Poundex y Mayer, en el mismo conflicto de independencia, nos proporcionan una definición de su papel dentro de la sociedad venezolana: entre los blancos, los canarios se distinguen por su carácter industrioso y se dedican a la agricultura, el comercio al detal y la cría de ganado. Su número es mucho mayor que el de los españoles2. Inciden sobre la caracterización socio-profesional de la mayoría de los isleños. Será precisamente la reactivación de la economía venezolana en la primera década del XIX, con la expansión cafetalera y la revitalización del cacao en áreas hasta entonces desconocidas como Carúpano, la que potenciará la emigración familiar a unos niveles inusitados en vísperas de la Emancipación, como se puede apreciar en 1803 en el Pico del Teide de los Guezala3. La goleta San Rafael, del capitán grancanario Salvador Almeida, testimonia la migración grancanaria y su explotación. Fletada en Las Palmas en 1802 para La Guaira, desembarcó sus pasajeros en Barcelona. Los trasladados procedían de Telde, Agüimes, Teror y San Lorenzo. Una parte se asentó en Barcelona, en consonancia con su desarrollo regional en el café, el cacao y la ganadería4. Se acentuó también la lanzaroteña, una isla cuya participación era reducida hasta entonces. En 1803 el Alcalde Mayor de Teguise la autoriza sin ningún tipo de obstáculos. Se puede apreciar en Venezuela su nítida presencia por esos años5. En esta etapa de paz retornó un elevado número de indianos que llevaban largos años sin poder regresar por los largos conflictos bélicos. Se podría decir que fue el último gran retorno de divisas antes de la Emancipación. La Palma continuó con un similar porcentaje al del XVIII. En 1802 salió con emigrantes un buque desde su capital. Cuba seguía siendo su destino primordial. La paz en junio de 1808 coincidió con un período de bonanza inusitado en Venezuela. La producción de café llegaba a superar el 20% de sus exportaciones. En los protocolos de 1809 y 1810 se puede apreciar la gran intensidad que alcanza en buques como el San Carlos General O´Donnell, el Barcelonés o el Carmen6.
Controvertidos y polémicos debates se han originado sobre el carácter de la Independencia venezolana, de los sectores socio-políticos en lucha y sobre sus reales motivaciones. Como en todos estos procesos, indudablemente no existen causas unívocas. Su complejidad es un hecho indiscutible. Los canarios apoyaron en un principio los cambios políticos promovidos por la élite mantuana caraqueña. Todos los sectores sociales de origen canario coincidían con la oligarquía criolla en su oposición al monopolio comercial español y a los privilegios concedidos por Godoy a algunos comerciantes norteamericanos, que habían llegado a controlar gracias a exenciones aduaneras más del 50% del comercio exterior de la provincia.
La fuerte conmoción que supuso para Venezuela la invasión napoleónica de España les llevó a tomar el poder político para evitar que el poder se les fuera de las manos. El miedo a una rebelión similar a la haitiana pesaba como una loza. El conglomerado étnico y social del país distaba mucho de ser homogéneo. Las noticias que venían de la Península eran cada vez más pesimistas sobre la marcha de los acontecimientos. De esta forma se precipitaron los acontecimientos que desembocaron en la proclamación de la Junta Suprema de Caracas el 19 de abril de 1810 y la destitución del Comandante General Emparán. Sólo cuatro años antes, la oligarquía caraqueña se había opuesto con vehemencia a la invasión de Miranda. En tan poco tiempo la situación había cambiado radicalmente. Las clases dominantes tenían recelos de los funcionarios españoles y de la política de la Monarquía. Eran manifiestamente opuestos a las trabas a la generalización del comercio libre y criticaban severamente la política gubernamental en la concesión de privilegios comerciales desproporcionados a la casa comercial norteamericana Craig-Caballero Sarmiento. Esa conciencia diferenciada y la exigencia de libertad de comercio no les hubiera impulsado por sí solas a afrontar la ruptura sin el impacto de la destrucción del imperio español con la ocupación de la Península.
El miedo a la insurrección, a la descomposición del orden social fue sin duda uno de los factores que animó a la oligarquía caraqueña a tomar el poder político. Un representante de ella, el portuense Telesforo Orea, que fue comisionado por la Junta para solicitar la ayuda de los Estados Unidos al nuevo Gobierno, refería que la rebelión la habían comenzado los blancos, recelosos por las consecuencias de una similar a la haitiana. El miedo a los pardos y los blancos de orilla, el factor desestabilizador de la sociedad venezolana, que odiaban de forma visceral la hegemonía y prepotencia de las clases dominantes, les llevó a la toma del poder. Orea señaló que desearía que vinieran cinco o seis mil hombres de cualquier nación que fuesen, aunque fuesen franceses, a sujetar los mulatos y salvar sus vidas y propiedades, pues preveen funestísimas consecuencias si los negros piden su libertad y se unen a ellos. El pesimismo sobre lo que ocurre en la Península es patente: Desengáñese, la Península a la hora de ésta está sometida a Bonaparte y España no puede resistir su contienda con Francia por falta de medio y recursos para seguir la guerra, pues necesitaría a lo menos 200 millones de duros anuales, y éstos no pueden suplirlos las colonias7.
Desde esa perspectiva, criollos y canarios coincidían en su rechazo al poder monopolista tal y como había sido ejercido por España y la burocracia godoísta. Eran partidarios del libre comercio. Pero les separaban los diferentes intereses sociales. La oligarquía mantuana tenía puntos de vista sobre el poder político y la propiedad de la tierra contrapuestos frente a los blancos de orilla y los pardos. Esa divergencia socio-política existía en igual medida en la comunidad isleña. La disparidad de puntos de vista y percepción de la realidad entre los de extracción social baja y los que integraban la oligarquía criolla, era tan irresoluble como la que separaba a los nativos del país. La propia evolución de los acontecimientos la iba a demostrar con claridad.
Firma de la Independencia de Venezuela, de Tomás Lovera
Ya desde los primeros movimientos desarrollados por la oligarquía criolla exigiendo la convocatoria de una Junta, se puede apreciar la presencia e involucración de los isleños. En la llamada Conjuración de Matos, en julio de 1808, este hacendado margariteño establecido en Caracas declara: Amigo, ha llegado ya el tiempo de que los Americanos gocemos de nuestra libertad; en la presente ocasión es necesario que salgamos de todos los españoles y quedarnos sólo los criollos y los isleños porque éstos son buenos8. La hostilidad hacia los privilegios godoístas y las autoridades españolas reconocidas por la Junta Central de Sevilla era bien patente. Esa diferenciación entre españoles e isleños demuestra sus intereses diferenciados frente a los comerciantes españoles. Eran partidarios de la profundización en el libre comercio, contrarios a las trabas de su monopolización por los españoles. La política de la Junta Central y de la Regencia, dominada por los intereses mercantiles gaditanos y opuesta a todo lo que significase apertura comercial ,contribuía una vez más a exacerbar los ánimos.
Varios meses después, en noviembre, aconteció la llamada Conjuración para la constitución de una Junta Gubernativa, también conocida por el nombre de la Conspiración de los Mantuanos. Cuarenta y cinco firmas de significados mantuanos respaldaban la petición. Entre ellos tres isleños: Fernando Key y Muñoz y los hermanos Pedro y Juan Eduardo. En el expediente que se abrió contra la misma aparecen las declaraciones de varios comerciantes canarios: Francisco Báez de Orta, Salvador González, Antonio Soublette y Antonio Díaz Flores9.
Los desacuerdos con la política de la Regencia fueron creciendo al tiempo que las noticias sobre la evolución de los acontecimientos en la Península eran cada día más intranquilizadores. Los acontecimientos se precipitaron y sobrevino la deposición del Capitán General y la proclamación de la Junta Suprema Conservadora de los Derechos de Fernando VII de la que formó parte como Ministro de Hacienda Fernando Key Muñoz.
Los canarios apoyaron la ruptura con la Regencia y se sumaron al proceso impulsado por la oligarquía caraqueña. Alvarez Rixo señalaba al respecto que cuando los caraqueños en 19 de abril del año 1810 constituyeron su Junta Gubernativa conservadora (decían) de los derechos del señor Rey Don Fernando VII, los muchos isleños canarios que había domiciliados fueron en un principio considerados por los criollos como otros tales, puesto que nacieron en las Islas Canarias, provincia separada de la Península. Y los mismos isleños, hombres sencillos y faltos de instrucción, los más de los cuales sólo habían ido a Caracas para agenciar algo con que poder regresar a su patria, no recelaron superchería en los primeros procedimientos del nuevo gobierno. Pero luego que reunido el Congreso de las Provincias o ciudades de Venezuela en 2 de Marzo de 1811 vieron que los criollos patriotas, además de sus proclamas y declaraciones equívocas llamaron para ser directores de sus manejos y reformas a algunos tránsfugas o reos de infidencia, quienes se hallaban guarnecidos en las islas Antillas extranjeras, conocieron claramente era tramoya estudiada para separarse del todo de España, erigiéndose Venezuela en país independiente, proyecto que los leales canarios reprobaban10.
A pesar de su simplismo, su interpretación tiene algo de fundamento. Los canarios, para los americanos, eran criollos, pertenecían a una provincia separada de la Península por los mares. Sus intereses, en principio, no tenían nada que ver con la lealtad a la Corona, ni con los monopolistas del Estado español en materia comercial. Es más, en su propia tierra, sus clases dominantes defendían la libertad de comercio. Inciden sobre la caracterización socio-profesional de la mayoría de los isleños. Pero también apuntan un rasgo fundamental para comprender sus peculiaridades étnicas en la sociedad venezolana: su caracterización como criollos, su rápida identificación con la tierra, su definición separada y disgregada frente al conjunto de los españoles. Poundex y Mayer afirman al respecto que se da generalmente el nombre de criollos a todos los que nacen en el país, aunque los criollos de las Islas Canarias, llamados isleños, forma también una parte de la población11. Canario es desde los orígenes de la Venezuela colonial sinónimo de isleño, un conglomerado étnico diferenciado de español y de europeo, un norte no muy definido, pero que se corresponde con una sociedad colonizada ultramarina, desde la perspectiva de la época. Para los venezolanos, son criollos, descendientes de europeos, pertenecientes a una colonia española. Por eso su insistencia en diferenciarlos del conjunto de la población española, que lleva a dividirlos en tres grupos: europeos, isleños y americanos, división ésta que la Guerra de Independencia con sus proclamas dejará claro en los bandos en lucha.
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1. Véase al respecto, HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, M. Los canarios en la Venezuela colonial (1670-1810). Tenerife, 1997.
2. POUNDEX, H., MAYER, F. “Memoria para contribuir a la historia de la revolución de la Capitanía General de Caracas desde la abdicación de Carlos V hasta el mes de agosto de 1814”. En Tres Testigos Europeos de la Primera República. Introd. de Ramón Escobar Salom. Caracas, 1974. Caracas, 1974, p.105.
3. Archivo Histórico Provincial de Tenerife (A.H.P.T.). Protocolos notariales. Legs. 1333 y 752.
4. Archivo de la Academia de la Historia (A.A.H). Civiles, 1802.
5. Archivo General de Indias (A.G.I), Indiferente General Leg.3109. Archivo Histórico Provincial de Las Palmas (A.H.P.L.P.) Protocolos notariales. Leg.2915.
6. A.H.P.T. Legs. 1308. 1310, 2183,2185, 2186, 3094 y 3286.
7. A.H.N. Estado. Legs 5636 y 5637.
8. LECUNA, V. "La Conjuración de Matos ". BANH nº 56. Caracas, 1931, p.389.
9. Conjuración en Caracas para la formación de una Junta Gubernativa. Caracas, 1949.
10. ALVAREZ RIXO, J.A., Anécdotas referentes a la sublevación de las Américas en cuyos sucesos sufrieron y figuraron muchos canarios. Manuscrito. A.H.A.R.
11. POUNDEX, H., MAYER, F. “Op. Cit.”, p.105.