Revista nº 1037
ISSN 1885-6039

Carta abierta a D. José Víctor Morales Magyín, autor de Historia del juego del palo canario.

Lunes, 16 de Enero de 2012
Alejandro Rodríguez Buenafuente
Publicado en el número 401

Intentaré emular su grado de soberbia y haré por analizar su trabajo en unos pocos párrafos. Además quisiera aprovechar para advertirle de dos olvidos que creo de importancia en su argumentación: uno con relación a D. Pedro Pestana, el Maestro de D. José Morales, y otro sobre tipología de las armas aborígenes.

 

Leyendo su reciente obra Historia del juego del palo canario (Ediciones Idea-Ediciones Aguere, Santa Cruz de Tenerife, 2010), he visto con sorpresa y decepción al llegar al capítulo de “Conclusiones”, ¡nada menos…!, que me dedica a mí, al igual que al maestro D. Ángel González Torres, como coautores de la obra El juego del palo canario, algunas perlas sobre párrafos concretos del mismo, del tipo por otra parte, en esa línea ya casi habitual, que insiste en negar la historia y tergiversarla, encontramos la única explicación posible a otro pasaje de la obra de estos dos investigadores, Ángel González y Alejandro R. Buenafuente…”; a lo que añade alegremente otras consideraciones sobre el grado de validez “científica” de nuestra obra, así a vuelapluma y repartiendo juego con soltura y solventando el problema en unos pocos párrafos. Vamos…: todo un honor. No sé qué necesidad tiene usted de buscarse enemigos, pero conmigo ya ha conseguido uno.

 

Conocía hace tiempo su capacidad de ver paja en el ojo ajeno y no ver tronco en el propio y de acusar a los demás de sus propios vicios historiográficos, pero este grado de arrogancia gratuita y mal intencionada me asombra: acusa usted a los demás de tergiversar la historia aplicando lo que usted llama planteamientos de partida para luego ajustar como sea los hechos a tales prejuicios… ¡Pero si eso es precisamente lo que define su trabajo “científico”!, además de crear conscientemente confusión argumentativa, a modo de nube protectora, mediante una gratuita acumulación de documentación irrelevante.

 

Intentaré emular su grado de soberbia y haré por analizar su trabajo en unos pocos párrafos. Además, quisiera aprovechar para advertirle de dos olvidos que creo de importancia en su argumentación: uno con relación a D. Pedro Pestana, el Maestro de D. José Morales, y otro sobre tipología de las armas aborígenes.

 

Creo, a modo de resumen, que su Historia del juego del palo se limita a intentar probar argumentativamente tres axiomas (¿dogmas de fe?) básicos que aparentemente le son muy queridos, puesto que por sus anteriores aportaciones ya los conocíamos, a saber:

 

1. El juego del palo es una práctica de origen única y exclusivamente aborigen.

2. Se ha transmitido hasta la actualidad dentro de ámbitos culturales vinculados únicamente con la población de ascendencia aborigen superviviente y motivado esencialmente por una situación de marcada conflictividad y violencia social.

3. A finales del s. XIX se consolidó en San Andrés un planteamiento técnico del juego o esgrima, un “estilo”, que es estrictamente el que le ha transmitido a usted su propio maestro, D. Pedro Morales Martín.

 

Maestro D. Pedro Morales y D. Pedro Domíngez en San Andrés a principios de los 50

 

- Sobre el primero: Le reconozco que esta es una hipótesis que me puede agradar personalmente pero, por desgracia, su obra no modifica en absoluto el hecho de que no existe ningún documento relevante que pueda vincular la expresión juego del palo o incluso jugar el palo con los aborígenes prehispánicos de las Islas. Insiste usted en utilizar a D. Juan Bethencourt Alfonso, pero este etnógrafo con querencias de historiador murió en 1910, con lo que la información oral que haya podido recoger a finales del s. XIX es absolutamente irrelevante para afirmar una vinculación que ya entonces se retrotraería cientos de años en el pasado; y es un hecho que tampoco aporta ninguna documentación histórica escrita sobre la cuestión.

 

- Sobre el segundo: No veo en toda su obra la más mínima prueba sobre esta vinculación entre el juego del palo, o simplemente el concepto jugar el palo que ya se encuentra escrito y descrito a principios del s. XVIII en Canarias, y unos ámbitos culturales aborígenes posteriores a la Conquista. De hecho parece muy difícil demostrar historiográficamente la mera existencia de unos entornos culturales, económicos y sociales que se puedan asignar exclusivamente a los “supervivientes”, como usted dice, quienes se sabe documentalmente que se integraron de forma muy dispar en la sociedad de corte europeo tardo medieval que se les impuso durante el s. XVI. Además, tampoco deja usted claro cómo su interesante vinculación del juego del palo a un entorno social y cultural especialmente violento en los últimos siglos, casa con esta transmisión endogámica de la práctica: ¿sólo los “supervivientes” eran los afectados por ese tipo de entorno? Si es esto lo que plantea, no lo deja claro en su obra. Realmente es usted muy confuso.

 

Se queja usted de que no argumentamos suficientemente en un brevísimo resumen histórico que hacemos en nuestra obra, algo que nos parece una obviedad: en el germen del actual juego del palo está un proceso de transculturación entre elementos preeuropeos posteriores a la Conquista y otros europeos posteriores a aquella: y es cierto que nos faltan datos y que puede ser un atrevimiento y una licencia algo excesiva. Pero, tal como comentaba en el anterior párrafo, los datos que nos faltan son precisamente aquellos que lo vinculan con el mundo aborigen; puesto que de los otros hay bastantes (otra cosa es que tuvieran cabida física en la obra de referencia, que es eminentemente divulgativa).

 

En cualquier caso, el primer y más obvio argumento para justificar un proceso de transculturación (partiendo de la premisa compartida, pero indemostrada, de la relevancia de la aportación prehispánica) es simplemente el hecho de que no se ha conservado el más mínimo elemento aborigen en la nomenclatura del juego del palo, tal y como sí que pasa, por ejemplo, en el ámbito ganadero o en el doméstico, y que absolutamente toda la que hay es castellana o portuguesa, incluida la propia denominación de la práctica, y que se aplica en mayor o menor medida en manifestaciones similares que todavía hoy aún se dan en Portugal, Galicia, Venezuela y Filipinas, y que se recogen en los últimos siglos incluso en Euskadi. Nada de esto es de extrañar puesto que el término juego de palo o jugar el palo no es ni siquiera propio de Canarias, sino que se trata de un viejo concepto técnico del idioma castellano casi en desuso que significa literalmente esgrima (esgrimir) o manejo (manejar) de palo.

 

Es obvio que ese posible trasfondo cultural aborigen se tendría que haber adaptado y aculturado notablemente para manifestarse absolutamente en unos idiomas extranjeros, entre la Conquista (y quizás durante la misma) y principios del s. XVIII, que es cuando aparece por primera vez escrita la expresión jugar el palo: ¿no es eso evidencia absoluta de un proceso de transculturación? Si es cierto que hay un trasfondo aborigen en algo que ahora se habla, o sea, se practica, en castellano tiene que haber existido intercambio cultural. El único punto débil de la argumentación sigue siendo el hecho de que estamos partiendo de una premisa no demostrada puesto que, repito, no se ha encontrado ningún documento que vincule fehacientemente las esgrimas de bastón de los aborígenes con el término castellanoportugués juego del palo, tal y como sí que pasa por ejemplo con la lucha.

 

En cualquier caso, si necesita datos concretos sobre la interacción de los soldados europeos con los conceptos de la esgrima aborigen, le recuerdo por ejemplo un párrafo del ingeniero militar Leonardo Torriani en su célebre Descripción… de 1595 para la Corona castellana, en el que el autor dice que los aborígenes de Gran Canaria en sus enfrentamientos pactados esgrimían buscando su ventaja, como se acostumbra entre nosotros. ¿A quién se refería con tanta naturalidad cuando decía nosotros?

 

Después bajaban en tierra y se enfrentaban con los magodos, esgrimiendo y buscando su ventaja, como se acostumbra entre nosotros.

TORRIANI, LEONARDO. (circa 1590) Descripción de las Islas Canarias. Ed. Goya. Santa Cruz de Tenerife, 1980

 

Por otra parte, si le preocupa la vinculación más concreta con las milicias, que eran organizaciones promocionadas por el Estado, y los naturales, es decir, los aborígenes (los que usted llama “sobrevivientes”), le recuerdo igualmente una referencia que sin duda conoce sobre unas Reales Instrucciones de mediados del s. XVI sobre la organización de las milicias en Canarias.

 

(...) y esto mismo haréis en las demás islas, visitando por vuestra propia persona lo más pronto que fuere posible, y en todas veréis y entenderéis la forma de milicia que los naturales tienen entre sí para su defensa y seguridad, y pareciéndoos que conviene reformarlos lo haréis, tratándolo con los mismos naturales, para que se haga con su beneplácito.

“Instrucciones dadas por Felipe II al primer Capitán General de las Islas Canarias, don Luís de La Cueva y Benavides, señor de Bedmar”. En VIERA Y CLAVIJO, J. Noticias de la Historia General de Las Islas Canarias. Tomo III, pág. 342. Ed. Goya, Santa Cruz de Tenerife, 1967.

 

Que, como recordará sin duda, se complementaría perfectamente con otra muy conocida de Purchas, puesto que en ella se especifica sobre la forma de organización militar popular más o menos por la misma época, a saber:

 

Los habitantes son muy sanos y vigorosos, generalmente de alta estatura, y casi tan rápidos, en ese país montañoso, como sus caballos y camellos. Sus armas son picas y piedras. Cuando se les apunta con un arma de fuego, tan pronto como perciben el martilleo o caer de la mecha, se arrojan al suelo y nada más se oye el estampido, se ponen de pie, lanzan sus piedras y además cargan con sus picas.

SAMUEL PURCHAS; B. D. 1596. “Hakluytus Posthumus o Purchas, su Peregrinaje” (Glasgow 1906). En DEBARY, Rev. TH. Notas de una Residencia en Las Islas Canarias. Ilustrativas del estado de La Religión en ese País (1851) (y otros Relatos Cortos). Pág. 90. José A. Delgado Luís, La Orotava. Santa Cruz de Tenerife, 1992

 

Y, por último, si le preocupa la vinculación cultural de juego del palo en Canarias con el juego del palo en otros lados le digo lo siguiente. En lo que se refiere estrictamente a la terminología castellana le puedo recordar una cita de Manuel de Larramendi de finales del s. XIX sobre Guipúzcoa.

 

Especialmente se ha olvidado la esgrima, en que se aprendía á jugar el palo, como la espada, para dar y recibir los golpes, herir y defenderse...

LARRAMENDI, Manuel de. "Corografía: o, descripción general de la muy noble y muy leal provincia de Guipúzcoa”. Volumen 19 de Verdadera ciencia española. Manuel de Larramendi. Página 198. Editor Impr. de la viuda e hijos de J. Subirana, 1882

 

Y, en este sentido, creo especialmente interesante traer a colación algunas traducciones del concepto, que repito es fundamentalmente técnico, en otras lenguas (jogo do pau, stikplay, jouer bâtton…) al idioma castellano en siglos pasados.

 

· los exercicios ordinarios de un Tártaro, ó de un Árabe le preparan suficientemente para la guerra. Correr, luchar, jugar el palo, arrojar el venablo, manejar arco y flecha.

SMITH, Adam: Investigación de la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones. (La traduce al Castellano D. Josef Alonso Ortiz). TOMO IV. En la Oficina de la Viuda e Hijos de Santander. Valladolid, 1794

 

· BÂTON, m, batón. Palo, bastón en general // Coup de bâton, palo, garrotazo // Jouer du bâtton, manejar un palo con destreza (…) // BÂTONNISTE, batoníst. Jugador de palo, el que maneja bien el palo o garrote.

SALVÁ PÉREZ, Vicente; DE P. NORIEGA, F; GUIM, Juan Bautista: Nuevo Diccionario Francés-Español / Español -Francés. Con la pronunciación figurada en ambas lenguas. Librería de Garnier, Hermanos (3ª Edición), Paris, 1862

 

· (…) oí el otro día al primo Wilfredo que rehusaba jugar más al palo con el primo John, porque se había este encolerizado, y daba más fuerte de lo que permiten las reglas del juego. No es justo, decía el honrado Wilfredo, que reciba yo palos fuertes, mientras que los que doy son únicamente para entretenernos.

SCOTT, Sir Walter: Rob-Roy. (Traducida por D E de CV). Librería Española (Madrid, 1858), Plus Ultra (Barcelona, 1858)

 

Fotografía de estudio en 1920 del Maestro D. Nicolás Morales, discípulo de

D. José Morales y maestro de D. Pedro Domínguez, con signado debajo

por otro de sus discípulos, el Maestro D. Tomás Déniz Hernández (1900 -1983)

 

- Sobre el tercero: Dice usted (pág. 129) que en algún momento indeterminado de finales del s. XIX el maestro D. José Morales Martín, fundador de la que llama Escuela de San Andrés, abrió la puerta al juego del palo que conocemos en nuestros días. Luego afirma también que los hoy denominados estilos tradicionales, "Déniz" y "Acosta", tienen origen en esta Escuela, también el estilo "Verga" tuvo contactos con la Escuela de San Andrés; de lo que deduzco que sigue la tendencia de dar validez al uso del término estilos de juego del palo acuñado aproximadamente hacia el año 1975. Sin embargo, observo con sorpresa que no lo aplica a su propio juego, que está recogido en la bibliografía de la época como estilo Morales, por lo que puedo entender que se considera miembro de una vigente Escuela de San Andrés, que mantiene fundamentalmente el “estilo” de su fundador.

 

Creo que hace usted una argumentación interesada en beneficio de su planteamiento prejuicioso: todos estos “estilos”, y algún otro no reconocido entonces, tienen como su segundo maestro en la línea de ascendencia a D. José Morales Martín, incluido el estilo verga, puesto que el maestro D. Eugenio Díaz Estévez (1878-1955), luego conocido por Eugenio la Verga, aprendió en los muelles de Santa Cruz a los 17 años en la segunda mitad de la década de los 90 del s. XIX, principalmente, y en palabras de su hijo Elicio, que contó esta historia en un conocido vídeo de los hermanos Ríos de 1978: del señor José Morales, el señor Pedro Pestana y el señor Norberto o (Roberto) el Majorero. Que se sepa nunca fue a aprender a San Andrés y, aunque no tenemos información sobre la duración de este aprendizaje, parece difícil que se haya prolongado más allá de 1900, cuando volvería a su pueblo natal de La Esperanza, donde desarrolló su juego.

 

Si los juegos o “estilos”, los cuatro, por incluir el suyo propio, son manifiestamente diferenciables y todos provienen de la misma figura, Don José Morales, ¿por qué creer que sólo uno de ellos mantiene la pureza de un hipotético “estilo” del fundador, y por qué precisamente el suyo? Más aun cuando las líneas de transmisión son tan claras e incuestionables. Soy de la opinión de que ese juego del fundador se ha ido modificando notablemente durante los últimos 110 o 120 años, en cualquiera de las líneas de enseñanza, e intentar dirimir en cuál ha sido mayor dicho cambio sería sobre todo un ejercicio espiritual, un acto de fe y una manifestación de arrogancia en caso de querer adscribirse al “estilo más puro”. Hay más gente por las Islas que no tiene nada que ver con la Escuela de San Andrés, y que sin embargo juegan el palo. ¿Qué hacemos con ellos?

 

Creo además que la maestría de D. José Morales era tal que podría jugar todos los “estilos” que quisiera, sacando juego de su cabeza, como dice literalmente en la famosa entrevista de 1935. Por cierto, con relación a su desproporcionado ataque a mi opinión sobre el uso del palo chico (ya sabe que esta es una denominación particular para designar a cualquier palo que se puede manejar fácilmente con una mano, es decir, en principio no mayor de un metro de longitud) por parte de D. José M. en la también famosa exhibición posterior a la entrevista mencionada, le diré ahora que me reafirmo completamente en la afirmación de que lo hizo, y le agradezco mucho que haya incluido la foto del periódico porque, por desgracia, se nos había perdido y no la pudimos incluir en nuestra denostada obra.

 

Según el mismo don José, lo habría podido hacer, recuerde: el palo corto es mejor para defenderse. Para eso basta con un bastoncito. Pero si el palo de la foto de la entrevista es realmente el mismo que el de la foto de la exhibición, no hay la menor duda y la perspectiva no puede engañar: desde la altura de la ingle por la pierna izquierda hasta la altura de los ojos por la sien derecha, agarrado frontalmente y con ambos brazos pegados al cuerpo. No hay duda: un palo chico de apenas un metro.

 

Lo que no se puede saber es por qué querría jugar ese palo y tampoco sé si el palo de su hijo era mayor o no (en aquella ocasión es obvio que D. Nicolás jugó con un palo más largo con D. Tomás Déniz, que también sale en otras imágenes de la exhibición, pero eso no significa que haya utilizado el mismo con su padre). En cualquier caso y según se evidencia en la entrevista de referencia, mostraba cierta afición a los combates desiguales; recuerde: el que, como yo, juega de palo, juega de mano. Y yo con un cortaplumas me defiendo de un palo, por largo que sea; o también: Y yo le dije que para defenderme del machete no hacía falta palo.

 

Igualmente, como le había señalado, quisiera advertirle de que se ha olvidado usted de citar una serie de datos que existen sobre D. Pedro Pestana Guevara, maestro del maestro D. José Morales Martín, y que estoy bastante seguro que constan en su poder. Si es así pues es una lamentable equivocación, y si no los pongo a su disposición (si le interesan le enviaré fotocopias de la documentación de la que han surgido).

 

Maestro José Morales con el palito que utilizó en una exhibción, junto a fotografía actual de un jugador,

en la misma posición, con un palo de 92 cm exactamente

 

D. Pedro Pestana Guevara (1832-1908) (Pestano en algunos documentos), reconocido como maestro por el otro de los citados1. Nació en 1832 en La Antigua, Fuerteventura, de padre tinerfeño, el sr. Nicolás Pestana Adrián, nacido entre 1797 y 1799 (hasta donde podemos precisar) en Güímar y de madre majorera, la sra. Ana Guevara Acosta, nacida entre 1799 y 1802 (hasta donde podemos precisar) en La Antigua. No sabemos cuándo se trasladó a Tenerife, aunque estamos seguros por un padrón municipal de 1854 que vivía con su familia, como hijo soltero, en la C/ San Francisco nº 57. Según dicho padrón su hermano menor, Domingo, habría nació en Santa Cruz de Tenerife en 1841, cuando él contaba sólo con 9 años de edad; lo cual hace pensar en que estuviera en Tenerife al menos desde esta fecha; salvo evidentemente que se diera el caso de no haberse criado con su madre, sino con algún pariente en Fuerteventura y hubiera venido de mayor, antes de los 25. Se casó en Tenerife dos años después con la hija de emigrantes majoreros asentados en Santa Cruz Dña. Rafaela Déniz Díaz, nacida en dicha ciudad en 1831 y prima de Sebastián Déniz Avellaneda, abuelo del maestro Tomás Déniz Hernández. En cuanto al origen de su juego tan sólo lo podemos suponer: quizás viniera por su familia materna de Fuerteventura, o por la paterna de Güímar, o tal vez fuera aprendido en Tenerife en los muelles, San Andrés o incluso de su misma familia política. En cualquier caso, el maestro Elicio Díaz, que aprendió de él en Los Muelles hacia 19952, lo coloca sin duda en este núcleo de enseñanza; igualmente el maestro Tomás Déniz le da la categoría de maestro de su propio padre, José Déniz Hernández3, residente por entonces en C/ Boca del Valle, relación que quedaría demostrada por el hecho de que apadrinó a cinco hermanos mayores de D. Tomás entre 1889 y 1895 (Antonio en 1887, Faustino Francisco en 1889, Mª. Nieves en 1892, Pedro Francisco en 1893 y Juan Bautista en 1895). Y sea como fuere, era un jugador reputado hacia 1875, con 43 años, cuando comenzó a enseñar al veinteañero, después maestro, José Morales en San Andrés, por quien sabemos que iba habitualmente por este pueblo cercano, probablemente por motivos laborales, y allí enseñaba. También nos señala don José que dejó de hacerlo de forma brusca, pretendidamente por una concesión de maestría4, lo cual, y a falta de una delimitación más exacta del supuesto abandono de las enseñanzas de Pestana en San Andrés, parece coincidir curiosamente con el hecho de que a finales de siglo este personaje desaparece de forma poco explicable de la documentación, incluso no estando presente en la muerte de su esposa en 1900, para aparecer tan solo en 1908 en la certificación de su propio fallecimiento y de su domiciliación en el Asilo Benéfico de la ciudad.

 

Por último, ante sus gráficos sobre armas aborígenes, quisiera recordarle también que la descripción más detallada, con gran diferencia, en la bibliografía existente con relación al uso del arma aborigen denominada banot, banode o banote indica que, a diferencia de como representa usted su funcionalidad, se usaba no como proyectil, sino con mano firme y de cerca, asegurando su agarre en la protuberancia o protuberancias que se dejaban en el asta para tal fin:

 

eran unas varas tostadas y aguzadas, con ciertas muesquecitas a trechos y con dos manzanas en medio en que se encajaba la mano, para que no desdijese y para que fuese con más fuerza el golpe. Estas tales varas o lanzas llamaban banot; con estas peleaban a manteniente, después que habían cerrado los unos con los otros, y en dando el golpe, quebraban la muesquecita, para que la punta quedase en la herida, y para de lejos, antes que cerrasen, usaban de unas pelotas de piedra rollizas que tiraban con mucha fuerza.

ABREU GALINDO, FRAY. (circa 15900) Historia de la Conquista de las Siete Islas de Canaria. Pág. 43. Ed. Goya .Tenerife, 1977

 

La Laguna a 9 de julio de 2010

 

Notas

1. ÁLVAREZ CRUZ, L. “La fiesta regional de hoy: hablando con el jugador de palo, José Morales” (La Prensa, 28/4/1935), en MEJÍA, C. “Recordando al mejor jugador de palo del que hay noticia”, La Sorriba, nº 20, febrero, Santa Cruz de Tenerife, 1985.

2. RIOS T.; RIOS S. El Palo. Cortometraje (en 16 mm), Santa Cruz de Tenerife, 1978.

3. ALEMÁN, Gilberto. “El juego del palo, un deporte canario”. En Diario de Avisos, 16 de julio de 1989, pág 25. Santa Cruz de Tenerife, 1989.

4. MEJÍA, C. “Recordando al mejor jugador de palo del que hay noticia”, La Sorriba, nº 20, febrero, Santa Cruz de Tenerife, 1985.

 

 

Foto de portada: el Maestro José Morales con su hijo Francisco jugando con un palo chico en la Plaza de Toros de Santa Cruz de Tenerife

 

 

Comentarios
Miércoles, 08 de Febrero de 2012 a las 11:15 am - Uno

#03 Señor don Miguel, ¿quién ha dicho aquí que sea un fenómeno exclusivo de Canarias? Es que no entiendo de dónde se sacan las cosas... qué sospechosa su sospecha... ¿Por qué no dice que pretender que este fenómeno sea exclusivo de los Japones y las Conchinchinas es una somera tontería...? A mí sí me parece una bobería, apate de un invento, ver palabras donde no las hay. Hasta más nunca, amigo.

Miércoles, 08 de Febrero de 2012 a las 10:12 am - Miguel

#02 Como practicante de Aikido, Iado y Jodo ( palo de combate de un poco mas de 120 cm.) Me han llamado la atención este "acalorado debate"

Me consta que el uso de diferentes palos como arma defensiva, tanto en Japón como en otros países orientales, tienen un origen común: la prohibición por parte de las autoridades de la época ,de portar armas por parte de los campesinos. Situación que propició el uso de herramientas que en principio eran de uso agrícola (bastones, varas de bambú, nunchakus, hoces...) en peligrosas y letales armas. Pretender que este fenómeno sea exclusivo de Canarias es una solemne tontería.

De todas maneras sería interesante estudiar las peculiaridades del uso del palo en Las Afortunadas. Si ya existen diferencias en el uso del Jo dentro de las Artes Marciales Orientales , me imagino que habrá un "estilo peculiar" en Canarias.

Jueves, 19 de Enero de 2012 a las 22:10 pm - Roberto Fresneda

#01 Felicidades a D. Alejandro Rodriguez Buenafuente por su expléndida argumentación que, sin lugar a dudas, muestra su gran conocimiento y capacidad investigadora sobre el este tema.