Con estas CRÓNICAS DE LA LUCHA CANARIA se pretende recuperar la memoria de un hombre que vivió y amó intensamente nuestro deporte vernáculo. Fue uno de sus referentes y más ardientes defensores en la primera mitad del siglo XX.
Emilio Rivero Rodríguez nació en Tegueste 1883 y murió en La Laguna en 1959. Como luchador debutó a los dieciseis años y durante casi veinte se mantuvo en activo. Su relación con la lucha canaria que tanto admiraba y quería, no cesó con su retirada; su labor continuó como organizador de luchadas y encuentros entre selecciones de todas las islas, enseñando a los jóvenes luchadores, escribiendo artículos para la prensa... Cuando se le preguntaba por lo que había sido en la lucha canaria decía: “luchador, entrenador, directivo, presidente, federativo, juez, árbitro, promotor, empresario...”.
En la PRIMERA PARTE de este libro se reproducen artículos de Emilio Rivero que fueron publicados en la prensa entre 1940 y 1943. Todos son del mayor interés y hablan de luchadores, de memorables luchadas y de hechos relacionados con la lucha canaria. Entre otros acontecimientos relata: Cuando Juan Díaz, “Rubio del Bufadero”, tiró a 17 hombres y le ganó el desafío a “Pepe el de Los Laureles”; La luchada de la “Media Montaña”; Tegueste y su gran afición a la lucha; “Rosita” fue el ídolo de la afición de Lanzarote; Rafael Déniz “Cañero”, fue el más sólido puntal del equipo de Santa Cruz “Fomento de Luchas Canarias”; La lucha en la isla de La Gomera...
En la SEGUNDA PARTE se ha incluido una selección de los muchos escritos que dejó inéditos. Con ellos no sólo nos llegan conocimientos y curiosidades de la lucha canaria, sino que también nos traslada a otros tiempos y a costumbres en muchos casos desaparecidas, como La lucha en “las sacadas”; Las luchadas de ánimas; El luchador retenida; Los luchadores clásicos; Luchadores románticos; para finalizar con unas “Breves biografías de luchadores contemporáneos”.
El libro cuenta con una interesante Introducción que nos acerca, a modo de biografía, a la personalidad de Emilio Rivero. El autor de esta Introducción es Gonzalo Hernández Sánchez, Presidente de la Federación de Lucha Canaria, y en ella podemos leer:
Emilio Rivero Rodríguez nació en Tegueste en 1883 y falleció en La Laguna en 1959. El haber nacido en un pueblo conocido en las Islas con el sobrenombre de «Cuna de la Lucha Canaria» hizo natural su vinculación a nuestro deporte vernáculo. Comenzó en el colegio, que había implantado como gimnasia la lucha canaria, a través del maestro Antonio Melián González quien se ocupaba de iniciar a los niños en la lucha canaria. Como luchador debutó en el partido de Tegueste a los dieciséis años, en el Teatro Viana de La Laguna, manteniéndose en activo hasta los treinta y tres años.
Dejada atrás su actividad como luchador, entra de lleno en otra no menos importante y que le dio la oportunidad de ampliar sus conocimientos sobre la historia de nuestro deporte; en esa época de principios del siglo XX, la lucha canaria no se organizaba tal como hoy la conocemos, con campeonatos regulares y por equipos federados, sino que se celebraban los encuentros esporádicamente, preferentemente con motivos festivos, en los pueblos y en las capitales canarias, entre bandos o partidos creados al efecto.
En su época de Tegueste administra la finca agrícola de El Caidero, dedicada al tabaco, algodón y explotación ganadera preferentemente. Casado con la teguestera María del Carmen Melián Soto, de su matrimonio nacen doce hijos, ocho mujeres y cuatro varones.
Su labor en la lucha canaria continúa ahora como organizador de luchadas, dirigiendo el partido de Tegueste, enseñando a los jóvenes luchadores y muy especialmente organizando encuentros de selecciones entre Tenerife, Las Palmas y otras islas, eventos de primera magnitud no sólo deportiva sino social en esta época en las principales capitales canarias. En esos encuentros participan los mejores luchadores del momento de todas las islas y le permiten al autor conocer, de primera mano, no sólo la lucha tinerfeña, sino la del resto de Canarias, conocimientos éstos que plasma en sus escritos.
Deja atrás su etapa agrícola en Tegueste y se instala en la Vuelta de los Pájaros (Santa Cruz de Tenerife) dedicándose a la gestión de compra y venta de propiedades. Difusor de la lucha en las Islas, fue más allá de sus límites geográficos y organizó la primera expedición lejos de nuestras fronteras, llevando a los luchadores canarios Luis Pages, Camurria y Domingo Pérez Abreu, a Suiza, en 1935.
Hombre comprometido con el vernáculo deporte y también con la actividad pública de su pueblo, pues fue Juez de Paz y Alcalde de Tegueste en la II República, en 1931. Este hecho hizo que al comenzar la guerra civil en 1936 y hasta su final, permaneciera oculto en una ciudadela de Santa Cruz de Tenerife, huyendo de las posibles represalias de las que pudiera ser objeto por las nuevas autoridades. Tres años de angustia para él y su familia, como tantos españoles sufrieron en aquella guerra.
Al finalizar ésta se presenta ante las autoridades acogiéndose a las medidas de gracia otorgadas a quienes no cometieron delitos de sangre, como era su caso. Con el final de la guerra se reincorpora a su pasión, a lucha canaria, participando en la nueva etapa que se inicia con la creación de las federaciones, la organización de campeonatos y su reglamentación.
Traslada luego su domicilio a La Cuesta (La Laguna) donde fallece en 1959.
Emilio Rivero Rodríguez nació en Tegueste 1883 y murió en La Laguna en 1959. Como luchador debutó a los dieciseis años y durante casi veinte se mantuvo en activo. Su relación con la lucha canaria que tanto admiraba y quería, no cesó con su retirada; su labor continuó como organizador de luchadas y encuentros entre selecciones de todas las islas, enseñando a los jóvenes luchadores, escribiendo artículos para la prensa... Cuando se le preguntaba por lo que había sido en la lucha canaria decía: “luchador, entrenador, directivo, presidente, federativo, juez, árbitro, promotor, empresario...”.
En la PRIMERA PARTE de este libro se reproducen artículos de Emilio Rivero que fueron publicados en la prensa entre 1940 y 1943. Todos son del mayor interés y hablan de luchadores, de memorables luchadas y de hechos relacionados con la lucha canaria. Entre otros acontecimientos relata: Cuando Juan Díaz, “Rubio del Bufadero”, tiró a 17 hombres y le ganó el desafío a “Pepe el de Los Laureles”; La luchada de la “Media Montaña”; Tegueste y su gran afición a la lucha; “Rosita” fue el ídolo de la afición de Lanzarote; Rafael Déniz “Cañero”, fue el más sólido puntal del equipo de Santa Cruz “Fomento de Luchas Canarias”; La lucha en la isla de La Gomera...
En la SEGUNDA PARTE se ha incluido una selección de los muchos escritos que dejó inéditos. Con ellos no sólo nos llegan conocimientos y curiosidades de la lucha canaria, sino que también nos traslada a otros tiempos y a costumbres en muchos casos desaparecidas, como La lucha en “las sacadas”; Las luchadas de ánimas; El luchador retenida; Los luchadores clásicos; Luchadores románticos; para finalizar con unas “Breves biografías de luchadores contemporáneos”.
El libro cuenta con una interesante Introducción que nos acerca, a modo de biografía, a la personalidad de Emilio Rivero. El autor de esta Introducción es Gonzalo Hernández Sánchez, Presidente de la Federación de Lucha Canaria, y en ella podemos leer:
Emilio Rivero Rodríguez nació en Tegueste en 1883 y falleció en La Laguna en 1959. El haber nacido en un pueblo conocido en las Islas con el sobrenombre de «Cuna de la Lucha Canaria» hizo natural su vinculación a nuestro deporte vernáculo. Comenzó en el colegio, que había implantado como gimnasia la lucha canaria, a través del maestro Antonio Melián González quien se ocupaba de iniciar a los niños en la lucha canaria. Como luchador debutó en el partido de Tegueste a los dieciséis años, en el Teatro Viana de La Laguna, manteniéndose en activo hasta los treinta y tres años.
Dejada atrás su actividad como luchador, entra de lleno en otra no menos importante y que le dio la oportunidad de ampliar sus conocimientos sobre la historia de nuestro deporte; en esa época de principios del siglo XX, la lucha canaria no se organizaba tal como hoy la conocemos, con campeonatos regulares y por equipos federados, sino que se celebraban los encuentros esporádicamente, preferentemente con motivos festivos, en los pueblos y en las capitales canarias, entre bandos o partidos creados al efecto.
En su época de Tegueste administra la finca agrícola de El Caidero, dedicada al tabaco, algodón y explotación ganadera preferentemente. Casado con la teguestera María del Carmen Melián Soto, de su matrimonio nacen doce hijos, ocho mujeres y cuatro varones.
Su labor en la lucha canaria continúa ahora como organizador de luchadas, dirigiendo el partido de Tegueste, enseñando a los jóvenes luchadores y muy especialmente organizando encuentros de selecciones entre Tenerife, Las Palmas y otras islas, eventos de primera magnitud no sólo deportiva sino social en esta época en las principales capitales canarias. En esos encuentros participan los mejores luchadores del momento de todas las islas y le permiten al autor conocer, de primera mano, no sólo la lucha tinerfeña, sino la del resto de Canarias, conocimientos éstos que plasma en sus escritos.
Deja atrás su etapa agrícola en Tegueste y se instala en la Vuelta de los Pájaros (Santa Cruz de Tenerife) dedicándose a la gestión de compra y venta de propiedades. Difusor de la lucha en las Islas, fue más allá de sus límites geográficos y organizó la primera expedición lejos de nuestras fronteras, llevando a los luchadores canarios Luis Pages, Camurria y Domingo Pérez Abreu, a Suiza, en 1935.
Hombre comprometido con el vernáculo deporte y también con la actividad pública de su pueblo, pues fue Juez de Paz y Alcalde de Tegueste en la II República, en 1931. Este hecho hizo que al comenzar la guerra civil en 1936 y hasta su final, permaneciera oculto en una ciudadela de Santa Cruz de Tenerife, huyendo de las posibles represalias de las que pudiera ser objeto por las nuevas autoridades. Tres años de angustia para él y su familia, como tantos españoles sufrieron en aquella guerra.
Al finalizar ésta se presenta ante las autoridades acogiéndose a las medidas de gracia otorgadas a quienes no cometieron delitos de sangre, como era su caso. Con el final de la guerra se reincorpora a su pasión, a lucha canaria, participando en la nueva etapa que se inicia con la creación de las federaciones, la organización de campeonatos y su reglamentación.
Traslada luego su domicilio a La Cuesta (La Laguna) donde fallece en 1959.