La Sala Lola Massieu acogió la presentación del libro Turismo y tradición en el pago alfarero de La Atalaya, de Mª del Pino Rodríguez Socorro y Antonio Santana Santana, Doctores en Geografía por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. El alcalde, Lucas Bravo de Laguna, resaltó la importancia de una publicación que pone de manifiesto la importancia de este tradicional barrio satauteño, “un barrio -dijo- en el que estamos llevando a cabo grandes inversiones. Hace poco finalizamos, entre otras actuaciones, el repavimentado de varias calles y abrimos un parque infantil. En la actualidad se está ejecutado la primera fase de un proyecto de embellecimiento auspiciado por la Mancomunidad de Municipios de Montaña No Costeros de Canarias, que permitirá seguir potenciando este importante enclave”.
La concejala de Turismo, Amalia Bosch, señaló que este trabajo de investigación y divulgación hace una aportación fundamental para comprender la importancia de este barrio satauteño. “La Atalaya -declaró- fue un referente insular en materia de alfarería y turismo que tenemos que recuperar, en la línea de sostenibilidad que estamos llevando a cabo desde este Ayuntamiento; pero todavía tenemos que trabajar mucho en este sentido y el nivel de conocimiento que nos proporciona este libro es imprescindible”.
Sinopsis del libro.
En un pasado no muy lejano, el pago alfarero de La Atalaya fue un lugar bullicioso y uno de los asentamientos más populosos del ayuntamiento, y hasta mediados del siglo XX la frenética actividad de sus alfareras, las talayeras, surtía por ese entonces de loza a toda la población de la isla, e incluso se exportaba a otras islas.
A partir de mediados del siglo XIX el poblado, aún troglodita y alfarero, se vio envuelto en la vorágine del turismo que comenzó a adquirir gran relevancia económica en la isla a partir de los años sesenta, en que arribaron los primeros turistas. De este modo, el enclave, además de por la actividad locera, adquirió importancia por convertirse en uno de los principales atractivos turísticos de Gran Canaria por su proximidad a la ciudad de Las Palmas, por su hábitat troglodita y por identificarse a sus moradores con descendientes por linaje directo de los antiguos habitantes de la isla, los “antiguos canarios”, aunque por influencia de los primeros estudios sobre prehistoria de Canarias gran parte de la población los continúa denominando guanches.
La Atalaya fue un lugar muy visitado, como demuestran las numerosas descripciones y fotografías conservadas del lugar y de sus habitantes, y el contacto directo y continuo con los turistas fue causa de su aculturación derivada de la adaptación a estas nuevas circunstancias. Aquí se realizaron las primeras fotografías de la isla y de sus habitantes, y la afluencia masiva de turistas provocó cambios en la forma de vida de sus moradores. Pero además del impacto propio de la actividad turística sobre la población local, característico del desarrollo de todos los destinos turísticos, el poblado adquirió una importancia destacada porque en él se creyó obtener la confirmación de la pervivencia de la sociedad indígena ancestral, pues a los ojos de los viajeros y los turistas decimonónicos La Atalaya conservaba la forma de vida primitiva, neolítica y salvaje de los “guanches”.
La gran cantidad de documentos escritos y gráficos conservados del lugar y la pervivencia de la actividad alfarera testimonial hasta el presente, hacen del lugar uno de los pocos enclaves de las islas, y tal vez del Mundo, en el que es posible contrastar a lo largo de casi unos doscientos años las descripciones literarias, los documentos gráficos y el recuerdo vivo de los habitantes de mayor edad del lugar, lo que lo convierten en un enclave excepcional de gran valor para analizar la evolución y el desarrollo de las Ciencias Sociales en general y de los conocimientos geográficos sobre las Islas Canarias en particular.