Las Salinas de Arinaga se encuentran localizadas en el municipio de Agüimes (Gran Canaria), en el extremo sur del núcleo urbano de Arinaga y en la ribera del mar, que se encuentra dentro de la zona del Polígono Industrial de Arinaga. Estas Salinas formaban parte de un complejo salinero localizado en la costa Sureste, del que en la actualidad sólo quedan en activo tres ejemplos (Tenefé, Arinaga y Bocabarranco).
Las Salinas de Arinaga responden al modelo mediterráneo caracterizado por el asiento artificial sobre barro apisonado, y dobles concentradores (concentrador-cristalizador) que conforman un paisaje cuadriculado característico de las salinas mediterráneas. Sin embargo, este modelo va a sufrir una serie de variaciones con el objetivo de adaptarlas a las condiciones intermareales de Canarias y a la escala de su modelo socioeconómico.
La superficie que ocupa el área del Bien de Interés Cultural es de 26.418,696 metros cuadrados con un perímetro de 743,151 metros. Esta superficie ha estado dividida en dos unidades productivas diferenciadas pero unidas en la misma parcela. La más al norte, se vio afectada por las obras de encauzamiento del Barranco de Balos o Barranco de Guerra reduciendo parte de la superficie productiva, especialmente a los cocederos o concentradores que las alimentaba.
La zona donde se asientan las salinas fue descrita como erial improductivo e incapaz de sembrado, debido a su escasa potencialidad agrológica y la instalación de salinas se vio como oportunidad de negocio y puesta en valor del espacio, en un momento donde las industrias de salazón demandaban importantes cantidades de sal para conservantes de las capturas obtenidas en el banco pesquero canario-sahariano. La solicitud para la construcción de estas salinas se realizó en los albores del siglo XIX: el 27 de abril de 1804 el Obispo Verdugo concede a D. Santiago Verdugo Da Pelo, abogado de los Reales Consejos, 300 pasos de cuadro para fábrica de salinas.
Una de las más destacadas particularidades de las Salinas de Arinaga, la constituye los inmuebles asociados al ingenio, en especial la conocida como Casa del Obispo. Esta casa solariega de cubierta plana, con pares de madera, tillas y torta de mortero de cal, dos alturas, con corredor en la planta alta, orientada al mar y a las salinas, fue sede de veraneo del Obispo Verdugo, donde además se celebraron misas para los escasos vecinos que residían en el pago de Arinaga. Contaba, por tanto, con oratorio y pila de agua bendita, siendo ésta la primera capilla levantada en Arinaga.
La planta baja del inmueble fue utilizada también para almacén de la producción de sal y los aperos de la producción. Asociada a la vivienda se construyó un aljibe soterrado que en la actualidad se encuentra colmatado de tierra. Una de las particularidades constructivas del inmueble radica en que una de las estancias de la planta alta tiene los pavimentos realizados en cantería, sobre pares de vigas de madera.
Además de esta residencia las salinas cuentan con otra vivienda conocida como la Casa de los Cuatro Picos, localizada junto al mar, en el extremo sur del conjunto. Esta edificación ha estado destinada a vivienda de los salineros que regentaban las salinas. Consta de dos espacios interiores, con cubierta de plana de pares de madera y tilla.
Cada una de las dos unidades del conjunto cuenta con almacén para depósito y resguardo de la sal. Por su tipología, parecen ser las edificaciones más antiguas y frágiles. Son inmuebles de única crujía y cubierta a dos aguas rematadas en tejas, con paredes de piedra que han sido reforzadas con mortero de cal para su mantenimiento. Cada uno de estos almacenes sirvió para resguardo de la sal, con pavimentos de tierra apisonada, y ligera pendiente en el suelo para drenaje de las salmueras.
Estos dos inmuebles son los que más han sufrido las embestidas de la acción del mar, por encontrarse en primera línea de costa. A lo largo de los siglos de usos las paredes han tenido diversas obras de refuerzo para su mantenimiento.
En el borde Este de las Salinas, junto al mar, se construyó un muro de defensa de las salinas, de las invasiones de pleamar y que igualmente ha sufrido múltiples refuerzos por motivos de la abrasión marina. En los extremos Norte y Sur de las salinas se conservan los restos de los antiguos tomaderos que realizan la función de captadores del agua del mar. Cada uno de ellos dispone de control de cierre y recarga en forma de paletones de madera.
En cuanto a la superficie productiva y al igual que en el resto de las salinas de este modelo, se halla dividida entre los concentradores (cocederos) y cristalizadores (tajos). La salina norte dispone de unos 318 tajos y un único cocedero afectado. Por su parte, la Salina Sur, cuenta con 429 tajos repartidos en una superficie de 7.160 metros cuadrados, y un único cocedero. Toda la trama productiva está surcada por acequias matrices y secundarias que reparten el agua de riego y recarga por la salina desde los cocederos. En la Salina Sur se conservan los pesebres de agua que servían para trasegar el líquido concentrado de cocederos a tajos. Ambas salinas, unidas en la misma parcela, han estado divididas por cortavientos, en forma de talanqueras de palos o cañizos, que tienen la doble finalidad de diferenciar los dos espacios y frenar o amortiguar la acción del viento.
En el borde oeste y sur del conjunto se localizan las terreras, que sirven de abrigo y protección a las salinas y que son el resultado de la excavación y nivelación de la obra que se realizó para la instalación de este ingenio. Para la separación y contención de las terreras, la salina cuenta con muros de piedra seca (cantos rodados), que aterrazan los bordes del espacio productivo.
Desde su construcción las salinas se mantuvieron en activo, pasando de titulares y siendo salineros distintas familias. En 1921 figura como encargado Manuel Viera Alemán, natural de Las Palmas, que se traslada a residir con su familia en las salinas. En 1942 Manuel Viera Umpiérrez compra las salinas a Mª Jesús Melián Alvarado, cuyos descendientes, los Viera, se han mantenido vinculados hasta la actualidad en las salinas. Tras la expropiación en los años 70 por parte del Cabildo, los salineros mantuvieron la actividad hasta esta misma zafra en condiciones precarias.
En estas fechas de la década de los setenta la crisis del sector se acentúa y la producción se reorienta hacia el consumo insular, dentro del abanico de usos que tradicionalmente ha tenido la sal (conservante, condimento, industria de la piel, fábrica de piensos, etc.).
El patrimonio intangible asociado a las salinas configura también un bien cultural de primer orden, cuya continuidad depende de que la actividad y su cultura material (patrimonio inmueble) se mantengan en activo. Por tanto, la conservación de estas salinas supone también una garantía de continuidad para un oficio, el de salinero, que guarda una importante carga histórica ligada a los inicios de la actividad; los saberes y conocimientos acumulados y transmitidos durante varias generaciones de salineros como parte inseparable de este legado histórico.
Las salinas representan también un modelo de interacción ambiental entre el aprovechamiento de los recursos y las condiciones del medio natural. De esta manera se comportan como marisma artificial, generando un ecosistema en el que tienen su hábitat un número importante de especies naturales y vegetales, que incorporan valores añadidos a los reseñados, especialmente destacado en el capítulo ornitológico, como estación de paso y avituallamiento de aves migratorias.