Revista nº 1040
ISSN 1885-6039

Don Juan Gómez Rosales.

Viernes, 16 de Enero de 2015
María Dolores García Martín
Publicado en el número 557

Con la información de todas estas personas nos hemos aproximado a la vida del personaje que hoy ocupa nuestras páginas, dedicadas a uno de los temas más interesantes de nuestra cultura tradicional, estrechamente relacionada con la actividad agroganadera: un personaje del campo.

 

 

No le importaba andar remendado, pero atrás de él que fuera una buena vaca. Con esta frase nos resumió su hija, doña Francisca Gómez Hernández, la pasión de su padre por las vacas. Se trata de un personaje emblemático en el entorno ganadero, de los que dejan un recuerdo imborrable, sobremanera a las personas conocedoras del ganado vacuno, el esfuerzo que supone la crianza y el adiestramiento de estos animales. Su proceder ha servido de referencia a todos aquellos que lo conocieron. Su estampa es recordada: siempre andaba con un cigarro a un lado de la boca.

 

Para elaborar este reportaje dedicado a un gran Maestro Ganadero, recogimos la información de su hija doña Francisca Gómez Hernández, de 65 años de edad, de uno de sus compañeros de parrandas, don José Martín Bello (Pepe el Carpintero), de 69 años y de un ganadero que lo conoció a lo largo de muchos años, don Andrés José Antonio Hernández Carlos (Tonono), de 59 años.

 

Con la información de todas estas personas nos hemos aproximado a la vida del personaje que hoy ocupa nuestras páginas, dedicadas a uno de los temas más interesantes de nuestra cultura tradicional, estrechamente relacionada con la actividad agroganadera: un personaje del campo.

 

Don Juan Gómez nació en el municipio de Tegueste (Tenerife) en el año 1915, miembro de una familia agricultora y ganadera en cuyo seno aprendió lo que sería su medio de vida a lo largo de su existencia. Después de haberse trasladado a Guamasa. a Geneto y a San Lázaro, terminó viviendo en Las Gavias (La Laguna), el lugar de donde era su esposa, doña María Hernández Santana. Esta es parte de la información recogida en boca de su hija, doña Francisca Gómez: Mi padre era un hombre muy educado, respetaba mucho, tanto a un niño corno a una persona mayor, y que lo respetaran a él. Si notaba que alguien le estaba tomando el pelo, se enfadaba, ponla cruz y raya, no hablaba más con esa persona.

 

Aunque su propósito era no tener hijos, de su matrimonio nació su única hija, quien nos explicó el principal motivo de tal decisión: porque le quedó mucho miedo de la guerra, fue tanto lo que vio que no quería tener hijos. No cabe duda de que en un conflicto bélico es donde mayores calamidades humanas se ven, las secuelas que dejan pueden dar lugar a tornar tal determinación: y sin embargo, quería mucho a sus nietos; mi hijo, Francisco Javier se le pegó desde que tenía tres años, estaba siempre con él hasta que fue a la escuela (…).

 

Don Juan Gómez no tenía tierras propias, cultivaba en terrenos arrendados; sin embargo, araba con sus vacas la tierra de muchos agricultores de la zona: era muy pobre, se ganó la vida con su trabajo, la cuadra era de mi abuela, su suegra. Siempre la tenia limpita, la cama se la ponía de ramas de eucalipto, cupresos picados (...) pa que no diera olor la leche; recogía los orines en una tanquilla; las vacas siempre estaban limpias, nunca ordeñó sin limpiarles el ubre.

 

Un dato bastante curioso está referido al paño utilizado para limpiar el ubre: Mi madre compraba los rollos de dril, con esa tela hacía los remiendos para las camisas y pantalones; cuando las camisas ya no servían, se utilizaba esa tela como toalla para la cara y el dril de los pantalones corno toalla para los pies. Cuando esas toallas ya estaban muy pasadas, se usaban como trapos para limpiar el ubre a las vacas antes de ordeñar.

 

Don Juan nunca quiso tener toros: cuando le nacían en su cuadra vendía los becerros: no quería toros porque tenía miedo por mi madre, ella le ayudaba y los toros pueden ser peligrosos. A él no le gustaba otro ganado que no fueran vacas, su adoración eran las vacas buenas, obedientes, bonitas. No le importaba andar remandado, pero atrás de él que fuera una vaca. Como muchos de los agricultores y ganaderos del Valle de Aguere, don Juan contaba con la ayuda de un carro y de una carreta para transportar la cosecha y la comida de sus animales: lo más que usaba era la carreta de estacas, tenia los tapiales de tablas para transportar las piñas de millo, chochos…

 

 

A su padre le gustaba la parranda, pasarlo bien con una guitarra y un timple. Sus mejores ratos los disfrutaba con sus amigos en fechas de Carnaval, Navidad y puntualmente cuando se reunían algunos allegados en su casa: a veces iba con Miguel Mesa, con los Ramos... a casa de Huevo Duro, se tomaban un vasito de vino... Quien nos comentó acerca de este aspecto de la vida de don Juan fue uno de sus compañeros de parranda: José Martín Bello, amigo y vecino de nuestro personaje: conocí a Juan Gómez desde chico parrandeábamos juntos por los años setenta, en la zona de Las Gavias... Le gustaba la parranda, antes lo hacia con los Ramos y con Domingo el Diablo. Siempre salíamos por los carnavales, nos reuníamos en su casa para afinar empezábamos por Las Gavias hasta la cumbre. La primera visita era en casa Santiago y Juan Ferrera, después íbamos a casa Sandalio, de allí a casa Gregorio Molinero, el padre de Martín, que también le gustaba tocar y cantar; después íbamos a casa de Juan Pólito... En las casas nos brindaban con vino, torrijas, rosquetes, lo que tuvieran; llegábamos hasta la cumbre los dos solos, íbamos a La Caldera a visitar a Rosa y a Felipe, después bajábamos a Tegueste que Juan tenía allí familiares, los Gómez, nos preparaban una mesa con papas y carne de conejo... casi nos amanece. Una vez nos fue a buscar Lorenzo, el yerno, porque tenía que ir a ordeñar (...). Tocábamos isas, folías, malagueña alguna cancioncilla antigua..., otras veces íbamos Guamasa, a la casa de un tío de él, Pedro Gómez. Cada vez que llegábamos a una casa, él tenía una copla preparada y se la dedicaba a quien vivía, en la misma:

 

Levántate, Felipe,
si te quieres levantar;
que tienes las cabras sueltas
y los bailes quieren mamar.

 

José Martín Bello nos refirió también acerca de la actitud de Juan Gómez como ganadero: criaba un ganado especial. Las vacas las lucía él; no gustaba ir a los arrastres. Era un maestro pa asurcar una bella persona, no recuerdo verlo por San Benito. A pesar de que le gustaba la parranda, añadió José Martín, su mujer, María, no le molestaba a él pa nada.

 

Ahora bien, la información sobre Juan Gómez en cuanto al aspecto más puramente ganadero nos la proporcionó Andrés José Antonio Hernández Carlos (Tonono), vecino del Camino Tornero quien conoció a Juan de toda la vida. Nos comentó que era el mejor; habían pocos como él. Dejaba el ganado entre las coles, el trigo, el millo llegándole a la boca y no sacaban ni la lengua, nadie sabía cómo lo hacía.

 

Lo que más destacó era la educación que tenían los animales, les hablaba bajito y le obedecían sin problemas. Y sólo le hacían caso a él: una vez mi padre fue con las vacas de Juan a coger papas y no le hacían caso, cuando les puso el yugo movían la cabeza, no lo querían.

 

Existen muchas anécdotas recordadas de Juan Gómez. Una de las más conocidas fue la del camión cargado de zahorra que nos fue narrada así: Una vez se enterró un camión de zahorra por la zona donde tiene la cuadra Armando Salcedo; las vacas estaban en el manchón. El padre de Juan, Seño Eugenio Gómez, fue y trajo a dos, a Clavellina y a Mejorana, las enyugaron Serio Eugenio y Antonio el de Seña Valeria, entonces Luis fue y trajo una soga de colmo pa amarrar el camión y que las vacas lo sacaran, pero las vacas no jalaban y el padre decía: ¡Ah caray!, si estuviera aquí Juan. Entonces Seño Eugenio vio venir al hijo y dijo: Ahí viene Juan. Fue tanto lo que jalaron las vacas que partieron la soga de colmo, luego le pusieron una cadena y sacaron el camión.

 

Otro dato curioso lo aporta el adiestramiento que tenían el perro y el burro: Tenía un perro y un burro; al perro lo llamaba Comisario, se metía debajo del carro y cuando el burro tenía que caminar pa tirar del carro, el perro le jalaba de las patas del burro.

 

Aunque destacó su habilidad como segador (pa la guadaña era único), lo más significativo era el don que tenía para el ganado: sacaba novillas preciosas, de buenos toros, los buscaba donde fuera, toros especiales, de buena cabeza, bonitos de palometa..., pa sacar buenas crías (...). Hacía con una yunta lo que muchos tenían que cuartear (trabajar con dos yuntas), les hablaba bajito y siempre con un cigarro a un lado de la boca.

 

 

Este artículo fue previamente publicado en el número 46 de la revista El Baleo.

 

 

 

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