Revista nº 1040
ISSN 1885-6039

Viera y Clavijo: El humanismo del extranjero.

Viernes, 18 de Agosto de 2006
Fernando Herrera
Publicado en el número 118

Entonces Viera se insertaría, al tiempo que en la Ilustración europea, en cierta tradición del pensamiento canario que se remonta a Antonio de Viana y sobre todo a Cairasco de Figueroa y su Comedia del Recebimiento (1582), verdadero himno a la hospitalidad. La característica central de esa tradición oculta reside de manera explícita, aun con sus imperfecciones, en la “opción ética” por la alteridad oprimida, encarnada en su caso en los antiguos canarios. En contraste con el eurocentrismo continental imperante, la exposición, la convivencia y el encuentro cara a cara con el aborigen norteafricano es tanto para Cairasco como para Viera un requerimiento que enjuicia su propia humanidad.



Es de justicia afirmar que la obra de José de Viera y Clavijo (Realejo Alto, 1731-Las Palmas de Gran Canaria, 1813) aún está por descubrirse para el futuro del pensamiento canario. Más allá de tímidos reconocimientos, la producción del sacerdote tinerfeño (histórica, filosófica y literaria) sigue sin ser desplegada con el rigor, la dedicación y la trascendencia que merecerían hoy en día sus posicionamientos éticos y filosóficos. El proceso global en que se encuentra sumida la realidad canaria, desertizada en su cultura y así reprimida en su humanidad, hace imperativa la proyección social de toda materia intelectual que haya ahondado de manera crítica en el mundo de la vida del Archipiélago y su relación con el extranjero. En ese sentido, la obra de Viera esconde ideas fecundas de cara al discernimiento de la historicidad de Canarias y su inserción en la historia mundial, en Occidente y en el problemático contexto del colonialismo europeo.

A manera de presentación general, no es descabellado decir que Viera y Clavijo es un pensador ilustrado occidental. No obstante, caben matices: la amplitud de su concepción de lo humano no sería sin más asimilable a la Europa ilustrada del siglo XVIII, por lo general imbuida de pretensiones coloniales. Si atendemos a la excelente interpretación que acomete Alejandro Cioranescu en su magistral ensayo Viera y Clavijo y la filosofía de la historia, comprobaremos que lo fundamental en Viera es su consideración de la humanidad del hombre canario, el extranjero en su momento, el Otro que es alteridad de una Europa secularmente impregnada de la peor ideología colonial. La diferencia está allí: la opción del “ilustrado canario” se posiciona desde el reconocimiento total de la humanidad del aborigen.

Entonces Viera se insertaría, al tiempo que en la Ilustración europea, en cierta tradición del pensamiento canario que se remonta a Antonio de Viana y sobre todo a Cairasco de Figueroa y su Comedia del Recebimiento (1582), verdadero himno a la hospitalidad. La característica central de esa tradición oculta reside de manera explícita, aun con sus imperfecciones, en la “opción ética” por la alteridad oprimida, encarnada en su caso en los antiguos canarios. En contraste con el eurocentrismo continental imperante, la exposición, la convivencia y el encuentro cara a cara con el aborigen norteafricano es tanto para Cairasco como para Viera un requerimiento que enjuicia su propia humanidad.

Palabras de Viera como las siguientes certifican su opción: “Por dondequiera que examinemos las repúblicas de los guanches las encontraremos comparables a las de los patriarcas y héroes”. No cabe duda de que el encuentro con los guanches despertó en su pensamiento la brecha de un universalismo latente que lo sitúa en una posición antihegemónica y crítica con respecto a la cerrazón propia de la Ilustración europea. La visión católica del aborigen canario nos demuestra, por compasiva, solidaria y respetuosa en la medida de su época, la excentricidad de Viera como europeo, al tiempo que lo acerca a posiciones como la del Padre Bartolomé de Las Casas, Obispo de Chiapas en el siglo XVI, o a ilustrados indigenistas latinoamericanos como el mexicano Francisco Xavier Clavijero (1731-1787), o al jacobino argentino Mariano Moreno (1778-1811), primer traductor del Contrato social al castellano. La Ilustración de Viera estaría entonces “incompleta” en su filiación católica, lo cual posibilitaría una salvaguarda de la razón de una ciega aplicación instrumental.

Vemos entonces que, como apunta Cioranescu, lo fundamental y distintivo en la obra de Viera y Clavijo es su predisposición a pensar el origen de los guanches a fin de insertar a las islas en la historia universal. En concreto, al enfrentar las hipótesis tradicionales sobre los aborígenes, el historiador canario se decanta por considerarlos descendientes del mítico continente perdido de la Atlántida. Tal interpretación, obviamente, se mantiene en un plano no científico. Pero se nos antoja que el desvelamiento de ese pasado mítico poseía asimismo una finalidad ética: el que los antiguos canarios dejaran de ser considerados salvajes. Es verdad que el ilustrado atiende a ellos en tanto seres primitivos, pero es capaz de reconocer, contra el sistema ético vigente, que son los “legítimos propietarios de la tierra” debido a su condición de herederos de la desaparecida Atlántida. El primitivismo de los canarios jamás es indigno para Viera, pues se asemeja extrañamente a “la época heroica de Grecia y del antiguo Israel”, fuentes del Occidente. Escribe Viera al respecto: “Es cierto que no se puede examinar esta simplicidad de costumbres de nuestros guanches sin alguna emoción de ternura y sin que se presenten a la memoria las costumbres que aplaude Homero en los sitiadores de Troya”.

Llegamos así a la conclusión de que el juego de comparaciones míticas (Atlántida-Grecia-Israel), a pesar de su aliento imaginario, se aviene a conferir a los guanches una identidad de mayor relieve que la que la historia colonial les había otorgado. Es verdad que el mito de la atlanticidad conduce a desechar la hipótesis más creíble, la norteafricana. Pero, al mismo tiempo, revierte en un grado de dignificación del indígena inédito hasta ese momento, en parte deudor de la benévola noción rousseauniana del “buen salvaje” (aunque Cioranescu refiere que Viera pensaba más bien en una “buena civilización”).

Sin duda, el proyecto historiográfico de Viera logra establecer su objetivo, una visión general de Canarias como parte constituyente de la historia universal. Desde luego, no todas sus disquisiciones al respecto son válidas. Sin embargo, ciertos rasgos de su obra constituyen un punto de partida óptimo para la configuración de una futura filosofía canaria. Aun siendo cierto que la dignificación del aborigen propuesta peca de presupuestos míticos tales como la pertenencia de canarios y españoles a un mismo origen atlántico-europeo (lo cual atenúa la tesis de la colonización), no lo es menos que incluso así la cuestión indígena adquiere en Viera una dimensión excepcional, un grado de compromiso y reconocimiento poco usual no sólo en Canarias sino también en Amerindia.

No está de más decir que una traslación temporal o actualización de la opción por el guanche que acometió Viera y Clavijo no equivaldría hoy al raquítico discurso de la tolerancia. Sino que se nos presentaría como la piedra de toque de una apertura ética y política a quien, en el presente, sufre la condición de excluido de este Occidente igual de colonialista que ayer. Este “resto” no es literatura.

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Comentarios
Miércoles, 18 de Junio de 2008 a las 20:00 pm - Maria fernanda

#02 bueno tyodo

Miércoles, 19 de Marzo de 2008 a las 17:45 pm - apesadumbrado

#01 jugaremos la otra cartas