Revista n.º 1044 / ISSN 1885-6039

La carcajada o la farsa del Centro Cívico Jesús Arencibia.

Domingo, 4 de febrero de 2024
Máximo González Guardia
Publicado en el n.º 1029

Tras su inauguración, hace casi un año, la intensa programación duró sospechosamente escasos cuatro meses después de las elecciones municipales. El centro hoy en día sigue cerrado. Este texto surge del descontento ciudadano ante otro incumplimiento más de la administración municipal.

Público en uno de los primeros actos en el Centro Cívico Jesús Arencibia.

 

 

Aún resuena la carcajada seca y honda de los inauguradores: el alcalde y el concejal de Urbanismo de aquel tiempo, hoy ascendido el primero al cielo cabildicio, retirado el segundo al infierno profundo del olvido, si no fuera por tantas cicatrices que dejó en la ciudad.

 

Inauguraban, los dos, hace un año, el Centro Cívico Jesús Arencibia, en Tamaraceite, ubicado en medio de grandes cadenas de supermercados, del caos circulatorio, de edificios por hacer y de múltiples gasolineras. Todo nuevo, todo ya inaugurado, todo abierto todavía, o casi todo.

 

Colocado cerca de donde estuvo la Cruz del Ovejero, en otra época lejano lugar de tránsito ganadero, frontera en un paisaje rural, límite de valles fértiles. Hoy en día, en cambio, el único fruto que producen esas tierras es el ladrillo descarnado. Sobreactuaban como grandes políticos el alcalde y el concejal. Las amplias sonrisas, los apretones de mano, los abrazos fotogénicos presagiaban una gran noche, y así fue de tantas ilusiones que congregaron. Allí estuvimos, haciendo honor a la toponimia del lugar, los vecinos y las vecinas, siguiendo a los ovejeros.

 

Fue en febrero de 2023 cuando abrían el Centro Cívico Jesús Arencibia para cerrarlo unos meses más tarde, después de una actividad febril, con obras de teatro y actuaciones gratuitas que lo colmaban todas las tardes y noches de la semana. Pero, súbitamente, con la contundencia de la mano que golpea la mesa y la urgencia del rayo que azota lo oscuro, lo clausuran para (abran la boca con asombro) terminarlo.

 

Sí, todas las personas que fuimos en ese tiempo, la ciudadanía quiero decir, recordamos un motor de obra enorme en la calle alimentando el centro como una madre a su cría durante los meses que duró la actividad. Las amplias salas que deberían estar llenas de libros o de personas, estaban vacías hasta de mobiliario, los ascensores apagados, todo dormido o muerto, según prefieran, salvo el auditorio y la sala adyacente donde se representaba otra realidad, la impostada, la fingida, pero que tenía los meses contados. Nos gustó, claro que nos gustó, pero fue como unas vacaciones, que no quieres que se acaben, pero se acaban. Después toca volver a la realidad, al día a día de la periférica vida de este pueblo, con sus bloques indignos pendientes de derribo, sin planeamiento urbanístico que no sea el caos o el exceso constructivo, sin verde, con gris, lleno de coches usurpando aceras y de violencias que vuelven, pero sin teatro, ni música, ni debates, ni poesía...

 

Coincide esto que cuento, cómo no, con las elecciones municipales de ese año, un ardid habitual en el que volvimos a caer, una vez más... La ingenuidad nos salvará o nos matará, pero siempre habita en los pueblos sometidos. Y las periferias someten cuando el centro histórico está tan lejos, allá en la ciudad baja, no tienes ni historia, te la arrebatan como arrebataron el Centro Cívico Jesús Arencibia, y aquí seguimos, esperando que terminen lo que ya se inauguró, sin una disculpa, sin una explicación, solo con el eco perverso y repetido de una carcajada.

 

 

Máximo González Guardia es vecino de Tamaraceite. La foto de portada es el interior de la instalación en uno de los actos que se realizaron en 2023.

 

 

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