Revista n.º 1074 / ISSN 1885-6039

La Saga de los Corujo XI: de canterías y rofes.

Viernes, 29 de septiembre de 2006
Cirilo Leal Mújica
Publicado en el n.º 124

Domingo Corujo recuerda que los pastorcillos jugaban en las canteras a buscarle las sendas a las piedras para sacar lajas: Ese contacto con la piedra se ha perdido, así como el viejo oficio de cabuquero de cantería. Mi padre tuvo suficiente destreza para emplearse en ese oficio de riesgo que le daba cierta libertad.

Foto Noticia La Saga de los Corujo XI: de canterías y rofes.



Por esa necesidad de independencia, de no depender de nadie, mi padre se buscó modos de ganarse la vida como de barbero, cantinero o cabuquero. La profesión de cabuquero estaba un poco perdida en esa época. Era un cabuquero de cantería, pero no de galería como en otras islas. Los pastorcillos jugaban en las canterías mientras guardaban los animales. De pequeños sabíamos el arte de romper una piedra para sacar lajas. Ese contacto con la piedra se ha perdido, así como el viejo oficio de cabuquero de cantería. Mi padre tuvo suficiente destreza para emplearse en ese oficio de riesgo que le daba cierta libertad.

Del Tesoro Lexicográfico del Español de Canarias extraemos que cabuquero es aquella persona que tiene por profesión abrir los barrenos para dinamita o el que trabajó en piedra. Las primeras referencias sobre el oficio de cabuquero que ejerció Domingo Corujo Brito, le vienen a Domingo Corujo de su propio hermano Antonio, el hombre que toca el timple, canta y recita coplas populares.

Mi hermano Antonio recuerda que de pequeño iba a la cantería a llevarle la comida a mi padre. La cantera estaba en la montaña de Mina. Yo también me acuerdo que cuando acompañaba a alguien que guardaba las cabras pasaba por las canteras y nos quedábamos contemplándolas. Los pastorcillos, para entretenernos, les buscábamos el canto a una piedra para ver por donde rompía y a golpes de oído, íbamos encontrando las sendas o los estratos y rompíamos la piedra. De una piedra que se veía sólida se sacaban lajas que se empleaban en la construcción. En esa época no se empleaban los bloques y las casas eran de cantería. Lo que en Lanzarote se llama el rofe o rofero, aquí se llama picón. Rofe era el picón suelto y el picón muy apretado era la cantería.


Entre camellos.

Domingo Corujo Tejera nació el año 1945, en esa época su padre ya había dejado el oficio de la piedra y se había dedicado exclusivamente a atender la cantina y la barbería. La barbería era como un centro de tertulia. En ese ambiente cargado de historias y personajes, el futuro compositor daría sus primeros pasos.

Yo me crié en esa barbería. Mi hermano Antonio me ha dicho que yo siendo chiquillo reconocía a todos los clientes por el nombre y los animales que traían: burros, mulos y camellos. Aunque los camellos son muy iguales, yo llegaba a diferenciar uno de otro. Le buscaba alguna característica para distinguirlo, en el tamaño, la expresión, el tipo de silla…

Muchos me echaban bromas que aún retengo en la memoria. Me acuerdo de un hombre que se fue para Venezuela y traía siempre una burra. Venía del pueblito de Montaña Blanca. Antes de irse para Venezuela apareció por la cantina con una bicicleta. Me quedé largo rato parado observando aquel a cosa y le dije a su dueño:

–Manuel, ¿y qué le echas a esa cosa?


Manuel miró a mi hermano y sin echarse a reír respondió:

–Paja, rama de batatera…
–Está flaca –le contesté muy serio.


Y se rieron más todavía. Yo no entendía qué les hacía tanta gracia. Como niño yo entendía que todo tenía que estar animado y la bicicleta no lo estaba. Algo le faltaba a aquel animal.


Juego de bolas.

La infancia comenzaba a tocar fin. Los conocidos ponían rumbo a Venezuela. Rosita, hermana de Domingo Corujo, se casa por poderes y emigra a Venezuela, atrás le seguirían los demás hermanos y los padres. La isla no era futuro para los hijos. La maleta viajera se dispuso a emprender un nuevo salto a América. Los juegos infantiles eran el rescoldo de aquella etapa que empezaba a desaparecer.

Por fuera de la cantina mi padre tenía dos juegos de bolas. Era una novedad, porque la gente jugaba en los caminos. Las bolas eran hechas de madera, de palo blanco de la palma, porque en Lanzarote no hay madera. Después empezó a verse las bolas de pasta que alguien trajo de Venezuela. A las bolas de madera se les hacía unas marcas, una cruz, circulitos: bolas de cruz o de raya. A los niños no los dejaban jugar. El juego de bolas era cosa de mayores. Nosotros hacíamos nuestras bolas machacando piedras.


Venezuela en el corazón.

El creador de la guitarra de cola, el conejero Domingo Corujo Tejera, cuyo invento, tras largos años de espera, se encuentra en proceso de producción industrial y promoción internacional, no sólo es un prestigioso maestro en el arte de la interpretación musical, sino un excelente vate y actor ocasional, cuando las circunstancias y, especialmente, la amistad le obligan a subir a un escenario o ponerse delante de un micrófono. Domingo Corujo es un creador comprometido con la enseñanza de la música, con la guitarra clásica y con el rescate de la tradición musical de su tierra. Un investigador que ha entregado su tiempo, ilusiones y recursos personales en la investigación y rescate en la oralidad que, más que el reconocimiento o el apoyo institucional, le han acarreado enemigos y disgustos. Pese a las enormes dificultades con las que se ha encontrado, Domingo Corujo persiste en su empeño y en su arte.

Siempre he tratado de nadar hacia una orilla y si la corriente no me permite, trato de capearla, pero no abandono mi norte. Nunca. No hay corriente que me lleve a donde yo no quiera ir. Gran parte de lo que hoy se llama el gentilicio de Venezuela se construyó a contracorriente. Yo cuando le digo a usted que una burra es parda es porque tengo los pelos en la mano. Ante una aclaratoria o una discusión, aquel que tiene la verdad y a lo mejor habla poco y lo atacan y un día le reconocen es cuando dice eso. Las costumbres canarias están deterioradas y los culpables en gran parte son la mayoría de los que hoy se erigen en sus defensores, señores que escriben, que aparecen públicamente y salen en televisión.

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