Revista nº 1040
ISSN 1885-6039

La Aurora. Semanario de literatura y de artes (1847-1848).

Viernes, 31 de Marzo de 2006
Bruno Pérez
Publicado en el número 98



Esta obra* es un estudio sobre una publicación periódica que vio la luz en Santa Cruz de Tenerife durante los años de 1847 y 1848. Esta revista estaba preparada por unos colaboradores y unos redactores que eran paradigmas, según la autora, de un Romanticismo rezagado que los teñía de cierto clasicismo e Ilustración.

La revista nace con un claro propósito educador y reivindicativo para con el pueblo canario, el cual se veía al margen de la historia y del progreso. Además surge por ese elemento romántico de acercarse a lo propio o autóctono; sin embargo, observamos que doña Josefina Zamora Lloret no hace un estudio del contenido de la revista en su contexto. Esto es lógico, ya que su formación periodística se dispone a darnos noticia de la vida y los contenidos de esta revista, aunque es de admirar que se percate de ciertas injusticias históricas que se han cometido con Canarias y que todavía seguían (y siguen) vigentes en el momento en que redactó el libro.




La revista, que fue inaugurada en 1847, fue cerrada en 1848. Aunque Zamora lo apunta de soslayo y no profundiza en el tema, es obvio que La Aurora fue clausurada porque se volvía un aparato subversivo. Sólo tenemos que observar cómo sus redactores pedían un trato distintivo para las Canarias en cuanto a la aplicación de los aranceles y una protección de su agricultura, comercio, navegación, pesca e industria, ya que las Islas tuvieron en el pasado ciertas peculiaridades por su condición periférica que exigía un régimen administrativo especial.

Esta revista tiene ciertos parentescos neoclásicos con las publicaciones de Addison y Steele (The Spectator) y de nuestro Clavijo y Fajardo (El Pensador). Su nombre, La Aurora, es simbólico y refleja toda la connotación de lo que nace y brilla con esplendor después de las más absolutas tinieblas. En este aspecto observamos la correspondencia ideológica con el llamado Siglo de las Luces. Aunque el título de la publicación es La Aurora. Semanario de literatura y de artes, vemos que no sólo se preocupaban de estos temas, sino de otros también; esta es la clasificación que propone Zamora:

- Historia de las Islas.
- Biografías de canarios célebres.
- Usos y costumbres locales.
- Artes liberales y mecánicas.
- Industria.
- Comercio.
- Navegación.
- Agricultura.
- Ciencias Naturales.
- Geografía.
- Estadística.
- Educación.
- Revista teatral.
- Variedades.


En el tratamiento de estos temas se observa un afán por educar a la comunidad canaria y una preocupación por su realidad. Entre los colaboradores y redactores de la revista se encuentran, entre los más conocidos, don José Desiré Dugour, don Ignacio de Negrín (que colabora como articulista –sobre todo en navegación, pues era marino– y poeta), don José Plácido Sansón, don Manuel Marrero y Torres, don Melquíades Espínola y Bethencourt, don Sabino Berthelot, don Bartolomé Martínez Escobar, don Graciliano Afonso, etc. Los grabados parecen ser que eran obra de don Cirilo Romero.

Estéticamente, advertimos una polifanía cuando tratan de arte y literatura (incluyen creaciones poéticas), pues se percibe el gusto por la norma neoclásica en algunos (esto lo observamos, por ejemplo, cuando se le recrimina a Cairasco su barroquismo desaforado, aunque se percaten de su intrínseco valor), el Romanticismo en otros y un Romanticismo que tiende ya hacia un modernismo rubendariano.

En cuanto a temas sociales se refiere, es de destacar ciertas ideas socialistas de la época en José Desiré Dogour. Debemos tener en cuenta que el movimiento socialista surge con más fuerza en Europa en ese mismo siglo, sin embargo, todavía es muy imperceptible en el semanario.

Después de leer este estudio y profundizar en los contenidos de la revista, sólo nos queda preguntarnos –como hizo un amigo– qué pasó con el XIX canario del que prácticamente no hay estudios; dónde está; por qué no se investiga y dónde quedaron sus fuerzas.

Como muestra de los textos que en esta revista canaria se publicaron, copiamos a continuación una cita firmada por La Redacción el día en que se dio la noticia de la creación de la Biblioteca Isleña, iniciativa que tenía como finalidad la publicación de obras de canarios. ¡Y pensar que, en muchos casos, todavía estamos pensando y manifestando las mismas cosas...!

Es menester que lo confesemos. Existe entre nosotros (se embermejece el ánimo con tal confesión) cierta prevención fatal respecto de las producciones literarias de los naturales; y de ahí, sin duda: ese desvío con que se las considera, ese olvido en que se las tiene sepultadas. Entre nosotros, al revés de lo que generalmente acontece, se miran sobre hombros los esfuerzos de los hijos del país en añadir siquiera una sola piedra a los materiales que para elevar el monumento de la ilustración han ido aglomerando las naciones. ¿Existen motivos en que apoyar esa incalificable conducta? El número de los ingenios Canarios no alcanza, ni con mucho, es verdad, a igualar el que presentan otros pueblos, mejor situados al intento y cuyas circunstancias favorables al desarrollo de la inteligencia no admiten comparación con las de nuestras islas. Pero ¿en ese número (pequeño si se quiere apareado con el de otras regiones, aunque azaz grande si se estima la estrechura de nuestro territorio) no lucen, como otras tantas lumbreras, autores que la historia literaria ha colocado en la primera línea?... Abandónese, pues esa dañosa preocupación, que contribuye de sobra a echar sueltas a las imaginaciones canarias; y ya que hartos zarzales y precipicios embarazan el curso que hacia el templo de la Fama dirige, no se junten a ellos el desconhorte de la indiferencia o el venenoso tiro del desprecio.



* ZAMORA Lloret, Josefina, Estudio sobre la “Aurora”, Ediciones Nuestro Arte, Santa Cruz de Tenerife, 1980.

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Comentarios
Sábado, 01 de Abril de 2006 a las 09:50 am - perera

#02 Estar dentro y fuera al mismo tiempo: significativa afirmación a tener en cuenta. Se trata de estar inmiscuido en la cultura canaria, pero a la vez tener una considerable distancia que nos haga ver lo que, por cercanía, nunca veríamos. Algo así como ser ex-tranjero en tu propia cultura.

Y sí: lo triste es que, en tantas ocasiones, seguimos pensando y discutiendo cosas que ya hace más de un siglo se estaban debatiendo. Todo esto es fruto de la ignorancia sobre nuestro pasado; y sobre todo el s. XIX, echado de lado más que ninguno: especialmente en el ámbito literario.

Viernes, 31 de Marzo de 2006 a las 13:37 pm - molinero

#01 Realmente notable la inmovilidad insular. Desde la Aurora han pasado ya casi 150 años y como si nada. Lo que viene de afuera siempre es mejor, más importante, más ... lo que sea, la propia producción (de lo que fuere) siempre es peor, menos importante ... lo que sea. De vez en cuando a alguno(s) se le(s) da un ataque e invierten los términos, lo que nuevamente confirma la vieja regla que hay que cambiarlo todo para que todo quede igual. Es que para sacar algo en el tiro al blanco hay que apuntar al centro, no a los extremos. O hacer dos cosas aparentemente contradictorias: estar dentro y fuera al mismo tiempo. Es una invitación.