Revista nº 1040
ISSN 1885-6039

Edición Facsímil de Louis Feuillée sobre Canarias en 1724.

Martes, 13 de Marzo de 2007
Redacción BienMeSabe
Publicado en el número 148

Ayer lunes, día 12 de marzo, el presidente del Cabildo grancanario, José Manuel Soria López, presentó a las 20.00 horas, en la Casa de Colón la cuidada edición facsímil de la obra Pasión y aventura en la Ciencia de las luces, una espléndida publicación en dos tomos recuperada por Alfredo Herrera Piqué, del volumen que el astrónomo y naturalista Louis Feuillée realizara de las Islas Canarias en 1724. El acto contó con la presencia del autor de esta magnífica edición, Herrera Piqué, y de María González Doreste, una de las traductoras del citado manuscrito escrito en francés. La obra del astrónomo galo parte de un informe que Louis Feuillée había dirigido a la Academia Real de Ciencias de Francia sobre su estancia en el Archipiélago canario en 1724, para determinar la posición del primer meridiano, escrito que ha permanecido inédito hasta el día de hoy. Dicho manuscrito, que posee un extraordinario valor para el conocimiento del estado de la ciencia en aquella época y, singularmente, para la datación y primeros estudios sobre el comienzo de las observaciones científicas en Canarias es, -según señala Piqué-, modernamente desconocido en las islas Canarias y nunca había formado parte de las fuentes documentales en la investigación regional.



Cada uno de los tomos tiene más de 600 páginas, cubierta en tapa dura al cromo, y el primero reproduce una bella ilustración de J.J. Williams que se conserva en El Museo Canario sobre un bosque de Agua García, mientras que el segundo reproduce un dibujo del propio Feuillée de una violeta del Teide conservado en la Biblioteca Central de Museo Nacional de Historia Natural de París. Ambos tomos se venderán al precio de 80 euros. Infinidad de reproducciones, láminas de plantas, mapas, cuadros cronológicos, manuscritos y dibujos, ilustran las páginas de esta soberbia edición que se manifiesta como una auténtica joya editorial sin parangón en su género. La obra ha sido traducida al español por Dulce María González Doreste y Antonio Álvarez de la Rosa, catedráticos del Departamento de Filología Francesa de la Universidad de La Laguna. Herrera Piqué, que viene trabajando en esta magna obra desde 1980, ha incluido asimismo escritos de diversos especialistas que arrojan luz desde una mirada actual sobre un texto de la complejidad que s inherente a una obra científica del primer cuarto del siglo XVIII.

Según avanza Alfredo Herrera Piqué, “la presente obra parte de una perspectiva global sobre el desarrollo de la Ciencia en el siglo de la Ilustración, espacialmente en la esfera de la historia natural. Hemos intentado esbozar un marco general sobre el desenvolvimiento científico de aquel periodo, para, desde éste, introducirnos en lo que fue la exploración y estudio de la historia natural de las Afortunadas en el tiempo comprendido entre 1700 y 1850. Los motivos que hicieron de las Canarias un punto de interés geográfico y científico fueron de distinto orden, y propiciaron la presencia de revelantes naturalistas que ofrecieron notables contribuciones a los estudios de historia natural de la época. Su aportación al conocimiento de la naturaleza y de las especiales endémicas de estas islas fue valiosísima y abrió un vasto campo de nuevas investigaciones y publicaciones científicas”.

El ensayo que edita ahora el Cabildo, ofrece -como explica el propio Herrera Piqué- “el juego de enmarcar la exploración de la historia natural de unas islas perdidas en el Atlántico en la esfera de la gran aventura que ha desarrollado el hombre para intentar definir y explicar su propio medio natural, en el marco del periodo estelar que se vivió entre los años 1700 y 1850, el momento sublime y solemne de la Ciencia y de la Razón”.

Según señala el autor de la edición facsímil, Alfredo Herrera Piqué, “el tema objeto del presente estudio ofrece un doble escenario. Por una parte, se sitúa dentro del clima de evolución intelectual y científica de la Europa occidental de aquellos siglos, en los que la Revolución científica y la Ilustración abrieron un fulgurante pórtico al avance de los conocimientos. Por otra, tiene su epicentro geográfico y un ángulo de visión en el archipiélago de las Afortunadas, que en los siglos XVIII y XIX seguía siendo un pequeño paraíso geológico, volcánico, botánico y paisajístico, con grandes atractivos para los estudios de historia natural”

“Una tercera dimensión engarza, parcialmente, ambos contextos con el capítulo de las grandes expediciones oceánicas de la época, en la medida en que las islas Canarias fueron una primera escala marítima y, a veces, un primer capítulo científico en aquellos viajes de dilatado aliento que completaron el conocimiento del globo. El periodo que comprende las exploraciones de historia natural en el siglo XVIII y en la primera mitad del XIX está unido a la gran etapa de la formulación y desarrollo de la ciencia europea, una hermosa gesta unida a los nombres de Copérnico, Kepler, Galileo, Newton, Boyle, Linneo, Bufón, Kant, Laplace, Humboldt y Darwin. Y a la hazaña paralela del redescubrimiento del mundo, en la que, después de Cristóbal Colón y de Magallanes, se nos aparecen otros grandes navegantes como Dampier, Cook, La Pérouse y Malaspina. Es decir, una doble aventura que confluye en los heroicos viajes marítimos y continentales de los naturalistas de la Ilustración quienes, con un determinado bagaje de conocimientos científicos, se lanzaron a descubrir e inventariar los tres reinos de la Naturaleza en las más remotas regiones del globo”, explica el autor de esta edición.

“En el periodo histórico del que aquí nos ocupamos, el cálculo de la altitud del célebre volcán Teide, la determinación del primer meridiano y el interés por el estudio de la flora y el vulcanismo de las islas Canarias generaban la fascinación de los naturalistas europeos por el conocimiento de la naturaleza y escenarios del antiguo Jardín de las Hespérides”, agrega Herrea Piqué. “Por otro lado, la antigua tradición de iniciar el cómputo de los meridianos a partir de las Canarias significó un estímulo para marinos y astrónomos, en la aspiración de determinar, en función de ello, la más exacta posición de este archipiélago. Simultáneamente, el emplazamiento marítimo de estas islas como primera estación en la salida desde Europa hacia otros continentes, propició que se convirtieran en una escala habitual para los barcos que procedían del norte y cuando las grandes expediciones de circunnavegación incluyeron, entre sus amplios intereses, los objetivos de explorar y catalogar la flora y la fauna del planeta, las Afortunadas representaron una útil parada iniciática y, en definitiva, una atractiva antepuerta científica para sus jóvenes naturalistas y exploradores”, explica el autor.


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