Pasa a estudiar a Sevilla, donde fijó su residencia. Según noticia de Graciliano Afonso*, en las palabras liminares a su “Oda al Teide”, Arroyo compuso sonetos, octavas y cartas latinas, a la manera de Ovidio, que quedaron en manos de amigos que no quisieron publicarlas. Asegura asimismo que llegó a leer algunas de estas composiciones en las que el poeta pinta con "risueños colores" diversos aspectos de la vida y costumbres andaluzas.