Revista n.º 1073 / ISSN 1885-6039

Los canarios en la Independencia de Venezuela. (III)

Lunes, 16 de marzo de 2009
Manuel Hernández González
Publicado en el n.º 253

Pero pocos días después de la proclamación de la República, acontece la llamada Insurrección de los isleños en la Sabana de los Teques, en las inmediaciones de Caracas. Era la confirmación de que las deserciones comenzaban a crecer entre los isleños de las clases bajas, que la decepción y el desánimo cundía. Tremolaban una bandera en que estaban pintados la Virgen del Rosario y Fernando VII. La rebelión fue pronto sofocada por haber sido delatada por uno de sus organizadores. Sus cabecillas detenidos y conducidos a las cárceles. Juzgados en tres días, fueron fusilados 16 de ellos y colgados en la horca.

Cuadro alusivo a la independencia de Venezuela.


(Viene de aquí)


En un principio, por tanto, los canarios se integraron dentro del proceso revolucionario. Baralt señala que habían tomado parte activa en la revolución. Los más ricos de entre ellos ofrecieron donativos al gobierno, lo sirvieron con esmero y espontaneidad, solicitaron y obtuvieron el título de acendrados patriotas y ocuparon empleos distinguidos en el congreso, en los ministerios en los tribunales y en las juntas32. Se puede apreciar ese apoyo en la representación efectuada por 115 isleños avecindados en la Guaira. En ella se ofrecen a sacrificar nuestros intereses y nuestras vidas en la justísima defensa de nuestra Santa Religión Católica y los derechos de nuestro muy amado Soberano Rey el Sr. Fernando VII y de la muy noble Patria de Venezuela. El propósito que les anima es considerar justificada la instauración de la Junta como el más legítimo, equitativo y benéfico gobierno, que nos defiende y ampara en segura paz y tranquilidad, libres de la opresión y violencia. Encabeza esta representación José Luis Cabrera y aparece un amplio elenco de miembros de todas las categorías mercantiles, excepto los que se pueden considerar como comerciantes propiamente dichos. Las excepciones serían Salvador Eduardo, Esteban Molowny y Juan Andrés Salazar. Los demás eran mercaderes, dependientes, capitanes de buque, marineros, artesanos, pulperos, arrieros, etc33.

Pocos días después, el 27 de octubre, se imprime una representación de canarios residentes en Caracas. Viene avalada por 134 firmas, aunque lamentablemente sólo aparecen los nombres de los cuatro primeros. Evidentemente sus promotores eran cuatro cualificados miembros de la oligarquía de procedencia isleña: Fernando Key, Casiano de Medranda, Telesforo de Orea y Salvador Eduardo. Dicen hablar en su propio nombre y en el de los demás naturales de Islas Canarias que residen felizmente en la actual época en esta provincia. Sostienen que las providencias del Gobierno son sabias, que su establecimiento emana del Derecho Natural, producto del prudente juicio, oportunidad y madurez con que en las circunstancias más apuradas y peligrosas ha sabido establecer la tranquilidad general del Pueblo. Invocan que les anima el patriotismo y juran que ellos pertenecen absolutamente a la Patria que los sostiene y a la Suprema Junta que digna y legítimamente representa los Derechos del más desgraciado de los Soberanos (...). Estos son los sentimientos generales de todos los naturales de Islas Canarias, que en la regeneración política de Venezuela tuvieron la fortuna de encontrarse en esta Capital. Se consideran acendrados patriotas y están dispuestos a servir a la Junta bien para disponer sus personas cuando la exija la seguridad del País y de las provincias confederadas; o bien de sus propiedades conforme convenga a las intenciones del Gobierno34.

Pero pocos días después de la proclamación de la República, acontece la llamada Insurrección de los isleños en la Sabana de los Teques, en las inmediaciones de Caracas. Era la confirmación de que las deserciones comenzaban a crecer entre los isleños de las clases bajas, que la decepción y el desánimo cundía. Un realista furibundo como José Domingo Díaz refiere que los promotores, el mercader canario Juan Díaz Flores, hermano del ya citado Antonio, y tío de Ramón Díaz, el coautor del Resumen de la Historia de Venezuela junto con Baralt, que se mantuvieron fieles a la causa republicana; y un caraqueño, José María Sánchez.. En su opinión, la impaciencia o la inorancia hicieron dar el grito mucho tiempo antes del que estaba designado, y de un modo el más necio torpe y brutal. A las tres de la tarde del 11 de julio sesenta individuos naturales de las islas Canarias se reunieron en los Teques montados en sus mulas, armados de trabucos, cubiertos sus pechos con hojas de lata y gritando ¡Viva el Rey y mueran los traidores! Tremolaban una bandera en que estaban pintados la Virgen del Rosario y Fernando VII. La rebelión fue pronto sofocada por haber sido delatada por uno de sus organizadores. Sus cabecillas detenidos y conducidos a las cárceles. Juzgados en tres días, fueron fusilados 16 de ellos y colgados en la horca35. Francisco Javier Yanes reconoce que sus cadáveres fueron destrozados, a usanza española, y puestos sus despojos en varios puntos de la ciudad36.

Uno de los promotores, pariente de Díaz Flores, Francisco de Azpurúa, contradijo a Díaz. Sostuvo que los isleños no fueron los directores sino sólo los ejecutores, que detrás estaba el clero y un sector de la élite local. Entendía que la represión se cebó sobre los cabecillas, y particularmente sobre Díaz Flores, al que descuartizaron para aterrar con las reliquias de su cuerpo a todos los compatriotas de Canarias, de que se componía una gran parte del vecindario de Caracas37. Álvarez Rixo, por su parte, mantuvo que no tenían jefes inteligentes que pudiesen corresponder a su leal intención, la cual descubierta y acometidos los isleños por los numerosos revolucionarios fanáticos, estimulados más bien por el aliciente de saquear los caudales que habían agenciado los canarios con su industria y economía, que inteligenciados de lo que significaban las conveniencias civiles que sus corifeos proclamaban ganaron el punto y cometieron horribles iniquidades con los isleños que pillaron, cuyo relato horroriza. Su sangre no quedó del todo sin vengar38. El punto de vista contrario de Rafael Baralt y Ramón Díaz expone que fue una conspiración torpe por lo precipitada. Pero señalan algunas precisiones de interés. Sostiene que estaban bien hallados en el país con familia la mayoría. Fueron al principio muy adictos, pero se desengañaron en los medios que se emplearon para reparar el mal de los primeros derroches, y temiendo por sus bienes, amenazados de onerosas derramas, empezaron a desear el restablecimiento del gobierno antiguo. Pero fracasaron porque eran generalmente ignorantes y debían quedar rezagados en la marcha nuevamente emprendida, supersticiosos. La ironía no deja de tener una peyorativa carga social: Estaban caballeros en mulas, armados de trabucos y sables39.

Baralt y Díaz estaban exponiendo los reales condicionantes de la actitud de estos rudos isleños: tenían miedo a las onerosas contribuciones del gobierno. Por su ignorancia, se les incitaba a la rebelión y a la proclamación del antiguo orden. Pero ese es un juicio que nos debe llevar al quid de la cuestión, la desconfianza de las clases bajas crecía hacia la política gubernamental, potenciada o no por los clérigos o por los españoles. Esos isleños se rebelaron de forma ingenua. Se les trató de reprimir simbólicamente con la barbarie del descuartizamiento. La proclama del Gobierno es contundente: Hombres vendidos a déspotas tanto más despreciables cuanto son la hez y la execración de las naciones, han hecho en esta tarde un esfuerzo que para siempre va a librarnos de su odiosa presencia y del espectáculo abominable de su estupidez y envilecimiento40.

Pero eso no hizo sino propalar la llama del odio que se extendería como la pólvora. Álvarez Rixo lo sentenció con estas trágicas palabras: su sangre no quedó del todo sin vengar. Los odios larvados estallan en la Primera República. Rencores diversos, de todos los disconformes con el nuevo orden, inconexos, sin ideas claras, que son no sólo de isleños de orilla, sino también de pardos, de mulatos, de esclavos...

Pocos días después, el 12 de julio, una representación de 60 isleños vecinos de Caracas trata de desmarcarse de la acusación general que se les hacía de desafectos a la independencia. Expresan que se sienten consternados por la rebelión. Piensan que estos paisanos que delinquieron contra el gobierno lo hicieron seducidos y engañados por los descontentos, que les habrán hecho creer que se trataba de despojarles de sus intereses. Habían sido engañados por los reales impulsores del movimiento que les anunciaban que sus bienes habían sido confiscados. Señalan que aún así, no siendo esto motivo justo para que por una regla general se comprenda a todo el paisanaje, tampoco debe serlo para que bajo ese concepto nos veamos a cada instante insultados del pueblo, como ya lo han hecho con algunos y temenos justamente que lo ejecute con los demás. Entendían que no han maquinado jamás contra el Gobierno, pero algunos de ellos han dejado sus casas e intereses por temor a las vejaciones e injurias. Piden al ejecutivo que se les garantice protección, pues están a favor de la República y son buenos ciudadanos. Prácticamente la totalidad de los firmantes son mercaderes y pequeños propietarios. Excepto Esteban Molowny, que es comerciante, todos los demás han adquirido una cierta estabilidad económica partiendo de un origen humilde o de modestos niveles económicos en las islas. Entre ellos, Gonzalo Lima Quintero, el herreño que se estableció en Chacao, padre del Doctor Ángel Quintero, diputado por Caracas en las constituyentes de 1830; y del médico Tomás Quintero, ni tan siquiera sabe firmar. Es bien significativo que esta representación fuera sólo firmada por este sector social, sin que apareciera una sola firma de los de más alta esfera. El objetivo es claro, desligarse de la masa ignorante41.

El Gobierno decreta un día después que tiene reiteradas pruebas de su afectuosa sinceridad, que debe castigar a los delincuentes, sea cual sea el país en el que han nacido. Les expresa que ha tomado providencias para que vivan seguros de la situación que merece su conducta y que si así lo hacen pueden tranquilizarse y continuar sus honestas ocupaciones bajo la especial protección del Gobierno que castigará con la mayor severidad a quienes los insulten o ultrajen42.

Portada del libro Resumen de la Historia de Venezuela.Es significativo que, mientras que los canarios de origen inferior apoyarían a partir de entonces la contrarrevolución, los integrados en la oligarquía mantuana optarían por la independencia. Las excepciones fueron siempre posteriores a ella, en las que no están ajenos los afanes de ascenso y el resentimiento, como acaeció en dos independentistas contumaces como Vicente y Antonio Gómez. Vinculaciones familiares llevaron a Fernando Monteverde a apoyar a su primo Domingo en la contrarrevolución. Disputas mercantiles fueron los móviles de Gonzalo Orea. Pero luego, como hemos visto en Monteverde, se integrarían con facilidad en el universo de la oligarquía republicana. Les unía el espíritu de casta y se identificaban con los mismos intereses. En la Venezuela de la emancipación se daba al respecto un hecho singular: la elevada presencia de los isleños y de sus hijos entre la elite mantuana que protagonizó ese proceso. Es el caso de los Rivas, Paz Castillo, Soublette, Peña, Vargas, Miranda, Miranda, Anzola, Sanz, Lindo, y un largo etcétera, que explica que hasta el célebre dirigente mulato Manuel Piar estuviese mezclado con los lazos de la sangre con el mismo Carlos Soublette. Los que iban a protagonizar la Guerra a Muerte, como el propio José Félix Rivas paradójicamente, eran hijos de isleños.

Uno de ellos, Pedro Eduardo, especificaba con clarividencia por qué apoyó la independencia en una carta a un compatriota, residente en La Palma: Yo era feliz en 1810, tenía mucho que perder y nada que ganar, pero reventó la revolución como un efecto del desmoronamiento del Imperio Español bajo la corrupción y la invasión de Bonaparte y por instigación de los ingleses a quienes todo por acá se sujetaba desde aquel tiempo y en el caso de elegir era pensador y no máquina como casi todos nuestros desgraciados compatriotas que se hallaban aquí y elegí sin titubear el partido que dictaban la razón y la política; mejor y más seguro era ir sin volver la cabeza atrás (...). Además no me creí ni creo español, como isleño me considero colono como los americanos, y en cuanto a mis mayores me considero inglés, si hubiera sido español no estaría aquí43.

Cuando estalló la rebelión de los isleños, en 1811, el ayuntamiento de Caracas y el tribunal de policía caraqueño estaba copado por canarios partidarios de la independencia: Pedro Pablo Díaz, Casiano Medranda, Pedro Eduardo, José Melo Navarrete, Onofre Vasallo y Matías Sopranis como regidores, Domingo Ascanio como Corregidor44. Alguno fue acusado por conspiración como Fernando Key Muñoz, pero en el proceso se demostró su inocencia45. Medranda, que murió en el campo de batalla como capitán del ejército venezolano, fue miembro de la Sociedad Patriótica y escribió una memoria panegírica de la independencia y de la labor de esa sociedad republicana en su órgano de expresión, el Patriota de Venezuela46. Había representado a la República en las Bermudas para que el almirantazgo inglés apoyara las reivindicaciones caraqueñas.

Será precisamente un isleño, el mercader santacrucero Rodulfo Vasallo, el que, como diputado director de obras públicas de Caracas, por representación del Poder Ejecutivo, acabara con uno de los símbolos más afrentosos contra los canarios que promovieron la rebelión contra la Guipuzcoana, la lápida que se erigió en la demolida casa del herreño Juan Francisco de León en el barrio isleño de La Candelaria. En su exhorto explica que solicitó al Gobierno y obtuvo su consentimiento para demoler con toda solemnidad el poste de ignominia que a mediados del siglo próximo pasado hizo levantar el sistema de opresión y tiranía en un solar que está frente al templo de Nuestra Señora de Candelaria, y en donde tenía su casa habitación el magnánimo Juan Francisco de León para manchar inicuamente la memoria de éste como caudillo de los valerosos varones que en aquel entonces pretendieron sacudir el duro yugo mercantil con que la avaricia y despotismo de los Reyes de España estancaron el comercio de estas Provincias por medio de la Compañía Guipuzcoana, cuyos privilegios exclusivos hicieron gemir a los venezolanos por más de cuarenta años47.


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32. BARALT, R. M. DÍAZ, R. Resumen de la Historia de Venezuela. Curaçao, 1883 Tomo I. p. 122.
33. Gaceta de Caracas, 2 de noviembre de 1810.
34. Gaceta de Caracas. 9 de noviembre de 1810.
35. DÍAZ, J. D. Recuerdos de la rebelión de Caracas. Caracas, 1961. p. 92.
36. YANES, .F.J. Relación documentada de los principales sucesos ocurridos en Venezuela desde que se declaró Estado independiente hasta el año de 1821. Caracas, 1943. Tomo I. p.4.
37. AZPURUA, R. “Breves observaciones a los recuerdos que sobre la rebelión de Caracas acaba de publicar en esta corte el señor José Domingo Díaz”. En Materiales para el estudio de la ideología realista de la Independencia. AIAH Nº4-5-6 Caracas, 1967-69. Tomo II. pp. 1107-1108.
38. ALVAREZ RIXO, J. A. Anécdotas...
39. BARALT, R.M., DÍAZ, R. Op. Cit. Tomo 2. p. 86.
40. BLANCO AZPURUA. Documentos para la historia de la vida pública del libertador. Tomo III. Caracas, 1878, p. 161.
41. Gaceta de Caracas. 16 de julio de 1811.
42. Ibídem.
43. Biblioteca Municipal de La Orotava. (B..M.L.O.). Carta a Felipe Massieu. Caracas, 18 de enero de 1839.
44. Véase Actas del Cabildo de Caracas. Caracas, 1971. Tomos 1º y 2º.
45. Gaceta de Caracas, 26 de febrero de 1811.
46. Reproducido en Testimonios de la época emancipadora. Caracas, 1956. pp. 362-363.
47. Gaceta de Caracas, 20 de septiembre de 1811.



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