El calabazo o riego al calabazo es una práctica laboral que ha evolucionado hacia juego o deporte y que tiene su origen en la actividad agrícola de elevar el agua desde un canal o acequia a un nivel superior, empleando para ello un instrumento denominado calabazo.
El dato más antiguo encontrado hasta el momento sobre el calabazo es de 1868, en unas cartas del Ayuntamiento de Los Llanos de Aridane, que recogen la solicitud de una certificación en los siguientes términos: que es dueño y poseedor de una huerta de riego al calabazo en el pago de Argual, donde dicen La Vera o Cancela del Cabo, y del cual paga contribución (Hernández, MªV. y Hernández, A., 1994:206)1.
Ramón Papachola regando al Calabazo (Los Llanos de Aridane, La Palma, 1990). |
Esta actividad, exclusiva del Valle de Aridane (La Palma), surge de la necesidad de salvar desniveles para llevar el agua desde el fondo del barranco a terrazas superiores y posibilitar el cultivo. La evolución que sufre hasta nuestros días habría que buscarla también en motivos de índole jurídica.
El calabazo, como útil de regadío, permite dividirlo en dos partes:
1. El palo, que es de una madera dura y que servirá como brazo de palanca.
2. El calabazo, que antiguamente era una gran calabaza curtida al sol y hoy es un recipiente formado por doce piezas de lata soldadas.
Las medidas del calabazo dependerán de la altura del desnivel a superar, tomándose como mínima la de 180 cm. La capacidad del recipiente para la recogida y transporte del agua oscila entre los 12-16 litros. El calabazo completo y vacío pesa alrededor de 3-4 kg.
La construcción del calabazo se somete a un proceso artesanal en el que se ensamblan doce piezas de lata que deben estar perfectamente equilibradas, para que el gesto que realice el calabacero durante el trasvase del agua sea uniforme y eficaz.
El origen del calabazo, como útil de regadío, parece estar íntimamente ligado a la importante presencia de colonizadores portugueses en La Palma. En portugués, el vocablo calabaco significa: Regador feito de lata ou de cabaca seca, com que se extrai agua de poços o regresas lancanda-o para el sulco, que a lena ao terreno que se desije regar2.
Actualmente, es posible aún localizar la utilización de este apero en poblaciones portuguesas como Vila de Conde, Tras-os-Montes o Bragança.
Dos son los motivos que han dado lugar a la presencia del calabazo en la agricultura del Valle de Aridane: su idoneidad y comodidad para salvar desniveles permitiendo el riego de cultivos en terrazas y, fundamentalmente, una razón jurídica con respecto a los Heredamientos de Aguas de Argual y Tazacorte, que especifica que sólo se podrá echar agua de la acequia a su poceta con el calabazo y la destreza o jeit” (Acto de Conciliación de 1939).
En relación con la técnica para el riego con calabazo se puede hablar de dos modalidades, la practicada en Argual y la que se emplea en Tazacorte. En Argual se riega en posición de sentados, con una intensidad o esfuerzo menor al aprovechar el muslo como punto de apoyo de la palanca y una ligera incorporación para elevar el calabazo. En Tazacorte, la acción se realiza desde posición erguida y el apoyo del palo sobre el muslo es más suave.
El gesto técnico que realizan los calabaceros para ejecutar su labor es fruto de años de perfeccionamiento y se basa en un continuo cambio de posición erguida a posición sentada con objeto de facilitar la acción de palanca, y de giro de muñecas a la hora del llenado y vaciado del recipiente.
Hay que destacar que a la hora del riego en todas las regaderas, lugares donde se echa el agua con los calabazos, se sitúan dos calabaceros, uno a cada lado de la misma y de frente al canal o acequia.
El calabacero apenas derrama agua en el trayecto desde el canal a la regadera situada en el nivel superior, siendo capaz de realizar un movimiento completo en tres segundos, que implicaría elevar alrededor 16000-18000 litros en una hora.
La práctica desaparición de esta actividad por la pérdida de rentabilidad debida a la existencia de otras formas de transportar del agua o nuevos sistemas de riego que abaratan el coste de la mano de obra, ha promovido el paso forzado de actividad laboral a actividad lúdica o deportiva. Aunque se puede constatar una tradicional pugna entre los calabaceros por demostrar su habilidad, un ritmo más elevado o una mayor prolongación del esfuerzo, es a partir de la década de 1980 cuando se puede afirmar que toma un carácter lúdico-deportivo. Es por esto que, más que de un juego o deporte tradicional, sería riguroso hablar de una actividad laboral tradicional que se ha convertido en deporte.
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1 Hernández, Mª V. y Hernández, A. (1990). "El calabazo". En VV.AA. Juegos Deportivos Tradicionales. (pp. 197-219). Santa Cruz de Tenerife: Centro de la Cultura Popular Canaria.
2 Fiqueredi, C. de (1985). Diccionario. Lisboa: Livario Benstroal. p. 57.
Para concluir les mostramos un vídeo, producido por el Cabildo de Fuerteventura, que ilustra de manera didáctica la práctica de el calabazo.