumerar las tandas y darle paso hacia la pista entre piezas. Mi abuelo paterno que falleció en el año 64 del pasado siglo con 94 años, me comentaba que en su juventud acompañado de un amigo llamado Félix Padrón era asiduo asistente a estos tipos de bailes, y me decía que en más de una ocasión tuvieron que salir corriendo de las cuevas donde se celebraban los eventos, en el Palmital, Tres Cruces, Bascamao, El Gallego, Ingenio Blanco y otros pagos de Guía huyendo de los matones de turno.

Conocí algunos de estos mal llamados “rompedores”; citar así a Juan el negro de Hoya de Pineda, a Chano el de Luisa que intentando disolver un baile de taifas en las medianías de Guía pistola en mano, la misma se le disparó matando a unos de los asistentes, lo que le costó estar algunos años en prisión. Aproximadamente en la década de los 40 de la pasada centuria, Agustín Pons intentó romper un baile oficial que se celebraba en el teatro Viejo de Guía con motivo de fin de año; el mismo estaba amenizado por la orquesta guiense llamada Rivas, y no lo consiguió dado que en la puerta estaba a modo de cuidador del orden Tomás Guerra, un fuerte ex luchador de la lucha canaria que le invitó por las buenas que se dejara de armar follones. Ante la negativa de Agustín se vio impelido a darle una “piña” con tal contundencia que lo dejó ko; llamada la guardia municipal, ésta hizo acto de presencia llevándose detenido al alborotador.

Con motivo de una descamisada organizada por los Falcones en su finca del Brezal y como remate de ésta se organizó en la ya mencionada Cueva del Bernegal un baile de taifas, amenizada por ellos mismos. Sobre la medianoche y en plena euforia dancística aparecieron unos señores de Moya con la intención de romper el baile. La intervención de unos jóvenes de la zona liderados por Saro Almeida, hermano de Víctor –eximio luchador miembro que fue de CL Ajódar de Guía- y de Marcelino conocidos por los artilleros, que consiguieron hacer huír a estos moyenses los cuales venían armados con cuchillos.

En los bailes de taifas, las mozas asistían al mismo acompañadas de sus madres, las cuales eran quienes decidían con quién debía bailar su niña. Esta forma de proceder generó en algunas ocasiones peleas y riñas entre los hombres asistentes que según comentaban se veían humillados. Sin embargo la cosa no dejaba de ser una rabieta intranscendental ya que pronto se olvidaba lo sucedido. Los bailes de taifas fueron en aquellos tiempos una muestra más de “canariedad” ya que los asistentes/as lucían en su gran mayoría los trajes que siempre han sido reconocidos como el verdadero traje típico canario sin fantasías ni aditamentos, y que muchas agrupaciones folklóricas, para bien, están adoptando últimamente.

No hace muchos años se celebraban en las Tres Cruces en una sala de baile propiedad de Antonio conocido por el pichón, unos eventos bailables que adquirieron gran notoriedad en toda la comarca. Los mismos eran amenizados por los Ponches, los Falcones y por nosotros –conjunto rítmico Tirma-. Recuerdo con toda nitidez a los vigilantes y mandadores de los mismos, dos hombres de una enorme envergadura y gran fortaleza física que mantenían el orden más estricto sin que tuvieran que hacer uso de su consabida fuerza; éstos eran Primitivo y Cesáreo más conocido por Sario. Estos dos personajes a modo de los antiguos mandadores de los bailes de taifas, se hacían ver con el fin de evitar incidentes. Jamás, que yo sepa, ocurrieron actos y desórdenes que pusieran en peligro la integridad de física de cuantos asistíamos a tales eventos: el civismo se había impuesto, y no por temor sino por pura razón.
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Comentarios
Miércoles, 29 de Agosto de 2007 a las 21:13 pm - Esteban Guerra de la Torre

#01 Mi padre me contó que él con sus hermanos, que dicho de paso eran bien parecidos en sus años mozos, asistian desde cerca de la Culata de Tejeda en donde vivian, a la cercana \"Cuasquías\" (Cuevas Caídas) en donde eran famosos sus bailes de Taifas. Una vez llagaban a la cueva en donde se iba a celebrar el baile, aportaban alguna botella de coñac, ron o anís, que era guardada en una caja de cedro, para en algún momento brindar los asistentes al baile. Las mozas se sentaban al lado de sus madres, entonces cuando les tocaba su taifa, se dirigian a la madre de la moza con la que querían bailar y le decian \"ES USTED GUSTANTE\"? Si contestaba afirmativameente, es que aprobaba el baile con su hija. En caso de contestar negativamente, el mozo se retiraba discretamente, para intentarlo con otra moza. Por otra parte y en algunos casos, le aflojaban unas pesetas al mandador y cuando este tenía que dar paso a la siguiente taifa, decía \"LOS MESMOS CON LAS MESMAS\" por lo que no se producía el esperado relevo de mozos. Cuando el mandador abusaba de esta prerrogativa, se producían los enfrentamientos entre los mozos, pero nunca llegaron a mayores. Yo tuve la suerte de asistir en los años 60 a unos cuantos bailes de taifas en Barranco Hondo. En esas ocasiones los tocadores utilizaban instrumentos de cuerdas, guitarra, laud, bandurria y alguna acordeón.