Revista n.º 1065 / ISSN 1885-6039

Deriva dos: nuevo libro de poemas de Marcos Hormiga.

Viernes, 2 de mayo de 2008
José Miguel Perera
Publicado en el n.º 207

El pasado sábado se presentaba, en el marco de la Feria del Libro de Fuerteventura, la nueva entrega de poemas del majorero Marcos Hormiga, colaborador también de esta nuestra revista digital. Ofrecemos aquí el texto de presentación que acompañó a la lectura del autor de algunos de sus poemas.

Portada del libro Deriva Dos, de Marcos Hormiga.

Marcos Hormiga, el amigo Marcos, vuelve de nuevo en su palabra. En su palabra escrita, la que se incrusta recia en los oídos de las páginas de blanco, esas que adquieren sonido porque tienen una forma: la forma de las letras, el cuerpo de las grafías.

Pero Marcos Hormiga, silencioso si se viene necesario, nunca calla. Más digo: no conozco a un Marcos callado sino mascullando sílabas, no lo conozco tapado de boca sino a punto de vocalizar lo que se venga. Pero todo aquel que habla, el que habla y hace consciencia de la palabra como forma de vida, sufre un hambre física que se deriva de esa constante rebeldía e inconformidad con la misma palabra. No en vano, los grandes poemas, los grandes libros -así se ha testimoniado tantas veces- afloran de profundas soledades silenciosas.

Con lo que, intuyo, el poeta ha tenido que callarse más de una vez. Sin embargo, el Marcos que conozco no para de ejercer el oficio de la mayor libertad, que es nombrar. La palabra, aunque hecha santa en lo escrito, va más allá de los libros. Y esto él lo ejerce de sobra: en los escenarios, con la sílaba del canto, en los talleres de poesía con los más pequeños o con sus compañeros de batalla, como yo soy.

Marcos Hormiga, poeta y persona, persona que es poeta más allá del membrete de los círculos literarios (no olvidemos que ser poeta es una forma de vida), tiene clavada en su rostro la condena de ser, en todos los sentidos, y menos mal, una persona de palabra; o dicho de la forma de nuestros mayores, un hombre de palabra.



Pero yo he venido a contribuir con un granito en la presentación de su nueva andadura escrita: Deriva Dos, publicada por Ediciones Baile del Sol en este año que caminamos. Y a mí sólo se me pueden figurar las presentaciones de libros como las que se dan entre dos personas: presentar es una invitación a ver, y mi posición en esta tarde majorera no es más que lanzarles una invitación a la lectura de este poemario, mi personal invitación a su lectura.



Cada vez creo menos en esa predilección que se tiene, sobre todo por parte de la crítica literaria especializada, de hablar de la unidad y coherencia de los escritores a lo largo de sus libros. Si la palabra, como decía antes, se sostiene en una imposibilidad de decir en tantas ocasiones (ese no sé), a mí el itinerario de una persona que escribe se me figura lleno de alturas y bajuras; o si quieren, si en ella se ve un ir y venir, no es más que el resultado de una búsqueda necesaria de las pronunciaciones que van a la par con lo que vamos viviendo. Vivir y, por tanto, escribir, no es más que eso: búsqueda y, en cierto sentido, aventura.

Otra cosa es que entendamos el sentido que las mismas a lo largo de los años han ido tomando. Y eso es lo que yo palpo en los poemarios de Marcos Hormiga: un sentido que se va haciendo, una dirección no matemática, pero que tiene ciertos perfiles de los que podría apuntar alguna idea si observo desde este Deriva Dos hacia atrás, o -y sobre todo- desde aquel primer libro hasta hoy. ¿Hablamos de un mismo código poético? Ni mucho menos, y he ahí una de las alabanzas que su escritura me manda a decir. Y no me refiero precisamente a la opinión de “aquello fue una escritura de juventud y esta ya es (más) madura”; no. Me refiero a que, si hay cambio (amén de ciertos motivos obsesivos que se repiten), es que en los libros firmados por Marcos Hormiga hay vida, hay una historia viva.

No es casual, si nos adentramos en la trayectoria de su palabra, que en sus primeros libros ronde, en su constante señalar, la realidad de la isla de Fuerteventura, desde su historia a su actualidad, el desarraigo de los referentes de la niñez, desde el cambio histórico de este pueblo a sus leyendas, desde la toponimia de la isla seca hasta el vocabulario de la gente de a pie.

Así, observamos en sus siguientes poemarios, la consciencia de un tiempo que ya no es, la misma importancia de la palabra como forma de vida que decíamos, incluso, constantemente, una línea de poesía social que viene desde aquella misma realidad señalada en la pobreza y hambruna majoreras de los anónimos habitantes que le han dado su agua, su resurrección y la esperanza.

Portada del libro Deriva Dos, de Marcos Hormiga.Se me figura, por tanto, su camino hasta hoy, con ese DESDE que siempre nos define: somos desde nuestro cuerpo, somos desde nuestra familia, somos desde nuestros vecinos, desde nuestra isla, desde nuestras islas… hacia el mundo. La escritura del compañero, por ello, tiene un enorme sentido ético pues es en este DESDE que se sabe (su persona) donde comienza a vibrar lo que llamamos comprensión, dolor por las otras y los otros, justicia o sed de abrazos con el mundo.

No obstante, si entendemos poesía social como se suele expresar, no habremos entendido nada. Nada tiene que ver con aquella poesía como arma cargada de futuro, que se vislumbraba un rifle más para la guerra contra el poder dictatorial. No hablamos de esa palabra de cantautor venido a menos. Nada, o poco, tiene que ver esta poesía con eso. Marcos Hormiga es un inconforme con su palabra, y ella se ha estado forcejeando a lo largo de su historia. Así, ha llegado sin puntuación, ha llegado con mayúsculas y sin ellas; ha llegado como un cuadro en el papel, ha aterrizado novedosa… Es decir, no se ha estancado, siempre ha estado buscando. Vuelvo de nuevo: si busca, si se aventura, viva anda.

Así que lo social aquí nombrado no es más que una preocupación por la palabra que somos, o sea, la palabra que es el ser humano que intenta decir todo lo que le conmueve y preocupa. Ya desde Aristóteles lo sabemos: somos animales de palabra, y somos amantes, amorosos, amativos… porque tenemos palabra. La palabra: que si existe es siempre escorada para otro, para otras… Y, al decir del judío Lévinas, el rostro de los seres humanos nos dice siempre estas palabras: “No matarás”. Lo social de esta escritura no es más que un estar siempre detrás de ese “No matarás”.



Un detalle: antes del conjunto de textos que hoy presentamos, en múltiples ocasiones, los poemas de los que hablamos vienen precedidos por citas de otros autores, de otros poetas del mundo hispánico. Nombres como los de los latinoamericanos Octavio Paz o Gonzalo Rojas; o, por poner otro ejemplo, el español Dámaso Alonso. ¿Por qué digo esto? Porque vemos en este citar las palabras de otro, acompañando a las suyas, el germen de este nuevo paso de Marcos: Deriva Dos no es más que la consciencia poética de las voces a ellos debidas (todo junto), que diría Pedro Salinas, que se han convertido en voces de vida (separado), que diría el crítico Jorge Rodríguez Padrón.

Deriva Dos: separado, jugando con la palabra toda unida donde, a lo que apunta, es a un convertirse en otro, en otra; dos, más que uno mismo; derivar más allá de sí mismo. ¿Cómo se da la mano de esta forma? Por y sólo por la palabra, la palabra que se convierte en agradecimiento, las palabras de otros que acompañan, el verbo de tantos que también nos hace ver más, esa poesía de tantos que ha con-vivido en él (palabra de vida, decíamos) y re-vivido en el cuerpo del poeta como una necesidad. Porque nombrar, escribir, aunque se haga en soledad, no es más que estar ya dirigido a los demás, tal como los demás, cuando han escrito, han estado dirigidos en cuerpo y alma con cuerpo hacia nosotros y nosotras.

Así, no es esta Deriva aquella que significamos en la expresión “irse a la deriva”; o, si acaso lo fuera, es una deriva de dos, esto es, de algo más que la soledad del poeta. No es algo negativo, ni mucho menos. Pensemos que la interesante publicación que Marcos Hormiga nos regala no es más que una consciencia (consciencia poética, pero consciencia) de esa verdad como templo que afirma que si tenemos palabra es porque nos la dieron, que si podemos expresar es con la carga de la historia que la lengua que hablamos lleva; que si decimos libro, por ejemplo, estamos en un asombro lleno de la tradición de nuestra lengua que se remonta siglos atrás. Deriva Dos es el agradecimiento de Marcos Hormiga a los poetas de la lengua con la que se expresa: es un saberse en un itinerario colectivo aunado y soportado por nuestro código comunicativo.

La lengua poética de los canarios (Juan Jiménez, Tomás Morales o Pedro García Cabrera), la poética de los españoles (Rafael Alberti, Antonio Machado o León Felipe) y, cómo no, la poética de los latinoamericanos (Gabriela Mistral, Rubén Darío o Lezama Lima). Lo decíamos: hablamos de la gran comunidad que somos desde el instrumento por el que somos, la palabra, en este caso, la palabra en español.

Más todavía: cuando hacemos una lectura que nos marca, algo queda en nosotros. Nos ponemos a escribir y, a veces sin saberlo, nos salen expresiones o señas parecidas a las del poema o autor que nos llegó de aquella manera. Deriva Dos es un ejercicio que quiere poner sobre la mesa (insisto: con consciencia) esas marcas dejadas por todos esos poetas a lo largo de los años. Pero cuando leemos, ¿leemos y ya está? En absoluto. El lector que lee es a la vez el creador que tiene que hacer equipo con las manos de las que salió lo que lee. No hay libro sin lector; no hay palabra para nadie. Deriva Dos, también, es un libro derivado de otros libros, como la mayoría de ellos; pero en este caso derivado que se sabe, y reconoce, y agradece, esta derivación en la persona del poeta majorero. Marcos da voz a otras voces con su voz (las hace también vivir desde su particular voz): toda una lección de generosidad y de ética.



Si observamos esos nombres que han marcado los textos del autor hoy protagonista, desde su primer libro hasta ahora, saldría a la luz, sin duda, un nombre: Miguel de Unamuno. Y Miguel de Unamuno, para él, no es sólo, pero sobre todo, Fuerteventura. Y más: hay unas palabras en este nuevo libro de esas obsesivas suyas, ya lanzadas en De soledumbres: don Miguel unámonos. Cuando el poeta pide al otro poeta marcado por su tierra, al otro ser humano que comió la historia de su pueblo, y la nombró; cuando Marcos Hormiga escribe ese unámonos, con la palabra y en la palabra, a mí tan sólo se me puede figurar en la boca compromiso, amor, hacer comunidad, fuerteventurosos… todas ellas Deriva das (del verbo dar), todas ellas palabras que hacen más que la soledad, todas ellas rumbo a la justicia con la palabra de agradecimiento, ahora mía, que le debo al amigo por parirnos este regalo.


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