Tanto los fenicios, como los romanos, los griegos, los celtas, los normandos y los vikingos, pertenecen a los ritos del solsticio de verano, a los solares, a los ritos de la luz. Igual ocurre con el continente americano del sur y sus pueblos indígenas ancestrales, ya sean mayas, aztecas o los incas.
La iglesia cristiana desde sus primeros tiempos mantuvo muchas de estas celebraciones populares paganas y muy inteligentemente las cristianizó y adaptó dentro de su culto, razón por la que encontramos en las manifestaciones de la festividad de San Juan muchas de ellas.
En las fiestas romanas o griegas los festejos con dedicación al fuego fueron frecuentes. Lo mismo ocurrió con la adoración a la divinidad solar, que en este día en que el sol se aparta del signo de Cáncer y que le valió el denominarse Fiesta del Sol, en algunos pueblos bárbaros, los druidas sacrificaban hombres encerrándolos en jaulas de mimbre y les prendían fuego.
La fiesta de San Juan también fue celebrada en la Edad Media por los pueblos mahometanos ya que dentro del mundo musulmán se cree que el santo era moro.
Esta celebración tiene como elemento identificador al fuego que sin duda lo hace imprescindible. Dicho elemento es utilizado contra la magia negra y las brujerías, y a pesar de que fueron prohibidas en el Concilio de Constantinopla en el año 680, éste se ha mantenido hasta nuestros días.
Además el gran arraigo popular que tal festividad mantiene, lo hace necesario para determinar, por ejemplo, las fechas de comienzos de los baños de mar, con la relación de supersticiones en cuanto a los ritos de purificación y relacionadas con la salud, no solo de las personas sino también de los animales.
También es fecha en que se señala el comienzo de actividades agrícolas o en la que se producen actividades de carácter esotérico, con influencias mágicas donde la superstición y la brujería tienen un gran acento.
Los presagios amorosos están muy extendidos en dicha festividad. La meteorología se aprovecha también, y multitud de prácticas profanas se realizan el día de San Juan.
Pero quiero centrar algo más la atención en la aplicación de la medicina popular referida expresamente en éste día encantado, influenciado por una serie de propiedades, que son utilizado por los curanderos, sanadores y las brujas.
La medicina popular y mágica.
Este tipo de medicina pertenece al campo de la antropología cultural, mientras que la medicina clásica, la ortodoxa, la institucionalizada, pertenece al mundo de la ciencia.
Las creencias, las supersticiones, los miedos, etc., son las que dan nacimiento a la práctica de la medicina mágica que está englobada dentro de la medicina popular o folklórica. Esta medicina aplica diferentes conocimientos y técnicas muy similares entre los pueblos que las cultivan, por lo que es de suponer que poseen un origen cultural unificado y similar en todos los países.
A pesar de que la mayoría de las creencias populares y las supersticiones provengan de leyendas o mitos, en ellas se encuentran todo lo que se cree o se da como válido y real. La curación de los males y de las enfermedades está basada en la utilización de una farmacopea de tipo popular y de conocimiento empírico, que se ha ido adquiriendo a través de los años. En ella se usan productos derivados del reino animal, vegetal e incluso mineral.
Desde tiempo inmemorial, y sobre todo por medio de la observación, los curanderos y sanadores han conseguido establecer las mejores condiciones para recoger y preparar de muy diversas formas, los elementos vegetales que den como resultado la curación de los padeceres humanos. De esta manera la utilización de hierbas, frutos, raíces y un sin fin de productos vegetales, son la base primordial para la elaboración de diferentes formas con que administrarlas, ya sean infusiones, emplastos, maceraciones o cocciones de aquellas.
Una de las familias de plantas que más se utilizan dentro de la medicina y en referencia a las creencias populares, es la de las familias de las hipericáceas. Las grandes propiedades curativas de estas plantas hacen que las mismas fueran usadas desde tiempo muy antiguo, encontrándonos datos de ellas desde la época de Plinio. Su fama se extiende por los siglos siguientes llegando a su apogeo en la Edad Media y casi en la Edad Moderna.
Diferentes nomenclaturas.
La diversidad de denominación para identificar a éstas plantas es numerosa. Así podemos encontrar, según del autor de que se trate, que son nombradas como hipericón, de las que dos especies son el corion y el coris; también hay quien la identifica con el androsemo, o con el hipericón perforatum, o perforata, a causa de que sus hojas tienen unos agujerillos semejándose a una telaraña; más popularmente se le conoce como corazoncillo; mucho más sugestivo es el nombre que la conoce como herbe de la Saint-Jean, o yerba de Sant Ioan.
En Canarias a la planta se la conoce con diversas acepciones, siendo las más frecuentes las formas de maljurada, malforada y mejorana. También se la identifica en la zona de La Palma, como leña de brujas, hierba de los hechiceros, o hierba de cruces, y flor de las cruces.
No obstante existe otro grupo de plantas que no pertenecen a las hipericáceas, pero que tienen su recogida y utilización con fines curativos. Así tenemos las incluidas en términos como hierbas sanjuaneras, o flores de San Juan. Por ejemplo para la artemisa hay quien la denomina hierba de San Juan, corona del Bautista o flor de San Juan; para la dedalera, en la zona de Galicia se la conoce soane, San Joans; para el serpol se usa el nombre de tomillo sanjuanero y para el galium verun en Aragón llaman hierba sanjuanera. En Cuba se da el nombre de lirio de San Juan, lirio sanjuanero a una planta que florece en junio con unas flores blancas.
Otra hierba que sobresale en su utilización es la verbena, que ha motivado lo conocido por coger la verbena, atribuyéndole virtudes especiales si son recogidas en la víspera del día de San Juan. Se la conoce además como hierba curalotodo, todabuena o hierba de todos los males.
Entre nosotros, aquí en Canarias, incluso utilizamos para una variedad especial de peras la denominación de peras sanjuaneras, a aquellas que maduran en el mes de junio. Y para terminar recordar al granadillo, la hierba de la sangre o hierba de las heridas.
Vemos por tanto la gran cantidad de nomenclatura utilizada para la identificación de ésta serie de plantas que sirven para el tratamiento y cura de dolencias, como veremos a continuación.
Superstición y creencia popular.
La principal superstición que se mantiene en torno a la mágica noche de San Juan, en referencia a su aplicación a la medicina, consiste en la creencia generalizada y común a diferentes pueblos de que las hierbas o plantas medicinales recogidas en la noche o madrugada de San Juan poseen cualidades y virtudes especiales.
La exposición nocturna es una práctica bien conocida en el mundo de la magia. La irradiación astral debe producir un efecto benefactor sobre las cosas y objetos que las reciben. No debe importarnos en nuestra revisión de tal hecho, el verdadero valor medicinal o la certeza de las propiedades curativas que dichas plantas poseen. Aquí lo que más interesa es la serie de virtudes que se le atribuyen a las mismas, pues lo que tiene relación con su acción curativa, es la fe con que se identifica a ésta panacea.
Parece que la base real de esta creencia tiene su evidencia en que en tales días la floración es mayor y son los días de más intensidad, y desde luego por el efecto beneficioso del sol en estos días del solsticio de verano. La influencia del sereno que cae en esa noche es importante y con claros efectos mágicos, y no solo sobre las plantas sino también sobre las aguas, por lo que las viejas curanderas aconsejan recoger las hierbas al alborear la mañana.
De esta circunstancia se hace eco el romancero popular:
“Ya no cogeré verbena la mañana de San Juan pues mis amores se van”
“La mañana de San Juan salen a coger guirnaldas Zara, mujer del rey Chico con sus más queridas damas....”
“La mañana de San Juan, mozas vámonos a coger rosas Pues ya que tan clara amanece... Vamos a coger rosas. Y todo el campo florece... Aquí hay verbena olorosa”
“La mañana de San Juan cuando a los alegres campos a coger verbena y flores salen los enamorados...”
Pasemos desde este momento a reseñar la utilización particularizada de estas hierbas medicinales en las distintas afecciones y sus propiedades curativas. Basaremos estos datos de los obtenidos de Max Steffen en su trabajo de Lexicología Canaria en Revista de Historia Canaria de 1948.
Antes diremos que son diversas las fórmulas de uso. Puede ser utilizada en infusiones, tanto frías como calientes, solos o mezclados con diferentes hierbas, pero siempre en infusiones o bebidas. También se aplican de forma local en emplastos, tanto calientes como fríos, realizando cocciones que se aplican directamente a las dolencias o mediante friegas. A veces la forma en polvo, tras su quema al fuego, son usados solos o disueltos en agua sobre las heridas o las contusiones. Y por fin en forma gaseosa mediante la quema en forma de humo o sahumerios, puede que también se empleen mediante su aspiración o para los ojos, y que sirven para descongestionar fosas nasales, bronquios, garganta etc.
Entre sus usos tenemos:
1. las flores del hipericón se preparan obteniendo un aceite admirable para soldar las heridas frescas y rectificar aquellas de la cabeza y guardarlas de corrupción
2. para toda llaga vieja es bueno poner los polvos de la yerba perforada que llaman corazoncillo o yerba de San Ioan.
3. el aceite de corazoncillo se emplea con frecuencia por los campesinos contra las cortaduras y contusiones.
4. el aceite de hipericón, llamado también bálsamo tranquilo o emplasto confortativo de Vigo, sirve para el tratamiento de contusiones mediante fricciones calmantes.
5. el nombre de hierba de las heridas antes mencionado, proviene de esta cualidad que tanto la flor y simiente presentan. El zumo que se obtiene al estregarlas entre los dedos produce un líquido de color sangre, con la propiedad de restañar la sangre o curar las heridas y las hematurias.
6. a la verbena se le atribuyen virtudes curativas análogas al hipericón. De ahí su nombre de hierba curalotodo o de todos los males. Tomada en infusión puede contener las hemorragias; en uso externo, sanea las úlceras y heridas.
Pero no solo se emplean en el tratamiento de enfermedades orgánicas o somáticas sino también gozan de gran fama en la cura de enfermedades psíquicas o en la lucha contra los espíritus malignos o demonios.
Viera informa de que el uso del hipericón, al que atribuye iguales virtudes medicinales que a la maljurada, está demostrado como planta antihistérica y propia para los efectos maniacos, por los que algunos le han dado el epíteto de fuga demonun. Este efecto antidemoniaco es mucho más antiguo, encontrándose ya en escritos de latín de 1.496 y tal vez anteriores, pues Raimundo Lulio lo refiere antes de 1.315, como que “arredra todo demonio”. También tiene actuación para “confortar los nervios debilitados” según Dioscórides.
Por tanto, este efecto para tratar enfermedades en las que intervienen los poderes maléficos, está indicándonos claramente que estas plantas son utilizadas para el tratamiento específico de los maleficios.