Revista n.º 1066 / ISSN 1885-6039

Reverendo Padre don José de Arce y Rojas. Un mártir palmero.

Viernes, 21 de octubre de 2005
José Guillermo Rodríguez Escudero
Publicado en el n.º 75

Fue Uruguay el primer lugar en el que se asentó. Más tarde, llegó a Buenos Aires en 1674. Allí fundó numerosos colegios y consiguió algo imposible de creer en aquellos momentos: concertar las paces entre unas poblaciones indígenas históricamente enfrentadas, los guaraníes y los guanoas.

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- LOS JESUITAS EN LA PALMA.

Desde el año 1566, el Iltmo. Sr. Obispo de esta Diócesis Don Bartolomé de Torres había traído consigo a los primeros padres de la Compañía de Jesús, solicitados a San Francisco de Borja, en ese momento General de la Orden, quienes “principiaron dichos Padres á hacer en las islas Canarias una verdadera revolucion religiosa”.

Prácticamente todos los pueblos del Archipiélago les pedían que se asentaran en sus municipios para así poder fundar Casas en estas islas. Tanto es así que incluso las clases más acomodadas les ofrecieron su protección y legaron en su favor grandes cantidades de dinero para que “procurasen dicha fundacion”.

Consecuentes con su lema ad majoren Dei gloriam, se esforzaron por levantar el espíritu religioso de los pueblos, así en sagrada cátedra como en el confesionario, dedicándose también a la instrucción de los fieles por medio de la doctrina y de otros ejercicios espirituales. Tal fue así que los Cabildos de La Palma y de Tenerife, comprobando los eminentes servicios que los religiosos prestaban a la causa del cristianismo y a la instrucción popular, solicitaron a los poderes públicos el establecimiento en Canarias de un Colegio dirigido por tan sabia institución.

Sin embargo, tras la muerte del Obispo Torres en 1568, los Padres Jesuitas regresaron a la Península sin haber hecho fundación alguna en las Islas, “con mucho pesar de sus habitantes”.

En 1570, con el cruel martirio al que fueron sometidos el Padre Ignacio de Acebedo y su grupo de 39 jesuitas misioneros “á la vista del puerto de Tazacorte en esta isla de La Palma (...) vino a hacerlos más célebres y deseados”.


Las siete iglesias en La Chiquitanía de Bolivia.

Ya en el año 1613 volvieron a Canarias dos jesuitas que causaron gran admiración y entusiasmo con su predicación. Nuevamente se les propuso fundar la Casa, pero no pudo ser posible a causa “de las contradicciones de las órdenes religiosas anteriormente establecidas”. Sucedió lo mismo con las visitas de los jesuitas en los años 1631 y 1660. También encontraron oposición en los dominicos y franciscanos, a pesar del entusiasmo con el que el Cabildo secular y los vecinos pedían su establecimiento.

El padre jesuita Luis de Anchieta, natural de La Laguna, finalmente obtuvo las licencias necesarias para fundar “su casa ó colegio en la villa de La Orotava”. Una de las causas que se barajaron fue el que Don Juan de Llarena y Cabrera otorgase su testamento a favor de la Compañía de Jesús.

En 1722 llegaron dos Padres Jesuitas “Alonzo” Cadenas y Félix de Urruela que, con su verborrea nuevamente despertó el deseo ciudadano de que la Compañía se asentase en la capital, máxime teniendo “Casa é Iglesia”, que a favor de la misma había legado el difunto Sr. Don Luis de Arce. Tampoco fue posible, por lo que los jesuitas “no se cuidaron mas que de la predicacion siguiendo su destino á Tenerife, y la fundacion de los Jesuitas no llego á tener efecto en la isla de La Palma”.


- LA HISTORIA FAMILIAR.

El patriarca de la familia, el Alférez don José de Arce y Rojas, se había asentado en La Palma, procedente de Garachico, en 1640, para establecer un comercio de mercería. Natural de Angra, en la isla de Terceira (Azores), llegó a ser Regidor Perpetuo del Cabildo “con facultad de vincularlo y trasmitirlo á sus descendientes”, título otorgado por el Rey Don Felipe IV el 7 de junio de 1659.

Celebró enlace en la capital de La Palma el 17 de mayo de 1644, con María González de Lima, hija de Juan González de Lima y María González.

Los Regidores Perpetuos de La Palma, encabezados por don Andrés Lorenzo Salgado, se atrevieron a desoír las órdenes del Rey, negándose a darle la posesión. Su argumento se basaba en que “su cualidad de extranjero no era noble y que su ocupacion ordinaria era el comercio”.

Por supuesto, Don José de Arce, se dirigió nuevamente a Su Majestad adjuntando a su carta todos sus títulos nobiliarios. La Real Cédula no se hizo esperar, y la orden fue lógicamente acatada de inmediato por el Cabildo.

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El Padre Arce, en la esquina inferior de la izquierda leyendo. Ermita de La Concepción. Pintura sobre Lienzo. Juan Manuel de Silva. San Francisco Javier.

Juan Manuel de Silva trató repetidas veces la iconografía de los santos jesuitas. En la ermita de Nuestra Señora de la Concepción del Risco en Breña Alta, existen dos lienzos que representan a San Francisco Javier y San Estanislao de Kostka, estrechamente relacionados con las series de la Orden Tercera y de la ermita de San Sebastián (ambos recintos de la capital palmera). Su presencia en este templo no está documentada hasta el siglo XX por lo que suponemos que quizá procedan de la desaparecida ermita de San Francisco Javier de Santa Cruz de La Palma, cuyas imágenes y enseres fueron repartidos, según Fernández García, por diferentes iglesias tras su venta y cierre al culto en 1905. El cuadro de San Francisco Javier, según el profesor Pérez Morera, muestra al Apóstol de las Indias predicando a los indígenas de Asia. El misionero del Extremo Oriente, canonizado en 1622, viste su indumentaria habitual: sobrepelliz blanco, azotado por el viento, sobre hábito negro y estola roja. Dirige su mirada al crucifijo, que levanta con la mano izquierda. En el ángulo inferior figura un nativo de Asia, tocado con un sombrero oriental y postrado devotamente de rodillas, con las manos cruzadas en oración sobre el pecho. En el otro extremo, un personaje vestido con hábito jesuita (¿EL PADRE JOSÉ DE ARCE Y ROJAS?) lee un libro. Su rostro guarda estrecho parecido con el de los jesuitas que aparecen en el cuadro de los Mártires de Tazacorte de la iglesia de El Salvador de Santa Cruz de La Palma, cuyo autor, según el investigador palmero Pérez Morera, también es Juan Manuel de Silva. El fondo de la tela lo constituye un paisaje marino surcado por dos veleros, en referencia a los numerosos viajes de San Francisco Javier hizo por las Indias Orientales, Ceilán (hoy Sri Lanka) y Japón.



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No sólo desempeñó el puesto de Regidor perpetuo del antiguo Ayuntamiento de esta isla, sino también los empleos de Alférez, Veedor y Contador de la gente de guerra, Capitán y Sargento Mayor de las Milicias insulares, “que eran muy pocos los que los obtenían”. También Veedor de las materias de contrabando.

Había mandado traer a Santa Cruz de La Palma una imagen del Glorioso San Francisco Javier, Apóstol de Las Indias, “como lo eran sus hijos”. Una vez recibida, fue entronizada en una “Ermita junto á las casas de su habitación”, Santuario que había mandado edificar en la Calle Real del Puerto de la capital palmera.

Había obtenido la licencia para iniciar la obra de la ermita el 17 de enero de 1672, de manos del Ilmo Sr. Obispo don Bartolomé García Jiménez.

En la solicitud de Don José de Arce consta: “que se hallaba obligado á los beneficios que habia recibido del Cielo, en Haberle dado dos hijos los cuales habían dejado la compañía de sus padres y se habian entrado en la de Jesus, procurando convertir almas para Dios en el Paraguay”.

Continuó escribiendo que este hecho había motivado y “dispertado una viva devocion al Apostol de las Indias San Francisco Javier cuya Imagen había llegado á sus manos de hechura muy devota…”

Después de recibir la autorización y la licencia para la erección del oratorio, se procedió a su edificación y se bendijo en 1674. El Licenciado Don Juan Pinto de Guisla, Visitador General de La Palma, celebró la primera misa. Así mismo, De Arce recibió un “Buleto del Nuncio de Su Santidad”, expedido el 17 de abril de 1677, por medio del cual obtenía permiso para abrir una tribuna que comunicase su casa con la ermita y también otra licencia del Provisor, “en sede vacante”, para abrir puerta que comunicara el coro con la casa.

El Sargento Mayor y patriarca de la familia Arce y Rojas, falleció el 11 de abril de 1684. Por este motivo, recayó el patronato de la Ermita y todos los bienes del caballero en su tercer hijo, don Luis de Arce y Rojas.

Casado con Doña Catalina Montañés, ambos otorgaron testamento mancomunado el 30 de mayo de 1706 ante el Capitán don Antonio “Vasques”, vinculando “con Real licencia”, la casa de su habitación, una hacienda en Breña Baja, el Patronato de la Ermita, el Oficio de Regidor Perpetuo y el tercio y quinto de todos sus demás bienes a su hijo, don Francisco Javier Rojas y Montañés, ausente en Manila, Filipinas.

En caso de no haber herederos legítimos, pasaría la Ermita a la Compañía de Jesús para poder fundar un colegio en esta isla. En caso de que tampoco pudiera efectuarse esto, una parte de sus demás bienes para “un Maestro de instrucción primaria que diera educación á la juventud”.

Falleció don Luis de Arce y Rojas el 4 de septiembre de 1707 y “como su hijo don Francisco Javier no tratara de posesionarse de su Mayorasgo, quedaron administrandolo los Ves. Beneficiados de la Parroquia del Salvador, que fueron los Albaseas nombrados por aquel”.

Su hija, Doña Francisca Javier había tomado el hábito de religiosa en el Convento de Santa Catalina de Santa Cruz de La Palma.


- BIOGRAFÍA DE UN SANTO.


Casa de José de Arce en Santa Cruz de La Palma.


Nuestro biografiado, el primogénito legítimo, José Francisco de Arce y Rojas, nació en la capital palmera el día 8 de noviembre de 1651.

En el seno de esta familia de “posición desahogada” se criaron los tres hijos: José Francisco, Juan y Luis de Arce y Rojas. Los dos primeros fueron educados en el convento de padres dominicos de San Miguel de Las Victorias.

Concluida su primera y segunda enseñanza, fueron enviados a la Península para que siguiesen la “carrera literaria”. Sin embargo, estos jóvenes “habian nacido con verdadera vocacion al estado eclesiastico”, por lo que, después de cursar los primeros estudios de la carrera de Derecho en el Colegio de San Hermenegildo de Sevilla, ingresaron en la Compañía de Jesús.

En la ciudad hispalense, José Francisco de Arce se había distinguido entre sus compañeros. Los Padres Jesuitas, ante el valor intelectual de nuestro biografiado, le habían hecho abandonar su verdadera vocación de leyes, instándole a ingresar en la Compañía fundada por San Ignacio de Loyola, “que tanto honor iba le iba a dar a nuestro don José y a la tierra que le vió nacer”.

En el Colegio de San Ambrosio de Valladolid, los dos palmeros sobresaldrían en las materias eclesiásticas y en las ciencias “hasta entonces conocidas”.

Se cuenta que ambos hermanos fueron agraciados con el don de la elocuencia. Así, en todos aquellos templos abarrotados en los que pronunciaron sus discursos y homilías, así como en numerosos colegios peninsulares, tanto en Valencia, Valladolid, Salamanca, Sevilla…, fueron muy elogiados.

Se dedicaron a la enseñanza y “á las Misiones”. A la hora de profesar, renunció sus legítimas paterna y materna en el Padre Provincial de la Compañía de Jesús de Castilla La Vieja, quien las aplicó en el Colegio de San Ambrosio, para sus necesidades.

Había emitido sus votos en las casas y Colegio de San Luis, de Villa García de Campos, lugar elegido también para otorgar la escritura correspondiente ante el escribano José de Ulloa, el 8 de octubre de 1671.

Su Superior, ante la decisión del palmero de desarrollar su actividad en las misiones, decidió concederle la licencia y lo envió a la América meridional.

Fue Uruguay el primer lugar en el que se asentó. Más tarde, llegó a Buenos Aires en 1674. Allí fundó numerosos colegios y consiguió algo imposible de creer en aquellos momentos: concertar las paces entre unas poblaciones indígenas históricamente enfrentadas, los guaraníes y los guanoas.

Fue Rector del Colegio de la Villa de Tarija durante los tres años que duró su estancia en Bolivia.

Una vez en Paraguay, se convirtió en el Padre Superior en las reducciones de los indígenas. Allí catequizó “á aquellos indios con mucho aplauso y aceptacion de sus hermanos y superiores”.

El Reverendo Padre José de Arce y Rojas fue una eminencia en el campo de las ciencias y de “las virtudes”. El Padre Gerónimo de Herrera, en su historia de las Indias del Paraguay hace una larga “y gloriosa memoria de este Jesuita Palmero”, llamándole “Apostol de dicha region y fundador de la mision de los pueblos Chiquitos”.

Como refleja el Alcalde don Juan Bautista Lorenzo Rodríguez en su completa y variopinta obra Noticias para la Historia de La Palma, el Padre José de Arce “no solo figuró en su Compañía como catequista incansable, misionero y orador elocuente, sino tambien como fundador de nuevas Casas de mision con objeto de propagar la fé y de extender mas y mas la Religion del Crucificado”.

El religioso Antonio Rivas y José de Arce entablaron a finales de 1691 buenas relaciones con un pueblo de las zonas bajas de Bolivia, llamado “Los Chiquitos”. Se cuenta que este nombre se debió a las reducidas dimensiones de las puertas de las casas. Esto hizo que los conquistadores españoles pensasen en que se hallaban ante un poblado de indígenas de baja estatura.

Las relaciones con los “chiquitanos” fueron cada vez más profundas e intensas. No querían que los religiosos los abandonasen.

En diciembre de 1691 fundaron la primera reducción de jesuitas llamada San Francisco Javier, inicio de la Evangelización de esas regiones, que ya en 1991 celebró su tricentenario. Como símbolo, los padres José y Pedro, ayudados por el poblado, erigieron una gran cruz de madera que se divisaba desde lejos.

Destinado por el Rey don Carlos II para entrar en tierra de “patagones”, se le cambió la orden para que reconociera a los “chiriguanás”.

A lo largo de treinta y nueve años, llevó a cabo un meritorio y difícil trabajo en las misiones, no exento de peligros y riesgos. Su férrea voluntad y su fuerte vocación evangelizadora pudieron con todos los graves obstáculos que iba encontrando día a día.

Numerosas tribus de aquella gran zona del Paraguay se beneficiaron de sus fundaciones: los chiquitos, borós, tabicás, piñocas, guaraníes, taucas y perroquis. Llegó a dominar las lenguas guaraní, chiquito, quichuo, chiriguaná y payaguá, tan necesarias para las conversiones que realizaba en todas las iglesias de su fundación.

El Alcalde don Juan Bautista Lorenzo Rodríguez, vagamente y con inexactitud geográfica, narra así la noticia de la muerte del mártir palmero: “Se ignora el lugar y la fecha en que falleció el Reverendo Padre don José de Arce y Rojas, ornamento de la Compañía de Jesús por sus virtudes y ciencia. Ha llegado a nosotros la noticia que murió mártir en Japón en olor de Santidad”.

También el historiador palmero don Alberto-José Fernández García, en su reportaje editado en la prensa local, decía: “El Padre de Arce y Rojas, después de terminar la evangelización, marcha al Extremo Oriente, más concretamente al Japón, donde muere martirizado por aquellos infieles”.


Iglesia de San Javier en Chiquitos.

Realmente, fue el 15 de diciembre de 1715, cuando fue asesinado salvajemente, junto con el padre Bartolomé Blende, por los indios de Matto Grosso meridional (Brasil), los “payaguás” mientras exploraban los posibles caminos de Chiquitos a Paraguay.

Estos rebeldes a la catequización, tras ejecutarlo, entregaron su cadáver a los “guaycurús”, quienes vejaron su cuerpo.

Terminando con las palabras del ilustre maestro de investigadores y cronista oficial de esta ciudad, don Jaime Pérez García: “Lo mundano de su existencia se caracterizó por lo frugal de su comida y lo humilde de su vestimenta, en contrapartida a lo glorioso de su memoria. Se le recuerda como “APÓTOL DEL PARAGUAY”.

Afortunadamente, se ha ejecutado recientemente una escultura del Beato palmero para ser colocada en un pedestal confeccionado en piedra roja que será colocado próximamente -eso esperamos todos después de una larga espera- frente a la casa Arce y Rojas, hecha del mismo material, tan inusual en nuestra preciosa e histórica Calle Real.

Por avatares del destino, curiosamente el escultor es Antonio López Pérez, hermano de tres jesuitas misioneros palmeros: Fernando (destinado al Amazonas), Elías (a África) y Lucas (después de varios destinos ahora en Las Palmas). De este modo se honraría perpetuamente la figura y el nombre de uno de los Hijos de La Palma, una de las glorias de la Compañía de Jesús que tan olvidado ha estado en estas últimas generaciones y a quien la Historia debería reservar un lugar entre sus más brillantes páginas.

Terminando con las palabras del cronista Lorenzo Rodríguez: “Fácil nos fuera extendernos en cierto género de consideraciones á que tanto se presta la vida de este mártir del cristianismo; pero agenas estas digresiones al fin que nos hemos propuesto, ningun otro testimonio de respeto puede ser más digno de la memoria del Padre Arce que una oración, santa ofrenda del corazón cristiano que la iglesia nos ha enseñado para alcanzar de la misericordia Divina el eterno bienestar de nuestros hermanos, ya que por no existir persona ó familia interesada que incoara el oportuno expediente de canonización, ó por otras causas que desconocemos, no se venera hoy en los altares este Nuevo Apóstol de Las Indias”.



BIBLIOGRAFÍA.

LORENZO RODRÍGUEZ, Juan Bautista. Noticias para la Historia de La Palma. La Laguna y Santa Cruz de La Palma, I.E.C. y Cabildo de La Palma, 1999, Tomo III.
PÉREZ GARCÍA, Jaime. Fastos Biográficos de La Palma. La Laguna- Santa Cruz de La Palma, 1985 y 1990, t. I y II; Idem. Casas y Familias de una Ciudad Histórica: la Calle Real de Santa Cruz de La Palma, Madrid, 1995.
ARENCIBIA, Juan. «Francisco de Arce, mártir palmero». Diario de Avisos, Santa Cruz de Tenerife, 21-III-2004.
VARA, Carlos; GARCÍA ARÁNGUEZ, Luisa. «La utopía jesuística en la Chiquitanía», en La Aventura de la Historia, Año 7, nº 77, Grupo Unidad Editorial, Madrid, marzo 2005.
FERNÁNDEZ GARCÍA, Alberto José. «Notas históricas de La Palma», Diario de Avisos, Santa Cruz de La Palma, 29 de abril de 1968.
PÉREZ MORERA, Jesús. Silva. Bernardo Manuel de Silva, Biblioteca de Artistas Canarios, Gobierno de Canarias, Santa Cruz de Tenerife, 1994.


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