Revista nº 985
ISSN 1885-6039

El espejo atlántico.

Lunes, 09 de Enero de 2006
Tenesor Rodríguez Martel
Publicado en el número 87

¿Cuántas veces hemos oído decir que los rasgos definitorios de nuestra realidad son la lejanía y la insularidad? Muchas, muchísimas veces, tantas que parece que se tratara de una verdad incuestionable. Esta afirmación, sin embargo, parte de una idea preconcebida: la idea de que el centro no está en Canarias, de que estamos lejos del centro.



Muchas veces, cuando los canarios queremos definirnos, nos mostramos inseguros y vacilantes. Aparte de aquéllos que zanjan la cuestión de nuestra identidad con “axiomas” del tipo “soy español y europeo” o “soy africano”, la mayoría de los canarios tenemos problemas para decir de una manera clara quiénes somos.

En gran parte, estas dificultades se ven agravadas por el desconocimiento generalizado de nuestra realidad. La historia, la literatura y la espiritualidad canarias nos han sido negadas por medio de un silenciamiento sistemático en el que nuestras instituciones culturales y educativas, y nuestras universidades en particular, no han jugado un papel inocente. Durante muchos años, cualquier intento de desvelamiento de nuestra realidad desde la historia, la literatura o la filosofía ha sido tildado de radical, en el sentido más despectivo del término. Dicho de otro modo, enseñar historia o literatura canarias ha sido sinónimo de adoctrinamiento político para aquellos intelectuales que han venido sosteniendo que Canarias no es más que una región de España cuyas particularidades no son mayores que las que pueda tener, por ejemplo, la región de Murcia. Pero eso es negar la realidad.

Canarias está situada en el Océano Atlántico, a cien kilómetros de África, a mil cien de Europa y en la ruta marítima hacia América. Esta constatación geográfica, que no por evidente ha sido menos ocultada, va a servir de punto de partida a la idea que vamos a exponer a continuación: la Atlanticidad de Canarias.

Lo que caracteriza a Canarias no es su pertenencia a un espacio continental, como le sucede a Alemania, Guatemala o Canadá, sino su situación geográfica, en el Atlántico, en el cruce de tres continentes. A partir de esta idea, que ha venido siendo brillantemente desarrollada por intelectuales como Manuel Padorno, se puede adelantar la conclusión siguiente:

Nuestra manera de ver el mundo, nuestra cosmovisión, nos viene dada por ese rasgo de Atlanticidad.


Hay múltiples ejemplos que apoyan esta tesis:

1. En momentos de grave crisis económica, los canarios no hemos emigrado a la Península, sino a América... a través del Atlántico.

2. En algunas fases de nuestra historia económica, los intercambios mayoritarios no se han llevado a cabo con la Península sino, por ejemplo, con Inglaterra... a través del Atlántico.

3. Los aportes poblacionales a nuestro archipiélago inmediatamente después de la Conquista no fueron sólo españoles, sino también portugueses, genoveses, flamencos, esclavos africanos, etc., llegados... a través del Atlántico.


Y es que no podía ser de otra manera, porque el mar, tantas veces citado y tomado como referente por nuestros artistas, es el elemento definitorio de nuestra realidad.

Ahora bien, si esto no tuviera consecuencias en nuestras vivencias, quizá no pasaría de ser una interesante constatación. Pero tiene consecuencias.

¿Cuántas veces hemos oído decir que los rasgos definitorios de nuestra realidad son la lejanía y la insularidad? Muchas, muchísimas veces, tantas que parece que se tratara de una verdad incuestionable. Esta afirmación, sin embargo, parte de una idea preconcebida: la idea de que el centro no está en Canarias, de que estamos lejos del centro. Y si desvelamos esta idea, una serie de implícitos secundarios quedan también a la luz. ¿Por qué la literatura canaria ocupa un lugar secundario en los planes de estudio de nuestras universidades? Porque tradicionalmente se ha venido sosteniendo que la literatura canaria es una pequeña parte de la española, y que esta última es la verdaderamente importante. A una región marginal le corresponde una literatura marginal.

El problema frente al que nos sitúa esta visión no es que nos coloque lejos de ningún sitio, sino que nos coloca lejos de nosotros mismos, nos hace despreciar nuestra literatura, nuestra pintura, nuestra historia, al hacernos creer que no podemos ser el centro de nosotros mismos.

Por el contrario, si nuestro centro está aquí, en Canarias, de repente cobramos consciencia de nuestras posibilidades creativas, nos sentimos dueños de nosotros mismos, de nuestros sueños, de nuestro futuro.

Esta novedosa visión, la Atlanticidad, también tiene consecuencias en la percepción que tenemos de la historia. La Atlanticidad permite una visión unitaria de la historia de Canarias, sin rupturas, sin traumas. Los primeros pobladores de nuestro archipiélago llegaron por el Atlántico desde el continente africano; los primeros barcos europeos arribaron a nuestras costas surcando el mismo mar; los conquistadores y colonos españoles navegaron más de mil kilómetros por el Océano Atlántico para llegar a Canarias; nuestros emigrantes mataron el hambre cruzando el Atlántico de Este a Oeste para llegar a América. Estos importantísimos hechos históricos son sólo algunos ejemplos que muestran cómo, también desde un punto de vista histórico, el Atlántico ha conformado lo que hoy somos.

La Atlanticidad es, por tanto, una idea humanista, que coloca al ser humano que habita Canarias en el centro de su existencia, sin complejos de inferioridad.

Nuestro centro estará allí donde nosotros lo ubiquemos. Si perdemos el miedo a mirarnos en nuestro espejo atlántico para preguntarnos quiénes somos y a dónde vamos, podremos empezar a decir que somos canarios, atlánticos y universales.

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Comentarios
Miércoles, 08 de Julio de 2009 a las 23:23 pm - roberto García Gutiérrez

#04 aunque soy un anglofilo y me decanto más por esa cultura sajona siento en mi interior una enorme pena al ver que todas estas teorias que intentan definirnos no nos sirven sino para publicar articulos que llenan papeles y paginas web. Este hecho me apena aún más porque el yugo, primero económico y segundo cultural, nos somete sin ninguna posibilidad de escape. Somos, sin remedio y sin escapatoria alguna somos la cuna que mese el ex-imperio español....

Miércoles, 27 de Mayo de 2009 a las 16:36 pm - keltom

#03 yo estoy de acuerdo con la teoria que dice que las islas pertenecen alafrica , porque forman parte de elle

Domingo, 22 de Enero de 2006 a las 10:01 am - Tenesor Rodriguez Martel

#02 Hola, Molinero:

Antes que nada, te pido disculpas porque no escribo desde mi ordenador y en este no esta instalado el teclado espagnol, con lo que la puntuacion y acentuacion dejaran mucho que desear; aun asi, estoy seguro de que nos entenderemos.

Este texto, que escribi hace ya algunos agnos y que -a pesar de que sigo estando de acuerdo con su idea principal, la centralidad de Canarias- me parece hoy un punto ingenuo, ha servido una vez mas como fuente de debate. Lo agradezco a Bienmesabe y, personalmente, a Jose Miguel Perera.

Somos atlanticos, euroafricanos, europeos a secas...? La pregunta sigue en el aire. Pero, sin duda, lo mas importante lo apuntas en tu comentario: se acabo el tiempo de esperar y de mirar hacia arriba (que torticolis nos ha producido tirarnos 5 siglos mirando siempre para arriba!!!) Es normal que ahora nos cueste mirar al frente y mover los brazos. El cuerpo no se acostumbra de la noche a la magnana a una nueva postura. Pero no pasa nada, irremediablemente algo se esta moviendo (Bienmesabe es buena muestra de ello).

Salud y gracias por la atencion que le has prestado a este 'imberbe' articulo.

Jueves, 12 de Enero de 2006 a las 16:20 pm - molinero

#01 'El canario es un europeo que nace en Africa y emigra a América'. No me acuerdo donde pesqué este golpe de autoironía canaria algo viejo, hoy ya nadie emigra a América, pero el esquema básico es cierto. Más que nunca hay que definir un lugar, y un tiempo.

El problema es el lugar. ¿Qué quiere decir lo de 'atlántico'? En el fondo sino que por ahí no hay nadie. Hasta que se acabe el agua. En los tiempos anteriores a la gran explosión demográfica del siglo 19 los canarios eran apenas 80.000 pelagatos por cuyas islas pasaba un barco cada mes, si acaso. A veces ni eso. Eran pocos, viviendo en un aislamiento fabuloso, y estaban acostumbrados. Hoy ya no es tanto, afortunadamente. Hay casi 2.000.000 de canarios varios, la radio, los medios de transporte, el fabuloso internet en que estamos, etc. y lo que quepa, nos ha integrado en la gran conversación mundial, lo que pasa es que una buena parte de los canarios está en una actitud como el indio en aquel legendario chiste filosófico en que el viejo jefe de tribu, después de viajar por primera vez en su vida unos kilómetros en un coche, se sienta en una piedra junto a la vereda para esperar a que su alma que se le quedó atrás le dé alcance.

Pues no, amigos, el tiempo de la filosofía de esperar que por fin llegue el alma que se quedó, esos tiempos pasaron. Cierto, hay que reordenar unos cuantos conceptos polvorientos llegados del pasado, conocer algo mejor la historia de lo que hoy existe, vale la pena combinar a Manuel Alemán con Fernand Braudel para aclarar algún que otro despiste histórico, y por lo demás dejar correr la fantasía creativa. Eso de mirar hacia arriba a ver lo que dicen en las alturas o lejanias ya aburre hasta a las piedras. ¿Hay que reinventarse? Pues ya, y sin falsas modestias. Los Canarios habitantes de un centro vacío. ¿Y qué? Los solidarios están todos invitados.