Revista nº 1037
ISSN 1885-6039

Aborígenes I. Sus cantos y bailes rituales. La Rama de Agaete.

Lunes, 07 de Agosto de 2006
Elfidio Alonso Quintero
Publicado en el número 117

El folklore musical en Canarias (música y letra, danza y organología) cuenta con unos caracteres y perfiles muy singulares, aunque haya sido escasamente estudiado. Estamos ante un fenómeno que es el resultado de numerosas trasculturaciones, desde la influencia española hasta la americana, si no olvidamos los movimientos migratorios y la situación geográfica de las Islas. Aquí se habla de la Rama de Agaete desde el punto de vista más común desde el que se ha explicado, perspectiva claramente diferenciada de las nuevas aportaciones de Valetín Barroso Cruz en torno a esta atractiva fiesta.

 

El folklore musical en Canarias (música y letra, danza y organología) cuenta con unos caracteres y perfiles muy singulares, aunque haya sido escasamente estudiado. Estamos ante un fenómeno que es el resultado de numerosas trasculturaciones, desde la influencia española hasta la americana, si no olvidamos los movimientos migratorios y la situación geográfica de las Islas. En consecuencia, es posible encontrar en el repertorio canario de tipo popular valiosos restos de la lírica española antigua, paralelismos e intercambios con Latinoamérica, influencias sefardíes, irlandesas y francesas, sin olvidar el papel fundamental que ha ejercido Portugal desde los tiempos de la conquista. También la pervivencia de restos aborígenes resulta un complemento notable y lleno de atractivos, dentro de este complejo y rico material que nos proponemos estudiar.

Es notorio que algunas regiones peninsulares han ejercido en Canarias una mayor influencia que otras, como son los casos de Castilla, Andalucía y Galicia. Influencia que se refleja en coplas y en los géneros musicales que hoy se cantan y bailan en el Archipiélago. Sin embargo, tales parentescos y analogías se encuentran en función de lo que podríamos denominar como la identidad canaria, que, se bien es suma de todas esas herencias, ha cristalizado a lo largo de cinco siglos en una entidad singular y con personalidad propia.

Algo muy parecido ocurrió con los pueblos de Latinoamérica, que hoy ofrecen unos esquemas de influencias bastante aproximados al canario. Veamos la clasificación que propone el maestro Carlos Vega para Argentina y otros países del continente americano. Este prestigioso folklorista argentino no duda en señalar que hoy, en América Latina, conviven y se encuentran juntos los siguientes elementos poéticos, musicales y coreográficos:

a) Varias escuelas de los trovadores de los siglos XII y XIII.
b) Algo del gymel subsiguiente.
c) Restos de las primitivas contradanzas inglesas (siglo XVIII).
d) Parte de los minués y las gavotas francesas del mismo siglo.
e) La jota española (siglo XIX).
f) Algo de la polka folklórica de Bohemia y de la mazurca.
g) Restos de la habanera cubana.
h) Restos aborígenes arcaicos folklorizados.



A la vista de este cuadro, parece confirmarse que el folklore, como dice Carlos Vega, «es un conjunto de cosas dispares, de épocas distintas, que se entreacomodan precariamente al cabo de sus largas andanzas particulares». Si partimos de que no todos los continentes presentan idéntica serie defenómenos, el esquema canario tendría más puntos coincidentes con el americano que con el español o europeo.

 

 

Los aborígenes

 

Desde las crónicas más antiguas parece claro que los aborígenes canarios sabían bailar y cantar. Sabino Berthelot alude a los exploradores portugueses que salieron de Lisboa en 1341, y fijaron su atención en la manera de cantar y de danzar que tenían los canarios. «Su canto es muy dulce -escribían al hablar de los habitantes de Canaria (hoy, Gran Canaria)- y bailan casi a la moda francesa».

Abreu Galindo señala que los naturales de Lanzarote y Fuerteventura eran «grandes cantadores y bailadores. La sonada que hacían era con pies, manos y boca, muy a compás y graciosa. Eran muy ligeros en saltar, y era su principal ejercicio». Y al referirse a los nativos de El Hierro, este serio cronista escribe:

Bailaban en rueda y en folia. Yendo los unos contra los otros para delante y tornando para atrás, asidos de la mano, dando grandes saltos para arriba, juntos y parejos, que parecen pegados unos con otros y muchos, y en estos bailes eran sus cantares, los cuales, ni los bailes, hasta hoy no los han dejado.





La frase de Abreu «bailaban en rueda y en folia» ha sido tomada al pie de la letra por autores como Juan Álvarez Delgado y Amaro Lefranc, que creen ver una posible ascendencia aborigen en la folía canaria actual. Otros, como Domingo J. Navarro, se dejan llevar por simples argumentos emotivos, muy respetables pero nada rigurosos: “Si como creemos las folías fue el baile de nuestros aborígenes, deben tenerse en cuenta cuando se trate de averiguar el grado de civilización que alcanzó aquella inteligente y vigorosa raza”.

 

 

Cantos y Bailes Rituales

 

Sabino Berthelot, siguiendo las versiones de Abreu Galindo y de Viera y Clavijo, nos ofrece la siguiente descripción sobre los cantos rituales de los aborígenes palmeros en torno al risco de Idafe:

En el centro de la isla, en el profundo valle de Aceró, llamado en la actualidad la Caldera, en donde la tribu de Tanausú vino a establecerse, existe un risco escarpado que se eleva como un inmenso obelisco. Los naturales lo llamaban Idafe y le tenían una gran veneración. El terror de ver al enorme monolito hundirse súbitamente y sepultarlos bajos sus ruinas, motivaba sin duda la especie de culto que le habían consagrado y era probablemente para precaver este desastre, que le llevaban regalos y le dirigían sus oraciones. Llenos de respeto hacia este risco temible, no se acercaban a él sino temblando, y depositaban en su base el corazón, el hígado y los pulmones de los animales de que principalmente se alimentaban. Las ofrendas eran siempre presentadas por dos personas. La primera se adelantaba cantando estas palabras: Iguida iguan Idafe (<¿Te caerás, Idafe?»), y la segunda respondía: Que guerte y guan taro («Dale lo que traes y no caerá»). Otras veces eran víctimas enteras que sacrificaban al risco del valle, precipitándolas desde la cima de los escarpados.



Estima Lothar Siemens Hernández que la descripción de Abreu Galindo sobre el canto ritual aborigen en torno al risco palmero de Idafe encierra «un testimonio de alto valor etnográfico y musical». Ya sabemos que los pueblos primitivos acostumbraban a realizar este tipo de ceremonias en torno a montes, riscos o árboles. No es otro el origen de la famosa Danza del Cordón o nuestro Baile de las Cintas, como ya nos desveló el maestro Esquivel Navarro, en su «Discurso sobre el arte del danzado y sus excelencias y primer origen», publicado en Sevilla en 1642.

En “Saudades da terra”, Gaspar Frutuoso nos da noticia de unos cantos rituales de los aborígenes herreños:





Y entrando más adentro, después de haber subido aquel primer valle, halló un campo llano donde vio más ganado y oyó muchas voces, a las cuales estuvieron atentos él y los que iban en su compañía, que podrían ser seis o siete personas, pareciéndoles que oían cantos, y así era, que a esta hora el rey de esta isla con todos los que en ella había estaban en un sacrificio general, que ejecutaban a la manera gentil. Juan Machín con los suyos corrió hacia aquel lado donde oían las voces, y no anduvieron mucho sin que vieran lo que era. Viéndolo estuvieron quedos para no ser sentidos, espantados de ver la manera como hacían su sacrificio.

 



La Rama de Agaete

 

Anclado en los ritos heliolátricos e hidrolátricos, común característica de la religiosidad de numerosos pueblos primitivos, La Rama pervive en Agaete con ribetes de propia personalidad. Reza la tradición oral, la religión que se pierde en la leyenda del nacimiento de los pueblos, que en estas fechas bajaban del Valle, luego de recoger ramas vírgenes de determinadas especies botánicas que poseían características especialmente benefactaras. Las harimanguadas -sinónimo de las vestales aborígenes-, iniciaban una danza de purificación y exorcismo. Se pedía la lluvia al dios del cielo. Simultaneamente se elevaban preces para evitar la posible maldición de los malos espíritus, los tibicenas, sabre las tierras de la comarca. Aun hoy, dice Pepe Dámaso, artista y uno de los más interesados en el fenómeno sincrético de La Rama: “existe un barranco en Agaete que recibe el nombre de Chobicena. (Sin duda, a lo largo del tiempo, se ha producido una desintegración de la voz técnica aborigen tibicena en la popular y actual chobicena). En el barranco Morán, arrebujados en esa misma tradición secular, los malos espíritus que las harimaguadas, las doncellas aborígenes, ahuyentaban con sus danzas rituales, bailes y preces, que se proyectaban y extendían hasta el mar, el posterior sonoro Atlántico del modernista Tomás Morales, el poeta canario por excelencia. Allí, en sus orillas, entre sus espumas y olas, las harimaguadas terminaban su rito de purificación y exorcismo, golpeando con suavidad la cara del agua para que el maleficio de la sequía no atormentara la tierra”. Este párrafo pertenece al artículo “Canarias, la fiesta de la Rama. EI baile de la lluvia”, del escritor y novelista canario J. J. Armas Marcelo, una de las mejores descripciones que conocemos sobre esta impresionante fiesta de Agaete (Gran Canaria). Este rito aborigen de rogativas pluviales, que hoy se ve proyectado de forma sorprendente en la fiesta de la Rama, lo recoge también Abreu Galindo:

Entre las mujeres canarias había muchas como religiosas, que vivían con recogimiento y se mantenian y sustentaban de lo que /os nobles les daban, cuyas casas y moradas teíian grandes preeminencias; y diferenciábanse de las demás mujeres en que traían las pieles largas que le arrastraban, y eran blancas: llamabanlas magadas (. .. ). Adoraban a Dios alzando las manos juntas al cie/o. Cuando faltaban los temporales, iban en procesión, con varas en las manos, y las magadas con vasos de leche y manteca y ramos de palmas. Iban a estas montaflas, y ahí derramaban la manteca y leche, y hacían danzas y bai/es y cantaban endechas en tomo de un peñasco; y de ahí iban a la mar y daban con las varas en la mar; en el agua, dando todos juntos una gran grita. No tenían distinción en los días del año, ni meses, más que con las lunas.



La Rama, en Agaete, se celebra todos los anos el 4 de agosto. En los últimos tiempos, dentro de ese movimiento pujante de revitalización de costumbrismo y lo popular en las Islas, esta fiesta ha desbordado sus estrechos límites localistas, para convertirse en uno de los números más atrayentes del calendario festero del Archipiélago.

En lo que toca a los guanches (nativos de Tenerife), el padre Espinosa y Viera y Clavijo nos describen la concentración de ganado que realizaban los aborígenes para llamar, entre gritos y balidos, en tiempos de calamidad, sequía y desolación:

Mas cuando los temporales no acudían, y por falta de agua no había yerba para los ganados, juntaban las ovejas en ciertos lugares que para esto estaban dedicados, que llamaban el baladero de las ovejas, e hincando una vara o lanza en el suelo, apartaban las crías de las ovejas y hacían estar las madres alrededor de la lanza, dando balidos; y con esta ceremonia entendían los naturales que Dios se aplacaba y oía el balido de las ovejas y les pro veía de tempora/es.



Otros testimonios nos hablan de la costumbre que tenían los aborígenes canarios de repetir una misma frase en sus cantos, como si se tratase de un estribillo (Gómez Escudero) o de un guinea (Nunez de la Penal). También Sedeno ofrece una curiosa descripción de los bailes de bodas:

Casaban los canarios con solo una mujer sin más cere-monia: de concertado lIevala a su casa y a hacer gran fiesta de comidas y juegos y bailes. Estos hacían muy pulidamente con unas varas que tenían pintadas con sangre de drago, que es una resina colorada. Hacían ademanes con la vara y muchas mudanzas con gracia y soltura, y hacían también en sus fiestas y casamientos unos juegos a manera de guerra que eran un torneo muy reñido.



Para no hacer más larga esta relación de cantos y danzas que detallan los cronistas, con ejemplos más o menos similares a los anteriores citados, terminamos con la nueva cita del fraile Abreu Galindo, en la que nos da cuenta de una costumbre que tenían los guanches cuando iban de visita. Antes de penetrar en la casa, cantaban y silbaban a la puerta para que les escucharan desde dentro. Como añade Lothar Siemens, cabe imaginar que los aborígenes tinerfenos no cantaban o silbaban cualquier casa, “sino que seguramente se trataba de determinados cantos y silbidos ceremoniosos para llamar la atención”.

 


Este artículo fue publicado en los fascículos coleccionables Tierra Canaria. Antología del Folclore Canario, editado por Gran Vía Musical Ediciones S.L. y publicado en 2002.

 

 

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Comentarios
Martes, 02 de Octubre de 2007 a las 02:40 am - lala

#04 ojala que saliera la vestimenta

Martes, 31 de Julio de 2007 a las 00:31 am - ERIKA

#03 ESTA BIEN EXPLICADO PERO MUY INTENZO

Martes, 10 de Abril de 2007 a las 13:09 pm - David Díaz Reyes

#02 Muchas gracias por este artículo, Elfidio, me encantó. Debe ser tomado como referencia de lo que es abarcar todos lo posibles enfoques, al igual que tus otras publicaciones. La verdad es que siempre me has parecido muy objetivo y riguroso.

Martes, 09 de Agosto de 2005 a las 13:50 pm - Jorge Granados Blanco

#01 Muchas Felicidades por el artículo, la verdad que hay datos muy interesantes, y me agrada saber que tenemos colaboraciones de este calibre en la revista. Un saludo Elfidio, Jorge Granados Blanco (Parranda Cuasquías).