En esta reorganización de la actividad ganadera en las islas, los conquistadores y colonos tuvieron que recurrir al concurso de canarios, gomeros y guanches; sin la participación de los naturales de Canarias hubiese sido imposible mantener en producción los ingentes rebaños que había en las islas a la llegada de los europeos. Para ello aprovecharon el trabajo de centenares de familias de pastores que atendían los ganados y elaboraban el queso mientras pugnaban por ganarse un lugar bajo el sol del orden colonial.
Según los cronistas de la conquista de Canarias, y a decir de la historiografía dominante en las islas, los aborígenes no conocían el arte de quesear en el sentido occidental. Sin embargo tras la conquista se consumaron no sólo como reputados pastores, sino que la producción de quesos descansó principalmente en manos de las mujeres indígenas. Inmediatamente acabada la conquista militar de las distintas islas podemos observar a miles de canarios, gomeros y guanches -auténticos náufragos sobrevivientes a la debacle de las sociedades canarias prehispánicas- que frecuentemente acuden a las escribanías de la Laguna, el Real de Las Palmas, Telde o Gáldar a escriturar sus actividades comerciales, y concretamente las ventas de queso que realizaban.

El principal producto derivado de la ganadería menor que comercializaron los indígenas fue el queso; la mayoría de las transacciones realizadas por los pastores indígenas no dejaron rastro documental pues en muchas ocasiones la entrega de la mercancía a los mercaderes se realizaba en las cercanías de sus cuevas y majadas, en lugares donde por lo general no llegaba el brazo registral de los escribanías coloniales. Aún así el volumen de producción quesera indígena del que quedó registro notarial en las escribanías tinerfeñas y grancanarias hasta 1525 es notorio: más de 12.000 kilos de queso comercializaron los indígenas.
A la luz de las diversas vías de integración de los naturales de Canarias en la sociedad colonial, tras la conquista europea; particularmente al constatar la importancia de sus actividades ganaderas y de su producción quesera, parece necesario perfilar el conocimiento histórico que la sociedad canaria contemporánea ha construido respecto a las sociedades prehispánicas en las islas, así como al momento genésico de la sociedad moderna en Canarias.
La importancia de los pastores indígenas en el cuidado y explotación de la cabaña ganadera, principalmente caprina, se pone de manifiesto no sólo en el aprovechamiento del trabajo de centenares de familias de pastores que atendían los ganados y elaboraban el queso, sino en el empleo de destacados cabezas de los linajes indígenas como personal intermediario que controlase las actividades de los pastores y de sus familias. Al menos una docena de indígenas de las distintas islas se emplearon tras la conquista en estos menesteres de intermediarios entre la sociedad colonial y las actividades ganaderas indígenas. Diputados del ganado y alcaldes de la mesta, veedores del ganado, veedores para la matanza de perros salvajes, recaudadores del diezmo ganadero, guardas de las dehesas y de las mieses, e incluso alguaciles y alcaldes pedáneos de lugares cercanos a centros de poblamiento aborigen, donde en los primeros compaces de la colonización fueron frecuentes los altercados que tuvieron por origen la contradicción entre la ganadería indígena y la colonización agrícola europea, casos de Agaete-Guayedra, Artenara-Lugarejo en Gran Canaria, o Taganana y las partes de Adeje y Daute en Tenerife.

Una nómina significativa que pone en evidencia la importancia que este sector de la población tuvo en la génesis del campesinado pobre en Canarias. El profundo mestizaje entre indígenas de Canarias, esclavos traídos de África y campesinos pobres de origen español jugó un papel de primer orden en la formación de las clases trabajadoras que pusieron en marcha la sociedad colonial en Canarias.
En lo referente a la ganadería y la producción de queso por parte de los indígenas, resulta difícil averiguar la totalidad de la producción quesera pues de la mayor parte de sus transacciones económicas no se dejó registro documental, las cifras aportadas por los Archivos Notariales de las islas hay que considerarlas como un mínimo.
Las familias indígenas eran auténticas unidades de producción ganadera: las descendientes de los extintos grupos dominantes -que lógicamente empleaban a sus esclavos para los menesteres ganaderos-, pero especialmente la de los pastores, el común de la población indígena superviviente al violento choque de la conquista. La atención a las jairas, además de iniciar a los niños en la cultura ganadera, no era contrapuesta a la colaboración con los pastores en los hatos que eran cuidados al palo en zonas de Anaga, Imobad, Buenavista y Teno, Masca, Agache, Güímar, Arafo... en Tenerife; o en los alrededores y entre las dehesas del Real de Las Palmas, Tamaraceite y Tasautejo, Fagagesto y los Altos de Guía y Gáldar, Acusa, Lugarejo, Agaete, Guayedra, Timagada, El Carrizal y por todo el barranco de La Aldea desde su cabecera en la cumbre, por el barranco de Guayadeque y las zonas comarcanas de Tenteniguada y Temisas, o en zonas costeras desde los Llanos de Arinaga hasta Arguineguín, pasando por los corrales del canario Juan Grande y la charca de Maspalomas... en Gran Canaria.
Es necesario profundizar en el análisis de la génesis de las clases pobres en la Canarias moderna. En el profundo mestizaje que parió la sociedad moderna en estas islas está la clave de la tantas veces manoseada identidad canaria.
Gabriel Betancor Quintana es Dr. de Historia Moderna y Contemporánea. Este artículo ha sido previamente publicado en los números 29 y 30 de la revista Pella Gofio.