Revista nº 1040
ISSN 1885-6039

La Isla de San Borondón

Sábado, 24 de Julio de 2004
BienMeSabe.org
Publicado en el número 10

La Parranda Cuasquías ha colaborado con nosotros grabando esta leyenda.


(Escuchar Leyenda.)

Un día cuando mi caballo y yo volábamos sobre el mar, vimos a Éolo, que, metido en una nube, asustaba a las olas silbando fuerte con voz potente y ronca. Parece que no se cansa nunca; debe ser porque como es el dios Viento y se toma muy en serio eso de ir por ahí soplando a todo el mundo.

Ese día, - un poco raro en él – se paró un momento y nos habló de su isla. Nos dijo que era fantástica porque flotaba sobre las aguas. Eolia es su nombre y, al parecer, allí descansa tranquilamente porque su vaivén le recuerda el de las nubes. A Pegaso le hizo mucha gracia, sobre todo porque Éolo estaba quieto y, además tenía unas ganas enormes de hablar, y eso en el dios Viento era una cosa rara, rarísima.

Nos dijo que su isla no era la única que flotaba, que él en sus viajes por todo lo largo y ancho del mundo había visto otra que se llamaba San Boronodón o San Brandan, que no se aclaró mucho, y que era una isla fantasma porque aparecía y desaparecía cuando le daba la gana, o sea, que jugaba al escondite.
PEGASO:- Debe ser una isla divertida – dijo Pegaso, y eso pensé yo, pero no lo dije porque ya saben la fama que tenemos las ninfas de habladoras. En fin, me mordí la lengua porque oir a Éolo era algo muy especial y la verdad es que me moría de curiosidad por ver lo que contaba de esa extraña isla.
ÉOLO: - Claro que es divertida –dijo Éolo entre resoplidos-. La verdadera historia de la Isla Fantasma es la más graciosa que conozco.
PEGASO: -¿Por qué no la cuentas, amigo Éolo? Yo ni siquiera la puedo imaginar … Debe ser que soy muy joven.
ÉOLO: - Sí, claro, tú eres muy joven. Y ahora que lo pienso … ¿yo qué edad tengo? NO sé. Tal vez soy muy viejo porque no recuerdo nada de mi nacimiento, pero a lo mejor es que, como soy tan despistado, he perdido mi árbol genealógico en la panza de cualquier nube del atardecer y ahora es muy difícil concretar, aunque, en realidad, no tiene mucha importancia.

>> En fin, pequeña ninfa, debes saber que eso de las fechas no es lo mío porque ahora mismo ni siquiera me acuerdo de cuándo visité aquella isla maravillosa. Sé que tenía árboles inmensos y que las flores y los frutos lo inundaban todo. Era tan hermosa que entré despacio, despacito, pues me daba pena ver caer aquellos frutos tan jugosos y estropear la belleza de sus flores. Y no les quiero contar nada del agua limpia de sus lagos y de sus ríos de leche fresca.

PEGASO: -Estaba riquísima, ya lo creo –dijo Pegaso- . Un día, cansado de volar, llegué a sus orillas y me puse como un barril alado bebiendo esa leche exquisita.
ALIZULH: - ¿Tú has estado allí, Pegaso? ¿Y no me habías dicho nada?
PEGASO: - Perdona, Alizulh, mi joven ninfa. Es que yo quería darte una sorpresa y llevarte a San Borondón en nuestro último viaje, cuando el mundo entero hubiese estado en nuestros ojos. Aquella isla es maravillosa, un verdadero paraíso. Allí jamás sentiremos sed ni dolor ni hambre y pasaremos por montañas doradas de oro y piedras preciosas, jugaremos con los peces que saltan de sus ríos y hasta el rocío nos traerá la exquisita miel que endulzará nuestra boca.
ALIZULH:- ¿Es verdad eso, Pegaso? ¿Es cierto , que tú y yo estaremos algún día en esa isla maravillosa?
PEGASO: - Claro que sí, Alizulh. Tú y yo en San Boronodón y no nos va a importar mucho si un día desaparece; volverá a a parecer y seguiremos siendo felices. Pero eso era una sorpresa que nuestro amigo Éolo me ha hecho descubrir.
ÉOLO: - ¡OH, disculpen…! Yo no sabía. Pero, en fin, déjenme contarles la historia, lo que le ocurrió un día a San Brandán, un monje irlandés, allá por el año ….., por el año …. No me acuerdo, pero creo que era por el siglo XII, qué más da …. Total, el caso es que San Brandán, con catorce de sus monjes, decidió ir a buscar un paraíso. Yo mismo les acompañé, claro que ellos no me vieron porque soplé flojito, flojito. Me hacía gracia la aventura, así que me fijé cuando llegaron a la Isla de Pájaros y vi la cara de susto cuando se dieron cuenta de que eran blancos y además hablaban como loros.
>> A mí quien me hizo más gracia fue San Maclovio. Él sí que se quedó blanco, sobre todo cuando pasé volando sobre su cabeza. Ja, ja, ja … Se le engrifaron los pelos y tiró al suelo un libro que llevaba entre las manos.
>> Se sorprendieron mucho, recuerdo, cuando de frente se encontraron con la Isla de Cristal, que surgió del mar en forma de brillantes columnas que parecían tocar el cielo. San Brandán lo anotaba todo en un cuaderno.
ALIZULH: -¿Y para qué escribía?
ÉOLO: - Pues no lo sé; los humanos tienen extraños comportamientos. Recuerdo aquella vez, ja, ja, ja, en que se les ocurrió hacer fuego sobre la Isla Ballena, y claro, ella, que no es tonta, cuando le llegó el calor, dio un tremendo coletazo, y los frailes fueron a parar al mar como si hubiesen sido lanzados de un trampolín. Pero no crean que se murieron, no, sino que nadando a brazo partido llegaron hasta una isla de lavas retorcidas donde el cíclope Polifemo ni siquiera los vio porque tenía ciego su único e importante ojo. Creo que era la Isla del Infierno, pero no me acuerdo.
ALIZULH: - Yo lo que veo es que no era una, sino muchas islas.
ÉOLO: - Claro que sí, Alizulh, pero, como dice mi amigo el sabio Tolomeo, la Isla Fantasma es aquella “a la que no se puede llegar”. Claro que los frailes llegaron. Y estuvieron, estuvieron …. ¡OH, no me acuerdo!
PEGASO: - Siete años, Éolo, que sólo te acuerdas de soplar.
ÉOLO: - Sí, ése es mi trabajo, ¿no? Sin mí el mundo sería muy aburrido y mis pobres amigas las nubes se morirían de tristeza, quieras todo el día como si fueran de piedra. ¡Qué horror! >> Pero de algo me acuerdo, sobre todo porque me hacía gracia San Brandán, escribiendo constantemente. Un día contó su historia en un libro, bueno, la de la Isla Fantasma, la que aparece y desaparece sin dejar huella y que en honor a este fraile se llamó San Borondón. >> Yo creo, ahora que lo pienso, que se hunde cuando el Duende de la Luz se empeña en apagar su linterna mágica. Pero, ¿qué hago aquí? Hace un rato que debía estar en Eolia, mi amada isla flotante donde me duermo al arrullo de sus olas. ¡Adiós! ¡Adiós! ¡Adiós!
ALIZULH: - ¿Ves, Pegaso? ¡Qué suerte tiene! ¿Cuándo iremos nosotros a San Borondón?

Ficha técnica
* Fábula grabada entre los meses de Junio y Julio de 2004.
* Personajes:
- Alizulh: Miriam Artiles Quevedo.
- Éolo: Luis Montesdeoca.
- Pegaso: Jorge Granados Blanco.

Grabado con Cubase SX.
Música: Javier Cerpa, extraído de su disco El Signo de Eva.
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Comentarios
Jueves, 01 de Abril de 2010 a las 17:07 pm - ignacio

#01 muy lindo, me lleva a atros tiempos donde el hombre emprendia grandes empresas solo por el amor a Dios.