Revista nº 1037
ISSN 1885-6039

Aves y poblamiento de Canarias.

Jueves, 23 de Noviembre de 2006
Antonio Machado Carrillo
Publicado en el número 132

Las Canarias, por su condición de islas, le deben mucho a estos singulares seres. Quizás no nos hayamos preguntado el porqué una isla, estando aislada en medio del mar, alberga un sinfín de plantas y animales. ¿De dónde y cómo vinieron?





Los comienzos de la vida en nuestras islas.

Las aves son un grupo de vertebrados bastante abundante en la Tierra, ya que en su evolución a partir de los reptiles, han dominado el medio aéreo y poblado, a través de él, los mas recónditos lugares de nuestro Planeta. Por otro lado, su éxito evolutivo no solo se manifiesta en la expansión geográfica alcanzada por el grupo, sino también en su alto grado de especialización; es decir, que han aprovechado en la medida de sus posibilidades los distintos ambientes que les brinda la Naturaleza. Así hay aves acuáticas, otras que viven en los hielos del Polo, o bajo las más inhóspitas condiciones en los desiertos. Casi no existen regiones que no hayan sido surcadas por la sombra de un ave en vuelo. Incluso las porciones de tierra más aisladas, las islas o los islotes que emergen en el océano, están pobladas por ellas y, a menudo, son sus únicos habitantes.



Las Canarias, una islas oceánicas.

Las Canarias, por su condición de islas, le deben mucho a estos singulares seres. Quizás no nos hayamos preguntado el porqué una isla, estando aislada en medio del mar, alberga un sinfín de plantas y animales. ¿De dónde y cómo vinieron?

Existen dos clases de islas. En un primer tipo nuestro enigma tiene fácil solución. Son aquellas islas que en un principio fueron parte del continente y por tanto estaban habitadas. Luego, debido a complejos fenómenos geológicos se desgajaron y quedaron aisladas en el mar. A este tipo de islas se las llama "continentales", en oposición a las "oceánicas", que son aquellas, usualmente volcánicas, emergidas desde los fondos marinos y que por tanto nunca han estado en contacto con otras tierras. Este es el caso de Canarias y la médula de nuestro problema. Estas islas, al emerger, lo hicieron en forma de volcanes y de ahí que estaban totalmente esterilizadas, sin un atisbo de vida. Y bien, ¿cómo se ha llegado desde esas primeras islas estériles hasta las actuales Canarias, famosas por la riqueza y originalidad de su flora y fauna? Veamos que nos dicen las aves.



Las aves marinas, primeras habitantes de Canarias.

Un grupo de ellas se ha especializado en la vida marina. Todos conocemos a las gaviotas, pardelas, charranes, painos, alcatraces, etc. Han desarrollado refinados métodos de pesca y plumaje que les permiten posarse y flotar sobre el agua. Pero su vida no puede discurrir siempre en alta mar ya que en la época de reproducción necesitan tierra firme donde construir sus nidos. Esta tierra firme puede ser cualquier playa, roqueda o acantilado siempre que no esté previamente ocupado por otras aves. Y ¿qué mejor lugar que nuestras islas estériles, sin un sólo habitante que las moleste? Vemos así cómo las aves marinas fueron los primeros habitantes de Canarias y las responsables directas de la vida en nuestras islas. A partir de su llegada se inicia el vertiginoso proceso del poblamiento de una isla, uno de los más excitantes aspectos de la Naturaleza.



El comienzo de la vida en las islas.

Durante la época de nidificación las aves marinas depositan sus huevos entre los riscos y acantilados y, en su ir y venir, los van rociando poco a poco con sus excrementos. Las semillas de las plantas que transportadas por el viento caen en nuestras islas, encuentran ahora un fértil guano donde germinar. Simultáneamente los líquenes, que son los más agresivos, empiezan también a colonizar este ambiente inhóspito. Así se inicia la vida vegetal y, con ella, el principio de una cadena que se complicará geométricamente. Estos primeros vegetales comienzan a formar suelo a través de la acción de sus raíces y de sus partes muertas. Ello permite, a su vez, el asentamiento de otros vegetales. Paralelamente los insectos que transportados por el viento (se calcula que una columna de atmósfera de 4.200 metros de altura y 1 km2 de sección, contiene hasta unos 10 millones de animales) hubieran perecido en las islas, encuentran ahora un sustrato vegetal del que alimentarse. Una vez establecidos los insectos herbívoros, podrán colonizar la isla los predadores que se alimentan de ellos. El asentamiento de ciertos insectos permite a su vez el desarrollo de plantas que necesitan ser polinizadas, y así sucesivamente se va complicando el cuadro de especies animales y vegetales.



Las aves, portadoras de vida.

¿Y las aves? Bien, todos conocemos la existencia de muchas aves que migran periódicamente abandonando sus patrias en las épocas desfavorables para buscar refugio en otras zonas más hospitalarias. Muchas de ellas se desvían de sus rutas migratorias. Las hay que perecen, pero otras descubren nuevas regiones como pueden ser nuestras nuevas islas, ahora ricas en alimento, y se establecen en ellas. Algunas se afincan ya para siempre, formando parte de su fauna, y otras regresarán a su patria de origen, pero para volver el año que viene, estableciendo una nueva ruta migratoria. Estos primeros viajes del continente a las islas, y luego también los periódicos de tipo migratorio, son de suma importancia ya que constituyen una especie de flujo de nueva vida. Trabadas en las patas de las aves o adheridas con barro, pueden viajar muchas semillas de plantas e incluso insectos. Otras semillas son transportadas en el tubo digestivo. Recordemos el caso del cuervo y la sabina de cuyo fruto se alimenta el primero y que, después de digerido el fruto, las semillas que permanecen intactas son deyectadas y sembradas allí donde el cuervo deposite sus excrementos. Las aves vuelven a ser portadoras de vida.



Las adaptaciones al medio insular.

Pero todo este proceso tendrá un límite, cierto. Nuestras islas llegan a un punto en que se saturan de especies animales y vegetales, y en ese momento las nuevas colonizaciones se hacen muy escasas o cesan. La evolución de los sistemas establecidos continúa pero con muchas menos influencias externas. Se trata de una evolución digamos que interna, de un proceso de indigenización. El ave que llega a nuestra isla es igual a sus congéneres del continente.

Pero con el transcurso del tiempo a veces muchos miles o millones de años, la vida en un ambiente tan distinto como es el insular va seleccionando transformaciones para una mejor adaptación a él. Estas transformaciones llegan a ser tan radicales que de lo que en un principio era una misma ave se ha originado una nueva especie, insular, diferente de la continental. A estas, por vivir sólo en dicha islas, se las llama endémicas.

Otras aves no se modifican en absoluto, y siguen siendo la misma especie que la del continente. A lo más se diferencia un poco y pasan a ser consideradas como razas insulares, que los científicos llaman subespecies. El colmo de la complicación se da cuando una especie endémica del archipiélago comienza a diferenciarse en razas distintas en las diferentes islas.



La avifauna autóctona.

A través de esta disgregación, de un corto número inicial de aves se pueden originar varias razas y especies. De manera que las avifaunas insulares suelen estar caracterizadas por la presencia de gran número de forma endémicas, o sea, exclusivas y únicas de dichas islas o archipiélago.

Charles Darwin, a quien tanto debe la Biología, inmortalizó a las islas Galápagos dando a conocer la evolución que tuvo lugar en los pinzones que habitan dicho archipiélago. Nuestras Canarias son más modestas, pero no por ello dejan de presentar sus buenos ejemplos evolutivos.

En los mismos pinzones encontramos uno, el vulgar "pájaro de monte", que presenta una subespecie o raza geográfica en Tenerife, Gomera y Gran Canaria, otra para La Palma y una tercera para El Hierro.

En realidad, en Canarias viven actualmente unas 72 especies de aves sedentarias, es decir, que viven y crían aquí solo cuentan con 42 y 21 respectivamente. De ellas muchas son razas canarias de especies continentales (Petirrojo, Mosquitero o "chilín", Alpispa o "banderita", el Pico-picapinos o "peto", el tabobo, jilguero, mirlo, etc.). Sólo tres especies son verdaderos endemismos canarios: la paloma rabiche, la tarabilla canaria y el pinzón del Teide. Quizás algún lector se esté preguntando sobre el canario, que tanta fama ha dado a nuestro Archipiélago. El canario, que derivó del verdecillo europeo, vive también en Madeira, de manera que no es tan "canario" como se pueda suponer. Lo mismo ocurre con el bisbita caminero, el vencejo unicolor y la paloma truqué, que pueblan estos dos Archipiélagos simultáneamente.



El gorrión, "ave non grata".

Pero entre estas 70 especies sedentarias (se conocen unas 100 aves más que son migradoras o visitantes accidentales) algunas no son indígenas. Tal es el caso del gorrión moruno que todos conocemos de jardines y aleros de las casas. Fue introducido no hace mucho tiempo por el hombre y, en su complicidad, ha ido extendiéndose por todo el Archipiélago, desplazando en muchas zonas a la verdadera avifauna canaria. De ahí que al gorrión lo podamos declarar "ave non grata" a nuestras islas.

Sí, realmente hemos entrado en una nueva etapa dentro de la historia de nuestra "primitiva isla estéril". Todos los indicios señalan que se ha iniciado un proceso inverso que amenaza acabar con todos esos millones de años de evolución y azar con todas esas especies, razas y demás que hemos mencionado hace poco.



El hombre, una amenaza.

Ciertamente, al hombre también le ha tocado colonizar las islas. Como especie hegemónica de la evolución, ha dominado el ambiente isleño como otros tantos; fenómeno justo y triste a la vez. El Homo Sapiens lo transforma todo a su antojo y necesidad. Destruye, contamina, aniquila sin mayores miramientos que los económicos. Su doctrina de idolatración al dinero le hace rebasar las fronteras de lo necesario y de lo justo. Somos algo así como el gorrión, un "ave non grata" al ambiente insular.

Pero nos ha tocado vivir aquí, y esta es nuestra tierra. Sólo pedimos algo de comprensión. No despilfarremos nuestra escasa y demasiado maltratada Naturaleza. Un par de kilómetros cuadrados y se hubiera salvado el Oasis de Maspalomas, por ejemplo, un paraíso vegetal y centro de rutas migratorias de aves. Siempre es triste arrepentirse de lo irreparable, y nos queda tan poco...



Antonio Machado Carrillo es Profesor de Ecología de la Universidad de La Laguna.


Este artículo ha sido previamente publicado en el número 102 de la revista Aguayro, editada por la Caja Insular de Ahorros de Gran Canaria, en agosto de 1978.

Comentarios
Martes, 08 de Agosto de 2017 a las 02:26 am - charles darwin

#02 cual es la diferencia entre las aves canarias y las estrildidea..

Miércoles, 20 de Febrero de 2008 a las 10:18 am - charles darwin

#01 para bladimir trabajo