Por las zonas cercanas a Veneguera se había escuchado que este año, tras lo ocurrido con los incendios catastróficos, no iba a ver Belén Viviente. Y andaban equivocados. El pueblo especial y particular que son las gentes de Veneguera ha hecho, desde el esfuerzo de sus habitantes, otro año más su representación tan nombrada. Sin duda, junto con su concierto anual y sus fiestas, estamos ante el acontecimiento cultural más conocido en la isla de Gran Canaria con respecto al pago moganero.
El devastador fuego, en la vista del que se acercaba de noche a este Belén iluminado, parecía ya inexistente. Sin embargo, en el aire y en las bocas de vecinos y vecinas siempre anda rondando pues los resultados del mismo fueron tristemente radicales. Por poner un caso, el puente de la zona final del recorrido del Belén fue abrasado por las llamas. Pero, cual ave fénix que se levanta, ya hay un nuevo puente como símbolo de esperanza de que no hay catástrofe humana, junto al dolor de las infinitas pérdidas, que no se reponga, poco a poco, de las desdichadas situaciones que nos depara la vida.
Y así, una gran parte del pueblo de Veneguera afrontaba, meses atrás, la puesta en escena de ese símbolo de la Navidad Canaria que ya tanto los (y nos) identifica. Y con el debate anual de quién será en recién nacido que hará de niño Jesús, se afrontan los preparativos que dan lugar al hermoso cuadro físico y humano que ayer pudimos disfrutar los que allí nos acercamos.

1983 parece ser el año en que comenzó la historia de este Belén. Al principio sólo eran unos pocos pastores en la puerta de la iglesia; luego se pasó a la linda zona de La Cardonera, pero con unos pocos puestos; sin embargo hoy vemos un complejo recorrido lleno de detalles tradicionales canarios, desde la artesanía o la gastronomía hasta la música, con enseres tradicionales para la ocasión.
Algarabía en los tantos coches que llegan; algarabía en los sonidos del recorrido con los instrumentos que suenan, las gentes que comentan y se ríen, los saludos a los vecinos que andan representando su papel, la sonrisa de gustar los productos elaborados para este momento especial, la luminosidad de todo el espacio, el tras-tras de las tijeras en la trasquilada de ovejas…
Al modo de la fe de quien sabe que va a encontrar maravillas, se acercan gentes de los pueblos más cercanos. Tasarteros y tasarteras, aldeanos de todos los rincones (el Belén Viviente de La Aldea también se celebra este día), moganeros de otras esquinas del municipio; pero de forma llamativa hay quien se acerca devotamente desde Moya, Vecindario, Guía… o de la misma Capital.

También el trabajo de zurrones o batijeros, el beleté y la realización de quesos, la trasquilada, los tomateros a la vieja forma plantados, el delicioso buchito de café, tostado y molido, al modo tradicional; la media cantina media tienda de aceite y vinagre, con sus jugadores de envite en la esquina y objetos y productos de aire antiguo… Las lavadoras que restriegan sus prendas en la piedra dura, arrodilladas en el suelo…
Y el lindo nacimiento, con dos jóvenes que ataviados para la ocasión (como todos los participantes), dan cobijo y calor al pequeño Jesús que este año transmitía un buen futuro con una sonrisa que no dejaba de aparecer en su diminuto rostro.
Las ricas tortillas hechas con leña, el gofio, los bollos deliciosos, las naranjas del lugar, el vino de la tierra, el chocolate calentito contra el frío que raja… Todo junto, entremezclado con la alegría de las personas que laboriosamente no tienen otra finalidad que dar a conocer nuestras tradiciones, de hacer pasar un rato agradable a todo aquel que se acerca a Veneguera en este día.
Grandes, jóvenes, ancianos y ancianas, pequeños niños y pequeñas niñas en uno y otro rincón, resguardados por los inmensos cardones y los claroscuros del ambiente.
Veneguera volvió a darnos su Belén Viviente otro nuevo año. Volvió a darnos una noche maravillosa. Veneguera es un rincón de esperanza.
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