Revista n.º 1073 / ISSN 1885-6039

Prosas de Tomás Morales.

Viernes, 11 de agosto de 2006
Miguel Pérez Corrales
Publicado en el n.º 117

Las prosas de Tomás Morales han sido recopiladas y prologadas por el profesor Antonio Henríquez Jiménez y publicadas en las ediciones Anroart. Tomás Morales fue ante todo escritor en verso, y estos comentarios reseñísticos no añaden nada sustancial a su obra. Pero dada su magnitud incuestionable como poeta, y su significación central en la historia de la poesía canaria, todo lo que respecta a él es siempre bienvenido.

Foto Noticia Prosas de Tomás Morales.



Lo que más destaca en estas páginas es la calidez con que escribe Morales, su toque personal y el espíritu crítico. Este último aflora una y otra vez, como cuando se queja del infame público insular o cuando arremete contra el putrefacto Echegaray o contra las penosas repeticiones de los Quintero, concretamente en el caso de Las de Caín, que pone por los suelos.

La mayoría de las críticas conciernen a obras teatarles, y la insistencia con que se arroba al hablar de la actriz Carmen Cobeña raya en el enamoramiento, como si Morales quisiera insertarse en la ilustre y generalmente trágica tradición romántica de los poetas prendados de bellas y caprichosas actrices.

Dos de las más interesantes reseñas se refieren a La esfinge de Unamuno y a La casa de muñecas de Ibsen. Unamuno es para Morales "el más fuerte de nuestros pensadores", "nuestra más alta categoría intelectual"; resulta sumamente instructivo el contraste de su crítica con la del retórico y decimonónico Francisco González Díaz, para quien la obra de Unamuno no es más que un "bodrio" -como si él mismo hubiera escrito nunca nada que se le compare-. Ibsen, por su parte, es para Morales "el más grande de los autores modernos", y su carácter polémico lo registra la acogida negativa del público de Las Palmas, hecho que Morales no deja de señalar y lamentar, ya que revela una vez más la "escasa cultura de nuestro público", que convierte el clásico ibseniano en "obra digna de otros espectadores". El ambiente canario es, afirma Morales, "pobre para el desenvolvimiento de una estética cualquiera". Nos gusta que no le duelan prendas a Morales, quien no pocas veces pecó de poeta complaciente con la sociedad canaria. Se acerca aquí a Quesada, sobre quien, obligado es señalarlo, hay aquí también un magnífico texto defendiéndolo de ciertos ataques de la mezquindad insular, esa que tanto se encargaría Agustín Espinosa de seguir fustigando con genio un par de décadas después.

La brújula certera de Morales se advierte también en su entusiasmo por el "exquisito" Valle-Inclán y en sus reflexiones en contra de los límites que la crítica rutinaria aún intentaba poner al género novelístico.

Los escritores insulares ocupan con frecuencia el interés crítico de Morales, a veces reseñando a poetas hoy olvidados, y a veces a escritores canarios que aún nos interesan o intrigan, como es el caso de los Hermanos Millares y su María de Brial. Hay también críticas de arte, siendo una lástima que Morales no se haya empeñado más en esta vía. Juan Carlo y Nicolás Massieu son enfocados con lucidez; el segundo de ellos le había pintado el decorado de La cena de Bethania, y a él le dedicó Morales su "Alegoría del otoño".

Antonio Henríquez ha realizado un excelente trabajo, que se une a aportaciones recientes que no deben dejarse de resaltar. Así, ha contribuido de modo generoso a la traducción que unas alumnas de Silesia han hecho de la prosa de Alonso Quesada al polaco, y, con un sentido crítico que tanto hace falta al mundo cultural canario, ha dado a la luz un soneto de Tomás Morales del que nadie había hablado hasta ahora, exhumado en las Noticias de El Museo Canario, y ha puesto en su sitio la irresponsabilidad con que, donde menos se esperaría, son presentados nuestros clásicos del modernismo: es el caso de otro soneto, ahora de Alonso Quesada, publicado en el nº 5 de la revista de la Casa Museo Tomás Morales de Moya, cuyo propio título, Moralia, el profesor Henríquez cuestiona con tino.


La mortaja de Tomás Morales.1921 (Archivo de la FEDAC).

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