Revista nº 1037
ISSN 1885-6039

Aproximación antropológica a la Isla de La Graciosa.

Martes, 02 de Agosto de 2005
Manuel del Río Suarez
Publicado en el número 64

Todo empezó hace veinticinco años, cuando por primera vez fui a la isla negra y blanca, (negra de los malpaíses, del lapilli y de los volcanes, y blanca de las casas, de las cosas de los hombres y de los mismos hombres) -extraña simbiosis entre ecología y cultura.

 

 

En mi peregrinaje de aquel entonces, un cierto día, mis amigos me llevaron al Mirador del Río, que entonces no era un amable local nacido del genio artístico de César Manrique, sino un hosco y horrible búnker militar cargado de agresividad y amenaza. En el entonces aquel, por vez primera, me asomé a las fugas del risco, y la panorámica que vi, fue como la de viejos libros de Geografía que en mi niñez había visto: volcanes apagados, cuatro islas chiquitas, canales y estrechos, un mar tranquilo en ciertos sitios y un mar espumageante y agresivo en otros, inmensos arenales y finalmente al sur de isla Graciosa la Montaña Amarilla o de Armida - lugar de refugio de la maga de la que Dante nos da puntual relato. Aquella imagen se quedó gravada en mi mente y en mi voluntad quedó firme el propósito de algún día conocer íntimamente aquella tierra de promisión.



Pasaron los años, hubo lecturas diversas sobre aquella tierra ignota: Le Canarien de Bontier y Leverrier; los escritos de distintos y dignos escritores de Lanzarote, las confidencias y las memorias de mi padre -viejo sabedor de cosas de estas tierras- una obra de Miguel Delibes; una relación detallada de Claudio de la Torre en su Guía Turística, las leyendas de tesoros escondidos por piratas en la playa de las Conchas, para algunos inspiradoras de "La Isla del Tesoro" de R.L. Stevenson.



Años más tarde -1965- conocí a un hombre excepcional, don Jorge Toledo, y él al oír mi deseo de conocer su tierra, fue un nuevo incentivo para la aventura. Pasó el tiempo y hace dos años, al fin, emprendí la aventura de llegar a aquella isla dorada con cuatro volcanes, que un día avisoré desde el Mirador del Río, veinticinco años atrás.



Ser, o pretender ser antropólogo es objetivo difícil. En otras ciencias, elevar a categoría científica las cosas que vemos es fácil por el rigor del método experimental, pero para el sociólogo o para el antropólogo, pretender ese objetivo, cumplir el viejo mandato de Emil Durkheim -"tratar los hechos sociales como cosas"-, es una labor complicada. Todos los que se dedican a esta profesión saben que mantener la objetividad científica, cuando a la vez tenemos que convivir con el objeto de nuestra observación, es tarea difícil que de un lado nos convierte en amigos, defensores y algunas veces líderes de ese grupo social objeto de nuestra observación participante y con el que forzosamente tenemos que convivir, y del otro, si nuestro trabajo tiene cierta continuidad y el grupo es reducido, sus pautas culturales pueden ser afectadas por nuestra presencia.



Como antes decía, hace dos años llegué por fin a la isla de La Graciosa, lleno de entusiasmo, pero también lleno de temor, porque siempre los antropólogos sociales o culturales, tenemos ese secreto temor de que cuando vamos a conocer una comunidad reducida y hasta cierto punto aislada, puede que seamos recibidos amablemente, o puede que el desprecio o la agresividad sean el rito iniciático que acompañe nuestra problemática arribada. Por suerte, cuando "La Rápida", de los descendientes de don Jorge Toledo arribó al reducido atracadero de Caleta del Sebo, allí estaba mi viejo amigo José María Navarro, que como nuevo Virgilio condujo mis pasos primeros en la isla dorada. Desde ese momento y durante veinte días que duró mi estancia, José Manuel Toledo, su hija María José, Gregorio y tantos y tantos amigos, el pueblo graciosero en su totalidad, fue amigable conmigo y la empatía se mantuvo en sus umbrales razonables.



 

En una investigación antropológica, veinte días de convivencia y de interacción, poca leche da de sí: Conocer a un grupo social totalmente diferenciado por factores ecológicos y culturales es asunto difícil y por eso y sólo por eso, el título de estas cuartillas no podía ser otro que el que tiene. Primero la aproximación, más tarde la elección de una estrategia investigadora, la elaboración de encuestas, la investigación documental, los datos estadísticos, etc. Pero también es verdad que toda aproximación tiene la ventaja de crear, aunque algunas veces se falsean, por múltiples influencias, ciertos puntos de arranque para una investigación posterior de mayor rigor científico.



Los veinte días de estancia en la isla de La Graciosa me permitieron conocer una serie de aspectos diferenciados y pautas culturales que me han llevado al convencimiento de que conocer a los gracioseros lo más profunda e intensamente posible, puede constituir una labor importante no sólo desde un planteamiento estrictamente científico, sino porque además con ello, acaso, estamos contribuyendo de una forma noble a ayudarles a resolver su especial y característica problemática.



Caleta del Sebo, prácticamente el único núcleo urbano autóctono de la isla de La Graciosa, encierra, desde un enfoque o desde una amplia panorámica antropológica, aspectos que en mi muy modesta opinión tienen un interés extraordinario, sobre todo porque es una comunidad humana de reciente formación y que por imperativos principalmente del entorno ecológico, en parte se ha visto en la necesidad de sustituir las pautas culturales de la sociedad de donde procedía por una nueva herramienta cultural con la que enfrentarse con éxito a la adversidad del entorno.



A continuación paso a considerar esta amplia panorámica, desmenuzándola en distintos y variados planos.

 

 

Plano antropológico físico

 

El poblamiento estable de La Graciosa es relativamente reciente. Hace aproximadamente cien años, siete familias de pescadores de las zonas de Arrieta y Arrecife, en la isla de Lanzarote, se establecieron permanentemente en La Graciosa. La población actual, presumiblemente, desciende en su casi totalidad de esas siete familias originarias, como puede deducirse, en parte, de la frecuencia de coincidencia de apellidos y grados de parentesco en los habitantes actuales. Ello nos lleva a suponer la existencia de un grado elevado de endogamia, que a la vez que ha supuesto ciertos aspectos de homogeneidad somática en los habitantes de la isla, también ha generado la persistencia de ciertos factores degenerativos en algunos individuos (pocos) de la sociedad actual. Por otra parte, al ser las siete familias originarias de distintas procedencias, dentro del fenómeno endogámico persistente, se produjo un cierto mestizaje en los primeros momentos del establecimiento.



Junto a estos dos aspectos estrictamente biológicos, sin embargo, hemos de tener en cuenta que el entorno ecológico, la actividad económica predominante y la dieta alimentaria son elementos que han actuado como factores secundarios en el proceso selectivo. Los resultados, después de cien años de reproducción -aproximadamente cinco a seis generaciones- han producido una tipología humana con ciertas características diferenciadoras de los habitantes de Lanzarote, tronco originario de procedencia. Todo ello nos lleva a pensar en la cita que hace el profesor Juan Comas de la Universidad Nacional Autónoma de México en su Manual de Antropología Física (pág. 171) de las investigaciones de H. Shapiro sobre los habitantes de la isla de Pitcairn, mestizados de tahitianas y tripulantes ingleses de la fragata Bounty (H. Shapiro, Descendants of the Mutinneers of the Bounty, Memoirs of de Bernice Bishop Museum, vol. 9 pág. 1-106 Honolulú 1929.- H. Shapiro, The heritage of the Bounty, The story of Pitcairn through six generations, New York 1936, 329 págs.).



 

Siguiendo otros aspectos de la antropología física, es de notar entre los gracioseros -la información es de primera mano y debemos confirmarla posteriormente con una investigación estadística- la frecuencia mayor de ciertas enfermedades: unas carenciales, posiblemente atribuibles, sobre todo, en el pasado a una dieta alimentaria basada exclusivamente en productos marinos; y otras por la actividad pesquera predominante y la fuerte insolación existente en el medio ecológico, que produce una frecuencia notable de enfermedades de la piel.

 

 

Plano antropológico cultural

 

Dentro del campo de la Antropología Cultural no podemos incluir nuestras observaciones en un solo paquete, por ello cabe dividirlas en varios subapartados que a continuación relacionamos:


a) Relaciones paterno-filiales, matrifocalidad.
b) Control social y desviación social.
c) Relaciones intergeneracionales.
d) Conservación del equilibrio ecológico.
e) Urbanismo y formas arquitectónicas.
f) Formas de comunicación: lenguaje, juegos, deportes.
g) Técnicas de pesca, transporte y construcción naval.
h) Dieta alimentaria, comidas y bebi-das.
i) Instituciones socializadoras.
j) Antropología política.

 

a) Relaciones paterno filiales, matrifocalidad.- La actividad económica tradicional y predominante del grupo social graciosero es la pesca en sus diferentes modalidades. En el pasado, la actividad de pesca era ejercida por los varones del grupo, pero las labores de reparación de útiles, y conservación y comercialización del producto, posteriormente, era actividad de las mujeres. En un pasado bastante reciente (25 años), cuando la flota insular no estaba motorizada, las mujeres, con el producto de la pesca, cruzaban el Río, ascendían las enriscadas veredas del macizo de Famara e iban a vender su producto en Lanzarote: en Haría, Teguise y Arrecife. Luego retornaban con productos variados (frutas, verduras, telas, empleita, etc.), a la isla. En el camino de regreso, cuando llegaban a la cumbre de Famara, iban encendiendo hogueras a medida que descendían la empinada vereda, para anunciar a la isla el inmediato retorno. Cuando por fin llegaban a la ribera, las siete primitivas familias tenían cada una, debidamente espaciados a lo largo de la costa, unos goros de piedra (las tegalas) en los que encendían nuevas hogueras. De tal forma que desde Caleta del Sebo, cada familia sabía, según donde surgiera la hoguera, cuál era la mujer que retornaba y a la que consecuentemente el marido iba a recoger con el barquillo. El sistema de tegalas también se usaba en el pasado para la recogida de los deudos en caso de funerales, (antes de que el Capitán General García Escámez, con fondos del Mando Económico, construyera el ya saturado cementerio actual). Entonces los gracioseros fallecidos eran transportados en barquillos hasta la costa y risco de Famara; luego la comitiva fúnebre emprendía el largo y empinado camino hasta el oasis de Haría. Hoy cualquier investigación estadística o documental sobre bodas, bautizos, nacimientos y defunciones de la población graciosera de hace cuarenta años nos obliga a acudir a los registros municipales y parroquiales de Haría y Teguise.

     En la actualidad, la función de comercialización y conservación de la producción económica se hace por otros medios y otras vías: las embarcaciones de motor y ciertos comerciantes de la isla que monopolizan el comercio y el transporte de todos los productos a través del puerto de Órzola en el norte de Lanzarote; sin embargo, la ausencia prolongada del pater familias en las labores de pesca, hace que el papel de la mujer como administradora económica y principal elemento socializador de la prole siga siendo predominante, de forma que podemos hablar de un fenómeno de matrifocalidad, que la literatura antropológica atribuye a las poblaciones de pescadores y a las poblaciones donde los hombres hacen de la guerra profesión habitual (poblaciones pesqueras de Portugal, Galicia, Escocia, y pueblos guerreros de la Alta Birmania, entre otros numerosos ejemplos).

b) Caleta de Sebo ha tenido tradicionalmente como representante de la autoridad un alcalde pedáneo dependiente del municipio lanzaroteño de Teguise. Parece, según información no totalmente confirmada, que siempre ha sido tradicional que este cargo lo desempeñen las mujeres, con la excepción durante largos años del liderazgo y pedanía de don Jorge Toledo. Ello nos llevaría a pensar en la posible existencia de una forma de Matriarcado (sería posiblemente entonces la única forma avalada dentro del amplio espectro de la literatura antropológica). Pero no soy de esa opinión, creo que simplemente es una faceta del sistema matrifocal imperante en la estructura familiar graciosera. Por lo general los no antropólogos actuales y los etnólogos del pasado siglo suelen confundir matripolaridad, matrilocalidad, sistemas de parentesco matrilineales y sistemas de matrimonio poliándricos, como manifestaciones o residuos de un matriarcalismo primitivo. Tras las investigaciones de la antropología moderna y la clasificación de Murdoch donde aparecen más de quinientas sociedades con sistemas matrimoniales poligínicos, hoy día, el matriarcalismo no es sino un residuo del viejo y clásico mito de las amazonas.

 

c) Aparte de la alcaldesa pedánea, no existe una autoridad legitimida en la isla, pero el control social -otro particularismo graciosero- se ejerce por una especie de asamblea abierta y permanente de carácter pleno y democrático, pero a la vez totalmente informal, que es "El Palo". El Palo -un largo y grueso mástil, resto de algún naufragio, acostado al socaire de una casa-es el sitio donde gran parte de la población (jóvenes y viejos, hombres y mujeres) se sientan después de la hora de la siesta. Desde allí se observa la llegada de la Rápida o del barco de Juan Manuel, que traen los viajeros y posibles turistas que desde Órzola arriban a la isla. En el Palo se comenta el comportamiento, los pecados, las acciones nobles y todo género de acontecimientos de estantes y visitantes. Finalmente, desde El Palo se emite el juicio de valor que subrepticiamente se extiende por el pueblo y que transformado en coacción colectiva, en terminología de Durkheim, o en la crítica colectiva que cita Malinowsky en Crimen y Costumbre de la Sociedad Salvaje, actúa como factor determinante, bien para que el visitante incómodo o peligroso o molesto se vea en la necesidad de retornar a Lanzarote, o el joven inadaptado sufra una especie de ostracismo.

     En la isla no hay carreteras, sólo sendas propias para camellos o para vehículos todo terreno. En el tiempo de mi estancia, el parque insular lo componían tres Land Rover, dos camiones, una furgoneta pequeña y dos ciclo-motores. Uno de los camiones hacía la recogida de la basura: la poca basura que antes no habían recogido las cabras en su constante deambular por las calles del poblado. Las reglas del Código de Circulación eran estrictamente respetadas a pesar de que nadie parece tener carnet de conducir. Pero si alguien se extralimitaba allí estaba "El Palo" para poner el toque de atención.

 

d) Estratificación social y relaciones intergeneracionales.- La isla era terreno comunal del Ayuntamiento de Teguise, pero durante el régimen franquista, allá por el año mil novecientos sesenta y cinco, se ofreció y se transmitió la propiedad al Estado para realizar un gran complejo turístico. Por suerte, la sustitución del ministro Fraga por el ministro Sánchez Bella dejó el ambicioso proyecto en algún olvidado cajón del entonces Ministerio de Información y Turismo. La propiedad de la isla pasó, según creo, al patrimonio del Estado y ahí sigue coleando un contencioso entre el Estado, el Ayuntamiento de Teguise y el pueblo graciosero que aspira a convertirse en comunidad municipal menor, rompiendo así las trabas presupuestarias que le atan a Teguise y que frenan su independencia política y administrativa frente al municipio conejero.

     Pero a pesar de todo, al menos en aquella ocasión, los gracioseros se salvaron de ver su isla invadida por una masa de cuatro o cinco mil turistas que en poco tiempo hubieran deteriorado los veinticuatro kilómetros cuadrados de su superficie y su mar circundante.

     Hoy día la isla es propiedad del Estado, de forma que los gracioseros sólo pueden ser propietarios de la parcela reducida donde edifican su casa. Los no nacidos allí no pueden asentarse definitivamente en la isla, solamente cabe la posibilidad de adquirir una vivienda a una graciosero que se ausente. Con ello la inmigración es muy reducida y prácticamente sólo los factores vegetativos inciden en el crecimiento poblacional; hay una relativa alta natalidad y el índice de mortalidad es bajo.

     Al no existir la propiedad privada de la tierra y ningún tipo de agricultura, la actividad económica predominante ha sido de antiguo y lo sigue siendo la pesca, aunque por el crecimiento poblacional y de los niveles de renta ha crecido un tanto el sector servicios centrado en dos supermercados, dos pequeñas residencias con capacidad hotelera para veinte personas y dos bares y casas de comida. Como consecuencia del predomino de la pesca, realizada en forma artesanal y por grupos familiares, no existen notables diferencias económicas entre los miembros integrantes de la población; tampoco hay una masa de asalariados enfrentados a empresarios explotadores, por ello el grado de conflictividad social en orden a diferencias económicas y sus secuelas es inexistente.

     Con referencia a la problemática intergeneracional, no se aprecia que exista conflicto. Es frecuente tanto en el diálogo permanente y asambleario de "El Palo", como en los juegos tradicionales (bolos en las calles de Caleta del Sebo, partidas de dominó, envite y sanga en el Bar del Marinero y en el de Juan Manuel), que jóvenes de quince años y ancianos de ochenta convivan y jueguen.

 

e) Conservación del Sistema ecológico.- El graciosero es consciente de que el entorno marino que rodea su isla y las islas adyacentes de Montaña Clara, Roque del Oeste y Alegranza es la base fundamental de su posibilidad de supervivencia, por ello lo explota con delicadeza, usa sistemas de pesca acaso obsoletos pero que tienen la ventaja de no intensificar en exceso la explotación del medio. Por eso no nos extrañe que cuando alguien de fuera aparece con la pretensión de hacer pesca submarina en los mares circundantes, el graciosero haga lo imposible por impedírselo, procurando que más pronto que tarde el intruso se marche de su isla.

     Todo lo dicho hasta ahora justifica que esta visita mía en aproximación antropológica a la Isla Graciosa, sea un principio para futuras investigaciones más intensas y con verdadero alcance científico, que en estos dos años hemos continuado y esperamos que en un futuro próximo puedan plasmarse en una extensa monografía que contribuya a una mejor comprensión de une isla y de una población interesante.

     Nuestro viaje a La Graciosa fue interesante y positivo. Se rompió el hielo y encontramos sinceros y veraces informadores, amigos que en el futuro no dudamos nos ayudarán en nuestra ardua labor de trabajo de campo.

 

 

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Manuel del Río Suárez, es Profesor Tutor de Antropología del Centro Regional de la UNED. Este artículo fue publicado en el número 162 del Boletín Informativo Aguayro, en el año 1985.

 

 

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