Revista nº 1041
ISSN 1885-6039

La Fiesta Canaria como Acto Liberador.

Jueves, 15 de Julio de 2004
José Miguel Perera
Publicado en el número 9

Hace ya unos meses que se ha reeditado Fiesta Canaria. Una interpretación teológica de Felipe Bermúdez. A mi modo de ver, este texto es uno de los estudios de obligatoria lectura para los entendidos de la realidad canaria, pertenezcan al ámbito que sea.



Hace ya unos meses que se ha reeditado Fiesta Canaria. Una interpretación teológica (publicado por el Centro Teológico de Las Palmas), libro del que es autor Felipe Bermúdez. A mi modo de ver, este texto es uno de los estudios de obligatoria lectura para los entendidos de la realidad canaria, pertenezcan al ámbito que sea. Incluso diría que es un libro necesario para todo aquel interesado en lo canario, especialmente en las manifestaciones llamadas “populares” (término este con el que hemos de tener cuidado).

Eso sí, no es un texto meramente expositivo, que sólo da cuenta de nuestras fiestas, sino que se atreve a ofrecer una visión personal y argumentada de cómo deberían ser. Claro que Felipe Bermúdez, para ello, se posiciona desde una perspectiva de perfiles que se delimitan fácilmente: la teología de la liberación desde y para Canarias, movimiento que nace durante los años setenta y en el que contribuye centralmente el teólogo, psicólogo y educador Manuel Alemán, el autor del tan nombrado pero quizás tan poco reflexionado Psicología del hombre canario. Bermúdez, en esta línea, se convierte en una de las cabezas visibles de esta corriente de análisis y propositiva.

Teología de la liberación nos suena al pensamiento y a la puesta en práctica que con este nombre se da a conocer mundialmente desde Latinoamérica. Los postulados que desde Canarias se enuncian son análogos a aquella filosofía pero con la particularidad insoslayable de nuestro contexto cultural concreto. La cuestión principal, desde la óptica de la liberación, sería: ¿la persona canaria vive en una estructura social liberadora, es decir, donde sus circunstancias humanas (sociales y personales entremezcladas) no estén reprimidas o limitadas? Y en el tema que nos convoca, y como se insiste tanto en el libro, ¿son las fiestas canarias liberadoras (en el sentido que decíamos) o alienantes? ¿Contribuyen nuestros festejos a una vida más o menos digna y consciente de nuestra realidad social, o nos hacen ciegos frente a dicha realidad comunitaria, en la que convivimos?

Para contestar a estas preguntas, nuestro autor divide su estudio-propuesta en tres secciones: una fenomenología de las fiestas populares canarias (parte más o menos descriptiva), una interpretación desde el tipo de teología antes nombrado y, por último, unas posibles “orientaciones prácticas” de cara a la realización de dichos acontecimientos.

Comienza desde un principio antropológico evidente: la fiesta es primordial para todo ser humano, sea del estamento social que sea, porque en ella, por ejemplo, se expanden emociones tantas veces cohibidas en nuestro tiempo cotidiano laboral y familiar. De esta manera, el acto de festejar de todas las personas toma un cariz de clara relevancia. El pueblo, cuando celebra, es protagonista. Con lo que “lo popular” no es considerado como negativo o despreciable, sino como parte de la creación humana, tan celebrado como cualquier otra creación de carácter más “intelectual” o “culta”. “Popular” en el estudio de Bermúdez es, por un lado, lo que el pueblo canario realiza y, además, la especial atención a las clases desfavorecidas que tienen un “acceso menor al saber, al tener y al poder” (p. 21). Repetimos: una y otra cosa. Así que, visto de esta forma, no hay fenómeno humano que no esté incluido en el adjetivo “popular”, por mucho que se lo quiera relacionar con “lo rural” o “lo ignorante”.

La fiesta canaria, si se enfoca así, aparece como un ámbito más para romper lo que Manuel Alemán llamó “el mutismo” o pasividad del canario, esto es, hacer del momento festivo (en este caso) un acto donde nos expresemos nosotros mismos (señalo la redundancia) en comunidad con nuestros con-vecinos.

El análisis de las fiestas canarias hace que Bermúdez las clasifique en fiestas del misterio cristiano (herencia de la conquista y evangelización de las islas), fiestas del agua, fiestas de la incorporación a la Corona de Castilla, fiestas históricas, seculares y el Carnaval. A continuación lleva a cabo una historia de estas fiestas, desde la Conquista hasta nuestros días, relacionándolas con los sucesos socio-políticos en los que surgen. Y finaliza esta primera sección generalizando unas características comunes desde categorías antropológicas analizadas en el contexto canario: los espacios cotidianos, donde se trata la transformación de los pueblos y barrios una vez al año; la relación de las fiestas con la naturaleza insular o sus fenómenos naturales, los desplazamientos de la gente de un pueblo a otro…; el tiempo festivo, como descanso de la realidad laboral, o como momento para recordar algún acontecimiento histórico, siendo así el pueblo más consciente y activo en la historia (y donde la realidad social no debe ser enmascarada, o sea, que la fiesta no se convierta en “espectáculo”, al decir de Guy Debord).

Un acto de celebración que se ha convertido en espectáculo (que adormece) es, para nuestro autor, el Carnaval, que se ha alargado tanto, desde que empieza hasta que termina, que se presenta como una fiesta alienante y evasiva en nuestras islas, “opio del pueblo”, amén de estar dirigida totalmente (caso de Las Palmas de Gran Canaria) por las altas esferas de poder. No. Para Bermúdez, el horizonte a seguir sería el que Héctor María Rodríguez Fariña (misionero, pregonero de las fiestas de Arafo en 1979) comentaba en su pregón: “Un grupo de vecinos que se reúnen para celebrar la gran realidad de la vida y recobrar las energías perdidas, es un anuncio de que la humanidad tiene remedio (…)”.

Como observamos, la fiesta sería un factor importantísimo, y totalmente necesario, dentro de un proyecto mayor de sociedad donde -decíamos- los que no tienen voz, ni en los medios de comunicación ni en los ámbitos de poder, la adquieran, donde los que no tienen ningún protagonismo lo puedan allí poseer y manifestar. En el camino de esta última idea (desde el “pobre”, concepto teológico entendido como el indefenso, la víctima, o la gente común en cierto sentido) aflora su interpretación teológica (segunda sección del libro): el pueblo canario tiene un potencial liberador (un protagonismo histórico) que llevar a sus fiestas, y éstas no pueden ser utilizadas como artilugios de dominación y de poder por parte de unos pocos, sean quienes sean.

Resulta llamativo lo relevante que es la devoción mariana en las islas (tema ya tratado por Alemán), figura que, según la historia, se aparece a personajes humildes como pastores o marineros; además de la posible relación con lo femenino en la religiosidad prehispánica. Es una figura, la de la virgen, más humana, más familiar y cercana. Este aspecto, desde la teología, puede ser explotado en el ámbito de la festividad en una línea liberadora.

Pero también el estudio de Felipe Bermúdez nos dice que en la fiesta canaria se da una ambivalencia (la aberración cultural del Carnaval antes nombrada puede ser un ejemplo claro): existen aspectos liberadores, pero otros alienantes. Como posible “corrección” de estos últimos, nos propone enunciados a tener en cuenta que podrían guiar unas fiestas más deseables. Pongamos por caso: fomentar el que la fiesta se sienta como patrimonio identitario del pueblo (no de particulares, ni de estamentos políticos o eclesiásticos), que se formen asambleas donde se elijan las comisiones de fiestas, representantes de dicha asamblea, etc. En definitiva, este estudio es un análisis pero, sobre todo, un impulso hacia un futuro mejor en torno al tema tratado. Porque saber festejar es saber vivir con un horizonte último de sentido.

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