En el marco de la cultura tradicional, donde la vida se sitúa en los procesos temporales o vitales del año, relacionando las fuerzas de la naturaleza y el influjo de los astros sobre la vida vegetal, animal y humana, es donde encontramos reminiscencias del Carnaval tradicional. A ese ciclo de la vida nos acercamos, al período en que se celebra el Carnaval.
Las gentes de los pueblos trataban de festejar la renovación de la vida, alejar los malos espíritus, con la sana disposición de preservar los valores de la colectividad. Estas costumbres transmitidas de generación en generación pervivieron en el ámbito rural, donde el mundo agrícola y pastoril estaban directamente relacionados con la finalización del invierno, se acaba la recolección, se planta la semilla y sólo queda esperar la nueva vida que traerá al campo la primavera; además, por estas fechas el hombre de la mar regresa de la zafra desde la costa, lo que permite vivenciar, tanto al campesino como al marinero, ese poder de entremezclarse en esa magia carnavalera, ambos auguraban en el desafuero la prosperidad.
Son días donde se expresan mediante los disfraces y las máscaras; danzan, parrandean y bailan al son de los ritmos que determina cada sensación; beben y comen lo propio de las fechas (vinos, mistela, aguardiente, carne de cochino en adobo, sancocho, torrijas, buñuelos, tortillas de carnaval con miel de palma o de caña, arroz con leche y canela, o los niños por las tardes con vestimentas viejas iban con la cestita pidiendo el huevito…). La alegría se comparte con la amistad y con maneras de entender una picarona libertad por esos días, hasta la llegada de la finalización de esta apuesta festiva con el indispensable protagonismo del fuego cual ritual purificador.
Como dice Galván Tudela, “(...) en el Carnaval la fecundidad parece ser la explicación no sólo histórica sino simbólica que nos ayuda a explicar dicha dramatización carnavalera (...)”.
Sin lugar a dudas los orígenes se remontan en la historia a épocas romanas desde donde permanecen aún las referencias a las kalendaes, saturnalias y lupercalias. Reafirmándose en los rituales invertidos del Medievo, tal como lo define Julio Caro Baroja. Abundando en el caso de Canarias se constatan los desfiles de representaciones animalísticas, tomando por ropajes los pellejos de cabras, ovejas, carneros e imitaciones de toros y diablos, sin olvidar las muestras más populares y generalizadas en todas las islas de los ranchos de mascaritas simulando la inversión del sexo sobre todo en los hombres.
LOS DIABLETES DE TEGUISE.
Una de las tradiciones más antiguas de Canarias es la que da origen al ritual festivo de los Diabletes de Teguise, cuyas raíces se remontan originariamente a América, traída por algún emigrante de Lanzarote. Aunque queda la incógnita del traspaso de algún tipo de festividad religiosa, ya que en documentos se sitúan primeramente a los Diabletes abriendo, junto a los tocadores de tambor, el cortejo de la magna procesión del Corpus. Hay constancia de que incluso el Cabildo General pagaba medio real a los que danzaban ya por el siglo XVIII, por distintas razones, se le aparta del Corpus y se le ubica en el Carnaval de la Villa, según el investigador D. Francisco Fernández Delgado. “(...) El rostro de macho cabrío pasó a ser la careta de toro, de la mano de Doña Rosalía Spinola Aldana (...)”.
Lo cierto es que se combina una de las máscaras más diabólicas del Carnaval canario. Como explica Agustín de La Hoz, “(...) el Diablete conjuga tres elementos claves: diablo, chivo, pastor”. Se colocan la significativa máscara que representa la cara de un toro negro con pronunciados cuernos y larga lengua roja. Visten con tela de muselina pintada con rombos, de listas negras y rojas, en cuyo centro colocan un punto igualmente de negro o rojo; calzan alpargatas blancas y llevan correajes cruzados sobre los hombros de los que cuelgan esquilas; en la mano llevan un palo del que pende una pequeña talega con arena o trapos que golpean contra el suelo.
Salen por las calles corriendo detrás de niños y jóvenes, gritando y asustando.
LA PARRANDA MARINERA DE LOS BUCHES.
El Carnaval del viejo Arrecife no se puede concebir sin la presencia de la Parranda de los Buches.
El antropólogo René Verneau en 1890 deja constancia de esta tradición marinera y carnavalera: “Durante el Carnaval, las calles de Arrecife presentan una animación que no hubiese sospechado viendo el silencio de muerte que allí reinaba unas semanas antes. Durante todo el día circulan grupos de mujeres y hombres disfrazados. El vestuario que se usa en estas mascaradas es el de los campesinos, que ya solamente llevan unos pocos viejos. Una careta de cartón completa el atavío. Los que no pueden permitirse el lujo de este disfraz se limitan, como hizo mi criado, a ponerse un pañuelo sobre el hombro o a llevar el cinturón al pecho. A la cabeza de cada grupo va gente de ambos sexos tocando la guitarra y cantando. El resto los acompañan provistos de unas vejigas de pescado enormes, con las que golpean a todos aquellos que encuentren. A cada momento entran en las casas y se ponen a bailar hasta que se les haya servido un vaso de vino o de aguardiente. Desgraciado de aquel que rehuse aceptar esta costumbre. Enseguida asaltaran su casa (...)”.
Don Manuel Pérez Martín nos habla del importante referente que era el Carnaval para los marineros. Desde que se marchaban “p’a la costa” ya estaban pendientes de ir preparando los buches que le sacaban a los pescados grandes. Además, siempre dejaban un dinero pendiente del cobro al armador para recogerlo en las vísperas del Carnaval; los marineros por estas fechas no navegaban, más bien parrandeaban en los distintos ranchos del carnaval. Los Buches dejaron de salir a raíz de la Guerra Civil en que fueron prohibidos, pero se retomaron en el año 1963, recuperando de nuevo las ropas campesinas y el cancionero propio de estas fechas, incorporándose nuevamente a la calle las danzas de los pucheros. Es de destacar en la parranda el uso del “forito” (acordeón de botones) y el pito-pájaro de caña, creado por el propio Manuel Pérez Martín, basándose en uno más arcaico que se usaba en los Ranchos de Pascuas de Teguise. El cancionero marinero se soporta en valses, habaneras, isas…
EL CARNAVAL DE LA ALDEA.
“A mediados de febrero, los romanos celebraban las lupercalias; desnudos, los jóvenes llamados luperci corrían alocadamente azotando con la piel del macho cabrío a las mujeres estériles”.
En Gran Canaria, y más concretamente en La Aldea de San Nicolás, tras las investigaciones realizadas por el Proyecto de Desarrollo Comunitario, donde consultaron a gran cantidad de informantes, todos aseguraban que antiguamente solían vestir a los niños de cabras y machos, con cencerras y pieles y que iban por los caminos y las calles del pueblo a modo de ganado con una o dos personas mayores que eran y hacían de pastores.
Don Marcos Sánchez nos cuenta:
(...) Juan Cayetano en Los Espinos, nos reunía a todos los chiquillos del barrio y nos vestía, nos ponía sacos tiznados, nos tiznaba la cara con carbón, alguno alcanzaba alguna zalea, nos colgaba alguna cencerrilla al cuello y nos llevaba como si fuéramos un ganado con el perro y todo. Él se ponía a silbar y llevaba en la mano el garrote. Todos los chiquillos nos poníamos a valar a la vez y parecíamos un ganado de verdad, eso a la gente le hacía mucha gracia, Pestana también de Los Espinos lo solía hacer (...).
Además nos encontramos en este lugar a un personaje vestido de diablo, portando una horqueta en la mano y caminando sobre zancos.
Pero también existía el personaje diablo que se vestía con sacos viejos, forrado de zaleas, la cara pintada de añil y cubierta en parte con una cornamenta de vaca, y en la parte trasera llevaba un rabo largo en cuyo final se amarraban hojas de palmera seca a las que le prendían fuego, para correr detrás de la gente y ahuyentarlas.
LLEGADA DEL INDIANO O BATALLA DE LOS POLVOS TALCOS.
El Lunes de Carnaval, en Santa Cruz de La Palma, se celebra la batalla de polvos talcos, coincidiendo con otro atractivo como es la llegada de los Indianos, en la que el pueblo palmero vuelca todo el amor que siente y le identifica con Cuba.
La creencia de algunas personas mayores de que la costumbre de los polvos se debe a que, en el siglo XIX, un barco que llevaba sacos de harina en malas condiciones dejó la partida en tierra y los del lugar lo aprovecharon como entretenimiento en el Carnaval; esta creencia -decíamos- está desechada, ya que aparecen documentos del siglo XVIII que hablan de empolvarse el Lunes de Carnaval.
De todos modos, las posibles raíces de lo que sucede este día nos conduce a ritos ñáñigos de blanquear la piel, o a la invocación de la nieve en aquellos pueblos primitivos que nunca la vieron o ruegan por que venga la lluvia.
Dada la influencia cubana en La Palma, nos encontramos ante otra manifestación de ritos negroides como la caringa o el mataculebra, por lo que lo de la lluvia de polvos talcos pudo muy bien llegar de la mano de nuestros emigrantes.
Para la fiesta todos lucen las mejores ropas que recuerden en la isla caribeña, destacando las sedas blancas y las variables de guayaveras.
Sin olvidarnos del personaje, yo diría fundamental, de La Negra Tomasa.
LOS CARNEROS DEL HIERRO.
La localidad de Tigaday, municipio de Frontera en la isla de El Hierro, conserva el Carnaval denominado de “Los Carneros”.
Un grupo de jóvenes, el Martes de Carnaval, se tiznan el cuerpo con carbón o betún, luego se cubren el cuerpo con pieles de ovejas y las caras con cabezas de carneros disecadas, se amarran a la cintura varias cencerras y salen por los caminos y las calles a media tarde corriendo tras la gente para estregarse su cuerpo al del viandante con la intención de embestirles, asustarles y tiznarlos.
A este grupo les acompaña un personaje que no lleva cabeza de carnero y que denominan “el loco”, el cual lleva arrastrando por el suelo unas cadenas amarradas a los tobillos y un machete en la mano que igualmente arrastra contra el suelo, siendo muy temido por el ruido que va emitiendo, unido a las chispas que salen del arrastre del machete.
EL MATA CULEBRA.
Fernando Díaz Cutillas, en su trabajo “Cuba y Canarias: Relaciones Musicales”, nos relata el Mata Culebra como un trasunto del culto a la cobra que existe en algunos lugares africanos y cuya supervivencia totémica parece inconfundible.
Este ritual del Mata Culebra era característico de las comparsas ñáñigas, propias de las luchas por la libertad de los esclavos en la Cuba del siglo XIX.
La primera aportación de este rito en el Carnaval Canario nos la ofrece Marcos Pérez, en su trabajo del Carnaval de Antaño de Santa Cruz, donde explica el desarrollo del ceremonial a cargo de un negro llamado Benito que vivía en la ciudad.
En definitiva, se trata de simular el matar una culebra, donde el colectivo, los negritos chacandelas dirigidos por el mayoral, van cantando como si un pie de romance fuera.
Calabazón, son, son
Que la culebra la mato yo.
En la actualidad se ha recuperado en el Puerto de La Cruz de la mano de Manuel Lorenzo Perera, quien dice que la trajo un tal Manuel Catalina.
BAILE DE PIÑATA.
Antiguamente los Carnavales se celebran en nuestra tierra en las vísperas de la entrada de la Cuaresma (el Miércoles de Ceniza se inicia la Cuaresma). Pero se permitía la celebración del llamado Carnaval Chico o Carnaval de Piñata: era el primer domingo de Cuaresma.
Las mascaritas se vestían con ropas usadas de los familiares mayores. La mujer se vestía con ropas de hombres: pantalón, camisa, corbata, chaleco, chaqueta y sombrero; las manos a veces se las tapaban con un calcetín viejo. La cara la cubrían con una talega blanca, recortando el orificio de los ojos, la nariz y de la boca, o bien se colocaban un velo. Podía encontrarse alguna máscara con la ropa al revés, dando la sensación de que caminan hacia atrás. El hombre se vestía de mujer con chanclas, calcetines, medias estropeadas, faldas y blusas o trajes enteros, pañuelos en la cabeza, sombrera y cara cubierta igual que la mujer. Tanto uno como otro solían falsear la voz para que no les conocieran.
Se iban encontrando por los caminos en dirección al baile, donde aprovechaban para darse algunas bromas. Al llegar al lugar del baile, se reunían en el salón, los tocadores se colocaban en una esquina para amenizar el baile con parrandas de cuerda, a veces se oían acordeones o la presencia agradable de un violín, tocaban aires alegres que les permitiera bailar en pareja (realidad poco habitual), se escuchaban isas, mazurcas, rancheras, pasodobles, joropos, rumbitas …
La piñata tenía un parecido con una naranja, a lo grande, cubierta de telas de colores y de la cual colgaban muchísimas cintas también de colores. Una de éstas abría el mecanismo por donde caían los objetos del interior, frutos secos, harina, caramelos, gofio, huevos, chucherías, algún ratón o conejo pequeño.
A la media noche, el mandador del baile anunciaba el Baile de Piñata. Las parejas empezaban a bailar girando en círculo en torno a la piñata. El mandador iba controlando el orden para que todas las parejas fueran tirando de las cintas, las cuales se iban colocando sobre los hombros a la mujer.
Cuando se rompía la piñata se terminaba de tocar la música. Era un honor pertenecer a la pareja que había roto la piñata. Se brindaba, solían bailar unas cuantas piezas más y se acababa el Carnaval.
Los bailes no se volvían a celebrar hasta después de Semana Santa.
EL CARNAVAL MÁS RECIENTE.
LAS VIEJAS A CABALLOTAS.
Es una apuesta del Carnaval de Los Llanos de Aridane en la isla de La Palma. Es una aportación que ha ido arraigando en el tiempo, donde un personaje se divierte en sí mismo pero portando la simbólica representación de dos en uno, mostrándose una visión estética de una mujer mayor que aparenta llevar a la pela a un muchacho joven, todo ello en el marco del acercamiento a los ritmos de polcas en las que se enmarca esta cultura reciente del Carnaval.
Todo ello gracias a la aportación de elementos que podrán formar parte de nuestro Carnaval Tradicional en el futuro.
LOS ACHIPENCOS.
Es una modalidad igualmente reciente que particulariza un añadido de gran implicación participativa en el Carnaval Majorero del litoral del viejo Puerto de Cabras. Estos Artilugios Carnavaleros Hidrodinámicos Impulsados por Energía No Contaminante, nos dan otra dimensión ecológica y alternativa como contenido de la diversión, la creatividad y la participación en la apuesta del Carnaval Medioambiental. Y con todo ello, pasada la fiesta, la mar queda quizás más limpia de como estaba. Gracias también a la aportación de elementos que podrán formar parte de nuestro Carnaval Tradicional en el futuro.
El autor hace un agradecimiento especial a los autores de las fotos que acompañan el texto.
BIBLIOGRAFÍA.
ALONSO QUINTERO, Elfidio. Tierra Canaria. Zacosa, S.A.
ALONSO QUINTERO, Elfidio. Estudios Sobre el Folklore Canario. Edirca.
BERMÚDEZ, Felipe. Fiesta Canaria. Publicaciones Centro Teológico.
CABRERA, Benito. El Folklore de Lanzarote. CCPC.
GALVÁN TUDELA, Alberto. Las Fiestas Populares Canarias. Interinsular Canaria.
GRIMÓN GONZÁLEZ, Pedro Manuel. “La Parranda de los Buches y el Carnaval del Viejo Arrecife”. Canarias 7 (25 de Febrero 1990).
LEÓN, Argeliers, Del Canto y el Tiempo. Ed. Pueblo y Educación. 1981. Cuba.
LORENZO PERERA, Manuel. Matar la Culebra. CCPC.
IHAUTERIAK–CARNAVALES. Museo Vasco, Bilbao.
Gran Enciclopedia Canaria. Ediciones Canarias.
VVAA. Artículos en diferentes revistas o prensa.
www.achipenco.com
www.teguise.com/diabletes