Revista nº 1040
ISSN 1885-6039

Afrodita inmortal. Al conquistador. Dos textos de Ángel Guerra.

Jueves, 14 de Mayo de 2009
Antonio Henríquez Jiménez
Publicado en el número 261

Hoy presento a los lectores un texto en prosa de Ángel Guerra y otro en verso, ambos curiosísimos; el primero por su temática y el segundo porque su obra en verso apenas se conoce. Completo estos rescates con dos versiones de un poema que le dedicó Juan Ramón Jiménez. Ángel Guerra, como todos saben, es el pseudónimo galdosiano que emplea el escritor lanzaroteño José Betancort Cabrera. Presento un escrito que no he visto rescatara en libro, como tantos otros, y que considero interesante por la temática del mismo: el lesbianismo. Para la época, presentar el tema de la manera como Ángel Guerra lo hace era una auténtica rareza.


El artículo en prosa que presento vio la luz en el periódico de Las Palmas de Gran Canaria Las Efemérides, fundado por José Franchy y Roca, el 15 de febrero de 19011, bajo el título “Afrodita inmortal”. El texto en verso se asomó a las páginas del periódico de la misma ciudad, El Telegrama, el 15 de julio de 1903.

José Betancort había nacido en Teguise en 1874 y morirá en Madrid en 1950, ya silenciado completamente para la literatura. La guerra civil española significó el dejar de aparecer su nombre en la prensa, en la literatura y en la política, sus tres actividades más importantes. Después de una intensa vida periodística, se dedicó a la política, siendo diputado por Lanzarote bajo el manto protector del partido liberal de Fernando de León y Castillo. Dirigió periódicos en Madrid y desempeñó corresponsalías en París, viajando a otras ciudades europeas. Ya avanzado el siglo, antes de la segunda República, desempeñó cargos en la administración, como director general de Administración Local, y director general de Prisiones.

Muestra de la consideración en que se le tenía a finales del XIX y comienzos del XX por cierta parte de la intelectualidad peninsular es el escrito del poeta Juan R. Jiménez que transcribió Diario de Las Palmas, el 31 de mayo de 1900, de un periódico peninsular, bajo el título “Misiva”, dirigido a Timoteo Orbe. En él, el poeta de Moguer censura la manera de hacer crítica de Clarín, que “no hace crítica noble, crítica seria, y se limita a llenar cuartillas, con burlas sangrientas, en las que más bien parece payaso deseoso de provocar risas imbéciles, que artista codiciando palmas […] podría señalar otros muchos, en los que Clarín descubre, además, de su ignorancia con respecto a lo que juzga, un extraño anhelo de hacer piruetas y desplantes, soñando con caras que ríen con la risa de las caricaturas de Madrid Cómico”. Sigue diciendo Juan R. Jiménez: “Espíritus aislados luchan sin embargo, con valentía, cual lanzando un reto a esa crítica imbécil que en todo se ocupa menos en juzgar y educar. José Betancort (Ángel Guerra) nos envía de vez en cuando, desde su rincón de Canarias, una bocanada de brisas frescas, cargadas de aromas sanos, de efluvios de su alma consagrada al estudio y al trabajo.”

Ángel Guerra recensiona muy favorablemente los libros de Juan R. Jiménez. No está muy de acuerdo, sin embargo, con Rubén Darío, prefiriendo la prosa de Enrique Gómez Carrillo. De Darío dice, por esta época: “Rubén Darío no me es adorable como escritor. Lucha hoy en la vanguardia de las notabilidades americanas, pero decadente, colorista, casi gongorino, retuerce las frases hasta dislocarlas, para que se contraigan como nervios y sufran como fibras doloridas; cincela, esculpe, pinta con la palabra, con entonaciones pálidas de carnes enfermas. Sus prosas profanas, en las que se ha infiltrado el modernismo parisién, y a las que se les ha querido imprimir sensualidad saturiana y enervante, no han llegado a conquistar mis gustos.”

Pronto debió trabar amistad con el poeta de Moguer, pues éste le dedica en Ninfeas (1900) el poema “Calma”: “Para José Betancort”; en Rimas (1902), “A José Betancort”. Es uno de los pocos poemas que el moguereño rescató de sus primeros libros, pues se encuentra en el póstumo Leyenda (1978), bajo el título “Hondón”, dedicado de la siguiente manera: “(A José Betancort o Ángel Guerra, amigos)”, y prosificado, operación que realizó Juan Ramón con su obra en verso. El poema prosificado se parece más a la primera versión de Ninfeas. Por 1902, ambos escritores comparten página en el madrileño Madrid Cómico.

Si Juan R. Jiménez lo alababa, había otra facción de escritores que lo denostaba. Una opinión de Ángel Guerra contra el escritor Eusebio Blasco, allá por 1902, porque, al parecer, no le había reseñado una obra, le valió una lluvia de críticas, incluso aquí en su tierra canaria. Ángel Guerra le replicó al entonces célebre cuentista, y también poeta, y se reafirmó en sus opiniones sobre él (“sigo y seguiré diciendo que los versos de Soledades es [sic] aprendizaje de rimador, sin el nervio y la intensidad espiritualista de un poeta; que los Cuentos fatigan con pena de cansancio, pues en ellos, sin el encanto de la gracia en el estilo y sin el atractivo de la originalidad en el arte de narrar, se hace más desolada la esterilidad de las páginas sin calor, sin alma y sin vida.”).

Un poco más tarde, en abril de 1908, el crítico, novelista, poeta y traductor Andrés González-Blanco afirmaba, en la revista de Ramón Goméz de la Serna Prometeo, tener “la aprensión de que Ángel Guerra, el Ángel Guerra de la novela de Galdós, tuvo más realidad, y más existencia que la que hoy disfruta otro Ángel Guerra, escritor canario, aunque malo y poco semejante a su paisano Galdós, que encubre su nombre bajo ese pseudónimo.”

Actualmente parece que no se da mucha importancia a sus escritos. Escribió novelas, cuentos y muchísimos artículos periodísticos. Algunos los reunió en libro, como los de asunto literario (Literatos extranjeros, 1903; De arte, 1899), o los de retratos de personajes canarios de su época (Semblanzas, 1898). En 1983, el profesor Antonio Cabrera Perera publicó su tesis doctoral dedicada al lanzaroteño y reeditó varios cuentos de asunto canario, entre los que destaca el titulado La Lapa.

Para animar a los lectores a conocer mejor a este escritor lanzaroteño, les quiero presentar hoy, primero, un escrito que no he visto rescatara en libro, como tantos otros, y que considero interesante por la temática del mismo: el lesbianismo. Para la época, presentar el tema de la manera como Ángel Guerra lo hace era una auténtica rareza. En segundo lugar, les presento el poema “El conquistador”, que muestra su espíritu batallador y disconforme.

En aquella época, Ángel Guerra arrastraba tras de sí una fama de escritor impetuoso y vehemente, que se atrevía con todo. En un artículo de 1902 llega a decir: “Yo, sin embargo, soy como soy, y siempre escribo mal, pero con franqueza.” Hay ciertos temas que exponía con bastante crudeza, proponiendo soluciones no de acuerdo con la “moral” reinante, o con el bien pensar general de la población, como cuando disculpa a la casada que se escapa con un cuarentón rico (“Yo la disculpo; santifico esa rebeldía que tiene mucho del espíritu intrépido, anárquico, bajo más toscas formas y menos altas ideas, de la Nora sin par de Ibsen"); o disculpa a la muchacha que ha matado y enterrado a su hijo recién nacido. Cuando condenan a una adúltera, se pregunta si no fue casada a la fuerza por imposición de sus padres. Él “hasta la santificaría”. Varias veces habla de los mal llamados “crímenes pasionales”, o de las parejas que siguen unidas cuando ya ha acabado el amor, etc.



Plaza de Santo Domingo de Teguise en 1925



En cierto momento, en el mismo periódico donde publicó la prosa que hoy les presento, se comentó cómo las señoras lectoras del Diario de Las Palmas (periódico donde también publicaba, sobre todo sus cronicas desde Madrid, o desde París, posteriormente) habían protestado por las licencias que se permitía en sus escritos, no aptas para los ojos, o los oídos, de las pacatas lectoras u oidoras. Se trataba, sobre todo, de sus largos artículos sobre la “malsana” literatura, francesa, las más de las veces; o sobre el “satanismo” en la literatura, etc. Ángel Guerra presentaba los temas de las obra de los literatos extranjeros, abominando la mayor parte de las veces de la inmoralidad que retrataban en sus obras, pero resumiendo sus crudas historias. Los artículos de este carácter que reunió en el volumen Literatos extranjeros (Impresiones críticas)2 eran, en definitiva, una invitación a la lectura de las obras tratadas. De hecho, el final del primer escrito que rescato es una alusión a la novela Aphrodite, de Pierre Louÿs. La flautista y la cantante, Rhodis y Myrtocleia (Rosa y Mirto, diríamos en castellano), seguirán ofrendando ante el altar de Afrodita, bajo la forma de estatua de su amiga, la galilea Chrysis, modelada en mármol por Demetrios.

¿Se trata de una experiencia personal, o de la literaturización de una de sus lecturas francesas? Si no estamos al tanto de sus publicaciones diarias en la prensa, creeríamos que nuestro texto responde al mundo literario; parece un cuento, al estilo de los de Remy de Gourmont, en el que presenta un hecho, el amor de dos muchachas, desde el punto de vista de un voyeur literario, que se muestra comprensivo con tales amores. Pero es que Ángel Guerra presentaba casi todos sus escritos periodísticos de esta manera, intentando transmitir una experiencia personal, con mucha intervención de la primera persona y con datos de su biografía. Hoy nos puede parecer este texto un “cuento” completamente literario, y la intromisión de la primera persona, un modo de abordar el tema. Pero en la realidad, en casi todos los textos que llegaban de Madrid a Las Palmas, o desde París, donde fue corresponsal de periódicos madrileños, aparece esa manera de narrar o de opinar, introduciendo siempre la primera persona, hechos, datos y experiencias personales del autor ya travestido en Ángel Guerra. Algo parecido pasa con muchos textos de Alonso Quesada. Hoy los consideramos verdaderos cuentos, porque tenemos lejos las crónicas periodísticas de la época, donde se narran los mismos hechos.

Atreverse a publicar dicho artículo en la levítica ciudad de Las Palmas de Gran Canaria de comienzos del siglo XX era una muestra de osadía. ¿O de inconsciencia? El tema contrasta con los que normalmente son objeto de la escritura de Ángel Guerra, salvo en la vertiente señalada de referirse a (y referir) los temas de la literatura “malsana” extranjera.

Del soneto “Al conquistador”, nada comentaré. Su explicitez e implicación personal es evidente. Vio la luz en el periódico de Las Palmas de Gran Canaria El Telegrama, el 15 de julio de 1903. Al año siguiente lo vemos en un folleto que se encuentra en la Biblioteca de El Museo Canario, formado con los recortes del periódico donde los poemas se iban publicando como Folletín, cosidos a mano, bajo el título Allá. (Poesías). 1902, y con fecha de 1904. El poema presenta allí variantes interesantes, que inciden en los rasgos negativos. Algún crítico considera estos recortes cosidos como libro publicado, lo que no es exactamente real, por lo dicho. Recuerdo que a los dos días de aparecer en un periódico un poemita de don Domingo Rivero, pocos años antes de ver la luz estos dos textos de Ángel Guerra, apareció una extensa y entusiasta glosa al poema en el mismo periódico.


 

Afrodita inmortal.

…¿Por qué aborrecerlas. Nunca me he explicado el odio con que los demás las insultaban, al pasar enlazadas, casi en éxtasis, en las revueltas del baile, cuando su vida y sus amores han llegado a inspirarme un cariño piadoso, una curiosidad enfermiza.

Queríanse. Eran ambas jóvenes, doncellas núbiles, casi niñas, en quienes apenas la brutalidad del sexo había marcado las curvas atrevidas, los relieves esculturales de las carnes de mujer. Tenían sus líneas indecisiones de forma. Y en la vaguedad de los contornos se advertía cierta espiritualidad, la carencia de ardores febriles, la laxitud melancólica de las vírgenes, a quienes no estremece violentamente la calentura del deseo.

Sentían repugnancia por los hombres. ¿A qué turbar, entonces, la inocencia de su amor y la sublimidad de su placer?

Queríanse.

Al marchar por la calle, con los trajecitos iguales, del mismo color, con idénticos adornos, de tela negra con lazos y pelo rojos, iban siempre cogidas del brazo como dos hermanitas, apretada fuertemente la una a la otra, caminando ligeras con ritmo alado, como pajarillos locos, mientras jugueteaban con las manos prolongando una comenzada caricia, sosteniendo, en una sensación intensa, el estremecimiento de su pasión. Y cuando bailaban, cuando sus cuerpecitos flexibles, mimosos, se tenían que juntar, al enmarañarse las miradas con emocionante persistencia, notábase cómo los párpados desmayaban con pereza de sueño, cómo los labios temblaban con escalofríos de besos angustiosos, cómo la respiración jadeaba rápida, vibrante, degenerando poco a poco en una lentitud de cansancio, de fatiga sin dolor, de tristeza innominada, y más y más se apretaban en cada vuelta, en el vértigo de los giros alocados, para, desfallecidas, demanijados los brazos, brilladoras sus pupilas, encendidas las mejillas, secos los labios, en desorden los cabellos rubios y las trenzas negras, sombreados con penumbras admirables el cerco de los ojos en éxtasis, sentarse rendidas, todavía juntas las manos como prolongando una comenzada caricia.

A solas, en el secreto de su pasión, pura, intensamente delicada, ignoro qué cosas se dirían, qué silencio consolador sería el de sus palabras y qué elocuencia la mudez viva de sus ojos.

No conocían los celos… Queríanse… No he podido aborrecerlas como los demás que las injuriaban porque sentían asco de la belleza masculina, musculosa, caracterizada por la fuerza, incorrecta con irregularidades de línea, cuando ellas gustaban más la belleza de las curvaturas ligeras, pálidamente diseñadas y de las coloraciones vagas, fluctuantes que se desvanecen en medio de una suprema corrección de dibujo y encontraban en su amor la serenidad de las sensaciones plácidas, la inocencia del placer sin dolor, la caricia dulce como el roce de las plumas de un ala…

……………………………………………………………………………………………

Ante el altar de Afrodita eternamente se arrodillarán muchas vírgenes para consagrar los desposorios de sus cuerpos y el sacro connubio de sus almas, unidas por un amor, por un deseo de gozo, que me parecen admirables, y todavía siguen peregrinando por la tierra, reencarnados a perpetuidad, los espíritus de Rhodis y Myrto, aquellas dos niñas que cortaron sus cabelleras para dejarlas en el sepulcro de Khrysis, que las había amado tanto…

Ángel Guerra.






 

Poema de Ángel Guerra

Al conquistador

Vivos se les tributa una forzada
obediencia y muertos un gracioso aplauso;
es necesidad lo primero, necedad lo segundo.
Feijoo.



                                           No esperes compasión aunque en la historia
                                        los crímenes se encuentren disculpados,
                                        que hasta tus hijos, al rubor forzados,
                                        reniegan de tu estirpe vejatoria.

                                           El lustre y los blasones de tu gloria
                                        con sangre de traición están manchados;
                                        ¡el hierro con que matan tus soldados
                                        es digno pedestal a tu memoria!

                                           Hoy se yergue mi espíritu altanero
                                        para decirte, a nombre del vencido,
                                        con temple y lealtad de caballero,

                                           que en la lucha llevabas escondido,
                                        debajo de la cota del guerrero,
                                        el corazón infame del bandido.

                                                                                                             Ángel Guerra.
                                                                                                             Madrid.





 

Poema de Juan Ramón Jiménez [Ninfeas. Madrid, 1900, pp. 81-82]


                                                 Calma

                                      Para José Betancort.

                                     Titilan adormidas
                                      las mágicas estrellas,
                                      cual nítidos jazmines
                                      del jazminero del jardín celeste…

                                      Y a su indecisa lumbre,
                                      blanquea en la montaña
                                      la aldea silenciosa,
                                      en su lecho de obscuro terciopelo…

                                      Semejan sus cabañas
                                      sepulcros melancólicos,
                                      de los que tenues luces
                                      despréndense brillando misteriosas…

                                      Sepulcros melancólicos
                                      de un noble cementerio,
                                      en donde las pasiones
                                      reposan en el sueño de la Muerte…


Leyenda. Madrid, Cupsa Editorial, 19783









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1. Se volvió a publicar en Las Efemérides, 6-V-1902.
2. Valencia, F. Sempere y C.ª, Editores, 1903.
3. Presento el facsímil que se encuentra en el verso de la página sin numeración que se halla entre las páginas 14 y 15 de Leyenda (1978); en las páginas 33 y 34, se encuentra el poema, sin los elementos manuscritos; es el número 54 del libro, el 15 de Violeta del naranjal y ninfea del pantano.



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Comentarios
Martes, 09 de Abril de 2024 a las 23:07 pm - Antono Henríquez

#06 "Afrodita inmortal" se publicó en 1901, y no en 19011. Se había publicad antes en la revista tinerfeña Gente Nueva, Núm. 61, 9-II-1901, p. 7...

Miércoles, 07 de Octubre de 2009 a las 11:47 am - Germán Santana Henríquez

#05 Interesante documento sobre el lesbianismo en unos momentos en que estos temas eran tabú. Igualmente novedosos los poemas que Antonio Henríquez Jiménez presenta tras la búsqueda minuciosa de la obra poética, prácticamente desconocida, de Ángel Guerra.

Jueves, 17 de Septiembre de 2009 a las 22:03 pm - Pepe el de Marchena

#04 Muy interesante su aportación al mundo de la cultura,estábamos ávidos de conocer estos textos que han arrojado gran luz sobre Ángel Guerra. Es un personaje tan poco conocido, que cualquier dato que nos aporte acercade su vida es bien recibido.

Sábado, 16 de Mayo de 2009 a las 15:10 pm - Jose del Rosario

#03 Felicidades al autor, nos demuestra una vez más su buen hacer.

Jueves, 14 de Mayo de 2009 a las 20:13 pm - Bruno P.

#02 Es una gozada leer las contextualizaciones de este crítico, son tan claras y amenas como rigurosas. Parece estar viviendo en la época. Desconocía esta faceta de Ángel Guerra. El texto de \"Afrodita inmortal\" es una obra cumbre de erotismo de artístico de nuestras letra. Se me aprece como una declaración cultural de intenciones. Felicitamos al autor.

PD: ¿Para cuando un librito con los rescates que han ido apareciendo en este medio? Que también queremos tenerlos en la bilbioteca, no solo en una carpeta del ordenador.

Jueves, 14 de Mayo de 2009 a las 18:43 pm - Javier Campos

#01 Una vez más darle las gracias al profesor Antonio Henríquez Jiménez por investigar, cultivar y rescatar estos pequeños tesoros del Arte en Canarias.