Palabras de Yeray Rodríguez, profesor del Taller.
Sé positivamente que mi afecto por La Aldea es grata herencia del abuelo Juan, el que cargaba la bestia en Coruña para ir a vender queso a aquel barranco donde sembró amistades y parrandas. Y es que en La Aldea desembocamos los de la cumbre, cada cual con lo que tiene. Yo llevo mis versos, que no son exactamente míos. Desde el año 1999 asomo a La Aldea con el punto cubano, otra herencia de los viejos de palabra que modelaron el paisaje donde me crié. Desde muy pronto me percaté de la hermosa y necesaria labor que desarrolla en este enclave grancanario el Proyecto de Desarrollo Comunitario coordinado por los buenos amigos Lidia Sánchez y José Pedro Suárez; y desde muy pronto llegamos al convencimiento de que La Aldea es espacio idóneo para desarrollar iniciativas diversas que relacionen la tradición del punto cubano con la escuela. Cierto es que en mi deber pesa el no haber podido hasta la fecha desarrollar todos los proyectos anunciados. Mis otras obligaciones no me han permitido entregarme con el tiempo necesario a este proyecto que no desalojo de mi mente ni de mi corazón. Afortunadamente, el destino se puso de parte nuestra e hizo desembocar en La Aldea a José Miguel Perera, otro ser que, sin ser cumbrero, también arribó al barranco donde administra bendiciones San Nicolás. La deuda que tengo con La Aldea la empecé a pagar el pasado 17 de enero, cuando acudí a su Instituto para realizar un taller tan necesario como emotivo coordinado por el buen amigo, compañero de estudios y de sueños. Y como lo que pasa conviene, mereció la pena aguardar hasta esa fecha porque tuve la fortuna de que me acompañara hasta el centro Emiliano Sardinas, uno de los más grandes improvisadores del momento en Cuba, otro espacio de afectos, que en los últimos días de su gira por Canarias se acercó también a conocer La Aldea.
Se da la circunstancia de que Emiliano y yo, durante los días previos al taller aldeano, estuvimos realizando actividades similares en distintos centros de secundaria de Las Palmas de Gran Canaria, acompañados en todos los casos por Marcos Suárez que guitarra en ristre le puso su música a esta idea. El taller en el IES La Aldea resultó una experiencia gratísima. Cierto es que debemos pedir disculpas por no calcular la distancia ni el tráfico y llegar con retraso pero creo que, al final, nadie nos lo tuvo en cuenta.
Parto del convencimiento de que los talleres que realizamos no buscan, en principio, encontrar o moldear improvisadores sino acercar al alumnado una tradición secular que bien puede ayudar a desarrollar competencias que hoy se reclaman con urgencia y, de alguna manera, formar individuos más capaces verbal y, si me lo permiten, espiritualmente, que puedan verbalizar su adentro sin arrojarse por el precipicio de los monosílabos. Creo que se cumplieron las humildes expectativas que despertó el taller, pero mal camino tomaríamos si nos conformáramos con ello y no diéramos continuidad a esta iniciativa. Así deseo que sea para, a un tiempo, cumplir el compromiso adquirido con las gentes de La Aldea y con el Proyecto y con el entusiasmo de José Miguel Perera. Cierto es que el tiempo del que dispongo y la multitud de proyectos en la que estoy inmerso no me deja demasiado espacio, pero confío en la fluida comunicación con José Miguel y en su entusiasmo y capacidad para alentar este sueño.
Me atreví a titular este escrito “Reencuentro con el futuro” porque a él asistimos cuando prestamos atención a una de nuestras tradiciones más íntimas, la que cobija un pueblo condenado a un universo ágrafo (no escrito sino oral) que, sin embargo, ha sabido decirse durante siglos. Nos reencontramos con el futuro cuando contemplamos cuánto porvenir tiene una tradición que, dejando a un lado su dimensión artística y mediática, que la tiene, supone una evidente constatación de la naturaleza migrante de nuestro pueblo y nos ayuda a reinterpretar un presente que ha volteado las rutas de la miseria. Nos reencontramos con el futuro cuando llevamos al aula lo que ha vivido alejado de ella, casi en la clandestinidad pero en el afecto de tantos. Queda camino por recorrer. Apenas estamos empezando a andar pero hay muchos ojos que, desde algún lugar, vigilan y alientan nuestros pasos. Gracias La Aldea.
Una de las experiencias más maravillosas de mi vida.
Yudeina García Sarmiento (alumna del IES La Aldea)
Sin saber por dónde empezar, inicio una aventura por el gran mundo de la cultura canaria.
Desde pequeña me he sentido identificada con nuestras tradiciones, tanto como formación cultural como de manera sentimental. A medida que vamos creciendo nuestros intereses van por caminos muy distintos a los que pensabas tener cuando apenas comenzabas a tener una visión de la vida.
En mi caso, desde que tuve uso de razón, estuve envuelta en grandes proyectos sobre nuestras tradiciones, de ahí que siempre me sintiera atraída por nuestras raíces.
Fui creciendo y, a medida que el tiempo pasaba, en mí crecía también un ansia de saber y de adquirir por completo todos los conocimientos que a mi pasado se referían. Me vi en un contexto en el que mi participación resultaba importante; realicé trabajos sobre la vida y las costumbres de nuestros mayores; me informé sobre temas como el salto del pastor (algo que me tocaba de cerca), averigüé leyendas sobre los barrios de mi municipio, y cada vez más me fui acercando a lo que hoy sé que fuimos los canarios en un pasado no muy lejano.
Otro de los puntos donde más me he parado ha sido en el musical. En cada una de las entrevistas que tuve el enorme placer de hacer, nuestros mayores hacían hincapié en la importancia de la música en sus tiempos y en cómo los bailes de taifas se convertían en la única diversión que esperaban con ansia. Parto de ahí, de esos momentos de felicidad que a través de la música, y los elementos de transmisión oral, los canarios de antaño formaban sus tan preciadas parrandas.
El folklore canario tiene en algunos aspectos influencias de otras zonas, siempre en relación con el pueblo sudamericano. Es el caso de Venezuela (isla hermana) o Cuba. En los años de mayor miseria en las islas, muchos fueron los que decidieron poner rumbo a estas zonas en busca de la fortuna o al menos de una mejor vida. Con el fenómeno de la emigración comienzan las mezclas y trasmisiones musicales.
Uno de los casos más conocidos por los canarios es el del denominado punto cubano. Llega a nuestras islas a través de los emigrantes que se habían marchado pero que después regresaron al hogar, a finales del siglo XIX.
Sin embargo, muchos de los jóvenes de nuestra sociedad no tienen el mínimo conocimiento sobre qué significa o simplemente qué es el punto cubano. Yo por suerte, y lo digo así, suerte, sé lo que es y conozco a grandes maestros que lo practican. Pero, por el contrario, la mayoría de nuestra juventud ignora lo que esto es, algunos por decisión propia y otros por desconocer o no tener quien le inculque estos valores.
Hará cosa de unas semanas tuvimos la visita en nuestro centro de uno de los mayores maestros de este arte, que en su afán por enseñar y transmitir nuestra cultura ha desarrollado varios proyectos, tales como talleres para niños y jóvenes de aprendizaje del mismo. Hablo de Yeray Rodríguez, personaje conocido por sus andanzas en el mundo del folklore canario. Sin duda fue una de las experiencias más maravillosas de mi vida, de pronto vi como poco a poco el salón se iba llenando y en sus caras se notaba la expresión de lo desconocido. El tiempo iba pasando y en sus rostros se veía la alegría de saber que tenían algo que ver con lo que ese día se impartía allí.
La dinámica con que el maestro llevaba el curso acelerado fue todo un éxito, incluso consiguió que los alumnos presentes formaran versos, eso sí, con demostración incluida. Yo, por mi interés en el tema, fui de las últimas en abandonar el centro y al hacerlo sentí una enorme satisfacción al ver que de una manera indirecta había despertado en los chicos el deseo de aprender y de seguir con una labor que nos atañe a todos. Esto lo digo por la importancia de su persona en este ámbito: sin personas como él, hoy muchos de los jóvenes como yo no tendríamos conocimiento de lo que el punto cubano ha significado, significa y significará para nuestra cultura. Una forma de expresión o de manifestación de las ideas de una manera oral y que ha perdurado hasta nuestros días.
Debemos luchar porque nuestra sociedad mantenga estas tradiciones y para que sobre todo los adolescentes y jóvenes se percaten del valor de las mismas.
El Punto Cubano maravilló a nuestro alumnado.
José Miguel Perera (profesor del IES La Aldea)
No mentimos si decimos que, en resumen, el Taller de Punto Cubano que Yeray Rodríguez impartió al alumnado del IES La Aldea fue un éxito, como podemos observar en las palabras que me preceden. Todas las actividades realizadas por el poeta fueron enormemente motivadoras para los chicos y las chicas presentes.
Asombrosamente, el Taller que recibió nuestro alumnado se extendió hasta después de las 14:20 horas del mediodía, y todavía nuestros jóvenes querían más.
La mañana fue realmente UNA IMPROVISACIÓN. Lo decimos porque, en principio, el Taller estaba enfocado al grupo de 4º A de la ESO (no podían ser más, para poder trabajar mejor) pero, en medio de la magia y el aprendizaje de este arte poético, el Salón de Actos fue llenándose poco a poco no se sabe ni cómo. Parecería, desde mi impresión, que la palabra y la música se convirtieron, aquella mañana del miércoles, en una especie de “droga dura” para aquel que pululaba por allí y pedía a su profesor de turno el estar presente en tan acto memorable.
Yeray Rodríguez fue haciendo llegar a los presentes (muchos profesores también se acercaron “improvisadamente”) el arte que tan maravillosamente maneja, pero desde una pedagogía que se iba metiendo en los espectadores, activos y pasivos, sin apenas esforzarnos. Después de hacer una pequeña introducción histórica y valorativa de la Décima, los ejercicios que fue llevando a cabo con la ayuda y participación de todas y todos se convertían en una celebración de sonrisas con la compañía, siempre presente, de hacer comprender qué es la rima (consonante en este caso), qué es el verso (octosílabo en la décima), cuál es la importancia del ritmo en la poesía y cómo el vocabulario es elemento principal para poder expresar ricamente cualquier tipo de realidad.
Nuestros jóvenes, más de una vez, se sorprendían al ver cómo sólo con escuchar al otro les salían los versos octosílabos intuitivamente, por el simple caminar del ritmo de las palabras.
Era, en definitiva, la transparente expresión de estar aprendiendo con un gozo inmenso en el corazón y en el rostro. ¿Se imaginan que, en una de nuestras clases cotidianas, nuestros alumnos no se quieran ir, no se levanten cuando toca la campana de las 14:00 horas? Pues así fue la mañana, ya mediodía, del pasado miércoles. Asombrados estábamos.
Por lo demás, sólo nos queda agradecer enormemente a Yeray Rodríguez y a sus acompañantes (Emiliano, el poeta cubano; Marcos, el guitarra) por su disposición a venir, desinteresadamente, a nuestro centro a echar semillas que puedan despertar no sólo la historia de una tradición poética arraigada en Canarias, sino la del presente de esa tradición que él mismo, Yeray, encarna.
Pronto estará de nuevo en nuestro centro, siendo él mismo cabecilla de una futura Escuela de Punto Cubano (donde también está presente la gente del Proyecto de Desarrollo Comunitario del pueblo) que, aunque en proyecto todavía, pueda ser posible dentro del Proyecto Educativo Canarias-La Aldea que nos proponemos.