Revista nº 1040
ISSN 1885-6039

Noticia y glosa de D. Tomás Déniz Hernández, maestro y gran jugador del Palo Canario.

Jueves, 30 de Junio de 2016
Domingo García Barbuzano
Publicado en el número 633

Don Tomás Déniz fue máximo representante de la escuela de palo de los Morales, el hombre vigoroso, todo corazón y sonriente que todos los domingos tomaba la guagua que lo llevaba a La Laguna...

 

 

Lágrimas de tabaiba corren por el roquedal del Bufadero. Sangra el drago y los cardones, firmemente arrodillados en las laderas, elevan al cielo una oración por su alma. De luto está la naturaleza a donde acudía a buscar palos para el juego; de luto están sus familiares, sus amigos y todos los que lo conocieron. Ha muerto don Tomás Déniz Hernández, uno de los máximos exponentes del Juego del Palo Canario, el maestro que consagró parte de su vida a la enseñanza del deporte autóctono.

 

Don Tomás Déniz fue máximo representante de la escuela de palo de los Morales, el hombre vigoroso, todo corazón y sonriente que todos los domingos tomaba la guagua que lo llevaba a La Laguna. Ya en la ciudad del Adelantado, lo veíamos caminar hacia el Estadio "Francisco Peraza", con su largo estuche verde que hacía juego con el sombrero, bajo el que brillaba un pícaro rostro. En ese estuche llevaba los palos o varas de juego, confeccionadas de varias maderas, con las que adiestraba a jóvenes de diferentes edades y sexos, pues don Tomás Déniz era el director de la Escuela Municipal de Palo de La Laguna; era nuestro popular y querido maestro.

 

Origen del Palo. Como bien es sabido el Juego del Palo hunde sus raíces en la sociedad aborigen canaria, una práctica guerrera que, dado que el guanche se va dando cuenta de la agilidad y destreza que posee, va siendo objeto de comparación entre los distintos pastores, hasta convertirse en una competición deportiva.

 

Don Tomás Déniz, aunque aceptaba que el palo canario venía de los aborígenes, tenía la siguiente opinión sobre el origen de la práctica: A mí frecuentemente me hablan de esto de los guanches; yo sí creo que el juego del palo vino de los guanches, pero yo no puedo hablar sino de mis antepasados, es decir, de mi padre y de mi abuelo, el cual era majorero y murió en 1911. Mi abuelo me decía que este deporte era muy antiguo, y lo remontaba hasta mi séptimo abuelo, allí por el año 1690 y tantos. Él decía siempre que en Fuerteventura se manejaba el palo para controlar a los camellos, y que esta isla fue la cuna del palo. A mi abuelo lo llamaban para que fuera a buscar los camellos que se escapaban, poniéndose los animales muy nerviosos cuando olían su llegada, pegándole mi abuelo en los sudaderos o tabaqueros un palo y se los traía. El camello, como usted sabe, hay que manejarlo a golpe, y esto se hacía con un palo de 85 cm llamado sorinque, en cuya punta llevaba una cuerda para agarrarlo bien, ya que el camello con su largo cuello esquivaba con gran habilidad el palo, quitándoselo a uno de las manos en la mayoría de los casos, lo que dio origen a la práctica del juego del palo.

 

La última anécdota. Para cualquiera que haya conocido el Juego del Palo de otros tiempos, la simpática figura del viejo jugador le traerá muchos recuerdos, pero para todos aquellos que no lo conocieron, será una flor más en el jardín del deporte autóctono.

 

Por ello, vaya en memoria un grato recuerdo del afamado jugador de palo, la última anécdota que recogió este su discípulo de sus propios labios en los siguientes términos: Teniendo 25 años, ya era un hombre muchachón que jugaba, caray, hasta con las manos, y tenía unos trompetazos de miedo. Estaban un día unos robando plátanos en casa, en una finca que teníamos, los cuales eran noruegos, y se enfrentaron con mis hermanos más pequeños, pero como aquellos tipos eran más fuertes, un hermano mío dijo: "¡Si viniera mi hermano Tomás!". En esto llegué yo, y, viendo lo que pasaba, fui a casa y cogí un palo que tenía de membrillero. No sé qué fue lo que les pasó a aquellos tipos, garrotazo a uno, palo a otro; recuerdo que a uno le mandé un palo en la oreja que no le quedó en el camino de milagro.

 

Nuestro querido maestro del Juego del Palo fue un hombre dedicado al campo desde pequeño, dedicando muchísimas horas al cuidado del ganado, actividad que compartía con la de parrandear en las fiestas, principalmente en las de Taganana. Era un hombre que con sus 80 años a cuestas, nos dejaba atrás en las cumbres de Tegueste en busca de palos, o en las bodegas en las que como él decía (éramos hombres de cartón).

 

Era don Tomás Déniz todo corazón, amable con la gente, caballero del pasado isleño, conservador de viejas costumbres, enamorado de su isla y del palo canario y varadero de sonrisas con las que agasajaba a la gente. Hombre enamoradizo y enamorador, se le iban los ojillos por las guapas mujeres de su isla natal. A todo este cóctel de carácter y personalidad, hay que añadirle un último componente: el humor pícaro y socarrón que caracterizó a este hombre, características que se reflejaban muy bien en el siguiente cantar que le dedicó a una hilandera de Taganana, la cual se quejaba continuamente de las torpezas de un ayudante medio simplón llamado Blas. Dice así el cantar:

 

 

Entre Blas y Concepción
devanan una madeja,
y ella enfadada se queja
de que Blas es un simplón.
"Mujer, si no tienes razón,
si la madeja está enredada".
Ella contestó enfadada:
"tu torpeza me enoja,
en lo que la tengas tan floja
no podemos hacer nada".

 

 

Triste pérdida para el Juego del Palo. Con el fallecimiento de don Tomás Déniz, el Juego del Palo ha sufrido dos sensibles pérdidas, ya que el pasado año dejaba este mundo también Luciana la Verga. El maestro del Juego del Palo se ha ido, pero su recuerdo y labor vagará eternamente entre sus discípulos, uno de los cuales ha querido rendirle homenaje -como también el Centro de la Cultura Popular Canaria al dedicarle estas páginas- con estas líneas y con la siguiente definición del que siempre será nuestro maestro: era el parrandero que recorría los caseríos de Anaga cantándole a sus personajes populares, era todo corazón, sonrisa en el semblante y agreste como el cardón de los roquedales. Era el jugador y maestro consagrado a salvaguardar el Juego del Palo, entre cuyas varas quiso morir, después de varios años dedicados a esta práctica difundir. Así fue don Tomás Déniz, el descendiente del sorinque de Fuerteventura, el discípulo de Francisco Morales que, desde 1918, comenzó a practicar este deporte de nuestra cultura.

 

 

Publicado previamente en el n.º 3 de la revista San Borondón (CCPC, 1983).

 

 

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