Revista n.º 1083 / ISSN 1885-6039

Carlos Müller: Die Kanarische Insel. Reisen durch die Zeit.

Lunes, 4 de junio de 2007
Renata Springer
Publicado en el n.º 160

Descubrir un lugar a fondo exige recorrer sus paisajes y rastrear las huellas de sus pueblos; eterna búsqueda en pos de las señas de identidad forjadas a través de los avateres más diversos. Es un punto de partida obligatorio para comprender la idiosincracia de los diferentes rincones del mundo, traducida en la peculiar forma que tienen sus habitantes a la hora de concebir la vida, de responder a los reveses, de recabar fuerzas para despedir el día con una copa entre los amigos. Así al menos lo ha entendido Carlos Müller...

Foto Noticia Carlos Müller: 'Die Kanarische Insel. Reisen durch die Zeit'.

Así al menos lo ha entendido Carlos Müller, quien ha deseado compartir con el gran público su amor por el Archipiélago Canario, materializado en una magnífica obra en lengua alemana, lo que explica el título “Die Kanarischen Inseln. Reisen durch die Zeit” que en castellano equivale a “Las Islas Canarias. Viaje a través del
 
 Portada del libro de Carlos Müller, basada en un cuadro de Paco Juan Déniz.
tiempo”. Aunque podría parecer un libro más sobre las Islas Canarias, éste sin embargo merece el calificativo de ser absolutamente excepcional, en razón a que fue guiado por una cultura práctica y vivencial, ésa que solamente logran alcanzar los que han conocido una tierra “desde dentro”. Profundo conocedor de las anécdotas más íntimas, Carlos narra con el mismo tono crítico tanto la historia del pasado como la de un presente no menos emblemático, en un paseo que va desde el antiguo poblamiento hasta la llegada de los primeros europeos, para contar los tambaleantes comienzos de una sociedad de postconquista bajo la continua amenaza de piratas. Leemos en sus páginas las vicisitudes del fracasado Sir Francis Drake, incapaz de poner “un sólo pie en tierra canaria”, junto a las pinceladas de otros protagonistas, quizás “secundarios”, pero retratados con el mismo tono audaz y con idéntico rango de valor: la vida del escurridizo Corredera, “figura legendaria de la historia canaria”, escondido de la guardia civil, mientras recibía apoyo por parte de la población civil que mostraban de este modo su rechazo al cuerpo represor.


Su sentencia “Los monocultivos son ejemplo clásico del llamado capitalismo periférico, (...) expresado con términos menos eruditos, simple economía colonial“, puede sonar atrevida, pero con ella seguimos un análisis que, más que reseñar las cuantías de capital ingresado o acumulado, denuncia las grandes explotaciones agrícolas, consecuencias de ciertas políticas económicas, situándose al lado de la población y contando de qué manera fueron empujados a emigrar a América en peligrosas travesías los “esclavos blancos” o “boat-people canarios”; aventuras suicidas casi olvidadas hoy día a la luz de la masiva llegada de africanos, con los que compartimos, sólo atenuado por el paso del tiempo, el sentimiento de idéntica desesperación. No concluye desde luego sin mostrar la otra cara de la moneda, el papel de los indianos, aquellos otros emigrantes más afortunados, cuyo regreso colmados de éxito y bienes materiales suscitaron a sus congéneres aún más las esperanzas de una vida mejor en ultramar.

Mucho habrá que buscar para hallar otro autor que hable de este modo sin tapujos, y que se atreva a llamar las cosas por su nombre. No omite los secretos canarios a voces, aquellas “grandes desapariciones” de ingentes sumas de dinero. Una de las más llamativas tal vez, aunque lejos de ser la única, ni siquiera la más grande, la del caso de Tindaya: “De un modo aún no aclarado desaparecieron en el fondo de oscuros canales 1.960 millones de pesetas – aproximadamente 12.000.000 de Euros – en razón a trabajos de sondeos jamás realizados. Una espesa niebla de economía entre primos, especulación, incluso corrupción, ha cubierto este asunto, que ni siquiera los juzgados han podido aclarar.“ Continuar este artículo constituye todo un deleite sobre “nuestro acervo cultural isleño”, tan isleño, en efecto, como lo son el gofio y el zurrón.

Son estos relatos los que hacen historia, y ensamblar una tras otra nos lleva a complacer con una visión particular, alejada a su vez tanto de las guías turísticas como de compendios y tratados históricos. Cuesta mucho sustraerse del encanto que emana de este libro tan peculiar, pero que a la vez resulta absolutamente irreverente con el pasado y presente. Si Carlos se hubiese puesto a redactar una novela, solamente sería comparable a los grandes escritores críticos actuales como M. Houellebecq o T.C. Boyle.

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