Revista n.º 1073 / ISSN 1885-6039

Breve Historia de La Aldea de San Nicolás (II).

Sábado, 8 de abril de 2006
Francisco Suárez Moreno
Publicado en el n.º 99

La Historia Contemporánea de La Aldea se caracteriza, tras superar las crisis del siglo XIX, por el cambio económico que genera, en el marco del puertofranquismo, el monocultivo del tomate y la solución definitiva del tres veces centenario Pleito en 1927. A partir de esta fecha el pueblo va adquiriendo un mayor desarrollo económico y social; se reanudan los cultivos y las exportaciones de tomates, en una superficie de 300 fanegadas, con un significativo movimiento portuario por hallarse aún la carretera general en construcción; comienzan a circular los primeros vehículos a motor que circularon por el interior del valle y se crean el Centro Cultural Progresista de San Nicolás, la Banda de Música Municipal y la plaza de médico.

Foto Noticia Breve Historia de La Aldea de San Nicolás (II).



Comienzos de la Historia Contemporánea. Crisis continuas (siglo XIX).

La larga transición del Antiguo Régimen al liberalismo, en la primera mitad del siglo XIX, está marcada en este municipio nuevamente por la estudiada virulencia del Pleito de La Aldea y por una posterior y latente crisis económica, epidemias y hambrunas. La Guerra de la Independencia generó una fuerte efervescencia social y política, materializada en enfrentamientos entre las élites de Tenerife y Gran Canaria por el control político del Archipiélago.

El nombramiento de Presidente de la Junta Suprema de Canarias en la persona de Alonso de Nava Grimón, VI marqués de Villanueva del Prado, en julio de 1808, fue inmediatamente contestado por sus colonos, quienes decidieron resolver el conflicto por su propia mano amotinándose en septiembre de aquel 1808 con la toma y reparto de su Hacienda.

El absolutismo devolvió las cosas a su antiguo estado y propicia la resolución firme de este pleito socioagrario por parte del Tribunal de la Real Audiencia de Canarias en favor de la casa de Nava-Grimón 16-X-1817, sentenciando firme que "el Concejo y vecinos de La Aldea de San Nicolás no han probado bien y cumplidamente su acción y demanda". Siguió luego un largo período de tranquilidad a lo que contribuyó también el ciclo depresivo que caracteriza la economía del período 1820-1850, al contraerse las compras de grano en el mercado insular y de Tenerife como consecuencia de la ruina vitícola y por un arancel incapaz de defender la oferta interior frente a las importaciones de granos y harinas extranjeros.

Además, las sequías y otras calamidades naturales afectaron profundamente a esta seca comarca; como la cigarra africana, cuya presencia más dañina fue la del 20 al 28 de octubre de 1811, que arrasó por completo la producción agrícola; situación agravada poco después con la epidemia de fiebre amarilla de 1812 que obligó por primera vez a enterrar fuera de la Iglesia en el cementerio nuevo de La Ahulaguilla.

Aparecieron varios ciclos de sequía, el más grave originó la hambruna de 1847 con 112 muertos seguido de la terrible epidemia del cólera morbo de 1851 con 42 fallecidos. Todo ello explica el estancamiento demográfico de la primera mitad de la centuria y la emigración con destino a Cuba y a las jóvenes repúblicas de la América independiente, momento en que el ayuntamiento había adquirido autonomía administrativa y financiera con independencia del Cabildo tras las reformas liberales de 1836 que conformaron las corporaciones municipales modernas.

El pleito de las aguas de Tejeda no había acabado aún pues los vecinos de aquel pueblo no habían dejado de quebrar el curso de estas aguas, lo que era más ostensible en los ciclos de sequía. Pero, nuevamente, a pesar de varios amotinamientos de los regantes de Tejeda, las resoluciones judiciales habidas en la primera mitad del siglo XIX, fueron claras en favor de la vinculación de estas aguas con las tierras de la gran hacienda de La Aldea y confirmadas cuando el Juzgado de Primera Instancia de Guía dio la última y definitiva sentencia a favor de la Casa Nava-Grimón, el 11 de abril de 1846. Estos derechos fueron inscritos en el nuevo Registro de la Propiedad de Guía en 1871 por la citada Casa, con especificación de todos los caudales de la cuenca, vinculados indivisiblemente con la tierra de la ahora denominada Hacienda La Aldea de San Nicolás, y convertidos en propiedad plena a partir de la ley de aguas de 1879.

La aclimatación de la cochinilla había mejorado en parte las condiciones económicas y de nuevo reavivó el conflicto terratenencia-colonato. Los últimos marqueses de Villanueva del Prado, en plena quiebra económica, plantearon un proceso de reconversión agraria en su hacienda, ya desvinculanda del mayorazgo por las leyes liberales, para amortizar las fuertes hipotecas que pesaban sobre la misma. E intentaron desahuciar al colonato insumiso para implantar el nuevo cultivo de la cochinilla y recuperar la propiedad absoluta y total sobre una tierra, nuevamente discutida por los aldeanos gracias al período democrático nacido con la Revolución de 1968.

Los cambios políticos de la restauración monárquica favorecieron a los intereses de la decadente Casa de Nava-Grimón y se materializa en el bienio de 1875-1876, con el control del gobierno municipal y juzgado de La Aldea, a través de su administrador general, lo que propició presiones sobre los insumisos líderes locales y un escandaloso desahucio colectivo de 168 medianeros. Pero éstos, opuestos a la reconversión agrícola y a ceder sus derechos preexistentes como medianeros perpetuos, trazaron su propia defensa en el plano judicial y con acciones directas a través de sabotajes; un grave conflicto que acabó con el asesinato del secretario del ayuntamiento, la militarización del pueblo y arresto de las dirigentes aldeanos.

La Casa Nava-Grimón, acuciada por el impago de sus deudas, no pudo levantar las hipotecas que gravaban su histórica Hacienda de La Aldea de San Nicolás que, en 1892, pasó tras un largo proceso judicial a propiedad de la familia Pérez Galdós, principal acreedor, por 505 mil pesetas.

El nuevo propietario recibió el mismo trato de los colonos, si bien la fase depresiva que caracteriza el último cuarto del XIX, motivada por la crisis de la cochinilla, ralentizó el conflicto agrario. La recuperación, no obstante, es inmediata.


El tomate cambia la historia (principios del siglo XX).

En el último bienio del siglo XIX, el comerciante y cónsul alemán afincado en Santa Cruz de Tenerife, Ernesto Carlos Jaack, arrienda a los nuevos propietarios la Hacienda Aldea de San Nicolás e introduce por primera vez el cultivo del tomate para la exportación a través del puerto que allí construye, con lo que se inicia un largo período de comunicaciones periódicas e intensivas por mar dada la falta de carreteras. Los colonos participan de la innovación al reconocerles éste sus posesiones.

El tomate revaloriza la tierra, introduce el abonado artificial, modifica las estructuras de regadío y las propias relaciones sociales. Cuando por quiebra económica del alemán, en 1904, los Peréz Galdós asumen de nuevo la administración de la propiedad, renace una conflictividad social que en 1912 se traduce en una insubordinación generalizada de los colonos, cuando optan por negar la entrega de la renta a los propietarios y comercializar la producción tomatera en los almacenes de empaquetado de Fyffes, Mr. Dum, Castillo y otros.

La tensión aumenta en los años de la Primera Guerra Mundial, y en 1916 la terratenencia opta por consolidar su posesión enajenando una parte del fundo a un reducido grupo de colonos, en la parte que venía cultivando. A pesar de la conflictividad social latente, la economía aldeana (como ocurrió en el resto del Archipiélago) comenzó a acelerar el proceso de modernización de su estructura productiva, en la primera década del siglo XX. Se incorporan nuevos espacios al cultivo del tomate, lo cual exige un incremento de los recursos hidráulicos mediante la perforación de pozos e instalación de maquinaria para su elevación: máquinas de vapor, norias, motores de combustión y aeromotores.

Y, como en anteriores etapas del ya centenario pleito socioagrario, una activa burguesía rural, dirigida por líderes locales, encabezados por el alcalde Salvador Araujo Ramírez, acometió con fuerza la solución definitiva del problema agrario, apoyada por sectores progresistas, conservadores reformistas y hasta por cierto sector del clero. Entre 1923 y 1927, tras el traspaso de los derechos de propiedad de los Pérez Galdós a un consorcio de cuatro propietarios, la conflictividad se acentuó. Se produjeron fuertes alteraciones del orden público, con la permanente presencia de un destacamento de la Guardia Civil. Esta fuerza coadyuvó a la ejecución de los lanzamientos de la tierra de los colonos, acciones promovidas por los nuevos propietarios ante los tribunales de Justicia. Las fincas ocupadas fueron aradas y sembradas de grano por los propietarios. Todo ello precedido de una fuerte represión y detenciones continuas de colonos, lo que paralizó la producción tomatera de 1926-1927.


Galo Ponte y Escartín desembarca en el puerto de La Aldea.


Fin del Pleito de La Aldea (1927). La modernización de las estructuras.

La virulencia social del Pleito de La Aldea y las gestiones de los dirigentes aldeanos lograron que, el 14 de febrero de 1927, el ministro de Gracia y Justicia del gobierno de Primo de Rivera, Galo Ponte, visitara La Aldea para conocer in situ el litigio.

A raíz de aquel sonado viaje ministerial se formula el histórico Decreto-Ley de 15 de marzo de 1927, que da fin al tres veces centenario Pleito de La Aldea. El Estado adquiría por expropiación la histórica Hacienda Aldea de San Nicolás (1.950 ha), valorada en 505 mil pesetas, y entregaba la parte en litigio (882 ha repartidas entre 815 parcelas de regadío y 796 de secano) a unos 400 colonos en la parte proporcional que venía cultivando, quienes se comprometían a su amortización a largo plazo. La parte de eriales, riscos y barrancos (882 ha) fueron calificadas por el Estado como bienes comunales y, además, permitió que unas 100 ha quedaran en pleno dominio del consorcio propietario y de colonos arreglados con ellos en 1916. Regía también en este Decreto el derecho de estas tierras sobre las aguas de la cuenca de Tejeda-La Aldea, base principal de la actual riqueza del pueblo, creando la Comunidad de Regantes de La Aldea de San Nicolás, como administradora de estas aguas, con la premisa fundamental de que éstas quedarían vinculadas a la tierra con los mecanismos que hoy determinan el régimen de uso y propiedad de las aguas pluviales de esta cuenca, únicos en Canarias.

Pronto se observó en el pueblo un gran desarrollo económico y social. La temporada agrícola de 1927-1928 fue muy significativa, pues se reanudan los cultivos y exportaciones de tomates, en una superficie de 300 fanegadas, con un significativo movimiento portuario por hallarse aún la carretera general en construcción. Aparecen los primeros vehículos a motor que circularon por el interior del valle y se crean el Centro Cultural Progresista de San Nicolás, la Banda de Música Municipal y la plaza de médico.




A principios de la década de 1930 se crean nuevas escuelas por los barrios y los primeros clubes de fútbol, que compiten dentro y fuera del municipio: Nacional C.F. y Juventud C.F.; se construye la primera sala de cinematógrafo en La Palmilla, el Cinema X y se generaliza el transporte interior por carretera con nuevos turismos y camionetas. También se introducen o consolidan en su caso nuevas empresas foráneas de empaquetado como las de Mr. Leacock, Pilcher, Bonny, etc. y se crean otras por iniciativa local como los almacenes de Antonio Quintana, Pedro Sánchez, Basilio Álamo, la primera experiencia cooperativista del Sindicato Agrícola de San Nicolás, etc. Pero la depresión provocada por la incidencia de la crisis de 1929 y, posteriormente, por la Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial, frustraron las expectativas puestas en la solución del conflicto.

Después del golpe de 18 de julio de 1936, la represión franquista alcanzó a varias personas de tendencia progresista. El alcalde frentepopulista Cecilio Segura, maestro nacional, fue sustituido, suspendido de empleo y sueldo y sometido a un proceso judicial tras ser acusado injusta y paradójicamente de "auxilio para cometer rebelión", por facilitar la dinamita de la carretera en construcción al delegado gubernativo republicano Fernando Egea, lo que nunca ocurrió. Igualmente fueron procesados otros vecinos y algunos sometidos a castigos corporales y purgantes; pero, a pesar de los intentos, la incomunicación a que estaba sometido un pueblo sin carretera evitó las desapariciones habidas en el Norte.

La posguerra fue difícil para la vida de una masa campesina minifundista que había optado por los cultivos de exportación y sobre la que se cernía el temor de la actividad represiva de las milicias de la Falange que incluso sometió a los niños y jóvenes a instrucción paramilitar. Se paralizaron los envíos de plátanos y tomates a Europa por la Segunda Guerra Mundial. Y la presencia de un ciclo de sequía, las plagas que afectaron a las sementeras de trigo y el aislamiento internacional que sufría el régimen franquista por las naciones democráticas, determinaron, como en todos los pueblos de Canarias, hambre, miseria y carencia de recursos vitales y energéticos, en el marco de una economía autárquica controlada por los militares.

La única novedad fue la instalación de una fábrica de ron en 1936, que puso en cultivo unas 100 fanegadas de caña dulce, que luego llegaría a una producción máxima anual de 200.000 litros y la apertura en precario de la anhelada carretera general, en 1939, que enlazaba al pueblo con Agaete aunque la falta de carburantes no benefició al tráfico rodado, manteniéndose aún las comunicaciones por vía marítima.


La recuperación económica y demográfica tras la posguerra (1946-1970).

Después de 1946 se normaliza la situación mundial y, a pesar de que el nuevo régimen político había impuesto una política económica autárquica, se reanudan las exportaciones de tomates a Europa. Es cuando comienza un nuevo despegue económico local, en el contexto del boom del tomate y las divisas que generaba, gracias a lo cual las autoridades militares permitieron estas relaciones comerciales. La recuperación completa llegó en la década de 1950. La superficie irrigada alcanza las 1.000 ha, de las que 780 se destinaban a tomateros, para lo que se crea una infraestructura hidráulica sin precedentes en la historia local.

Un numeroso grupo de 40 empresas de cosecheros exportadores de tomates asumen la gestión comercial del nuevo ciclo productivo junto a otras foráneas. Los recursos hídricos se consiguen en el subsuelo que se sobreexplota con la perforación de nuevos pozos hasta alcanzar las 400 unidades, la mayor densidad de Canarias, para cuyas extracciones y elevaciones de agua hacia las laderas de los valles de La Aldea, Tasartico y Tasarte se utilizaron 200 aeromotores americanos y 365 motores térmicos con una potencia total cercana a los 5.000 CV. Así mismo se llevó a cabo una fructífera política de construcción de grandes embalses y canales en la cuenca de Tejeda-La Aldea, acogida a las subvenciones estatales de la Ley de 7 de julio de 1911, cuyo resultado fue tres grandes presas, con una capacidad cercana a los 11 millones de m3 (el 10% de la capacidad total de los embalses de la Isla) y el trazado de dos grandes canales (35 km) para la conducción de las aguas embalsadas hasta la zona baja de regadío.


Plaza de La Aldea 1925-27.

Como consecuencia de esta expansión económica se produce una explosión demográfica. De los 4.492 habitantes censados en 1940 se alcanza los 9.192 hab. en 1965, con una tasa de crecimiento anual superior al 4%, por un significativo aporte de personal foráneo procedente de Agaete, los Altos de Guía-Gáldar y pueblos cumbreros, atraído por la zafra del tomate.

Asistimos a una época de lenta mejora de los servicios públicos y comunicaciones a pesar de las dificultades orográficas y lejanía. El 4 de agosto de 1949 se inaugura la línea de transporte de pasajeros con Las Palmas de Gran Canaria de los coches de hora de la compañía Melián, en medio de una expectación vecinal, línea que se cubría en un tiempo de 4 horas. Poco después, en 1953, se enlaza por una estrecha pista con Mogán, con lo que se termina la circunvalación de la Isla, vía que conecta los lejanos pagos de Tasarte y Tasartico en 1955 y 1956, respectivamente.

En los años 40 vuelven las competiciones de fútbol con equipos históricos como el Juventud C.F. e Imperial C.F. y luego en 1956 se funda el Imperio C.F., campeón de la liga federada del Norte, en 1958; equipos que desaparecen hasta que luego surge, en 1960, el actual equipo representativo de la U.D. San Nicolás. El pueblo además contaba con su vieja Banda Municipal de Música y, en 1958, con un nuevo cine, el Cinema Moderno, de notable arquitectura racionalista. En 1959, desafortunadamente, se cambia oficialmente el histórico nombre de La Aldea de San Nicolás por el de San Nicolás de Tolentino, al entender las autoridades locales que el término Aldea no se correspondía con el crecimiento que experimentaba el pueblo, pero este nunca llegó a consolidarse.

En el plano educativo las escuelas se masifican hasta que en los años 70 se crean nuevos colegios, con la primera reforma educativa. En 1954 se funda un centro de bachillerato privado, el Colegio, integrado en 1961 dentro la enseñanza semioficial de grado medio al amparo del Decreto 1.114/1960 de 2 de junio, sobre colegios libres adoptados, donde cursaron estudios más de 650 alumnos hasta que en 1975 se transformó en Instituto de Bachillerato. Gracias a este centro semioficial se formaron varias generaciones de intelectuales, enseñantes y empresarios con cargos de responsabilidad hoy en la vida política y económica de Canarias.


La primera parte de esta Breve Historia de La Aldea de San Nicolás puedes leerla pinchando aquí.

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