Revista n.º 1072 / ISSN 1885-6039

Nuestra Señora de Montserrat. Una tabla flamenca de la Virgen de La Montaña en Los Sauces.

Jueves, 27 de abril de 2006
José Guillermo Rodríguez Escudero
Publicado en el n.º 102

La flamante patrona de la localidad, la venerada imagen de bulto de la misma advocación, se hallaba colocada sobre el sagrario que se ubicaba delante del cuadro que nos ocupa. Es una bella escultura en madera policromada del siglo XVI y que actualmente preside el templo parroquial. Pérez Morera nos informa de que los dos angelitos que poseía bajo sus pies aserrando una montaña -atributo iconográfico de la patrona catalana- lamentablemente ya no existen. Existe constancia documental ya desde 1676, en la visita que realizara el licenciado don Juan Pinto de Guisla a la iglesia saucera. La bella imagen sigue saliendo en procesión en su onomástica, el 27 de abril y en las fiestas patronales de septiembre. Sus preciosas andas de baldaquino son portadas a hombros en estas solemnidades, siendo acompañadas por numerosos fieles.

Momento de la Procesión de la Virgen de Monserrat, en San Andrés y Sauces de La Palma.



De entre el fabuloso legado flamenco llegado a La Palma durante el siglo XVI, podemos destacar una pintura de excepcional valor. Se trata de un enorme cuadro de altar que hasta finales del siglo XVII presidió el oratorio puesto bajo su advocación en el ingenio azucarero de Los Sauces. Durante unos cien años, esta excepcional pintura estuvo colocada en el altar mayor de ese templo hasta que en 1686 fuera sustituida por un retablo de madera de tres nichos y sagrario procedente del desamortizado convento de Santa Clara de la capital palmera. En esos instantes fue instalada en el altar de San Amaro hasta que posteriormente pasó al coro bajo de la antigua iglesia. En 1960 se demolió este templo y actualmente está emplazada en el baptisterio de la actual parroquia de Montserrat del término municipal norteño de San Andrés y Sauces.

El profesor palmero Pérez Morera, en su completo estudio sobre esta magnífica pieza, informa de que fue “pintada en los Países Bajos en el último cuarto del siglo XVI” y que la obra ha sido “adscrita a la Escuela de Brujas”. Tanto por su iconografía como por su calidad, esta pintura es un importante ejemplo de cómo el tema de Montserrat -símbolo emblemático de la identidad cultural catalana- se halla vinculado a la expansión económica y comercial de ese pueblo desde la Edad Media. La representación de la sagrada montaña catalana donde se ubica el monasterio benedictino de Montserrat ha sido representada en miles de estampas distribuidas desde el siglo XV entre la multitud de peregrinos, ansiosos por llevarse un recuerdo del cenobio. Así, esta iconografía mariana llegó hasta los confines de la Tierra. Se cree que la representación de ese monte procede de una estampa grabada en Roma en 1572 por Antonio Lafreri.




Díaz Padrón -conservador de pintura flamenca y holandesa del prestigioso Museo del Prado de Madrid- atribuye la autoría de la tabla al gran último epígono de esa escuela, Pierre Pourbus el Viejo (1523-1584), “aunque con las reservas de una sospecha verosímil”.

La bella pintura fue encargada a Flandes por los dueños de la denominada Hacienda de los Señores o Heredamiento de los Catalanes, a quienes correspondía el patronazgo de la iglesia de Montserrat. Ésta fue erigida en 1513 para atender las necesidades espirituales de los dueños y trabajadores del ingenio de azúcar, fundado por el catalán Marcos Roberto de Montserrat, de la importante dinastía de los Benavent. Por este motivo fue consagrado a la patrona del rico mercader. Un cuñado de éste, llamado Pedro de Benavent, había prestado enormes sumas de dinero para financiar la conquista de La Palma. En premio a este gran servicio, el Adelantado Alonso Fernández de Lugo entregó las tierras y aguas del río de Los Sauces para que allí construyera un ingenio azucarero. Su apoderado, el mercader catalán Gabriel de Socarrás, tomó posesión de esta data en 1502 y también obtuvo repartimiento de tierras en Los Sauces. Como testimonio de su fervor hacia la patrona catalana, edificó la capilla bajo esta advocación mariana en el convento franciscano de Santa Cruz de La Palma. La efigie sevillana de la Virgen de Montserrat actualmente se encuentra en la capilla de San Nicolás de Bari del mismo templo, mientras que en la primitiva se encuentra entronizado el venerado Señor de la Piedra Fría en su retablo churrigueresco.

El profesor Pérez Morera sigue informando de que “suponemos que la tabla llegó de Flandes por mediación de Tomás Van de Walle de Cervellón, natural de Brujas y mayordomo de la iglesia de Montserrat desde 1590”. Este caballero había adquirido una de las dos grandes haciendas de cañaverales, el heredamiento de los catalanes, en 1588, junto con el patronazgo de la iglesia. Ya en el primer inventario de este templo de 1616 se cita como “una ymagen de Nuestra Señora de Monserrate grande, pintada al olio, que coxe todo el altar; es quadro con su bastidor dorado”. El mismo investigador nos indica que este mismo marco es el que afortunadamente tiene el lienzo, “de excepcional valor estético y documental”. También lo describe como un marco formado por dos molduras doradas que dejan entre sí un ancho espacio decorado con finas cintas entrelazadas, cartelas y espejos, en oro, rojo y verde, que se reparten sobre las superficies lisas y blancas de los fondos. También consta en el inventario de 1679. Allí figura como “vn retablo de pintura de Nuestra Señora de Montserrate con guarnición ancha de madera dorada”.












La flamante patrona de la localidad, la venerada imagen de bulto de la misma advocación, se hallaba colocada sobre el sagrario que se ubicaba delante del cuadro que nos ocupa. Es una bella escultura en madera policromada del siglo XVI y que actualmente preside el templo parroquial. Pérez Morera nos informa de que los dos angelitos que poseía bajo sus pies aserrando una montaña -atributo iconográfico de la patrona catalana- lamentablemente ya no existen. Existe constancia documental ya desde 1676, en la visita que realizara el licenciado don Juan Pinto de Guisla a la iglesia saucera. La bella imagen sigue saliendo en procesión en su onomástica, el 27 de abril y en las fiestas patronales de septiembre. Sus preciosas andas de baldaquino son portadas a hombros en estas solemnidades, siendo acompañadas por numerosos fieles.

La pintura representa la santa montaña catalana tal y como aparecía en la estampa de Lafreri. La Virgen aparece con el Niño en brazos en el tercio superior del cuadro, envuelta en nubes y entronizada sobre la cúspide del monte. La rodean ángeles y dos de ellos mantienen una corona sobre su cabeza. Pérez Morera nos indica también que la escena superior, clásica y romanista, ha sido creada por un maestro, mientras que la pormenorizada descripción de la montaña debe ser obra de discípulos o aprendices. Nos la describe así: “Es una Madona de formas rotundas y elegantes, cuyo modelado acusa el clasicismo del renacimiento a la italiana. La nota de humanidad la imprime el Niño Jesús que tira de la toca blanca que cubre la cabeza de María, símbolo de la maternidad”.

En el tercio inferior viene representada la villa prioral de Collbató, junto al río Llobregat , desde donde se inicia la cuesta ascendente y el camino en zigzag por donde los peregrinos accederán al monasterio. En el ascenso se observan los siete cruceros de piedra, que representan los mandados a hacer por Pedro III el Ceremonioso en el siglo XIV, donde se invitaba al romero a descansar en una breve meditación. La iglesia está rodeada por las casas de los lugareños. Con detalle son narradas escenas de la vida cotidiana: un campesino con su mula, dos pastores cuidando ovejas… Pérez Morera nos sigue deleitando con la descripción: “la imaginación del pintor flamenco ha transformado al muchacho que en el grabado saca agua del pozo en una mujer, con toca blanca, que mira hacia el espectador; y al ocioso aldeano sentado junto al cobertizo en un joven meditabundo, que apoya la cabeza en una mano, remedando a la Melancolía Saturniana”. Es curioso cómo se asemeja éste al mencionado Cristo de la Piedra Fría.




Nuevamente aparece la Virgen sentada en un trono y rodeada de cuatro ángeles cuyas alas están extendidas mientras la coronan y dos pequeños querubines, en atrevidos escorzos, vuelven a cortar el peñasco bajo sus pies con una afilada sierra. Se repite la misma escena descrita anteriormente pero en formato diminuto. Esta gloriosa aparición es contemplada por los dos pastores mencionados. Según una tradición, unos pastorcillos del pueblo de Aulesa vieron un resplandor en una cueva donde se encontró la imagen de la Virgen. Se cuenta que allí fue escondida cuando los musulmanes asolaron Cataluña en el año 718.

En la mitad de la montaña de Montserrat o “Monte Serrado” aparece la abadía del mismo nombre y sobre ella aparecen dispersas numerosas ermitas así como anacoretas y ermitaños.


BIBLIOGRAFÍA.

DÍAZ PADRÓN, Matías. «Pintura», Arte flamenco en La Palma, 1985.
PÉREZ MORERA, Jesús. «El grabado como fuente iconográfica: el tema de la Virgen de Montserrat en la pintura flamenca y peruana», Homenaje a Hernández Perera, Madrid, 1992.
- ídem. «La Virgen de Montserrat», Cuadernos de Cultura, nº 2, Ayuntamiento de San Andrés y Sauces, 1999.
- ídem. «El heredamiento de los catalanes», La cultura del azúcar. Los ingenios de Argual y Tazacorte, 1994.


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