Revista n.º 1065 / ISSN 1885-6039

Moralia 2005. Revista de estudios modernistas. Luces y sombras. (II)

Martes, 4 de julio de 2006
Delia A
Publicado en el n.º 112

Si alguien me ha leído hasta aquí, pregúntese cuántos descuidos llevamos vistos en la revista. Puestos en la balanza los aciertos y los desaciertos, ¿hacia dónde se inclina el fiel? ¿El resultado es para felicitarse de su aparición, y proclamarla a todos los vientos, como lo hace el Consejero de Cultura del Cabildo, o más bien para tener un poco de humildad y dar un timonazo y situar a su frente a asesores conocedores de lo que se hace y amantes de la obra de Tomás Morales y su época? Las palabras para calificar estos desmanes podrían ser “superficialidad”, “amiguismo”, etc.

Foto Noticia Moralia 2005. Revista de estudios modernistas. Luces y sombras. (II)



(Si quiere leer la primera parte puede pinchar aquí).

Los dos artículos sobre mitología son interesantísimos. El primero, de Francisco J. Escobar Borrego, aparece bastante justificado por los ejemplos y referencias a los diversos autores. Sin embargo, el artículo del catedrático de Griego de la Universidad de Las Palmas de Gran canaria, don Germán Santana Henríquez, parece excesivo. Se trata de la primera parte (pp. 81-164). En él no vemos que se nos describa claramente el cuaderno de notas de Tomás Morales que anuncia el título: “A propósito de un cuaderno de notas de Tomás Morales (I)". De entrada, nos encontramos con una amplia descripción de los aspectos fónicos de la poesía; sigue una explicación de la relación entre mito y literatura. Parece que ya hemos llegado al “cuaderno de notas” de Tomás Morales: La unión entre la música y la poesía parece evidente si repasamos el cuaderno de notas del considerado cantor del Atlántico, el poeta grancanario Tomás Morales. Si los vates son inspirados por las Musas, la primera página de dicho cuaderno recoge todos sus tipos y clases. Y comienza el elenco de las Musas y lo que han dicho todos los autores, con eruditísimas y amplísimas notas. Desearíamos ver lo que pone Morales, y luego la explicación de qué corriente sigue, o algo por el estilo, y la justificación que tiene tal nombre mítico empleado en sus poemas, poniendo el verso donde aparece tal denominación. Se pasa luego (p. 88) a por qué Morales eligió para el título de su libro al héroe más célebre y popular de toda la mitología clásica, y aparecen todos los trabajos de Hércules, sin poner un solo verso de Morales, y diciendo el orden de los trabajos para Morales. ¿De algún sitio habrá tomado Morales ese orden? Ese dato nos daría pistas acerca de la corriente interpretativa que sigue el poeta. Dedica el autor la página 89 y parte de la siguiente a la rosa, ausente de las aventuras hercúleas, poniéndola en relación con la leyenda de Adonis. Continúa con las evocaciones de Hércules en el libro de Morales, y su historia. Aquí se presenta el primer ejemplo con versos de Morales, que va apareciendo de cuando en cuando, ahogado por las abundantísimas noticias mitológicas. Y no sigo, porque es muy extenso. En ningún momento se justifica el empleo de los mitos por el poeta de Moya, su oportunidad, su significado; sólo se describe que aparecen tales y cuales personajes míticos. Mejor hubiera sido la transcripción del manuscrito de Morales, y explicar de una manera más didáctica los diferentes mitos que el poeta cita en su obra. Desmedido trabajo, más bien para un libro, que para una revista. La intención de los autores modernistas al emplear los mitos es lo que, creo, interesa a los amantes de Morales.

Queda por medio el artículo “El modernismo de T. S. Eliot: la visión telescópica", por José Rodríguez Herrera. Bien podría el autor explicar al principio que la terminología empleada por los estudiosos de la literatura en lengua inglesa con respecto al término modernismo difiere bastante de la empleada en los estudios hispánicos. Por lo que se ve, modernismo equivale a lo que nosotros llamamos vanguardia. Si la revista está dedicada a Tomás Morales y su entorno, es conveniente hacer esa matización. El libro de Eliot excede a la obra literaria de Tomás Morales en el tiempo. Por lo demás, no está mal que nos presente algunas catas del libro emblemático del poeta norteamericano. Algo muy parecido se puede encontrar en cualquier buen manual que trate al autor, incluso en internet. ¿Es acaso el Leman un río, como se afirma en la página 77? Babilonia no se escribe Baibilonia (p. 77). El DA de la página 79, ¿no será Datta? ¿La fecha de la nota 8 (p. 79) no debería ser 1893?

Luego viene otro apartado (“Exposiciones temporales y talleres literarios”), interesante, porque muestra las actividades de la Casa-Museo. Sería oportuno anotar el número de visitantes de las exposiciones y el de participantes en los talleres organizados.

El apartado “Ediciones, coediciones y colaboraciones” se dedica especialmente a reseñar la obra de Santiago J. Henríquez Jiménez (Tomás Morales: viajes y metáforas), Beca de Investigación 2002, de la Casa-Museo, con un texto de Jonathan Allen, titulado “Tomás Morales y las vertientes del viaje”; y el libro de Bruno Pérez (Unamuno: una interpretación cultural de Canarias), Beca de Investicación, 2001.

El texto de Jonathan Allen sobre el libro de Henríquez continúa la exaltación del mismo que se puede leer en el prólogo del libro. Los aspectos novedosos, según el reseñador, son el estudio cultural del viaje moderno, historia del turismo en Canarias, revisionismo de la literatura de viajes a España en 1900 y revisionismo de la novela o relato de viajes como fenómeno intrínseco a la literatura hispana. Al margen -continúa- de estos aspectos novedosos el autor aborda la tradición crítica moralesiana desde 1930 hasta nuestros días, aportando amplia bibliografía selecta y desarrollando su teoría de la ‘metáfora orientacional’ en la poesía de Morales, que indaga en el estatus metafórico de su verso.

No dudo de que lo primero sea una maravilla, pues no tengo capacidad para afirmarlo. Circula por ahí una reseña del libro de catorce páginas, elaborada por Antonio Henríquez, en la que demuestra que lo segundo es filfa, casi sólo una lectura del libro de Sebastián de la Nuez sobre la vida y obra de Tomás Morales y la Suma crítica de Tomás Morales, elaborada por don Manuel González Sosa. No hay investigación sobre el poeta de Moya, sino la repetición de lo ya dicho y su inclusión con calzador dentro del trabajo sobre los viajes. De hecho, ni aprovecha las traducciones de poetas de habla inglesa que pudo leer el mismo Tomás Morales. En el libro no hay “crítica literaria” alguna; sólo impresionismo literario. En Tomás Morales no se cumplen para nada los presupuestos de la teoría del becado. Lo mismo hubiera hecho si hubiera optado al premio de, por ejemplo, la Casa-Museo León y Castillo de Telde, cambiando Morales por el Marqués del Muni.

Supongo que será una metáfora redondeadora el afirmar que el Madrid de 1900, en que la modernidad despunta tímidamente, y que visitamos a través de Tomás Morales, es una ciudad provinciana, y que se estará refiriendo al Madrid de unos años más tarde, cuando Tomás, efectivamente, estuvo estudiando en la capital de España. El virtuosismo documental de que se habla puede que pertenezca al trabajo sobre los viajes, y no al de la implicación forzada de Tomás Morales. El comentarista desbarra al hablar de la bohemia de Morales en Madrid (por cierto, sobretodo aquí no es el chambergo de un bohemio; se debe escribir sobre todo, p. 118, último párrafo, renglón 4). Léase el cuadernito de Bruno Pérez, aparecido en Arnoart, en su colección “Puerto Escondido”, titulado Un ensayo sobre la escritura moralesiana de la ciudad de Las Palmas. Allí podrá ver “uno de los pilares de nuestra modernidad”, y no en esas elucubraciones de Santiago Henríquez.

Me llena de vergüenza el ver que la reseña del libro de Bruno Pérez, Unamuno: una interpretación cultural de Canarias, no es tal reseña; es sólo la copia del texto que aparece en la contracubierta del libro. Iluminador sí es este libro, aunque fuera desmochado por no se sabe qué intereses oscuros (Ya lo dijo en su presentación en Moya don Eugenio Padorno, y lo explica también el autor al comienzo del libro). Pero parece que los críticos de la Casa-Museo Tomás Morales sólo tienen tiempo de ocuparse de las cosas de los amigos, en un ejercicio de autobombo mutuo que parecía ya caído en desuso en nuestras costumbres intelectuales. Para colmo copian descuidadamente y ponen que Unamuno vino por segunda vez a las Islas en 1914, cuando la contracubierta dice muy claramente 1924.

Si alguien me ha leído hasta aquí, pregúntese cuántos descuidos llevamos vistos en la revista. Puestos en la balanza los aciertos y los desaciertos, ¿hacia dónde se inclina el fiel? ¿El resultado es para felicitarse de su aparición, y proclamarla a todos los vientos, como lo hace el Consejero de Cultura del Cabildo, o más bien para tener un poco de humildad y dar un timonazo y situar a su frente a asesores conocedores de lo que se hace y amantes de la obra de Tomás Morales y su época? Las palabras para calificar estos desmanes podrían ser “superficialidad”, “amiguismo”, etc.

El siguiente apartado se titula “Catálogo de publicaciones (2005-2000)”. Útil herramienta de las publicaciones de la Casa-Museo durante esos años, aunque se cuela alguna otra publicación del Cabildo Insular que no tiene el sello de la Casa-Museo, como es el caso del libro de Oswaldo Guerra.

En el siguiente apartado, “Documentos de las colecciones de la Casa-Museo”, se describe el Magazine Gran Canaria. A la mujer canaria (1935). No conocíamos la dedicación de la humildísima revista Florilegio a la exaltación de las “bellezas canarias”. Alguna que otra mujer que escribía en ella; una Página femenina de lo más común, semejante a las de los periódicos de la época, donde aparecían las firmas de Madame de tal, Madame de cual, Frisette...; algunos De modas, o La elegancia de las niñas, firmados por una Estrella (que vaya usted a ver si no escondía a un hombre); o La historia de los ojos, firmada por El Amigo de Ellas. Debe estar confundido el autor con otra revista (¿Canarias Turista, tal vez?). Esta crónica es conmovedora, pues nos traslada al cotilleo del Hola de una manera subrepticia, con un vocabulario esmaltado con términos del francés y del inglés. Se propone como proyecto de la Casa-Museo la edición facsímil de este valioso documento social. Orientación, orientación, señor Consejero del Cabildo Insular. ¿No habrá alguna revista literaria de la época de Tomás Morales, por ejemplo la mencionada Florilegio, que se coloque delante del magazine referenciado para conseguir la gloria de una edición facsímil? Se podrían citar más. Esa proposición me parece que puede calificarse de superficialidad superficial, para ponernos en clave Alonso Quesada.

Sigue el apartado “Espacio de creación”, dedicado al poeta Sabas Martín, del que se referencia el currículum. No conozco a fondo su poesía, por lo que me abstengo de dar mi opinión de lo que de ella se dice y de los poemas que se presentan. Algún malintencionado relacionaría la elección del poeta por ser quien hace la crítica literaria en su programa diario de Radio 5. ¿Alguna deuda por saldar? ¿Cuáles serán los próximos creadores que aparecerán en esta sección?

Juan José Delgado escribe una “Sinopsis de La Espiral de Sabas Martín” (pp. 139-140). Por lo que se ve, y dice un amigo mío, estamos en época de poemas épicos y de epopeyas, nosotros los canarios, tan universalistas. Esto no va con segundas, sino que me he acordado de un poeta de por aquí, laureadísimo, y que anda buscando la laureada de San Erik el Santo, con otra epopeya muy oportuna.

Continúa nuestra lujosa revista con el apartado “Espacio crítico”, reservado para “La amistad de Carmen de Burgos, Colombine, con poetas e intelectuales canarios”, firmado por la estudiosa Concepción Núñez Rey, ganadora del Premio Antonio Domínguez Ortiz de Biografías 2005, con su Monumental Carmen de Burgos Colombine en la Edad de Plata de la literatura española [Biografías] (Sevilla, Fundación José Manuel Lara). El texto viene datado en “Madrid, 31 de marzo de 2006”. No es copia de lo dicho en el libro, sino reelaboración para la ocasión, lo que es de agradecer. Este escrito luminoso es, según mi opinión, el segundo artículo sensato de la revista (junto con el de Lázaro Santana). Sólo un desliz encuentro en la página 147, al atribuirle naturaleza de “escritor canario” al toledano Emiliano Ramírez Ángel. El artículo que aparece en en el periódico Falange, de Las Palmas, debió publicarse antes en alguno de los periódicos de Madrid. Por cierto, en el apartado “Agradecimientos” del libro de Concepción Núñez Rey, cita, entre una decena de nombres, a Yolanda Arencibia y a Antonio Henríquez (p. 661); más adelante (p. 663), de Canarias, a la Casa-Museo Pérez Galdós: directora, Rosa Mª Quintana; Biblioteca Insular, Las Palmas de Gran Canaria; Casa Museo Tomás Morales, Moya, Gran Canaria: directora, Mª Luisa Alonso; bibliotecaria, Charo Henríquez; Museo Canario” (p. 663).

El “Apéndice” de la revista está dedicado a informar sobre los Premios de Poesía Tomás Morales 2004, la Beca de investigación Tomás Morales 2005, y la Beca de prácticas en museos.

Pasando a un aspecto general, en varias partes de la revista, el uso de los signos de puntuación, en especial de la coma, no se adecua a las reglas de la Academia, sobre todo en lo que respecta a poner coma entre el sujeto y el verbo, mediando una subordinada de relativo especificativa; o poner coma entre el verbo y su complemento directo.

Ya estoy muy cansada para sacar conclusiones finales de lo que he expuesto. El lector las tendrá en la mente. Quizás he sido demasiado rigurosa, pero algo huele mal en Elsinore. Las cosas públicas deben ser más claras. A sus responsables debe exigírseles profesionalidad ante todo, y... algo parecido a la seriedad.

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Si desea consultar el artículo citado, pinche aquí.

La imagen antigua de Tomás Morales ha sido extraída del Archivo de Fotografía Histórica de la FEDAC.



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