Revista n.º 1043 / ISSN 1885-6039

Los frontiles: un legado artesanal en peligro de desaparecer

Domingo, 8 de junio de 2008
El Baleo
Publicado en el n.º 212

Se trata de una almohadilla que se coloca en la frente de cada animal para aguantar la presión que ejerce la soga, la coyunda o la cinta utilizada para sujetar el yugo. El material que se ha usado para la elaboración de los frontiles ha sido, desde siempre, el esparto. Sirva este artículo como homenaje a Don Andrés Cabrera Ramallo.

Foto Noticia Los frontiles: un legado artesanal en peligro de desaparecer

Desde la Asociación de Ganaderos de Tenerife queremos dedicar este artículo, como un pequeño homenaje a título póstumo, a don Andrés Cabrera Ramallo, fallecido el 7 de diciembre de 2002 a los 87 años de edad, en reconocimiento a su aportación a nuestro acervo cultural: la realización de frontiles.

D. Andrés se ha llevado consigo un amplio reconocimiento de la técnica utilizada en la confección de los frontiles, legado heredado de sus ascendientes—abuelo, padre—y que mucho ayudó a las reses en la labranza de nuestros campos.

La información la hemos recogido de su hijo: don Víctor Manuel Cabrera Rodríguez, quien, a sus 40 años, continúa haciendo frontiles: “por tradición familiar, para que no se pierda”.

Los frontiles
Son piezas fundamentales para colocar el yugo que enlaza a la yunta de reses.



Se trata de una almohadilla que se coloca en la frente de cada animal para aguantar la presión que ejerce la soga, la coyunda o la cinta utilizada para sujetar el yugo.

El frontil consta de tres partes, cosidas entre sí, para formar una sola pieza:
* Parte delantera en la que se colocan las trenzas. Su función es evitar el desplazamiento vertical de la soga, coyunda... que se utilice para amarrar.
* La parte central está compuesta por una empleita, enrollada y cosida, formando una almohadilla ovalada.
* El empaquetado o parte posterior se corresponde con la zona que está en contacto con la frente del animal, confeccionada con ramilletes de esparto entrelazados mediante costuras y desde donde parten los flecos.

El material que se ha usado para la elaboración de los frontiles ha sido, desde siempre, el esparto: “la empleita es esparto guisado y trenzad, hoy la compramos por rollos, así es más resistente; antiguamente, le sacaban el esparto de las ceretas que venían con higos pasados”.

Este material que siempre se ha importado, es cada vez más difícil de conseguir; don Víctor Manuel nos comenta que: “el esparto es un material vegetal, ya apenas se cultiva, poca gente se dedica a cogerlo (...)”.

Aprendió con su padre: “viéndolo hacer”, él se fijaba en el desarrollo de esta labor, que empezó a ejercer una vez fallecido su progenitor. Ha sido un aprendizaje asumido de forma patrilineal; su abuelo, D. Juan Cabrera Hernández, natural de a Cruz Chica (La Laguna), hizo de esta actividad su medio de vida, llegando a exportar frontiles a Cuba, Gran canaria... El abuelo lo aprendió de su bisabuelo, y aquí ya se pierde, en el tiempo, el origen de esta manufactura.

Herramientas utilizadas
Los útiles indispensables para dar forma a los frontiles son: martillo, tenazas, agujas (de unos 27cm de longitud), cuchillo, navaja, azuela, guías, piedra de majado, mazo de madera, rolo o corcho de cortado.



Realización
En la tradición familiar los frontiles han sido elaborados por hombres, mediatizado por la fuerza que hay que emplear para tirar de la aguja a la hora de coser, martillar, darle forma...; las mujeres han colaborado en el trenzado del esparto.

Para poderlo manipular hay que mojarlo: “en seco no se puede trabajar; después de trenzado hay que machacarlo y coserlo con hilo de esparto o de nilo. Después de cosido se empaquetan los flecos (...)”.

El tiempo que invierte en la realización de un frontil puede ser de unas seis horas: “yo lo hago a ratos porque es mucho tiempo y, además, acabo sudando porque hay que majarlo bien y apretarlo para que no se escape nada (...) hay que concentrarse bien para hacer las medidas exactas”. Una de las mayores dificultades radica en el cosido, motivado por el esfuerzo que requiere; una vez pasada la aguja por los lugares indicados, hay que tirar de ella por la punta, de forma que ésta quede en la palma de la mano, pues al salir con tanta fuerza se corre el peligro de que se entierre en el cuerpo.

Una vez terminado, se recortan los flecos; para ello se coloca sobre el corcho de cortado, disponiendo encima una tabla en forma de guía y se cortan los flecos con una azuela.

La durabilidad de un frontil depende de varios factores: “según el uso que se les dé, su mayor enemigo es la humedad, también los ratones, por eso los ganaderos tienen que colgarlos en un sitio donde no lleguen los ratones”.

La frontilería es una actividad artesana milenaria. Al igual que otras que forman parte de la cultura tradicional canaria: herrería, albardería, alfarería... Son muy pocas las personas que en Canarias se dedican a hacer frontiles, albardas, peines y lisos para el telar... Piensan los evolucionistas postmodernos que esos oficios deben desaparecer. ¡Tanta historia y cultura! Nosotros opinamos que no, la escuela puede ser un fértil campo de cultivo. Y que a esos artesanos minoritarios—que por suerte y deseo del destino han prevalecido entre nosotros, igual que a cualquier otro profesional—se les pague un sueldo suficiente y digno. Para aprovecharnos orgullosamente de su sabiduría interviniendo y participando en jornadas, ferias, congresos, impartiendo clases en centros educativos y sociales...

Don Andrés Cabrera Ramallo se fue sin haber tenido en vida el merecido reconocimiento que le damos un año después de su muerte; sin embargo, nos ha dejado su obra y, cómo no, su recuerdo.

Este artículo ha sido previamente publicado en el número 11 del Boletín Informativo
El Baleo, en diciembre de 2003.
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