Las alfombras conformaron una senda multicolor por donde discurrió la procesión desde la parroquia de Nuestra Señora de la Inmaculada Concepción hasta la plaza del ayuntamiento, al término de la Eucaristía, presidida por el obispo emérito de Tenerife, monseñor Damián Iguacén Borau, auxiliado por el Clero de la Diócesis y del Arciprestazgo. El gran tapiz de la plaza simbolizaba en esta ocasión la celebración del Año Sacerdotal instituido por Su Santidad el Papa, Benedicto XVI, una muestra de arte efímero que sobrevivió a la lluvia para ser inmolado luego a los pies del Santísimo, en su procesión magna.
Como ya es tradición, a su llegada al recinto, las corales y Banda de Música de la Villa interpretaron el Targun Ergo y el Himno Eucarístico Cantemos al Amor de los amores. Seguidamente, el prelado emérito nivariense pronunció la tradicional alocución e impartió la bendición con Su Divina Majestad desde el balcón de las Casas Consistoriales. El traslado de la custodia hasta el salón noble del ayuntamiento fue bajo palio, con el acompañamiento de miembros de la corporación y clero.
Un año más, las Fiestas brillaron incluso con inconvenientes climáticos, que no pudieron empañar éste día de celebración. Muestra de ello es la cantidad de personas que abarrotaron la Villa en el día de ayer y la voluntad de los alfombristas, que confeccionaron sus tapices cubiertos por chubasqueros, paraguas y carpas, que los protegían del mal tiempo.