El primer libro que señala con detalle la situación y localización de las poblaciones naturales de palmera en Gran Canaria, entre otras aportaciones, es más que un atlas. Se trata de una obra que combina equilibradamente una colección de imágenes, fotografías y mapas de exquisito detalle con conocimientos científicos, etnográficos, lingüísticos y geográficos en un cóctel útil para diferentes aplicaciones. La búsqueda de fuentes semilleras para la reproducción del endemismo vegetal y la conservación del ADN, su aprovechamiento como base de datos para disponer de la mejor información geográfica y ortográfica, y la recopilación de la toponimia asociada a este vegetal son sólo algunas de esas utilidades.
En una primera parte, el Atlas de los Palmerales de Gran Canaria abarca de forma amena y sencilla las características generales y la biología de la especie canaria, además de enseñarnos las partes principales de la palmera y la gran cantidad de nombres canarios que se emplean para describirla. En la segunda, se pone de relieve la importancia de este vegetal desde el punto de vista etnográfico, resumiendo la implicación y la asociación de la palmera canaria y sus derivados en la tecnología y la cultura material de los grancanarios, desde los aborígenes hasta hoy, aunque lo cierto es que ese patrimonio ha ido cayendo en el abandono desde la segunda mitad del siglo XX.
Los palmerales más numerosos y extensos se localizan en los fondos y laderas de barrancos, por ejemplo los de Fataga, Tirajana, Arguineguín, Guiniguada y Ayagaures, más o menos encajados y acompañados de zonas agrícolas y bancales, un hecho que teniendo en cuenta las necesidades hídricas de la especie no resulta casual. Aunque su desarrollo óptimo se produce entre los 300 metros, casi siempre en lugares pedregosos, llega a crecer a más de mil metros sobre el nivel del mar, por lo que se ha descrito como la especie del género Phoenix más resistente al frío. Muy agresiva para la captación de agua, este símbolo vegetal de Canarias es a la vez capaz de soportar una prolongada sequía en el suelo, como apunta la obra de la que son autores Pedro Sosa Henríquez, Agustín Naranjo Cigala, Marco Márquez García, Alicia Escandell Bermúdez y Miguel Ángel González Pérez, quienes han contado con una amplia lista de colaboradores para hacer realidad este proyecto.
Años 30. Santa Brígida (Fedac)
La publicación calcula que la extensión de estas formaciones vegetales tan arraigadas en el paisaje insular, incluyendo todo el espacio físico en el que se han visto ejemplares, dispersos o formando poblaciones, alcanza los 52,9 kilómetros cuadrados, casi el 4% (3,71) de la superficie de Gran Canaria. Contando sólo las zonas más densas, sería de 12 kilómetros cuadrados repartidos entre los 21 municipios. En esos 250 palmerales se han contado unas 43.000 palmas adultas, en todos los municipios salvo San Mateo y Valleseco, donde no se detectaron núcleos relevantes. Sumando las 20.000 más jóvenes (brinzales) contabilizadas en el trabajo de campo, que duró varios años, se alcanza la cifra de 63.000 palmeras en la isla.
Los 43.000 ejemplares adultos censados se distribuyen sobre todo en dos sectores: norte-nordeste y sur-sureste, y comprenden los barrancos de Guiniguada, Telde, Tirajana y Arguineguín. Uno de cada cuatro (11.000) están en las 54 poblaciones de San Bartolomé, 7.600 desafían la gravedad en las 29 de Santa Lucía y 2.400 en las 21 de Mogán. Los tres municipios sureños concentran casi la mitad (48,8%) de las palmeras de la Isla. En el norte y noreste destacan la capital (6.300 individuos en 29 poblaciones), Santa Brígida (3.300 en 12) y Telde (2.800 en 19). Entre los seis suman el 77,7% de Las Palmas de Gran Canaria.
Los palmerales ocupan una superficie de 10,2 kilómetros cuadrados en la capital, 8,7 en San Bartolomé y 7,5 en Santa Lucía; tres municipios que suman el 45,7% de la extensión que tienen los palmerales en la isla. El más extenso está en el barranco de Los Majanos (Ingenio) y tiene 1,38 kilómetros cuadrados, y el más pequeño en Los Manantiales (San Bartolomé), con apenas diez metros cuadrados. 102 poblaciones de las 250 contadas viven entre Mogán, San Bartolomé y Santa Lucía, que acumulan el 41,6% de todas.
Acusa, en la cumbre de la isla
Diferencias con la datilera.
El libro, parido en el Aula de la Naturaleza Jaime O'Shanahan de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, explica claramente cómo diferenciar una palmera canaria de otra datilera, siendo ambas adultas y monocotiledóneas arborescentes de crecimiento lento. El tronco de la segunda es más delgado (de 30 a 40 centímetros) e irregular, y su copa es más abierta y menos densa, con entre 20 y 50 hojas por copa frente a entre 70 y 100 en la canaria. Las hojas de la primera son más grandes (de 6 a 7 metros), arqueadas y anchas y el color verde es más intenso. La datilera puede presentar regoldos o hijos y las canarias no.
Fuentes semilleras.
Actualmente sólo cuatro palmerales de Canarias están incluidos en el Catálogo Nacional de Materiales de Base de especies forestales como fuentes de semillas para asegurar la plantación de palmera canaria genéticamente pura. Dos están en el municipio de Artenara, en Gran Canaria, en Acusa Seca y Acusa Verde, otro en Tenerife y otro en La Gomera.
Precisamente uno de los objetivos de esta obra ha sido contribuir en la caracterización de los palmerales naturales de Gran Canaria, que fuesen susceptibles de ser catalogados como material de base para la reproducción. De hecho, para cada municipio se realiza un análisis de las posibles poblaciones naturales que por sus características y pureza podrían ser susceptibles de catalogarse como zonas o áreas de material base y, por tanto, ser incluidas en el catálogo.
Temisas (Agüimes)
Más que una especie vegetal.
• Altitud. Los palmerales de la isla de Gran Canaria tienen su máximo desarrollo entre los 0 y los 600 m. de altitud, donde crecen cerca del 80 % de los mismos. No obstante, hay ocho poblaciones por encima de los 1.000 metros de altitud. En Ayacata están a 1.250 metros sobre el nivel del mar.
• Pureza. De 250 palmerales, 172 (68,8%) son de Phoenix canariensis puros, frente a 78 con algún ejemplar no canario, dándose incluso el caso de uno en el barranco del Juncal (en el municipio de Gáldar) en el que todas las palmeras son datileras. Todos los situados por encima de 800 metros de altitud son puros, sin que se detectara en ellos ningún individuo datilera. A más altitud, más pureza. De hecho, el 96,2% de las poblaciones con presencia de Phoenix dactylífera están por debajo de los 600 metros.
• Altura. Casi el 54% de las palmeras mide de 5 a 10 metros de altura y sólo un 0,4% tienen más de 20 metros (280 individuos naturales y no urbanos que son a la vez los más longevos). De esos ejemplares singulares, 135 están en el barranco de Tirajana, 25 en El Valle (Santa Lucía) y 17 en el barranco Guiniguada. El ejemplar más alto, de 31 metros, crece en una finca particular de plataneras del barrio de Tenoya, en Lomito Ciego, y el segundo con 29,5 metros está en el parque de Paquesito, en Ingenio.
• Toponimia. El vocablo palma y sus derivados sirven para nombrar numerosos lugares de Gran Canaria. En la toponimia insular hay Palmas, Palmar, Palmarejo, Palmarete, Palmera, Palmeral, Palmilla, Palmita, Palmital, Palmito y Palmón.
• Sexo. El 52,1% de los ejemplares analizados son hembras (támaras), un 39,6% son machos (panículos o flores masculinas) y un 8,3% quedan como indeterminados. El porcentaje de hembras varía desde el 55,8% en Teror hasta e14,73% en Firgas.
• Racimos. EI del barranco El Gallego (Santa Lucía), donde el porcentaje de hembras con abundantes frutos llega al 83%, es el más productivo de los palmerales puros. Le siguen los de Huerta de Soria (Mogán) y barranco Alonso (Santa Brígida), con un 62 y un 60%, respectivamente. Se trata de poblaciones susceptibles de ser catalogadas como fuentes semilleras en Gran Canaria, como lo son también las de situación a más de 800 metros de altitud, ya que son todas puras canarias.