
Durante la visita del ministro de la Gobernación, el palmero don Blas Pérez González, le fue comunicada la loable iniciativa del religioso. El político aplaudió la brillante idea.
La bella imagen terminó de esculpirse en Galicia en 1951, dos años después del “milagro”. Una preciosa efigie de granito que fue donada por esa Comunidad a la Ciudad de El Paso. Fue bendecida en 1952 por el Arzobispo y Cardenal Quiroga Palacios en Santiago de Compostela, llegando a Las Manchas en ese mismo año. Sin embargo, no pudo ser bendecida en su nuevo entorno hasta el 24 de junio de 1960, una vez fueron reanudadas las obras del monumento donde iría ubicada la Virgen en 1958.
El párroco de El Paso, don Salvador Miralles, también quería una imagen de Fátima, esta vez procesional, para la Parroquia de Bonanza. Pretendía conseguir una réplica de la original venerada en Portugal. Para ello inició gestiones a través del misionero capuchino Padre Generoso de Barcenilla. Gracias a su diligencia, tesón e interés, la talla mariana destinada a Japón pudo ser finalmente asignada a La Palma. La escultura fue obra del mismo artista que realizo la imagen de la Virgen que se venera en “la Capelinha de las Apariciones” de Fátima. Costó 8.000 pesetas, cantidad que fue reunida por numerosos feligreses pasenses. Tras su bendición a manos del Obispo de Leiría- Fátima, desde Portugal fue conducida a España a través de la frontera con Tuy (Vigo) y por carretera llegó a Madrid. En el Centro Canario de la capital de España aguardó hasta que fue enviada por avión hasta Los Rodeos (Tenerife). Fue apoteósica su llegada al muelle de Santa Cruz de La Palma en un barco engalanado el 28 de mayo de 1954. Allí se había congregado una ingente cantidad de pueblo para recibir a la milagrosa “Virgen Blanca”. Acudió también al puerto una caravana organizada en El Paso y fue el propio don Salvador Miralles Pérez el que anunció la anhelada llegada.
Luego recorrió todos los municipios palmeros en largas y solemnes procesiones durante mes y medio con gran concurrencia de fieles. En todos los pueblos se construyeron altares efímeros, se ofrecieron loas, se embellecieron calles y plazas… No se hablaba de otra cosa en los trabajos y en los bares… Los preparativos de las sociedades y feligresías pujaban por conseguir la mayor espectacularidad para sus municipios. El Paso no fue ajeno a este trajín. Se creó una gran exp

El 11 de julio tuvo lugar la concentración insular en la actual Avenida de El Puente de Santa Cruz de La Palma en un solemne acto presidido por el Obispo nivariense don Domingo Pérez Cáceres. Tras el emotivo y brillante acto se inició el traslado de la Virgen a El Paso y su recorrido por los diversos barrios hasta el día 18 de ese mes. Ante el antiguo templo de Bonanza se firmó por parte de las autoridades locales y el Padre Generoso el acta de entrega de la imagen de Fátima al municipio. Tuvo que ser recibida por el párroco de Tazacorte, don Evelio, debido a la ausencia del titular, don Salvador, al encontrarse éste en Roma.
Se cuenta que uno de los vecinos del barrio pasense de Los Cernícalos, el fallecido don Braulio Brito, harto de oír siempre sobre el mismo tema de la llegada de la Virgen, en su tiendita de ultramarinos se “mofaba” de las creyentes señoras del lugar. Las “mortificaba” a pesar de ser una persona jovial y bromista, pues los asuntos de la Iglesia le ponían nervioso. No es que fuera un ateo consumado, pero no le gustaba oír hablar de “cosas de curas”. Se reía – se decía - cuando oía en boca de las beatas la relación de los milagros e intersecciones de Nuestra Señora ante enfermedades y conflictos. Tal vez en el fondo creía en ello, pero se limitaba a demostrar lo contrario. Especialmente se “molestaba” con el asunto milagroso – repetido hasta la saciedad - que las palomas se posaban mansamente a los pies de la Virgen. Tan aburrido y harto estaba ya, que apostó con las escandalizadas y piadosas damas a que las palomas de su propiedad no se posarían a los pies de la imagen. Don Braulio había consentido en prestar algunas de ellas para la suelta co
El director del acontecimiento mariano, el mencionado Padre Generoso, traspasaba – como dijimos - las fronteras municipales con la Virgen el día 11 de julio de 1954. Las procesiones por todos los barrios de El Paso continuarían hasta el día 18 de ese mes. Los cánticos en honor y gloria de la Virgen se repetían por todos los rincones, especialmente el propio de esta advocación: “¡El trece de mayo, la Virgen María, bajó de los cielos a Cova de Iría... Ave, Ave, Ave María…!”, etc. Se acercaba el momento.
Si había cientos de paisanos que acompañaban con rezos y cantos a la Virgen en su triunfal recorrido por el municipio, ese día, la procesión que se dirigía a la tienda de don Braulio parecía aún más multitudinaria. Se había corrido la voz de la apuesta del vecino y había muchos curiosos.
La media docena de palomas blancas había sido encerrada en una jaula bajo el descanso que los vecinos habían preparado pegado al muro de la casa de doña Hilda Padrón, en la confluencia de cuatro caminos y justo frente al lateral oeste de la venta de don Braulio. Debajo de la mesa donde sería colocado el trono de la Virgen se había escondido un paisano, encargado de abrir la jaula para que las palomas saliesen por dos agujeros a ambos lados de las andas, justo antes de que la procesión continuase con su itinerario.
Llegó la Virgen y se iniciaron cantos, prédicas y oraciones. Cuando la ceremonia hubo terminado, cientos de voladores estallaron en el cielo y se soltaron las pobres palomas que, aterrorizadas por el escándalo, salieron disparadas hacia el palomar de don Braulio. Al vecino, que se encontraba en la ventana de su casa, le cambió el semblante al comprobar, como todos los testigos presentes, cómo tres de ellas se posaron sobre la azotea a pesar de que los estruendos de los cohetes continuaban sin cesar. Algo extraño sucedía. En el instante en que los cuatro cargadores levanta

La gente, que apenas podía cantar por el asombro y el lloro, no hacía más que girarse a ver si realmente las palomas estaban vivas y aún seguían acompañando a la Virgen en su paseo. Algunos testigos vieron cómo don Braulio, boquiabierto, había cambiado de color y cómo estuvo a punto de desmayarse antes de desaparecer dentro de su casa. Después de que la Virgen fuera entronizada en el altar mayor de la parroquia de Bonanza, a duras penas se pudo desalojar a los cientos de personas que se habían reunido en el templo. Nadie quería irse. Don Carlos M. Padrón – que entonces era un chaval de 15 años - recordaba: “supongo que esa noche no se habló de otra cosa en el pueblo, y la noticia del incidente se regó como pólvora por toda la Isla”.
El mismo joven acudió al día siguiente con otros dos muchachos a la iglesia a petición del párroco para limpiar el trono de la Virgen. Cuenta cómo abrieron uno de los ventanales para que las tres palomas saliesen fuera del recinto y no siguieran ensuciando con sus excrementos el trono y el interior de la iglesia. Cuando los tres jóvenes llegaron ante las andas con jabones, trapos y cubos con agua, las aves alzaron el vuelo y se posaron en el alféizar, pero no salieron. Una vez estuvo limpio el altar, las palomas regresaron a los pies de la Virgen. Sigue recordando: “un escalofrío me recorrió de arriba abajo y me invadió un sudor frío porque yo no encontraba, ni he encontrado todavía, explicación racional a semejante fenómeno”.
Las procesiones continuaron

El domingo siguiente al día del suceso, el templo estaba abarrotado de fieles y curiosos. No se recordaba una asistencia tal a la misa mayor, incluso con la presencia de muchas personas que jamás habían pisado antes la iglesia.
Se siguieron las procesiones y, durante una de ellas, de repente, una de las palomas alzó el vuelo y desapareció ante la vista de cientos de personas. En días posteriores lo hicieron las dos restantes. La última decidió partir cuando la Virgen de Fátima se encontraba en el descanso de la Cruz Grande, en la confluencia de tres caminos. Las tres “Palomas de la Virgen” – como se llamaron a partir de entonces – curiosamente habían llegado y se habían ido durante uno de los descansos de la comitiva y éste se encontraba en un punto de mucha visibilidad.
Las “Tres Palomas de la Virgen” continuaron tan ariscas como lo eran antes, pero recibieron un cuidado especial hasta que finalmente murieron de viejas en su palomar. Mucho tiempo este intrigante caso

La imagen blanca de la “Virgen Peregrina” pronto contó con altar propio. Se colocó en su única hornacina central y sobre una peana piramidal invertida imitando a una encina, en recuerdo del árbol sobre el que se aparecía Nuestra Señora en Cova de Iría en 1917 a los pastorcitos Lucía, Jacinta y Francisco. Fue obra del ilustre hijo de El Paso, el artista don Wilfredo Ramos. El también actual cronista de esta ciudad publicó en el Diario de Avisos -el 17 de julio de 2004- el artículo titulado “50º aniversario de la llegada de la Virgen de Fátima a El Paso”. Reflejó con detalle los actos programados con motivo de la efeméride durante los días 10 al 16 de mayo de 2004, con abundancia de detalles históricos y culturales.
El 13 de mayo, desde muy temprano, se confeccionan alfombras de sal en las calles del trayecto procesional destacando la gran participación de los vecinos. Ya por la tarde, tiene lugar la función solemne con asistencia de autoridades, policía local en pleno con sus trajes de gala – recordemos que la Virgen de Fátima es su patrona- , así como fieles que llenan el templo parroquial. Como informa Iván Rodríguez Sá

Siempre en estas fechas, muchos vecinos, sobre todo mayores, recuerdan con añoranza cómo el milagroso asunto de las “Palomas de la Virgen” conmocionó a todo un pueblo, y cómo éste, orgulloso, lo transmitió con cariño y devoción a las siguientes generaciones.