Revista nº 1041
ISSN 1885-6039

Un libro necesario en la historia de Santa Úrsula: la historia de la 11ª Batería Quinta Roja.

Jueves, 06 de Septiembre de 2007
Aarón León Álvarez y Francisco Javier León Álvarez.
Publicado en el número 173


La 11ª Batería Quinta Roja fue artillada en 1941 como una batería de costa complementaria dentro de un organigrama defensivo con vistas a proteger la zona costera que se extendía a ambos lados de ella, sobre todo para hacer frente a cualquier tipo de desembarco que se produjese en las playas del Puerto de la Cruz, que por su configuración menos accidentada eran más susceptibles de ser utilizadas. Artillada con un material obsoleto, cuatro cañones de los denominados de Hierro Entubado de 150 mm. Ordóñez, de origen decimonónico, prácticamente no cumplió ningún cometido defensivo y su planteamiento fue más simbólico e intimidatorio. Su artillado respondía a una serie de detonantes exigieron un planteamiento defensivo de las Islas Canarias: el final de la Guerra Civil Española (1939) y el comienzo de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), la presunta neutralidad de España en dicha contienda y las apetencias alemanas de extender un imperio colonial por todo el norte de África, además de utilizar las islas como base para avituallamiento de sus submarinos, desembocaron en un plan defensivo poco estructurado pero donde se pretendía defender los principales puntos neurálgicos de las mismas, que en el caso de Tenerife se centraban en su capital y en el aeródromo de Los Rodeos. En ese marco bélico se artilló una serie de baterías de costa, una de las cuales es la referida en este artículo. Tras finalizar la guerra, su misión defensiva -si es que alguna vez la tuvo como tal- se dio por terminada y comenzó entonces un lento proceso de desartillado que se prolongó hasta 1957. Los cuatro cañones Ordóñez fueron retirados del emplazamiento y el lugar fue sorribado para construirse una inmensa finca de bancales dedicada al cultivo del plátano, terrenos que pertenecían a Isidoro Luz Carpenter y que los vendió a la empresa Entrecanales y Távora, nombre a partir del cual se conoce hoy en día popularmente esta zona, víctima a su vez de la especulación urbanística.

En cuanto a la estructura del libro, se analiza esa situación internacional de conflicto generada por la Segunda Guerra Mundial, reproduciendo además un informe elaborado por los alemanes en el que se exponían las deficiencias por las que pasaba Tenerife en materia defensiva y las recomendaciones que se hacían ante un previsible ataque de los aliados. Tras este análisis, los autores han insertado el grueso del trabajo basado en la aportación de nuevos datos históricos y militares sobre la batería, ya que a los datos técnicos se suman la problemática del desartillado de la misma tanto por lo obsoleto del material como por las presiones de Isidoro Luz Carpenter para que el Ejército dejase libre la franja de terreno que ocupaba; la delimitación de las zonas polémicas aquélla; los puntos que podía defender la batería; y las aportaciones orales de dos soldados que sirvieron en ella, donde se constata toda una serie de anécdotas y el propio desconocimiento desde su perspectiva sobre cuál fue el motivo de su artillado.

Durante la investigación llevaba a cabo nos encontramos con la grata sorpresa de que surgían determinados datos relevantes sobre el militar que estuvo al mando de dicha batería, que no sólo hacían alusión a su carrera como tal sino también a su afición por la arqueología. Por todo ello decidimos incluir un anexo sobre la vida del capitán Manuel José García Borges, biografía que por otro lado dejamos inconclusa, por un lado porque los datos no eran lo suficientemente amplios como para poder conocer totalmente cuál había sido su carrera militar, y por otro porque sus hijos decidieron preservar la intimidad de la memoria de su padre, ya fallecido. Aún así fue factible hacer un recorrido sobre su vida hasta el momento en que estuvo al mando de la batería y su vinculación con la arqueología, gracias también a la amistad que mantuvo, entre otros, con Luis Diego Cuscoy; precisamente su estancia al mando de aquélla le permitió recuperar numerosos restos arqueológicos guanches en la zona, constatándose que esa afición la trasladó también a otros lugares de la isla.

El libro se articula además con otro anexo de carácter fotográfico tanto de lo que queda hoy en día de la batería -relegado a un búnker en malas condiciones y que ha sido víctima del vandalismo- como a una serie de planos de situación de las piezas artilladas y las zonas que batían, que, unidas a las que se reproducen en distintos lugares del trabajo, permitirán tener una visión complementaria de este tema de carácter militar.

No obstante, a pesar de que la documentación aportada se caracteriza por ser inédita, no podemos ocultar nuestra desilusión y sorpresa ante el escaso apoyo recibido por el Ayuntamiento de Santa Úrsula que preside Ricardo García. El 8 de noviembre de 2005 solicitamos por escrito la consulta del archivo municipal, dejando constancia de ello en el registro de dicha institución; aún hoy esperamos una respuesta por el mismo cauce, aún a pesar de que llegamos a plantearle por dos ocasiones al referido alcalde que nos permitiera consultarlo, recibiendo a cambio vagas promesas que nunca llegaron a plasmarse en algo serio. Aunque esta actitud choca frontalmente con los derechos al acceso libre a la información que tenemos todos los ciudadanos, consideramos que este libro ha conseguido en lo esencial recuperar parte de la historia reciente del municipio y ha venido a cubrir el importante vacío historiográfico que sólo se vio ligeramente superado por la publicación de la Historia de Santa Úrsula de Manuel Rodríguez Mesa a principios de los años noventa. Aún así el lector deberá juzgar si se han conseguido los fines propuestos.

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