Revista nº 1037
ISSN 1885-6039

Breves apuntes para la reflexión sobre tecnología e ingenierías históricas en Canarias.

Lunes, 25 de Octubre de 2010
Francisco Suárez Moreno (Cronista Oficial de La Aldea de San Nicolás)
Publicado en el número 337

La memoria histórica de un lugar lleva ineludiblemente el recuerdo de la actividad industrial, los artilugios y las obras en que se desarrollaron. Para recuperar completamente esa historia hay que darle la importancia que tiene no sólo a la ermita, a la catedral, al documento escrito o la obra de arte..., sino también al viejo horno, al lagar, al molino... porque ellos, integrados en el paisaje histórico, conforman igualmente la huella del pasado.

 

Me tienen comprometido mis amigos de BienMeSabe.org con que, de vez en cuando, les escriba algo referido a nuestros bienes patrimoniales, en su objetivo de sensibilizar a la población sobre nuestros valores y promover la reflexión sobre ello de nuestros gobernantes, los que a veces parecen miran hacia el otro lado, puesto que si tales conceptos básicos de ciudadanía no se adquieren difícilmente hay compromiso institucional y popular sobre tales valores.

 

De entrada les hago un cuento: no hace mucho tiempo se pretendió eliminar de nuestras costas las pequeñas fortificaciones militares de los años cuarenta, los llamados nidos de ametralladoras, puesto que, desde la institución estatal responsable, no se veía su valor patrimonial. Tiempo ha, más atrás, alguien me había preguntado por su importancia cuando en la playa de mi pueblo, La Aldea de San Nicolás (Gran Canaria), querían trazar un túnel de acceso a otra playa y uno de estos nidos impedía un trazado recto. Mi respuesta fue una pregunta: ¿un documento escrito, una fotografía de esa época... se puede romper o quemar?. Claro que no, fue la respuesta; a lo que hice reflexionar sobre que si un papel que aguanta todo lo que le pongan tendría más valor que una arquitectura ya histórica, que es una realidad viva del pasado; y además insistí en cómo era posible que se pretendiera borrar parte de la memoria histórica de un lugar y de sus gentes. En fin… parece que pude convencer. Cosa que siempre no se logra.

 

A propósito de todo lo anterior, vamos a trazar un breve y rápido recorrido por la historia de la tecnología e ingenierías de nuestras Islas de una manera sucinta. Espero que les resulte grata la lectura; aunque no tenga un suficiente cuerpo de contenido y metodología, como apuntes que son.

 

 

Molino de mano rotatorio de los antiguos canarios (colección de El Museo Canario)

 

 

Los elementos tecnológicos más antiguos

 

El desarrollo tecnológico de la sociedad indígena canaria se limitó a la producción de sencillos géneros domésticos y bélicos, utilizando la fuerza energética del hombre, no teniendo otra materia prima que la aportada por el entorno insular: la piedra -sobre todo-, la madera y demás restos vegetales; los elementos de animales terrestres, en especial el cuero y los huesos, y algunos productos del mar. No obstante, los antiguos canarios desarrollaron unas manufacturas y fábricas que si bien fueron arcaicas no dejaron de tener por ello, pese al aislamiento insular, su grado de ingenio y elaboración primorosa; e incluso fueron capaces de extraer, con técnicas mineras, material de obsidiana en nuestras montañas para sus útiles domésticos cortantes.

 

Una vez finalizada la Conquista con la derrota y la aniquilación de la estructura social, económica y política de la sociedad aborigen, se produce en Canarias una profunda modificación del orden socioeconómico previamente existente.

 

A partir de finales del siglo XV y principios del XVI, el primer ciclo económico que se genera en las Islas, de la mano de los colonizadores europeos, el de la caña dulce y su industria del azúcar, determina la introducción de los primeros grandes artilugios mecánicos, los que conformaban los ingenios. A su vez, las actividades agropecuarias y artesanales que satisfacían las necesidades de la nueva población constituyeron el complejo estadio tecnológico, a partir de la madera y del hierro, de conocimientos importados no sólo de la Península Ibérica y Madeira, sino también de los países europeos receptores de la producción azucarera, de los que se importaron muchas manufacturas y máquinas como los molinos de viento harineros. Esas artes tecnológicas fueron llevadas a las Américas por nuestros primeros maestros artesanos. A tal efecto, nuevos estudios históricos aseguran que la mayor parte de los ingenios, artilugios y saberes artesanos de las Indias fue obra de los isleños, los canarios.

 

Tras el fracaso del azúcar, en el último cuarto del siglo XVI, pasó al primer plano económico el cultivo y la industria de explotación de vinos, con una tecnología preindustrial representada por los lagares, las prensas, la sabia artesanía de los toneles, las alquitaras para la destilación del orujo y su transformación en aguardiente y alcohol, etc. Nuevamente, toda esa tecnología/artesanía canaria de los primeros años de la Colonización fue exportada a las Américas, donde los maestros isleños eran muy solicitados, y a los que pagaban fabulosos sueldos.

                                                                                                                      Detalle de un lagar

 

 

Entre el siglo XVIII y principios del XX: subsistencia y retraso tecnológico

 

A lo largo del siglo XVIII y principios del XIX se mantiene en Canarias una economía agraria de subsistencia (de precariedad y continua escasez). En algunas zonas continuaba la decadente industria del vino y alcoholes con artefactos y tecnología del siglo anterior. No obstante, en este tiempo nuestra tierra engendró a uno de los más ingeniosos y célebres técnicos e inventores de la Ilustración europea: el ingeniero Agustín de Betancourt, nacido en 1758 en Puerto de La Cruz, en cuyo haber cuenta desde la invención en su tierra, en 1778, de un curioso artilugio para hilar seda (industria importante de Canarias en aquel momento), hasta grandes obras de ingeniería en Rusia, pasando por decenas de inventos de mecánica y obras hidráulicas, la creación y dirección del Real Gabinete de Máquinas del Buen Retiro o la fundación e inspección general de la primera Escuela de Ingenieros de Caminos y Canales en 1802.

 

La industria harinera amplió el número de unidades agrarias manteniendo las máquinas hidráulicas de rueda horizontal o rodezno, con la aplicación del cubo en vez de la antigua caída libre del agua por una canal, e introduciendo nuevos molinos de viento con algunos adelantos referidos a la orientación, teniendo todavía como materia prima a la madera.

 

Se introduce como gran novedad tecnológica la imprenta, que tendrá en el siglo XIX, al socaire del liberalismo, un mayor desarrollo. Se conservan algunas prensas.

 

Los carpinteros de ribera siguieron manteniendo en los principales puertos canarios un papel destacado en las construcciones. Y es que la pesca, a través de las capturas en la costa, había adquirido gran importancia con las industrias derivadas o dependientes, tales como la construcción de buques, velámenes, jarcias, herrajes, toneles, salinas... y la propia salazón, con toda la tecnología, los aparejos y las ingenierías que precisaban.

 

Salinas en Arrecife

 

 

Los nuevos elementos tecnológicos de la Revolución Industrial (1852-1936)

 

Tras la gravísima crisis de las primeras décadas del siglo XIX, las Islas se recuperaron económicamente gracias a los cultivos de exportación de cochinilla, a la vez que se generó un gran debate en pro del libre comercio frente al proteccionismo económico español. Y se lograron los Puertos Francos, a raíz del Real Decreto de 11 de julio de 1852.

 

En este contexto de los Puertos Francos se produjo la importación progresiva de tecnología de la Revolución Industrial, así como la creación de varias industrias insulares, puertos marítimos y demás ingenierías, aunque se mantuvo en el interior de las Islas elementos tecnológicos preindustriales propios de una sociedad rural.

 

 

Es la época de los puertos, las carboneras y el cabotaje

 

A partir de aquel momento todo el peso económico de Canarias descansó en los dos puertos capitalinos de Las Palmas de Gran Canaria y Santa Cruz de Tenerife, los que a través de la red del cabotaje insular se unían a los restantes puertos históricos. En estas dos capitales la prosperidad -primero de la cochinilla, luego del azúcar y más tarde, sobre todo, los cultivos plátanos y tomates- generó un gran crecimiento que necesitó de los adelantos tecnológicos de la Revolución Industrial.

 

Se construyeron muelles con la tecnología del hierro; se importaron barcos con casco de acero a vapor, algunos de los cuales aún se conservan, como los célebres correíllos negros; se precisaron grúas metálicas (la Titán, cuyos restos aún se pueden ver, fue todo un acontecimiento), carboneras y gabarras, astilleros, faros en los puntos estratégicos de la costa, fundiciones de metal, etc. Una nueva tecnología que permitía a los buques de la ruta de Ultramar contar con una escala segura de avituallamiento, para lo que se necesitó en estos puertos la instalación de industrias alimentarias, además de los servicios de reparaciones y abastecimiento energético, el agua y el carbón: las carboneras.

 

Aparecieron las primeras grandes obras públicas, tales como los muelles de los principales puertos canarios, unos 30 proyectos de carreteras y puentes y 21 faros, obras históricas que en gran parte aún subsisten y que precisan, por tanto, de protección, inventario y estudio. Igualmente fue importante la influencia de la ingeniería inglesa en muchas obras portuarias, arquitectónicas y proyectos de comunicaciones.

 

En este nuevo contexto económico del puerto franco las capitales canarias se modernizaron, crecieron con nuevas construcciones modernistas y neoclásicas, otras con el sello inglés colonial y algunas con las estructuras y las máquinas-símbolos de la Revolución Industrial. El hierro se hizo notar, y los mejores ejemplos de este los tenemos en las marquesinas del Puerto de Santa Cruz de Tenerife o en el Mercado del Puerto, en Las Palmas de Gran Canaria; o en los tranvías y locomotoras que, en cada caso, recorrieron las calles céntricas de las dos capitales canarias.

 

Tranvía de Santa Catalina, en Las Palmas de Gran Canaria (foto de José Alonso García. Fedac)

 

Contaron estos centros urbanos primero con los servicios telegráficos (1883) y, más tarde, telefónicos que, con cables submarinos, las unían con Europa.

 

Las industrias alimentarias abastecían no sólo los mercados del interior y de las islas periféricas, sino también, como ya indicamos, las demandas de los puertos para el avituallamiento de los buques y el comercio con los puertos cercanos del continente africano. Estas industrias introdujeron maquinarias movidas por los motores fijos: primero de vapor, luego de combustión interna a base de gas pobre y más tarde de gasoil y gasolina. Todos esos motores de procedencia inglesa y alemana constituyen un interesante capítulo de la historia de la tecnología, por lo que habría que proceder al inventario de los que aún subsisten.

 

La propia tecnología canaria para la construcción de molinos harineros adopta elementos novedosos como el sistema de molino de viento giratorio sobre pivote, desarrollado primero por artesanos de La Palma (los Ortega) y luego por otros maestros de Gran Canaria (los Romero).

 

Se introdujeron los primeros molinos harineros de la Revolución Industrial a los que, con el tiempo, se adaptan primero máquinas de vapor y más tarde de gas, los llamados molinos de fuego.

 

Como vemos, a finales del siglo XIX y principios del XX, el paisaje agrario y urbano de Canarias se transformó.

 

Interior de un almacén de empaquetado de plátanos de Tenerife (foto de Joaquín González Espinosa. Fedac)

 

 

El cultivo y la exportación de plátanos y tomates

 

El nuevo ciclo económico de Canarias, el de exportación del plátano y del tomate, tras el fracaso del azúcar, a principios del siglo XX, introdujo nuevas tecnologías, en parte porque el mayor volumen de la producción tenía como destino la cuna de la Revolución Industrial, Inglaterra.

 

Se levantaron grandes naves, los almacenes de empaquetado, que -manteniéndose en buen número- deberían inventariarse y protegerse con una legislación adecuada, reconstruyendo además los bienes de equipo que entonces se utilizaban para pesar y empaquetar la fruta (huacales, atados, ceretos, mesas, etc.).

 

Los cultivos necesitaron asegurarse el regadío, lo que determinó la creación de una tecnología propia, sobre todo en Gran Canaria, en los pozos, que alcanza después de la Guerra Civil un notable auge con talleres de fundición, ensamblaje y fabricación de diseños propios, además de las piezas de importación. Nos referimos a todo tipo de bombas hidráulicas, motores, aeromotores, cigüeñales, salas de máquinas, tuberías...

 

Igual desarrollo se produjo en las obras de fábrica, con construcción de estanques y presas con materiales de las Islas como la cal y el picón. Para ello se contó con el ingenio de nuestros caleros, maestros de taller y de obras. (Para saber más detalles sobre las ingenierías relacionadas con el agua en Canarias, pincha aquí)

 

Foto histórica del pescante de Vallehermoso (Fondo Fotográfico del Ayuntamiento de Alajeró)

 

 

Nuevas vías de transporte y comunicaciones

 

Este desarrollo económico de los Puertos Francos precisó de una modificación de la infraestructura de los medios de comunicación y transporte, aparte de la construcción de los puertos marítimos y de las carreteras que los unían.

 

Interesantísimo para el estudio de las ingenierías históricas canarias son los artilugios de los embarcaderos, unas soluciones técnicas que merecen una especial atención porque realmente son, aparte de singulares e ingeniosos, verdaderas obras de ingeniería. Mención especial deben tener los pescantes instalados a principios del siglo XX en la costa norte de La Gomera, donde un mar embravecido frente a una costa rocosa no permitía otra solución para un tráfico marítimo regular que altas plataformas de hierro y madera apoyadas sobre grandes pilares de mampostería ordinaria (con el tradicional mortero de la cal y la arena), sobre las cuales potentes brazos de madera o hierro, a modo de pescantes (de ahí el nombre), elevaban las arquetas con mercancías y pasajeros transportados por veleros y vapores. Incluso se inició un proyecto de ferrocarril platanero para unir la zona de Guía-Gáldar con el Puerto de La Luz y Las Palmas para dar salida a la producción agrícola de esta parte de Gran Canaria.

 

Un gran papel jugaron aquellas camionetas de 12 a 30 C.V. importadas, muchas de segunda mano, de Europa y de los EE.UU., sólo con su cabina y chasis, para incorporarles las carrocerías de madera o asientos para pasajeros hechas en nuestras carpinterías locales. Destacan las marcas Ford, Chevrolet, Overland, Reo-Spencer, Dodge, etc. Igual importancia tienen las primeras guaguas, piratas y coches antiguos en general, por ser las Islas receptoras de saldos y de las primeras novedades de los países industriales, a lo que en todos los órdenes de la importación de maquinaria la legislación del puerto franco coadyuvaba. No menos importante fue el desarrollo tecnológico hidráulico, sin precedentes en nuestra historia, para extraer y elevar aguas subterráneas, almacenar y distribuir las pluviales y manantes con ingenios y modelos de arquitecturas importadas, desarrolladas en cada una de nuestras Islas, como motores de combustión interna y externa, bombas hidráulicas de todo tipo, norias de fundición, pozos, galerías y minas de agua, estanques, maretas y presas… A todo esto debemos sumar el aprovechamiento de la energía hidráulica en La Palma, La Gomera y Tenerife para producir electricidad, la luz del progreso.

 

Al cierre de esta época del puertofranquismo, ya se habían construido los primeros aeródromos de Gando en Gran Canaria y de Los Rodeos en Tenerife, con lo que el abanico de la historia de las ingenierías canarias alcanza una nueva e interesante dimensión: ha introducido la tecnología de comunicación por radio, las primeras emisoras.

 

Coches de hora en Triana (foto de Teodoro Maisch. Fedac)

 

 

Otras industrias y fábricas históricas de Canarias

 

Se nos quedan muchas cosas en el tintero en esta breve descripción de las ingenierías históricas de Canarias; por ejemplo, los artilugios importados o desarrollados en nuestros talleres para la industria agroalimentaria que nos autoabastecía, por un lado, y por otro que avituallaba nuestros puertos y que se exportaba por mar a algunas tierras de Ultramar. También otras que marcaron historias tales como la fabricación de la cal, en su época de oro, con gran desarrollo de los hornos de Fuerteventura y Gran Canaria (en Arinaga), con destino a la construcción de arquitecturas domésticas e hidráulicas, destacando las de las presas de Gran Canaria -merecerían también atención detallada-, que fueron levantadas con este material histórico. Observarán que la lista es inagotable, contradictoriamente a lo que hoy tenemos, que hasta las piedras para la construcción o todo tipo de alimentos los importamos del exterior.

 

 

Reflexión final

 

Dice un proverbio muy antiguo que la frondosidad de un árbol se sostiene gracias a sus buenas raíces. La Historia nos ayuda a buscar y entender mejor nuestro pasado, nuestras raíces, que dan frondosidad a nuestro presente y futuro.

 

La memoria histórica de un lugar lleva ineludiblemente el recuerdo de la actividad industrial, los artilugios y las obras en que se desarrollaron. Para recuperar completamente esa historia hay que darle la importancia que tiene no sólo a la ermita, a la catedral, al edificio, al documento escrito o la obra de arte..., sino también al viejo horno, al camino, a la acequia, al lagar, al molino... porque ellos, integrados en el paisaje histórico, conforman igualmente la huella del pasado.

 

Un estudio integrado nos llevaría, en una localidad, comarca o región, a planteamientos encadenados como el de las influencias socioeconómicas que tuvieron las ingenierías e industrias históricas en la población; qué vías de comunicación abrieron y qué medios de transportes se utilizaron; qué tecnología y arte se empleó en ellas, y cómo se generó y difundió; además de los muchos elementos etnográficos, toponímicos... que los determinaron, en relación con otras ingenierías de su propia comarca.

 

Entenderíamos mejor nuestro pasado, que significa ver caminos del futuro. A la vez,  nuestras ingenierías históricas, reconstruidas y protegidas, serían rentabilizadas en el contexto de un desarrollo económico sostenido de cara a un turismo distinto con una mejor calidad de vida. Nuestros visitantes se identificarían más con nuestra historia porque parte de ella es común, frente al producto que hoy ofrecemos: sol y playa, hamburguesa y papas locas, en este mundo no tan loco en su estandarización e imposición de un modelo económico controlado por capitales financieros tan lejanos pero tan cercanos.

 

Con estos planteamientos surgió hace unos treinta años la Arqueología Industrial, con la que nos acercamos más a la vida cotidiana del pasado, al mejor conocimiento de la realidad geográfica, histórica y cultural de hoy; a la vez que este patrimonio industrial (hornos, molinos, museos de artesanía, de los automóviles...) se reutilizaría como recurso para el desarrollo económico local.

 

 

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