El espectáculo tratado con la magistral sensibilidad que caracteriza a nuestro músico, es un montaje donde Miguel reivindica el sentido tradicional de la Navidad, sí, pero que también quiere llegar a nuestras conciencias con otro concepto mucho más comprometido humanamente y menos comercial. Todos los seres humanos guardamos en algún rincón de nuestra memoria, imágenes, momentos, olores, sabores, ecos de lo que fuimos aunque el tiempo se empecine en diluirlos.
Jabón Lagarto, azahares, tabaibas, rosquillas y truchas de batata. La casa de la abuela y las cortezas de alcornoque con las que adornábamos el Belén, con su peculiar olor desprendido por el calor de las bombillas. Un hombre que se descubre esclavo de sus aromas y recuerdos, que no sabe como asumirlos tras su fracaso personal y no sabe afrontar tanta supuesta alegría navideña. Un hombre que podemos ser todos y al que Afonso invita (nos invita), desde su acordeón, a que recupere su esencia, diseminada en el camino.
Y las notas se desparraman y nos envuelven. Nos cantan y nos cuentan que la Navidad no puede ni debe ser un lapsus de tiempo marcado en los dígitos de un calendario, una parada en el viaje de los sentimientos. Debe ser algo más, una invitación a resolver nuestros conflictos desde la tolerancia, el respeto y la solidaridad. Aromas de diciembre puede ser la ciudad de destino a la que todos deberíamos llegar. Ciudad en la cual volvamos a reconocernos como aquellos niños que fuimos, que somos y que, aunque nos cueste aceptarlo, necesitamos seguir siendo.
Este espectáculo es el mejor argumento para superar por la vía de los sentimientos todos nuestros conflictos personales. Pero si dejamos que estas fechas entrañables sean tan sólo una pequeña tregua que damos al egoísmo y una impostura consciente, habrá que seguir contemplando la Navidad como un comercio donde hasta el alma tiene un precio. Ojalá pudiésemos celebrar que Miguel Afonso, con este bello musical, ha conseguido imbuir en todos y cada uno de nosotros el verdadero sentido de una Navidad exenta de otros valores que no sean los humanos. Por nuestra cultura, la Navidad es uno de esos asideros en los que intentamos realizar la catarsis de lo que fuimos, de lo que somos y de lo que queremos ser y, por eso mismo, los sentimientos que nos inspira quedan reducidos a ese momento determinado que se da una vez al año. Pero sucede que a veces también nos engañamos a nosotros mismos cuando, llevados por ese pegadizo vaivén de mensajes subliminales, nos interiorizamos y entonamos un mea culpa sobre nuestra vida y la vida de las personas que nos rodean; un mea culpa que, por desgracia, finaliza cuando los reclamos publicitarios de los centros comerciales se callan y las espectaculares lucecitas de las calles se apagan. Este es el mensaje que nos quiere presentar Miguel Afonso en un nuevo y hermosísimo alarde de saber hurgar en los sentimientos a ritmo de acordeón y voces que, una vez pudieran ser de nostalgia y otras de alegría. Mensaje que nos da la oportunidad de entender que estas fechas navideñas y sus “aromas” no debieran quedarse en la “típica” y esporádica aproximación a los demás, sino en una actitud más solidaria y humana sin fecha de caducidad.