En la primera decena de Enero de 1924, hace ahora 84 años, y dentro de la Misión Aérea s Canarias, se realizó la proeza. Despegando de la base de hidros de la Mar Chica de Melilla, a bordo de un “Dornier” equipado con dos motores Rolls-Roice de 360 HP cada uno, se inició la aventura. Advertimos, tal como lo relata el CRONISTA de los primeros tiempos de la Aviación, Leopoldo Alonso, que en aquel aparato se volaba con el aire en la cara, no estaba presurizado, y tanto en el despegue como en el amaraje, entraba agua por todos los sitios. Después de muchas aventuras por el tiempo reinante, llegaron a Las Palmas con relativo buen tiempo e iniciaron la ascensión. Según Leopoldo, entre un mar de nubes apareció la silueta del gigante. Y tras rodearlo en espiral ascendente, por fin se pudo superar la altura de 3.800 metros para poder pasar con seguridad sobre el volcán. Solo en la ascensión se consumieron algo más de un cuarto de hora. La emoción era infinita. Leopoldo relata que volaba en la primera carlinga, en el morro del fuselaje. El agua del despegue entró en gran cantidad mojando su vestimenta. De esa guisa sacó fuerzas de flaqueza e inició el reportaje gráfico.
Ya en el descenso, quiso cambiar de postura... Y se dio cuenta de que sus pies estaban inmersos en un bloque de hielo de bastante peso y grosor. ¡El agua del despegue se había helado! Poco a poco, tratando de impulsar los pies, y al cabo de bastante tiempo, pudo liberarse del bloque helado. Por fortuna, solo fueron unos momentos.
Pero el reportaje se publicó en la revista Aérea del mes de Febrero de 1924.
Cráter del Teide desde una altura de 3.800 metros
Panorámica del Teide desde una altura de 3.500 m
Publicado en www.cronistasoficiales.com