Muchas veces, cuando los canarios queremos definirnos, nos mostramos inseguros y vacilantes. Aparte de aquéllos que zanjan la cuestión de nuestra identidad con “axiomas” del tipo “soy español y europeo” o “soy africano”, la mayoría de los canarios tenemos problemas para decir de una manera clara quiénes somos.
En gran parte, estas dificultades se ven agravadas por el desconocimiento generalizado de nuestra realidad. La historia, la literatura y la espiritualidad canarias nos han sido negadas por medio de un silenciamiento sistemático en el que nuestras instituciones culturales y educativas, y nuestras universidades en particular, no han jugado un papel inocente. Durante muchos años, cualquier intento de desvelamiento de nuestra realidad desde la historia, la literatura o la filosofía ha sido tildado de radical, en el sentido más despectivo del término. Dicho de otro modo, enseñar historia o literatura canarias ha sido sinónimo de adoctrinamiento político para aquellos intelectuales que han venido sosteniendo que Canarias no es más que una región de España cuyas particularidades no son mayores que las que pueda tener, por ejemplo, la región de Murcia. Pero eso es negar la realidad.
Canarias está situada en el Océano Atlántico, a cien kilómetros de África, a mil cien de Europa y en la ruta marítima hacia América. Esta constatación geográfica, que no por evidente ha sido menos ocultada, va a servir de punto de partida a la idea que vamos a exponer a continuación: la Atlanticidad de Canarias.
Lo que caracteriza a Canarias no es su pertenencia a un espacio continental, como le sucede a Alemania, Guatemala o Canadá, sino su situación geográfica, en el Atlántico, en el cruce de tres continentes. A partir de esta idea, que ha venido siendo brillantemente desarrollada por intelectuales como Manuel Padorno, se puede adelantar la conclusión siguiente:
Nuestra manera de ver el mundo, nuestra cosmovisión, nos viene dada por ese rasgo de Atlanticidad.
Hay múltiples ejemplos que apoyan esta tesis:
1. En momentos de grave crisis económica, los canarios no hemos emigrado a la Península, sino a América... a través del Atlántico.
2. En algunas fases de nuestra historia económica, los intercambios mayoritarios no se han llevado a cabo con la Península sino, por ejemplo, con Inglaterra... a través del Atlántico.
3. Los aportes poblacionales a nuestro archipiélago inmediatamente después de la Conquista no fueron sólo españoles, sino también portugueses, genoveses, flamencos, esclavos africanos, etc., llegados... a través del Atlántico.
Y es que no podía ser de otra manera, porque el mar, tantas veces citado y tomado como referente por nuestros artistas, es el elemento definitorio de nuestra realidad.
Ahora bien, si esto no tuviera consecuencias en nuestras vivencias, quizá no pasaría de ser una interesante constatación. Pero tiene consecuencias.
¿Cuántas veces hemos oído decir que los rasgos definitorios de nuestra realidad son la lejanía y la insularidad? Muchas, muchísimas veces, tantas que parece que se tratara de una verdad incuestionable. Esta afirmación, sin embargo, parte de una idea preconcebida: la idea de que el centro no está en Canarias, de que estamos lejos del centro. Y si desvelamos esta idea, una serie de implícitos secundarios quedan también a la luz. ¿Por qué la literatura canaria ocupa un lugar secundario en los planes de estudio de nuestras universidades? Porque tradicionalmente se ha venido sosteniendo que la literatura canaria es una pequeña parte de la española, y que esta última es la verdaderamente importante. A una región marginal le corresponde una literatura marginal.
El problema frente al que nos sitúa esta visión no es que nos coloque lejos de ningún sitio, sino que nos coloca lejos de nosotros mismos, nos hace despreciar nuestra literatura, nuestra pintura, nuestra historia, al hacernos creer que no podemos ser el centro de nosotros mismos.
Por el contrario, si nuestro centro está aquí, en Canarias, de repente cobramos consciencia de nuestras posibilidades creativas, nos sentimos dueños de nosotros mismos, de nuestros sueños, de nuestro futuro.
Esta novedosa visión, la Atlanticidad, también tiene consecuencias en la percepción que tenemos de la historia. La Atlanticidad permite una visión unitaria de la historia de Canarias, sin rupturas, sin traumas. Los primeros pobladores de nuestro archipiélago llegaron por el Atlántico desde el continente africano; los primeros barcos europeos arribaron a nuestras costas surcando el mismo mar; los conquistadores y colonos españoles navegaron más de mil kilómetros por el Océano Atlántico para llegar a Canarias; nuestros emigrantes mataron el hambre cruzando el Atlántico de Este a Oeste para llegar a América. Estos importantísimos hechos históricos son sólo algunos ejemplos que muestran cómo, también desde un punto de vista histórico, el Atlántico ha conformado lo que hoy somos.
La Atlanticidad es, por tanto, una idea humanista, que coloca al ser humano que habita Canarias en el centro de su existencia, sin complejos de inferioridad.
Nuestro centro estará allí donde nosotros lo ubiquemos. Si perdemos el miedo a mirarnos en nuestro espejo atlántico para preguntarnos quiénes somos y a dónde vamos, podremos empezar a decir que somos canarios, atlánticos y universales.