La mano femenina estaba presente en la elaboración de quesos hechos con leche de cabra, oveja o vaca. En la actualidad, en el Archipiélago, algunas mujeres queseras siguen “haciendo queso” con métodos y utensilios tradicionales, otras se han adaptado a las modernas técnicas de producción en las nuevas queserías.
No menos importante fue la elaboración o tratamiento de productos cárnicos; así, después de la matanza de los cochinos, salaban la carne, para proveerse en los inviernos (fundamental en los potajes de coles y para acompañar el “revuelto o escaldón”), hacían chicharrones, chorizos, morcillas y obtenían la preciada manteca.
Las mujeres siempre se han ocupado en el sector pecuario, incluso desde la época aborigen, han desarrollado una intensa actividad aunque no lo reflejen los datos estadísticos. En todas las épocas fueron ellas las que garantizaban el abastecimiento de carnes, huevos, leche, aprovecharon las pieles y lana. Los hombres se encargaban de sacrificar los cochinos, las cabras, ovejas y, en los mataderos habilitados al efecto, de las vacas, pero los animales pequeños (gallinas, pollos, conejos) lo realizaban ellas.
La producción ganadera comenzó a retroceder en la década de 1960, merma justificada por el desvío de efectivos hacia el sector turístico; la cabaña descendió pero las mujeres en las casas continuaban criando animales. Pocas familias se dedican a la ganadería; en pueblos donde las cabezas de ganado se contaban por cientos, apenas quedan y en muchos lugares no hay ni una yunta de vacas. Aún hoy, pese a la reducción de la cabaña, la actividad de las mujeres constituye una aportación esencial en el trabajo de la ganadería y la elaboración de productos alimenticios, tanto a nivel comercial e industrial como en el autoabastecimiento de productos cárnicos y lácteos.
Teresa González Pérez es Catedrática de Escuela Universitaria de la ULL. Publicado en El Baleo, Boletín Informativo. Número 10. Noviembre 2003.