Revista nº 1037
ISSN 1885-6039

Norberto Luis Perdigón: el último artesano cestero del barrio de La Florida.

Viernes, 29 de Octubre de 2010
Nuria González Santos
Publicado en el número 337

Es época de finaos, de anís y de las sabrosas castañas que da el castañero. Pero este árbol no sólo ha servido para el paladar: también ha sido materia prima de artesanía. Norberto Luis Perdigón sabe mucho de ello.

 

Este nuevo número de la revista Mundo Rural de Tenerife me ha llevado hasta La Orotava para conocer a don Norberto Luis Perdigón, el último artesano cestero que queda en activo en el barrio de La Florida. Don Norberto lleva más de 60 años tejiendo todo tipo de piezas de cestería, principalmente de madera rajada de castaño y de mimbre y, en menor medida, de caña.

 

Nació en La Florida el 6 de junio de 1931 en el seno de una familia de agricultores medianeros de la finca de la familia Méndez Ponte. Es el cuarto de ocho hermanos, seis varones y dos hembras y, como nos cuenta, todos desde muy pequeños tuvieron que ponerse a trabajar, ayudando a su padre en las tareas agrícolas. Nosotros fuimos criados en la labranza, empezamos a trabajar en la finca desde que teníamos 4 ó 5 años, mi padre tenía ganado en cantidad y nos mandaba a coger hierba para los animales, a sachar papas, a cavarlas, etc. ¿Y la escuela? ¡La escuela!, cuatro letras que aprendimos por la noche con una maestra de pago del Puerto de la Cruz, doña Mariquita, que vivía en Pino Alto. Nos alumbrábamos con velas y carburo. Yo sólo fui un par de años, porque cuando empezamos a ir ya éramos granditos, de 10 años pa arriba, que de camino a la escuela yo ya me entretenía con las chicas.

 

Don Norberto aprendió el oficio de cestero con su padre, quien a su vez lo aprendió con su abuelo. Sus tíos también fueron cesteros. Mi padre nunca llegó a hacer cestos para vender, pero en la finca se utilizaban muchos, y cuando se rompían, como teníamos castaños, pues los hacía él. Cuando él se ponía a hacer un cesto de varas de castaño o una cesta de caña yo me pasaba los ratos mirándolo. Un domingo que mi padre y mi madre se fueron para la fiesta de San Antonio Abad en La Matanza, cogí unas varas de castaño e hice una canasta, la deje allí y no dije nada. Al día siguiente cuando mi padre la vio, preguntó que quién la había hecho, le dije que yo, y entonces me explicó algunas cosas de la técnica: cómo debían colocarse las asas en los cestos para agarrarlos mejor a la hora de cargarlos, cómo colocar las varas para que no se partan, porque tienen un derecho y un revés, etc. ¿Qué edad tenía usted entonces? Unos 14 años. A partir de ese momento ya empecé a hacer cestos a la par que mi padre. Incluso cuando había que hacer piezas más pequeñas, como las garrafas de 2 litros, mi padre no tenía paciencia y me las daba a mí para que yo las terminara.

 

Se casó con Doña Catalina Hernández, vecina también de La Florida, en 1956, y tienen tres hijos, dos varones y una hembra. A lo largo de su vida, para sacar a la familia adelante, ha tenido que compaginar su oficio de cestero con otros como la agricultura, el trabajo en las galerías de agua del Norte o la construcción, pero nunca abandonó la cestería; al contrario, después de casado se entrega cada vez más al oficio, primero trabajando en el mismo pasillo de su casa, después arrienda un pequeño local y, finalmente, cumple su sueño de tener un pequeño taller en propiedad cercano a su vivienda. En este taller nos recibió, sentado en su sillón rajando varas de castaño, y casi sin dejar de trabajar nos contó cómo ha ido cambiando el oficio a lo largo de los años. Yo antes trabajaba muchas piezas grandes por encargo para la agricultura, cestos de carga para la vendimia, para el estiércol, canastas, cestos de mano para sembrar papas. Yo llegué a vender en una feria hasta 300 cestos, me pegaba los ocho días de la feria trabajando sin parar, me hacía por lo menos 35 ó 36 cestos cada día allí. Pero después de eso se empezó a vender poco y entonces me dio por hacer cosas en pequeño; todo eso que teníamos en grande en la finca me dio por hacerlo en pequeño. Don Norberto fue el primer cestero en Tenerife que empezó a hacer trabajos en miniatura: reproduce todo tipo de útiles y herramientas del campo. En su taller nos muestra orgulloso una vitrina con una exposición de más de 80 artículos. Yo, cuando iba a las ferias, llevaba esa vitrina y llevaba cosas para venderlas, y como eran cosas pequeñas vendía cantidad. De eso que hay ahí en pequeño el único que llevaba algo a la feria era yo, no había ningún otro porque no sabían cómo se hacía. Ahora todo el mundo lo hace porque se han ido fijando en mí. ¿Cuántos han aprendido conmigo?, porque a mí me ha gustado siempre explicar.

 

 

A lo largo de la entrevista Don Norberto nos va descubriendo muchos de los saberes de este oficio: La época para cortar la madera es en el menguante de enero o febrero, aunque si te ves muy apurado puedes cortar en diciembre. La madera se saca de los chupones que nacen en el tronco del castañero y tienen que tener de entre tres y seis años; de tres pa abajo no sirven, y de seis pa arriba tampoco, porque se hacen muy gordos. Cuando se cortan, vuelven a reventar y pueden nacer tres o cuatro, que a lo mejor de un solo tronco puedes cortar un hace. El material cortado puede durar varios años, yo tengo aquí material cortado de más de cuatro años. Después, antes de trabajar las varas, hay que sumergirlas un tiempo en una tanquilla. Si las pones enteras, tienes que dejarlas por lo menos un mes, pero si las abres se remojan en la mitad de tiempo. Esto es lo mismo para el castaño que para el mimbre y la caña. Cuando ya está para trabajar se saca del agua y no se puede dejar pasar muchos días porque se estropea y no vale, aunque lo vuelvas a sumergir de nuevo. Yo cuando saco un manojo, si no lo voy a trabajar todo el mismo día, lo enrollo en un plástico y se aguanta hasta seis o siete días, pero no más.

 

Nuestro personaje ha recorrido, a lo largo de más de 30 años, toda la geografía regional acercando sus productos a numerosas ferias por todo el Archipiélago. Trabajó también durante casi 10 años en La Casa de los Balcones, en La Orotava. Se lamenta de que ninguno de sus hijos o nietos haya querido aprender el oficio, pero lo entiende porque ya no hay demanda, y dice: hoy en día se vende poco. Con el tiempo la cestería se perderá y esto es una pena. Pero él sigue a sus 78 años defendiendo el oficio y todos los sábados acude con su mujer a su puesto del Mercadillo de La Orotava, del que es socio fundador, para vender sus productos. Don Norberto ha recibido recientemente el Premio de Artesanía y Patrimonio Villa de La Orotava 2009 y está propuesto para los Premios Tenerife Rural 2010 en la modalidad de Conservación del Patrimonio Agrario y las Tradiciones Rurales.

 

 

Artículo publicado en la revista Nº 6 de Mundo Rural de Tenerife.

 

 

Comentarios
Viernes, 02 de Diciembre de 2011 a las 16:10 pm - JUAN CARLOS PERDIGON B

#02 Buenos dias, con respecto a la persona y edad del señor Norberto Luis, se debe decir que es un eminente artesano, no solo por la iniciativa propia si no por la herencia del oficio mismo desde su abuelo, lo que quiza sucedera a sus hijos, es una historia de vida que deja innumerables enseñanzas y reflexiones ejemplares, por lo tanto que DIOS lo bendiga con Salud y la gratitud de su familia...

Atentamente,

JUAN CARLOS PERDIGÓN B

Bogotá, D.C. República de Colombia

JURISPER

Domingo, 31 de Octubre de 2010 a las 10:52 am - Lector

#01 Me parece un trabajo muy interesante y bonito,¡Que pena que se pierda!pues es algo que pertenece a nuestra cultura.

Felicito a Don Norberto,por todo lo que hace,por su fortaleza y constancia,pues con su edad y las ganas que tiene de trabajar,es ¡Increible!,que Dios le de salud por muchos años "Felicidades por su trabajo" y felicitaciones por el articulo ¡Muy bonito!