La caña de azúcar se conoce desde épocas remotas en la India. A partir del siglo III los indios aprendieron a cristalizar el azúcar y su difusión se hizo más fácil por esta circunstancia y porque la expansión de los árabes la dio a conocer en los países por donde pasaron.
A principios del siglo XV se instaura en la isla de Madera (Madeira), y de esta isla vino a Canarias, cuando acabada la conquista de la isla de Gran Canaria el gobernador Pedro de Vera hace venir de aquella isla a numerosos maestros especializados en dicho cultivo así como cañavereros y jornaleros portugueses de aquel lugar para que aclimataran e hicieran prosperar este cultivo y establecieran las primeras plantaciones, y al mismo tiempo para que transmitieran su arte a los naturales, trayendo consigo los métodos de cultivo y hasta la terminología de los mismos, que pronto se incorporaría a nuestra habla.
La caña de azúcar arraigó con gran rapidez en nuestro suelo y dio lugar al extraordinario desarrollo de la industria azucarera en nuestras islas. En la primera década del siglo XVI este cultivo se había desarrollado por toda Gran Canaria, llegando pronto a extenderse a Tenerife y La Palma, alcanzando su máxima extensión en la primera mitad de este siglo, siendo notable por la buena calidad de su producto. La exportación hacia Europa fue tan importante que Canarias llegó a ser conocida como las islas del azúcar. Lógicamente esta industria motivó un activo comercio. Con el cultivo de la caña de azúcar principia la primera etapa de la Historia Económica del Archipiélago, comenzando una nueva estructura económica y sustituyendo a la estructura anterior que era la neolítica y que estaba representada por los antiguos aborígenes canarios. Más tarde los españoles la llevaron a las Antillas y en época de Hernán Cortés fue introducida en México y Brasil. Desde estos países se extendería a las demás regiones de América.

Finalizada la conquista de la isla tinerfeña, el Adelantado D. Alonso Fernández de Lugo, que había recibido la facultad de repartir las tierras, se ocupa pronto de esto. El propósito de destinar terrenos al cultivo de las cañas y a los ingenios se advierte enseguida. A los conquistadores y pobladores se les repartió a razón de 12 fanegas de riego, pero a los que se comprometieron a edificar ingenios se les concedieron 30 fanegas. Como se puede observar este cultivo obtuvo desde el primer momento una fuerte y decidida protección por parte de las autoridades, que conceden más tierras y mejores a los pobladores que se dedican a su producción.
El nuevo cultivo se extendió con facilidad por el norte de Tenerife: Daute, Realejos, Icod, Taganana, valle de Taoro, y sólo Güímar en el sur. Las plantaciones parecen agruparse en torno a un núcleo, que es el ingenio. Estos núcleos están bastante próximos unos a otros en toda la banda norte de la isla, por lo que se puede suponer que las plantaciones formarían una faja continua desde La Orotava hasta Daute. Con respecto al valle de Taganana se encontraba el ingenio que lleva su nombre, donde los trabajos de cultivo de las cañas y elaboración de azúcar fueron sus principales fuentes de riqueza.
A principios del siglo XVI se calcula que en esta isla había 12 ingenios, pero ya hacia 1590 se observa a través de una serie de datos cómo en el plazo de 30 años (1560-1590) ha tenido lugar una disminución del número de los mismos y un cambio en su distribución, quedando su número reducido a 8: 1 Taganana, 1 Güímar, 3 Orotava, 1 Daute, 1 Garachico y 1 Adeje.
Las plantaciones de las cañas se hacían después de una preparación elemental de las tierras, que consistía en despedrar, desmontar y limpiar para, una vez preparada, proceder a la postura o plantado de las cañas. La reproducción de éstas es por rizomas o tallos subterráneos, que son trozos de los tallos aéreos de las propias cañas, los cuales al ser enterrados producen nuevos brotes. Cada raíz produce varias cañas y esta planta está dos años sin dar provecho a su dueño. Los cuidados a que debe ser sometida son los siguientes:
1.- Las cañas han de envararse, es decir, colocarles varas que las sostengan.
2.- El riego se realiza con agua tornada de algún arroyo caudaloso; éste era indispensable para la vida de las cañas, pues estas necesitan bastante humedad para su desarrollo.
3.- El escardado y cavado de la tierra; es preciso que los suelos sean suaves y ricos, con una temperatura no inferior a los 20º C.
Pasado el tiempo se procede a la recolección. Las cañas después de cortadas son llevadas al ingenio donde se procede a su molienda y a la elaboración del azúcar. Aquél constaba de varias dependencias, siendo las fundamentales las siguientes:
a) El molino que utilizaba como fuerza motriz el agua, casi exclusivamente.
b) La casa del ingenio propiamente dicha.
c) La casa de purgar.

A principios del siglo XVI la caña se cultivó con facilidad por el norte de Tenerife
Una vez molida o picada la caña se comienza por tratar los tallos en una batería de molino obteniéndose así el jugo azucarado. La caña soltaba parte de su jugo en el mismo, pero después tenía que pasar por la prensa, para ser exprimida totalmente y ser reducida a bagazo (en la caña, la fibra ya seca, se llama bagazo y servía para pienso y abono). Este jugo se cocía en calderas de cobre, sobre fuego de leña, hasta darle una densidad, un punto o temple, del cual dependía en una gran parte el buen éxito de las operaciones posteriores. De la primera cochura se extraía un azúcar llamado blanco; la masa granujienta obtenida en esta cochura se colocaba en sus moldes u hormas donde se solidificaba y dejaba escurrir; además, parte del zumo se hacía cocer y cristalizar de nuevo. Este proceso repetido varias veces daba lugar a los diferentes productos y subproductos del azúcar:
1.- Azúcar blanco y quebrado. El primero era el que se hacía de la cochura del primer jugo, siendo el objeto primario de la exportación. Los pilones que encontraban defectuosos los quebraban con un martillo y este era el azúcar quebrado, apto, en principio, sólo para el consumo local y para conservas, aunque también a veces lo exportaban como producto de inferior calidad.
2.- Azúcar de espuma, lo que quedaba en el caldero al vaciarse el jugo limpio, de estos residuos salía esta clase de azúcar, cuya estimación era inferior.
3.- Azúcar de segunda y tercera, mieles, remieles y refinados.
4.- Conservas y confituras.
Era operación muy importante la del purgado o refinado del azúcar, que se realizaba cuando éste estaba en sus hormas por operarios especiales llamados despurgdores; de esta operación dependía la calidad del producto y su éxito en el comercio. Por último, el azúcar se sacaba de las hormas en forma de panes, los cuales eran empapelados y puestos en cajas, para luego ser exportados.
Tanta leña consumían aquellas tareas de cocción que para la elaboración de la caña de azúcar hacía falta una gran cantidad de leña. Esta había de ser cortada y transportada desde distintas montañas hasta el lugar de su elaboración. Cuando un señor de ingenio había comprado la leña, tenía que pensar en el transporte y entonces aparece la figura del almocrebe, dueño de varios animales de carga y jefe de los correspondientes arrieros. Las modalidades de los contratos de transporte de leña o de caña son diversos, hay quien fija el precio de cada carga en una cierta cantidad de maravedís, o bien, otros piden un real de plata por bestia y día. Por lo que respecta al monte, éste sufre en parte una gran deforestación debido a que se utilizaba la madera como material necesario para la instalación de los ingenios, dependencias de éstos, combustibles, cajas para embalar la mercancía etc. Igualmente necesaria para el funcionamiento de esta industria es el agua cuya traída fue primero de iniciativa particular y que más tarde se ve apoyada por el Cabildo, que se encarga de regular su suministro, estableciendo las dulas (los turnos) y los repartidores de la misma.
Más importante en lo que respecta al funcionamiento del ingenio era el personal especializado que intervenía en la zafra. Estos obreros en su mayor parte fueron portugueses, sobre todo en los primeros años de establecerse el cultivo. Su origen consta frecuentemente en los contratos en que toman parte y se sabe, además, que el cultivo en nuestra isla fue una continuación del sistema empleado en la isla de Madera. No sólo llegó a ser influyente la población portuguesa en las operaciones agrícolas de la caña, sino que las industrias en los ingenios - prensado y cocción, verificación de las calidades de azúcar, confituras, etc.- cayeron bajo la jurisdicción de los mayordomos, maestros de azúcar, refinadores, despurgadores, templadores etc. de origen portugués. Por lo tanto podemos decir que la dirección técnica de los ingenios de las islas estaba prácticamente en manos de portugueses. También tenían lugar, toda una serie de trabajos auxiliares ejercidos por personal ajeno al mismo, tales como los carpinteros que se ocupaban de la fabricación de las diferentes piezas de la maquinaria como, por ejemplo: ruedas, ejes, prensas, etc., albañiles que tenían a su cargo la edificación de las casas de ingenio y de los herreros dependía la construcción de herramientas y herrajes que eran necesarios para la instalación de la maquinaria; revistiendo gran interés también los cañavereros o curadores de cañas que tenían a su cargo las plantaciones y mediante contrato se obligaban a llevar a cabo en ellas todas las labores necesarias. Por lo tanto, la mano de obra asalariada comenzó a ser demandada y a percibir decentes retribuciones que, en régimen de aparcería, podía consistir en tercios convenidos de las cañas o azúcares ya refinados. Como consecuencia de ello acuden a la isla un gran número de artesanos y hombres libres en busca de estos salarios ya que eran necesarios para poder llevar a cabo la gran variedad de labores que había que realizar en los ingenios.

Panorámica del valle de La Orotava, tal como se hallaba hace treinta años. Estas superficies plantadas de plataneras estaban dedicadas al cultivo de la caña de azúcar en el siglo XVI.
Aparte de la labor de los obreros especializados, de condición libre, desempeñaban un papel muy importante los esclavos en los trabajos de acarreo y puramente mecánicos, pues su constitución física los hacía más aptos para esta clase de trabajos Por otro lado, hay que tener en cuenta que la instalación de ingenios trajo consigo la aparición de la esclavitud, por la necesidad de una abundante y barata mano de obra y la dedicación intensa a las plantaciones durante la zafra y aun durante el verano y otoño, hecho que confirmó la idoneidad de los esclavos para cumplir las más duras faenas agrícolas.
Los esclavos que trabajaban en los ingenios de las Canarias procedían de los mercados de las islas de Cabo Verde y Guinea o se compraban directamente a los mercaderes portugueses o castellanos que los ofrecían en las islas. Sus precios oscilaban entre 12.000 o 15.000 maravedís, pero los compradores recuperaban su dinero en un plazo de 2 ó 3 años, gracias a los beneficios generados por el trabajo de éstos. Los esclavos procedentes de Africa se mencionan en los documentos como negros o berberiscos, pero también existen esclavos indígenas canarios, aunque el número de los africanos parece ser mayor que el de aquellos y aumenta paulatinamente a medida que va extinguiéndose el de indígenas de las islas. Los esclavos entran, en ocasiones, a formar parte junto con las tierras en las escrituras de censos. En los testamentos y cartas de libertad se los libera generalmente en remuneración a sus servicios, aunque a veces la manumisión obedece a otros motivos. En otras ocasiones, la libertad de estos negros es conseguida por ellos mismos, por medio de contratos de trabajo. En Tenerife, al principio, había más esclavos indígenas que negros, proporción que se invierte en unos pocos años, debido a las frecuentes manumisiones de los primeros; pues aunque los negros se liberan también, ello es en menor número y además se incrementan con las aportaciones.
Figura importante, con respecto a la inspección del azúcar es la del lealdador. Si contiene salvado o le faltan otras condiciones necesarias para la exportación, éste quiebra los pilones con su martillo y ya aquello es azúcar quebrado, siendo considerado como producto de inferior calidad. Dicho oficio aparece documentado, por primera vez, en Tenerife y lo provee el Cabildo con un sueldo que debe deducirse de las penas de los azúcares. El lealdador ha de ser de buena conciencia y ha de visitar los ingenios con cierta frecuencia para cumplir con su oficio.
El desarrollo de la industria azucarera trajo consigo el de las comunicaciones entre las diversas partes de la isla. Los caminos más importantes parecen haber sido los que unían a Icod y Daute y el que une La Orotava y Santa Cruz; naturalmente que estos caminos nacieron de la necesidad de comunicar estos lugares, que iban adquiriendo cada vez más importancia con el auge de los ingenios, con Santa Cruz y con la capital, San Cristóbal de La Laguna.
Las dificultades de los transportes por tierra dieron lugar a la construcción de puertos. Se menciona con frecuencia el de Santa Cruz, que tenía capacidad para varios buques. Entre otros pequeños puertos de la isla destacaban: el puerto de la caleta de Garachico, Icod, Caletas de Taoro de La Orotava y Güimar.
En cuanto a la exportación tinerefeña tenemos que, hasta 1580 aproximadamente, su principal y único artículo fue el azúcar. Debido a la abundancia de dicho producto en la isla el Cabildo dictó disposiciones preventivas; por otra parte se ponen trabas a la venta en Tenerife del azúcar procedente de Madera.
La exportación de azúcar era muy activa. Ello justifica la presencia en la isla de muchos mercaderes peninsulares y extranjeros. En torno a esta industria los poderosos mercaderes existentes solían hacer préstamos a los señores de los ingenios, pedidos para pagar a los trabajadores. La devolución de este préstamo se hacía en un plazo que nunca excedía de un año, siempre con vistas a la cosecha venidera. No se habla de intereses, pero en muchos de los casos no puede dejarse de pensar que si trataba de contratos simulados con fines de usura. Entre los mercaderes dedicados al negocio de compra y exportación de azúcar hay una gran mayoría de genoveses, que son los que invierten gran cantidad de capital. Llegan a Canarias a principios del siglo XVI, con métodos de acción mercantil muy maduros con capitales fuertes. También hay un grupo, mucho más reducido, de mercaderes catalanes, castellanos y portugueses. Unos y otros pagan el azúcar a contado, en dinero o en ropas, y hemos de entender por ropas, además de las telas, una gran variedad de objetos útiles importados, tales como el cobre que se utilizaba para los calderos, el hierro de las piezas metálicas y el alumbre empleado para el purgado del azúcar. En ocasiones se usa la letra de cambio.
Para el comercio con la Península el centro más importante es Cádiz. Hacia el puerto gaditano sale desde el principio el azúcar producido en Tenerife. En lo que respecta al comercio con el exterior tenemos que era muy activo. El intercambio comercial con los Países Bajos fue muy movido, y probablemente el más nutrido de todos mientras duró la exportación del azúcar, es decir, en la primera mitad del siglo XVI. Después, con motivo de las largas guerras con los rebeldes holandeses, los mercaderes y navegantes de aquella zona empezaron a ser mal vistos, por razones políticas a la vez que religiosas, y el comercio con Holanda sufrió un verdadero colapso. No obstante dicho comercio se mantuvo, aunque en proporciones más limitadas, por medio del contrabando. El comercio con Francia fue irregular, principalmente por culpa de las guerras demasiado frecuentes. Sin embargo, parece haber sido activo en el último cuarto del siglo XVI y sobre todo en el primer cuarto de siglo siguiente. El tráfico está principalmente en manos de mercaderes de Bretaña y de Rouen, trayendo de Francia paños, lienzos que son una especialidad de los telares de Normandía, y llevando a este país azúcar y más tarde vinos. Con Inglaterra se establecieron unas buenas relaciones comerciales, recibiendo a cambio paños, trajes de mala calidad, bacalao, etc.
En lo que respecta al comercio de Indias tenemos que durante tres siglos fue si no la solución, por lo menos la mayor esperanza de la economía canaria. La primera época, que va desde el Descubrimiento de Colón a 1564, tendrá una relativa libertad comercial. Desde 1508 se reconoció legalmente la libertad de embarcar productos canarios, al principio con exención de derechos (1518), y luego tributando como todas las mercancías (1531). Es la época en que las Canarias exportaban azúcares. Los productos que se traían de América se escogían de tal modo que tuvieran aceptación en el mercado internacional: era el caso del añil, del palo de Campeche, del tabaco, del cuero, etc. De este modo, las islas Canarias, y la plaza de Santa Cruz en particular, se transformaron en un centro de redistribución de las mercancías americanas. Si a esto añadimos el lucrativo comercio azucarero que se realizaba con Europa durante la primera mitad del siglo XVI, y el creciente negocio de exportación de vinos, en su segunda mitad, podemos asegurar que las Canarias, en este siglo XVI, conocieron momentos de prosperidad y hasta de esplendor económico.
Ante estos hechos acaecidos a partir de la conquista de la isla, surgió una nueva sociedad formada por castellanos, portugueses, artesanos y hombres libres de otros lugares, esclavos negros y en una pequeña proporción una casi extinguida raza guanche. Como característica de esta sociedad recién creada por los castellanos hay que destacar que fue bastante favorable a la manumisión, hecho que permitió que en un periodo relativamente corto se acabase con la servidumbre, sin ser prohibida por los Reyes. En el aspecto demográfico, apuntemos el nacimiento y desarrollo de un pueblo que, racial y culturalmente, va adquiriendo unos rasgos propios por la fusión de los isleños prehispánicos y los nuevos pobladores, comenzando la europeización de Canarias y al mismo tiempo experimentando la isla un mayor poblamiento. Como huella de ello perviven hoy la toponimia, vocablos y sobre todo los apellidos de muchos de sus descendientes.
Aunque la caña de azúcar fuera el factor principal de nuestra riqueza agrícola en los primeros decenios del siglo XVI, no por eso dejó de haber otros cultivos importantes: cereales y algunas leguminosas, en tierras de secano; frutales, hortalizas, en las de regadío. Ante este hecho cabe preguntarnos, ¿qué supuso el comercio del azúcar para la isla de Tenerife? Podemos contestar que produjo una mayor riqueza, pero que no fue compartida por todos sino por unos cuantos: terratenientes, comerciantes, etc., hecho que se manifiesta por lo general en todos los países conquistados. Al mismo tiempo este comercio hace que la isla intervenga en el comercio internacional donde adquirirá gran fama por sus productos exportables como es el caso del azúcar, manteniendo relaciones con Europa y América y recibiendo a cambio productos manufacturados. De esta manera la isla tinerfeña se daba a conocer al exterior, recibiendo a partir de entonces influencias de estos países. Por último, es importante señalar los factores que motivaron la decadencia y casi extinción de la caña de azúcar en la isla, después de haberse cultivado con tanto éxito. Sin lugar a dudas el principal de ellos fue la gran competencia antillana, que favorecida por unas mejores condiciones naturales daba lugar a que su producto llegara a Europa en mejores condiciones de precios, hecho que causó la ruina a nuestra industria azucarera que, imposibilitada de competir, se oscureció a mediados del s. XVI. Pero ya entonces un nuevo producto estaba en circulación: el vino.
Como reminiscencias del cultivo de la caña en la isla quedarían ciertas zonas aunque en pequeñas dimensiones. Hasta principio del siglo XX estuvieron en activo algunas fábricas como eran la de Daute, en los Silos, y la de Punta del Hidalgo. La primera funcionó durante algunos años pero pronto quedaría cerrada porque los propietarios de las plantaciones sustituyeron la caña por el plátano. La otra (Punta del Hidalgo) sobrevivió hasta 1916 aproximadamente; fue montada con base suficiente para ampliarla y perfeccionarla al compás de las necesidades de producción, llevándose a cabo plantaciones de este cultivo en zonas de Tejina y Bajamar. Sin embargo, dicha empresa no se vio coronada por el éxito y ante esta circunstancia la fábrica fue cerrada y los terrenos fueron sustituidos por otros cultivos.
Bibliografía
M. LUISA FABRELLAS: La producción de azúcar en Tenerife.
MANUELA MARRERO:La conquista en Tenerife a raíz de la conquista.
VICTOR MORALES LEZCANO:Síntesis de la Historia Económica de Canarias.
ALEJANDRO CIORANESCU: Historia de Santa Cruz de Tenerife.
AURELIO PADILLA: La caña de azúcar.
RAFAEL GONZÁLEZ DIAZ: El plátano y la caña de azúcar.
HERMENEGILDO RODRIGUEZ: Impuesto sobre el azúcar.
FRANCISCO MORALES PADRON: El comercio canario -americano (s.XVl-XVll y XVlll).
GUILLERMO CAMACHO Y PEREZ GALDOS:El cultivo de la caña de azúcar y la industria azucarera en Gran Canaria (1510 - 1535). Anuario de Estudios Atlánticos, nº 5
Este artículo ha sido previamente publicado en el número 117 de la revista Aguayro, editada por la Caja Insular de Ahorros de Gran Canaria en 1979.