Revista n.º 1064 / ISSN 1885-6039

Bajo las tejas del tiempo.

Jueves, 30 de diciembre de 2010
Pedro Grimón
Publicado en el n.º 346

Las techumbres vegetales siguen estando presentes en gran parte de las construcciones de las medianías y algunos ejemplares en la zona de costa, muchas de las cuales han tenido que sufrir sus actuaciones de reformas, propias por el deterioro del tiempo y la fragilidad de los materiales vegetales.

Tejas en Rosiana (Tirajana, Gran Canaria).

 

En las medianías del municipio de Santa Lucía, aún podemos seguir apreciando un paisaje de ambiente rural tolerante, en el que permanece la arquitectura tradicional entre los caprichosos callejones o dispersa junto a los terrenos de cultivo, siendo un valor en el tiempo.

 

 

Con sus paredes ya viejas
de verde musgo salpicadas
y con un jardín sin verjas
Sin flores en él plantadas.
No tiene celosía ni tejas
pues por el viento
fueron arrancadas.

Chano Torres

 

 

En estos tiempos en los que el cemento conquista nuestro territorio, acampando en las zonas llanas, adentrándose por los barrancos y avanzando hacia las medianías y cumbres, se nos hace necesario actuar de una manera limitada, en la que se controlen los parámetros de la construcción, tanto en su extensión como en su impacto sobre el paisaje, en el que se desarrollan nuestras condiciones territoriales. No podemos admitir más explotación y deterioro. El hombre tiene la manía de transformarlo todo porque así discurre que alcanza el poder, que tiene poder. El hombre cree que así domina lo que existe (Julio Caro Baroja).

 

Pero a pesar de esta situación, aún podemos hablar de una conservación digna, enmarcada en las medianías del municipio nombrado donde seguimos encontrando un paisaje de ambiente rural, el cual ha sufrido una serie de procesos de cambios en el transcurso de su historia como las acciones volcánicas, el descenso progresivo de las lluvias, la deforestación, la acción erosiva o la desaconsejada actuación humana...; realidades que se producen en medio de barrancos profundos, entre corrimientos y desplomes de las tierras.

 

 

Mil novecientos cincuenta
y seis, en pleno febrero
el suelo tirajanero
es presa de una tormenta.
La hinchazón del suelo aumenta
en el barrio de Rosiana;
la ladera se amilana
y se desplaza uniforme
hacia el fondo del enorme
Barranco de Tirajana.

Poco a poco, la pendiente
va sembrándose de grietas:
las paredes, las cunetas
y los estribos del puente.
El peligro es inminente
cerca de estanques y muros.
Llenos de dudas y apuros
los que habitan el lugar
abandonan el hogar
y buscan sitios seguros.

Yeray Rodríguez

 

 

Pero a pesar de esa situación histórica, hoy nos encontramos con un paisaje rural tolerante, con unos parámetros armónicos entre la actuación agrícola y el medio físico natural, a pesar de la particular orografía en la que se desarrolla, y que ha determinado a través de los siglos la adaptación generadora de procesos evolutivos de ese mágico y singular espacio, que configura La Caldera de Tirajana, y en la que confluyen una serie de factores físicos y humanos que han permanecido y permanecen como valores en el tiempo, testimoniándose en una extensiva representatividad de bienes arqueológicos, etnográficos, arquitectónicos, geológicos, botánicos e intangibles.

 

Gran parte del paisaje en el municipio de Santa Lucía está marcado por el valor natural, ornamental y la elegancia de la palmera canaria, perviviendo desde la época aborigen hasta nuestros días, siendo de una gran utilidad etnobotánica.

 

Palmeras en el Valle de Santa Lucía de Tirajana.

 

Así, las primeras cubiertas vegetales con las que nos encontramos en nuestra historia se sitúan en las medianías, zona en la que se asentó un considerable colectivo de aborígenes.

 

Desde una perspectiva generalizada y tal como indican los estudios de restos arqueológicos en relación con el hábitat, se desarrollaba en distintas ubicaciones tipológicas, tanto en la localización como en los materiales que utilizaban. La mayoría de las veces ocupaban los solapones de los riscos, aprovechando la cueva natural o creando la cueva artificial; y, aunque menos, también hicieron la casa de piedra.

 

En referencia a esta última, la casa la construían utilizando los materiales que el medio daba como recurso, con piedras colocadas unas sobre otras formando paredes, y sin usar ningún elemento de argamasa. De ahí la denominación de piedra seca. Su estructura generalizada era de planta de cruz (hecho curioso, pues se hicieron antes de la llegada de los conquistadores y la colonización, por lo que desconocían estos símbolos cristianos); en el exterior habitualmente los muros bordeaban esta planta de manera circular.

 

 

Los techos se preparaban con un tronco de palmera como viga madre y con empalizadas de listones de madera de tea, de cedro, de palmera y, a veces, con una capa de lajas del material volcánico del lugar. En zonas húmedas le añadían un adobe, mezclando tierra y paja seca. En verano levantaban una parte del techo y colocaban ramas secas vegetales buscando el fresco.

 

- Tenían casas…, que las hacían de piedra seca, y eran tan pulidos, que hacían las paredes tan juntas, cerradas y derechas…, haciéndolas bajas de pared y hondas del suelo, porque estuviesen calientes. Echaban una palma entera por madre, por encima las cubrían con palos juntos, y encima tierra; y a veces estaban dos o tres casas juntas… (Abreu y Galindo).

- Dichas casas cubrían con troncos juntados de palmas, y encima de ellos, para defenderse de las aguas de lluvia, hacían una costra de tierra…, a las casas ponían pequeñas puertas de tablas de palma (Torriani).

 

Desde la visión arquitectónica-etnográfica de tiempos posteriores, existen importantes valores muebles que fueron el fundamento de la vida cotidiana, y en cuyo marco podemos encontrar distintas edificaciones en función de su uso, con el arquetipo rural por su diseño y materiales del medio natural, que cumplieron y cumplen una función de alto valor en su propio contexto. Aún quedan algunas con un alto deterioro, que nos ofrecen sombras de lo que fueron.

 

 

Nadie en las puertas.
Nadie en los largos corredores,
Sólo el viento.

J. A. Labordeta

 

 

La casa, u otras infraestructuras de tipo tradicional en el municipio de Santa Lucía, las encontramos de manera generalizada en las medianías, levantadas entre los caprichosos callejones, donde los patios a veces hacen de serventías, pasajes adintelados en madera comunicando con otros patios traseros, con dependencias de almacenaje; o también las vemos arribando por los caminos dispersos, junto a los terrenos de cultivo, agrupando los pequeños poblamientos de los distintos núcleos rurales.

 

 

Son edificaciones habituales como viviendas, establos, alpendres, secaderos de tabaco, tiendas de aceite y vinagre, pajeros, graneros, molinos de agua y de aceite, cuartos de aperos, etc., creadas para distintos usos y funciones... Su cuerpo se soporta sobre muros de carga hechos de mampostería y cantos, enjalbegados de cal blanca y a veces del amarillo gofio, del rojo inglés, de los añiles a modo de franjas de decoración, soportados en sus esquinas por sillares de cantería, los cuales detectamos a veces si se dejan al descubierto.

 

Sobre ello la techumbre, elaborada sobre una armadura de parihuela de madera, con sus vigas cumbreras o madres de tea como eje superior, y con las vigas soleras que se apoyan entre la cumbrera, ancladas en los muros de carga de tea o de palmera. Estas cubiertas las encontramos planificadas a dos y cuatro aguas, pero aparecen casos con modelos de tres aguas, incluso algunos de planta de L con la caída a un agua. Se perfilan sobre crujías de una o dos alturas.

 

 

Sin el pino canario la arquitectura del país no hubiese llegado al grado de belleza que logró (Luis Diego Cuscoy). La madera tiene presencia esencial. Además de estar en las puertas y las ventanas, que suelen estar enmarcadas en cantería o en madera, se observa fundamentalmente también en las cubiertas, correas o tirantes y escuadras, ya que ambas amarran el techo a través de la sobre-pared, buhardillas, dinteles y jambas, soportando volados, aleros, pérgolas de los patios y cornisas, gárgolas cuya función de canalizar el agua daba un cierto toque decorativo. También la vemos en los atractivos y variados balcones, sobre soportes de madera, apoyados en estructuras de tramos de sillares, igual que la balaustrada y sus techos de tilla o machimbrado, dependiendo de la economía familiar. De todas formas, sin lugar a dudas, la madera de tea era la mejor y estaba en las cercanías del entorno. La tea se criaba con el mismo frío y calor en la planta que el que soportaba posteriormente en las construcciones. Estos grandes maderos, por su peso y dimensión, es probable que los trajeran arrastrando a tiro de burros, mulos o bueyes.

 

Cada casa es un caso. Las particularidades de estos techos nos las ofrecen las construcciones que perviven y los restos de las que ya, por distintas circunstancias, han quedado a la deriva.

 

Las techumbres vegetales siguen estando presentes en gran parte de las construcciones de las medianías y algunos ejemplares en la zona de costa, muchas de las cuales han tenido que sufrir sus actuaciones de reformas, propias por el deterioro del tiempo y la fragilidad de los materiales vegetales. Pero estos trabajos han estado en la mano de conocedores, que han dado los tratamientos adecuados. Y esto se debe básicamente a la conciencia de conservación de los vecinos y las vecinas, que han entendido no sólo la nostalgia de ser ese lugar donde su padre tenía los animales, o donde su madre cocinaba, o donde era la casa de mi abuela, o donde yo me crie, que también; al mismo tiempo ha habido disposición para defender los valores del paisaje, como calidad de vida, y el fomento de sostenibilidad enfocada hacia el turismo rural.

 

Bajo las tejas del tiempo santaluceño permanecen las techumbres con dos tipos de tejas: las curvas conocidas como la teja árabe y las planas o teja francesa, cogiéndolas siempre con barro amasado con paja.

 

La tilla ha de ir de juntera. Aparece la cubierta vegetal, que nos aporta el uso de distintos materiales:

 

- La tilla tradicional. Son tiras de madera. La buena es la que la vara tiene la hebra larga y fina, entre más larga mejor, intentando coger el apoyo en varios palos, y evitando los nudos. Se cortaba con hachas o con la suela, herramienta que se usaba para hacer los arados. Cuando se iba a tillar, el carpintero ensamblaba la tilla y el albañil iba detrás tapando con el barro y la teja. Estas maderas eran sacadas de árboles de la zona como la tea del pino, de las ramas y troncos de los olivos, de los almendreros, y a veces de nogales y castañeros traídos de la cumbre.

 

- La cubierta sobre cañas. Actividad que se conocía como encañar. Estaban los esteros, que fabricaban esteras de palma, biombos de esteras de caña y sogas de junco… (Viera y Clavijo).

 

- La cubierta de estera de cañas. Cañas escachadas o partidas por la mitad en sentido vertical, y se entrelazaban agrupadas en tiras de cuatro. Cuando ya tenían la encañizada, la cogían con cal a los techos, como apareció en unos arreglos en la casa de Pepe Teófilo. A veces servían para hacer divisiones en las habitaciones a modo de biombo fijo.

 

- Las esteras de palma entrelazándose las tiras de empleitas sobre la caña. Una mujer está fabricando esteras de palma junto a una casa cerca del agua, trenzando las tiras (Olivia Stone). Esto es un caso extraordinario. El alpendre y pajar de la finca del Cabrito en La Sorrueda, construidos a finales del siglo XIX, nos ofrece una particularidad única que merece resaltar. A pesar de que su techumbre presenta un cierto deterioro (su caída es a un agua), nos hemos encontrado con cañas amarradas con tomizas, que es un hilo que se elabora con hojas de palmeras y que utilizan los artesanos para coser los taños y los balayos, y encima de estas cañas aparecen esteras de palma sobre las que reposa el barro con paja y finalmente la teja árabe.

 

 

- El denominado machimbrado o machihembreado. Tiene un uso ya posterior en el tiempo, y en él se utilizaba la riga, que venía de fuera, y en casos selectos era de tea de pino, como la que conserva la actual farmacia en Santa Lucía, que antes llegó a ser salón de plenos.

 

- La cubierta plana en toba con mezcla de hierbas secas.

 

- Soportal volado con techumbre plana de tilla sobre maderos, o de machimbrado. En algunos casos sostenidos con jabalcones de madera.

 

En la zona de costa podemos encontrar algunos de estos tipos, pero en menor cuantía, destacando ciertos edificios emblemáticos como la conocida Casa de la Enredadera en Sardina, que llegó a ubicar una escuela y hoy, después de una reforma, es el Centro de La Mujer. También el complejo de casa y almacenes de Las Salinas de Tenefé en Pozo Izquierdo.

 

Y sin olvidar la realidad que se vive en las primeras décadas de la implantación de la Cultura del Tomate. La vida en tiempos de zafra se mecía entre surcos, cañas, tomates, viento, sol... y por hábitat unos cuartuchos hechos de piedras cogidas con barro y paja, tapados con palos, tablas, ramas y lo que encontraran, hasta que empezaron a construirse las cuarterías.

 

 

Cuarterías estrechas
de una sola ventana
cobijaron tu aliento,
aparcera sin casa.

Pedro Lezcano

 

 

Molino de Tío Pino en Rosiana

 

Conclusiones

 

 

Y también hizo su casa
más humilde o con más lujo
partiendo desde el dibujo
que la arquitectura traza
o del instinto que basa
su razón en la costumbre.
Hizo pared y techumbre
de adobe, ladrillo u hoja
para cobijar la roja
intimidad de la lumbre.

Yeray Rodríguez

 

 

Sería bueno no sólo el valorar, el fomentar la observación, la conservación y la recuperación de estas estructuras propias del mundo rural, sino hacer posible el implicar la memoria histórica de las condiciones y formas de vida de la comunidad que las protagonizó. Ello nos llevará a un entendimiento más integral de ese paisaje sostenible que debe permanecer como valor de lo que fue y como referente que permita una respetable proyección de uso hacia la sociedad del futuro. A nuevos tiempos, nuevos usos.

 

 

El hombre tiene capacidad modeladora sobre el paisaje. Lo modela hasta hacerlo habitable. Lo domina hasta hacerlo producir. Pero a la vez el paisaje es modelador del hombre (Manuel Alemán Álamo). Tenemos que fomentar una conciencia de respeto y defensa de ese patrimonio cultural, íntimamente vinculado a su entorno medioambiental. Tenemos que planificar proyectos de uso, que active la necesidad de la existencia del mundo rural; y no quedar solamente en las tareas administrativas de haber catalogado para su estudio y protección. Tenemos que crear talleres de formación para generar empleos dignos en la acción rehabilitadora, evitando los apaños de la mano de aficionados. Tenemos que convencer de lo importante de recuperar el uso de estos materiales tradicionales del lugar, en las nuevas arquitecturas que se realicen en estos territorios específicos, con la lógica adaptación de sus interiores a las comodidades actuales, pero no ubicando atentados y contaminación al paisaje rural tradicional. Entorno que necesitamos conocer como fuente de conocimiento y armonía en el descubrimiento de nuestros esenciales elementos que nos identifican.

 

 

... como cuando era un niño
y me asomaba a tu postigo abierto:
dintel de tilos y palmeras.

Cipriano Acosta

 

 

Y ahora quiero terminar agradeciendo a las personas que me permitieron compartir su sabiduría y la pusieron a mi disposición: D. Juan Ramírez Pérez, D. Juan Mederos, D. Pedro Betancor y D. Juan Manuel Ramírez. Finalizo como lo hago siempre, con la hermosa reflexión que nos dejara el gran poeta gomero Pedro García Cabrera: y antes de abrir tus ojos a los mares, repasa tus rincones.

 

 

Bibliografía

 

ABREU Y GALINDO, F. Historia de la conquista de las Islas Canarias. Ediciones Goya. Santa Cruz de Tenerife.

ALEMÁN ALAMO, M. Psicología del hombre canario. CCPC.

GRAU-BASAS, V. Usos y costumbres de la población de Gra Canaria. El Museo Canario. 1980.

GRIMÓN GONZÁLEZ, P. M. "Palmerales de Santa Lucía de Tirajana. Cuaderno de Etnografía Canaria El Pajar. Nº 24.

OLIVIA STONE. Tenerife y sus seis satélites. Ediciones del Cabildo Insular de Gran Canaria.

OSSORIO ACEVEDO, F. Artesanía Canaria. Edirca.

TORRIANI, L. Descripción de las Islas Canarias. Goya Ediciones. Santa Cruz de Tenerife. 1959.

www.frasesweb.com/refranes.htm.

Catálogo protección arquitectónico y etnográfico de Santa Lucía.

 

 

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