Revista n.º 1074 / ISSN 1885-6039

Los canarios en la Independencia de Venezuela. (IV)

Viernes, 24 de abril de 2009
Manuel Hernández González
Publicado en el n.º 258

Los canarios pasaron a convertirse en la columna vertebral del nuevo orden. La restauración realista no podía entregar el poder a la antigua elite que en su gran mayoría había apoyado la causa republicana. Monteverde se apoyó en los canarios hostiles a la República y ellos se sirvieron de él. Eran en su mayoría de origen social bajo, salvo algunos oportunistas que se le incorporaron por aspirar a puestos altos, como Vicente Gómez, nombrado Administrador General de la Renta de Tabaco, o críticos por circunstancias personales a la naciente República como Gonzalo Orea o el citado Fernando Monteverde.

Cuadro alusivo a la independencia de Venezuela.

(Viene de aquí)


En el Congreso posterior a la independencia, Vicente Gómez representaba a San Carlos y José Luis Cabrera en el Constituyente a Guanarito. El médico grancanario fue uno de los más fieles exponentes de la ideología liberal en el parlamento. Fue precisamente él quien inicia el debate que concluyó días después con la declaración de Independencia. Señala que en cuanto a Fernando VII no debe imputarnos a nosotros esta resolución, la Regencia que lo representa es quien nos ha conducido a ella, bloqueándonos, atacándonos, amotinándonos y haciéndonos cuanta guerra está a su alcance. Cuando ella respetaba nuestro talismán, justo era que respetásemos el suyo; pero declarados insurgentes, tenemos que ser independientes para borrar esa nota. Ahora tendremos existencia propia, aunque no de grande estatura, y cesarán las maquinaciones y otros males fomentados por la ambigüedad, aprovechemos, pues, la ocasión que se nos presenta, antes que no podamos volver a conseguirla, y nos expongamos a la execración de nuestra posteridad; se acabó el tiempo de los cálculo y entró el de la actividad y energía; seamos, pues, independientes, pues queremos y debemos serlo. Defendió en el parlamento la profundización en la revolución liberal, tratando de eliminar los privilegios nobiliarios. Reprochó el uso del título de Castilla al señor Ascanio (proponiendo) que se aboliesen en los oficios estos títulos en Venezuela, independiente de Castilla, y todos los que no fuesen propios de un gobierno democrático48.

A la par que se acrecientan las protestas contra el Gobierno republicano, acontece la insurrección de Valencia, en la que junto a los pardos intervienen isleños, acontece una riada de donativos de canarios a la República. El comerciante Juan Andrés Salazar, al que luego se le expropiará su almacén en la Guaira por la II República, da 300 pesos y 200 pares de zapatos, el mercader José Toribio Espinosa 400 pesos y reproduce la oferta que ha hecho antes de todos sus bienes, petición que reitera más tarde al consignar 400 pesos en plata para el mantenimiento de la tropa de reserva. En la Victoria de 30 donativos que se realizan la mitad poco más o menos de estos individuos son naturales de las Islas Canarias. El corregidor, el granadillero Juan de la Cruz Mena, especifica que todos han contribuido graciosamente con donativos voluntarios para el servicio del Estado en esta y otra ocasión, sin haber manifestado el menor disgusto con nuestro actual Gobierno49.

En la Gaceta del 9 de agosto una representación del comercio de Venezuela para el desarrollo de compañías de agricultura es firmada por Pedro Eduardo, José Gabriel García, Salvador González, Antonio Díaz Flores y Fernando Key. En la del día 17 de 10 donativos del pueblo de Cagua, 11 son de isleños, sufragados bien en casabe o en moneda. No se sabe si tales cesiones eran realmente voluntarias o son producto del miedo. En la Gaceta del 20 de septiembre tres nuevos isleños se suman: un vecino de Tucuta, José Sánchez, labrador, con más de 30 años de residencia en Caracas dona al Estado 100 pesos en metálico; el mercader y orfebre Marcial Bermúdez, 14; Blas Betancourt, teniente de la cuarta compañía de urbanos de Cocorote ratifica la oferta de una casa en aquel pueblo y diez pesos mensuales por el tiempo de dos años para el ejército. El 1 de noviembre 5 isleños de Guatire dan también cortos donativos. Posiblemente otros muchos más, pero en los de muchos pueblos no se expresa su procedencia.

En la Gaceta de 15 de octubre de 1811, en nombre del pueblo de San Carlos, de arraigada presencia isleña, José Leal González, canario y Teniente Justicia Mayor de la localidad, el vasco Domingo de Olavarría y el también isleño Vicente Gómez, administrador de la Renta de Tabaco y poco tiempo después su diputado en el Congreso, firman un manifiesto en que expresan la conducta patriótica de San Carlos, dando además cada uno, junto con otros ciudadanos de esa villa 100 pesos. Lo esperpéntico de este hecho es que pocos meses después será esta villa uno de los bastiones de Monteverde en su rápida carrera hacia la Conquista de Caracas y los firmantes se integrarán en sus filas. Julio Llamozas recoge cómo en Calabozo la declaración de independencia fue recibida por sus vecinos con los europeos y canarios (téngase en cuenta esa distinción) residentes aquí con bailes, músicas, iluminaciones generales, jeroglíficos alusivos a la ostentación del acto y otros aparatos públicos, distinguiéndose en los costos y en el entusiasmo de la jura José Marcelino Velásquez, de doce años, hijo de Antonio Velásquez, natural de Canarias50, alcalde de la localidad y hacendado originario de Fuerteventura, que finalizaría sus días en su tierra natal.

La insurrección de Valencia fue un síntoma de lo que estaba acaeciendo en Venezuela. La Primera República, exclusivista y oligárquica, dividida y fragmentada, con un ejecutivo fuerte encabezado por Miranda incapaz de timonear la creciente inflación, con una emisión continua de papel moneda, se estaba quedando sin base social. Valencia cayó con severas pérdidas en ambos bandos. Pero los adeptos de la contrarrevolución crecían a cada paso entre los descontentos por la creciente depresión económico y la política antipopular del Gobierno. Su propia debilidad en imponer su hegemonía en toda la antigua Capitanía General de Venezuela era una muestra de su escasa capacidad de atracción sobre las oligarquías locales disidentes de Guayana, Maracaibo y Coro. Un españolista, Juan Bautista de Arrilaga, manifestaba con evidente razón, abordando la desmedida avaricia de tierras de la oligarquía caraqueña, que sólo le habían secundado en su empresa quienes de ellos dependían: así ha acreditado la experiencia que los señores de los terrenos en cuestión han sido los principales autores de la revolución de Caracas y que la mayor parte de sus inquilinos les han seguido en tan depravada empresa51.

A la oposición de las oligarquías regionales le siguió la de los sectores sociales disidentes de la política mantuana: pardos, negros e isleños de orilla. Pulperos y mayordomos de haciendas oligárquicas, que eran en su mayoría de origen, luego convertidos en dirigentes y partícipes de la rebelión, se opusieron a la República por su política recaudatoria y afrentosa con sus intereses. El cabildo caraqueño tuvo una política manifiestamente hostil a los pulperos. Les prohibió bajo multa de 25 pesos y 8 días de prisión el interceptar abastos para el consumo, les obligó a mantener siempre en la pulpería 10 fanegas de maíz y 10 pesos de casabe para ser incautados en cualquier momento por la Hacienda. Les incorporó al ámbito de un tribunal especial de policía y les obligó a entregar al ejército los alimentos que necesitase para sus subsistencias. Suscripciones constantes, extorsiones y saqueos les depauperaron y les llevaron a apoyar la insurrección y a convertirse en sus más decididos partidarios. Precisamente la victoria de Monteverde les llevó a mejorar considerablemente en su situación, reabriéndoles las pulperías que el Gobierno había decretado su cierre, dándoles nuevas licencias y derogando los aranceles de precios republicanos52.

Los isleños José Acosta y Francisco Antonio Vera denunciaron al oligarca José Félix Rivas por la explotación de que eran objeto en sus haciendas. El primero era su mayordomo de su ingenio de caña de Guarenas. Alega que trabajó 9 meses en ella sin sueldo, con servicios de esclavo. Solicita que se le abonen tales salarios, atendida la miseria que me hallo y la persecución que sufrí por el concepto de ser canario europeo. En similares términos se manifiesta Francisco Antonio Vera, que trabajaba con su mujer en una hacienda de café y limones del susodicho en Chacao, no devengándose lo salarios por cuanto a todos nos tenía por esclavos53.

Un cuadro de Francisco Miranda en una cárcel de Venezuela.
Miranda en la Carraca (1896). Cuadro del encarcelamiento, del autor Arturo Michelena



La llegada a Coro de un marino profesional canario, de origen oligárquico y curiosamente primo de los Rivas, Domingo Monteverde y Rivas, estrechamente vinculado a otros linajes caraqueños, con otro pariente, Fernando Monteverde y Molina, que más tarde casaría su hija con el Presidente Navarte, sirve de aglutinador de este heterogéneo movimiento de intereses bien diversos, pero unido por su firme rechazo a la Primera República. Monteverde desafió la autoridad española y se autoproclamó Capitán General de Venezuela frente a la voluntad de la Regencia española. Se convertiría por tanto en el ejecutor de los puntos de vista de sectores socio-políticos que vivían y se identificaban con Venezuela, no en el ejecutor de las órdenes que venían de Cádiz. Creará un poder propio, enfrentado con las instituciones del Antiguo Régimen y con los representantes de las Cortes Gaditanas. Este movimiento, complejo y heterogéneo que ha sido venido en llamar la conquista canaria de forma despectiva por Carraciollo Parra Pérez, se aglutinó en torno a un caudillo, Monteverde, que convirtió a Coro en la base de su programa contrarrevolucionario. Apoyado por el clero y por numerosos individuos de los sectores populares, condujo a una rápida ocupación del área controlada por la Primera República y obligó a Miranda a capitular54. Hasta el terremoto de Caracas de 26 de marzo de 1811 parecía estar de parte de la contrarrevolución, dando la razón a los clérigos realistas que invocaban el carácter sacrílego y demoniaco de la revolución.

Los canarios pasaron a convertirse en la columna vertebral del nuevo orden. La restauración realista no podía entregar el poder a la antigua elite que en su gran mayoría había apoyado la causa republicana. Monteverde se apoyó en los canarios hostiles a la República y ellos se sirvieron de él. Eran en su mayoría de origen social bajo, salvo algunos oportunistas que se le incorporaron por aspirar a puestos altos, como Vicente Gómez, nombrado Administrador General de la Renta de Tabaco, o críticos por circunstancias personales a la naciente República como Gonzalo Orea o el citado Fernando Monteverde. El marino no estaba designado por la Regencia, pero actuó como tal y los isleños que dirigían sectores del país lo auparon como tal. El clérigo tinerfeño Pedro Gamboa y el criollo fray Pedro Gamboa en su apología de la actuación de Monteverde subyararon que en la provincia de Barinas gobernaba el natural de Santiago del Teide Pedro González de Fuentes por órdenes suyas. Éste la había reconquistado y Cevallos se propuso quitarle el mando, enviando con él a Barinas desde Barqusimeto a Don José Miralles, pero González, que no podía reconocer a Cevallos como general en jefe, sino a Monteverde, que tenía una emanación legítima, se resistió a la entrega del mando y Miralles regresó a Coro55.

El comerciante garachiquense Francisco Fernández Vinony, que se hallaba al servicio de las armas republicanas, vendió a los contrarrevolucionarios Puerto Cabello por hallarse quebrado de los fondos de su compañía, por una parte, y por la seducción y recompensa que esperaba este traidor por recompensa de su felonía, luego que los reos de Estado estuviesen en libertad y su paisano Monteverde se apoderase de la plaza56. Mas era un sector social lo suficientemente minoritario como para que el ejercicio de su poder no creara fricciones tanto con las autoridades españolas como frente a los demás grupos étnicos. Controvertido ha sido el tratamiento que ha dado la historiografía venezolana hacia la conquista canaria. Parra Pérez sostiene que con Monteverde, convertido en ídolo de sus paisanos, cambió por completo el aspecto de las cosas. Los ardientes revolucionarios se convirtieron en endiablados realistas y principales sostenedores de un régimen de venganzas y pillaje. Miyares los denuncia entonces como monopolizadores de los empleos públicos (...). Una de las características de la situación y que indica como Monteverde no obedecía más ley que su capricho, es que al entregar los puestos a los canarios no tuvo para nada en cuenta que éstos hubieran sido republicanos o realistas: lo esencial en aquel momento era que diesen pruebas de ser monteverdistas. Tal obcecación se aprecia en sus expresiones que teoriza sobre su papel como creador del personalismo en Venezuela. Sus soportes eran, según Ceballos, los que con las armas vociferaban poco antes el odio irreconciliable al gobierno español57.

Coincidimos con Lynch en que ese análisis procede de una visión resentida sobre los protagonistas de la contrarrevolución. Lo que ponían en tela de juicio era su origen social, al cual despreciaban con vehemencia58. Una visión más ecuánime del proceso nos permite apreciar algunos de sus rasgos. Es significativo que sus mayores y más despiadados críticos sean las autoridades españolas. El Regente Heredia, que despreciaba a los isleños de orilla, dijo de Francisco de Miranda que había nacido de una familia obscena y los calificó con los conocidos epítetos de cerriles, ignorantes, bárbaros y rústicos59. Urquinaona, el comisionado de la Regencia para pacificar Venezuela, los llama traidores por incitar la República y bastos y groseros. El vasco Olavarria señalaba la decidida protección del señor Capitán General a los idiotas isleños sus paisanos60. Los epítetos serían eternos sobre su ignorancia y estupidez.

No cabe duda que Monteverde se comportaba con rasgos de un auténtico caudillo, que se valió de los canarios para consolidar su poder y que ellos se valieron de él ocupando los cargos públicos. Urquinaona refiere que éstos, a pesar de su conducta escandalosa en los primeros y últimos cargos de aquel gobierno tumultuario, supieron después aprovecharse de la estupidez de su paisano Monteverde para vilipendiar no sólo a los que lisonjearon con sus servicios y humillaciones, sino a los europeos y americanos por no haber transigido con los sediciosos. Colocó en su opinión a los isleños más rústicos, ignorantes y codiciosos, que empeñados en resarcir lo que había perdido o dejado de ganar durante la revolución, cometían todo género de tropelías con los americanos y aun con los españoles europeos que detestaban su soez predominio. El general Miyares, a quien Monteverde usurpó el cargo, se reafirma en similar apreciación: nombraba en todos los pueblos, cabildos y justicias de sus paisanos los isleños61. Cajigal manifiesta que no temiesen los delincuentes porque Monteverde les otorgará el poder. Con él al mando a todo isleño, sin causa ni indagaciones de su conducta se le emplea, protege y auxilia. Los acusa de querellantes por sentirse españoles sólo cuando triunfó su paisano: En este ramo de sostener querellas es innegable que son generosísimos y hasta pródigos los tales africanos (en tiempo de la independencia de Venezuela), españoles celosos cuando Monteverde entraba en los pueblos de su residencia62.

Es cierto que se aprovecharon del ejercicio del poder que les había brindado Monteverde para mostrar sus rencores y sus ansias de venganza hacia las clases altas o para escalar en todos los estamentos del poder. Se convirtieron en oficiales del ejército, magistrados de justicia y acapararon la Junta de Secuestros, encargada de confiscar las propiedades de los republicanos. Era una viva muestra de todos los odios larvados en la época colonial y exacerbados durante la republicana. La represión fue ejercida fundamentalmente por los hermanos Gómez y el mercader isleño Gabriel García. Significativamente los tres habían colaborado con la Primera República. Heredia señala que hubo depredaciones y ultrajes que no lo exigía la necesidad sino la infame avaricia o el deseo de la venganza que animaba a los isleños zafios y a los zambos que eran los principales comisionados. Para el Regente, el más temible de los exaltados por el ascendiente que tenían en Monteverde, era el isleño don Antonio Gómez (...). De golpe le nombró Contador Mayor interino con todo el sueldo63. Repletaron las cárceles de Caracas con todos aquellos que consideraban partidarios del régimen republicano. Pero en no poca medida influyeron razones personales, como la venganza que los Gómez ejecutaron contra José Ventura Santana, hijo de isleños, del cual eran acreedores y les había cobrado con apremio una fuerte suma que les había prestado anteriormente64.


--------------------------


48. Libro de actas del Supremo Congreso de Venezuela. Caracas, 1959. Tomo I. p.185. Tomo II. p.161.
49. Gaceta de Caracas, 26 de julio de 1811.
50. LLAMOZAS, J. “Acontecimientos de Calabozo. Primeras armas de Boves. Combates de Santa Catalina, Mosquiteros y San Marcos". En PÉREZ TENREIRO, T. Para acercarnos a Don Francisco Tomás Morales, mariscal de campo, último capitán general en Tierra Firme y a José Tomás Boves, coronel, primera lanza del Rey. Caracas, 1994, p.356.
51. Reproducido en Materiales para el estudio..., p.95.
52. CASTELLANOS, R.R. Historia de la pulpería en Venezuela. Caracas, 1988.pp. 77-81.
53. Reproducido en Materiales para el estudio..., pp. 139-141.
54. Véase las reflexiones de LYNCH, J. “Inmigrantes canarios en Venezuela (1700-1800: entre la élite y las masas”. VII CHCA. Las Palmas, 1990, pp.19-21.
55. GAMBOA, P. HERNÁNDEZ P. Manifestación sucinta de los principales sucesos que proporcionaron la pacificación de la Provincia de Venezuela debida a las proezas del capitán de fragata Don Domingo de Monteverde y a la utilidad de trasladar la capital de Caracas a la ciudad de Valencia presentada al Augusto Congreso Nacional. Cádiz, 1813, pp. 15-16.
56. Archivo del General Miranda. Tomo XXIV. p.420.
57. PARRA PÉREZ, C. Historia de la Primera República de Venezuela. Caracas, 1959. Tomo II, pp.487.
58. LYNCH, J. Op. cit. p. 20.
59. HEREDIA. Op. cit. pp. 41 y 61.
60. URQUINAONA, P. “Relación circunstanciada...” En Materiales para el estudio de la ideología... AIAH. Tomo I. pp. 253-254.
61. IBIDEM. Op. cit. p. 254-255.
62. CAJIGAL, J.M. Memorias, pp. 84, 97 y 98.
63. HEREDIA, J.F. Op. cit. pp. 92 y 109.
64. MUÑOZ, G.E. Monteverde: cuatro años de historia patria, 1812-1816. Caracas, 1987. Tomo I. p. 432.



Debes indicar un comentario.
Debes indicar un nombre o nick
La dirección de mail no es valida

Utilizamos cookies, tanto propias como de terceros, para garantizar el buen funcionamiento de nuestra página web.

Al pulsar en "ACEPTAR TODAS" consiente la instalación de estas cookies. Al pulsar "RECHAZAR TODAS" sólo se instalarán las cookies estrictamente necesarias. Para obtener más información puede leer nuestra Política de cookies.