Revista n.º 1073 / ISSN 1885-6039

Cogiéndole el punto a Pancho Guerra: Los Cuentos Famosos de Pepe Monagas en Décimas.

Martes, 31 de agosto de 2010
José Miguel Perera
Publicado en el n.º 329

Este 2010 ha sido testigo, en múltiples lugares de la geografía isleña, de una nueva y original obra para la bibliografía canaria: Los Cuentos Famosos de Pepe Monagas en Décimas. Nuestro querido Pepito Monagas le ha dado por la poesía.

Portada del libro Los cuentos de Pepe Monagas en décimas.

 

No sé si es de sobra conocido, pero es una evidencia para el o la que se adentre poquito al menos en la obra de Francisco Guerra Navarro, más conocido como Pancho Guerra, creador del personaje Pepe Monagas, el lugar marginal que ha ocupado su obra para la crítica literaria canaria contemporánea. No ha servido mucho en su conocimiento, a mi modo de mirar y según lo constatado, que sobre su biografía o su obra hayan escrito personalidades, digamos autorizadas, de nuestra literatura como María Dolores de la Fe o Yolanda Arencibia. Pancho Guerra ha sido silenciado hasta hace bien poco en los círculos literarios, especialmente en aquellos cercanos al ámbito del prestigio universitario, donde la visión de la llamada Alta Cultura sigue siendo bastante injusta y raquítica, algo obstusa, con respecto a otras múltiples manifestaciones literarias y culturales consideradas, de forma simplista e ideológica, folclóricas o populares. Volveremos sobre el tema pues anunciamos ya desde aquí que esta revista digital, BienMeSabe.org, publicará en breve un cuaderno digital didáctico, desde el área de Lengua y Literatura, vinculado a la obra de Pancho Guerra; por cierto, una publicación que iba a sacar la Consejería de Educación hace ya cerca de cuatro años y que, por razones desconocidas (probablemente alguna tenga que ver con esa visión institucional de la Alta Cultura… interpretamos), nunca salió a la luz.

 

Fue poco antes de la entrega frustrada de este trabajo por parte de BienMeSabe.org a dicha institución cuando el actor palmero Pascual Arroyo rodó por los escenarios canarios su adaptación teatral de algunos escritos de Guerra, a la que llamó Monagas somos Todos, un espectáculo que quiso de nuevo, con fe y confianza en nuestro autor, poner ante el espejo de los canarios y las canarias las valías de la obra del de Tunte, adormecidas hacía unos buenos años. De él surgió la idea del libro inminente nombrado, y en todo ese espacio de iniciativas sobre el autor se ponía a rodar la Fundación Canaria Pancho Guerra el 21 de diciembre de 2006, impulsada y comandada por Miguel Guerra, fiel acurrucador de los escritos y de la memoria de su tío.

 

A partir de aquí, 2009 (año del centenario del nacimiento del creador de Pepito Monagas) fue el momento de reimpulso actual de la obra del tirajanero con mesas redondas, comienzo de reedición de sus libros, homenajes varios, exposiciones… y, especialmente, una idea resultada hecho, nacida también por aquellos tiempos de Monagas somos Todos, que ha venido a arribar en la publicación sobre la que en este artículo andamos poniendo nuestras manos de la importancia. Hablamos de Los Cuentos de Pepe Monagas en Décimas, con prólogo de Yeray Rodríguez, obra conjunta de varios autores de las diferentes Islas Canarias que, tras un extendido proceso organizativo, volcaba en el esquema de la estrofa creada por Vicente Espinel algunas de las historias más o menos conocidas del entrañable personaje guerriano Pepe Monagas.

 

Monagas somos Todos en La Aldea, con Pascual Arroyo 

 

 

Ingeniosa conjunción esta de décima y cuentos monaguianos ya que, a mi modo de mirar, ambas manifestaciones literarias han venido siendo, en cierta forma, hermanas apaleadas por los Juzgados del Arte (mayúsculos) de la literatura; y, sin embargo, amadas por la inmensa mayoría cuando tiene ocasión de contemplarlas. Venían a abrazarse dos valoradas fórmulas constatadamente efectivas del humor canario, pues la décima -vía punto cubano- y el personaje Monagas a cuántas canarias y a cuántos canarios no han logrado hacer sonreír, y más reír, a lo ancho de los tiempos.

 

De cualquier manera, tendríamos que comenzar a pensar que tanto una como otra forma de creación -en el caso de la décima, oral o escrita- conllevan complejos modos y procesos desde el ingenio al resultado que leemos o escuchamos. Dicho con otra mueca: ni es cosa de niños regar para que florezca una décima -más dificultoso incluso si unos buenos diez versos son-, y mucho menos hacer un texto narrativo a la manera de Pancho Guerra, tan y tan lleno de comprimidos lingüísticos de la modalidad canaria repletos de vueltas de tuerca, de escorzos creativos, de formación de personalidades, de sentidos irónicos, filosóficos o identitarios… Ambos ejercicios suponen un trabajo de una complejidad mayúscula (que no entiende la Alta Cultura), donde el adjetivo facilón no tiene en absoluto tarifa ni entrada.

 

Ojalá llegue el día -hemos de recorrer todavía un amplio trecho- en que la décima y su cubano punto no sólo entre por su brisa con risa sino -además- por su corte social, amoroso, sentimental o crítico; a la par que se llegue a entender el enorme esfuerzo hecho durante mucho tiempo por Pancho Guerra para habernos legado memorable número de textos de oro: no es fácil ser irónico ni transmitir algo tan complejo como la socarronería canaria, a no ser que sea con un buen y seleccionado ejemplo, y menos de la brillante forma en que él lo ejerce: con una infinita conciencia lingüística y creativa y un considerable trabajo etnográfico de observador sistemático de las realidades nuestras.

 

De ahí que dijera más atrás la valía del matrimonio bien avenido que en este libro se presenta: la difusión de los cuentos de Pepe Monagas a través del ritmo octosilábico de la estrofa mentada, y así también desde el canto y el espectáculo del punto cubano (en las presentaciones que del libro se han llevado a cabo), en la estela popular de una música que Pancho Guerra también cultivó y en la que se adentró, por ejemplo, con su “Somos Costeros”. En este libro la gracia (religiosa) del arte y la inspiración se tornan más gracia (humorística) porque, efectivamente, como algunos habían pensado y pesado, la décima le dio y cogió el punto a las andanzas de Monagas de un modo mucho más que aceptable.

 

Presentación en Valsequillo

 

 

Las décimas de Monagas: un complejo ejercicio creativo

 

La cantidad de poemas que en esta publicación se nos ofrece (versos que quieren ser reflejo de unos cuentos) ha tenido que caminar por una senda un tanto pedregosa: intentar ser espejo de un escrito ajeno, que no es nada; además de gestar a la vez una obra nueva. A nadie se le escapa que si bien nuestra forma de hablar tiene su musiquilla -así también nuestra forma de narrar, si a escribir nos metemos-, el ritmo más que evidente de la lírica conforma la vertebralidad recia de un poema. ¿Cómo es posible hacer escribir, entonces, a Pancho Guerra poemas sobre su inigualable Pepe Monagas? Tarea ingente de escollos, sin lugar a dudas, se le hubiera presentado pues el perfil del personaje que gustaba hacernos llegar es prácticamente indisociable a las situaciones de la cotidianidad por donde, en forma de tramas, se mueve. Pepe Monagas es, antes que todo, una especie humana narrativa.

 

He ahí, probablemente, la mayor dificultad presentada: ¿cómo hacer de Monagas una especie humana poética? De aquí nace todo un plan de trabajo, organizado por el también poeta Marcos Hormiga y por José Luis Sánchez, que guiará en buena medida, y bajo unos patrones compartidos, el revoltoso viaje de alta mar que se le iba a dar a Monagas desde las narradas playas canarias hasta las poéticas costas del infinito. Eso sí: con el mismo hálito, con la misma trama, con la misma anécdota, casi con el mismo léxico y parecidos giros, y con la misma guinda final de cada cuento; a ser posible, por cada relato, en unas tres décimas. No es enrevesado entender el complejo ejercicio de comprimir en otro esquema -el de la décima- que si bien ritmifica la vida (el humor con música agrada más), se presta de la misma forma muy mucho a la narratividad y al cuento, como el romance.

 

Les puedo asegurar que el resultado ha sido inmejorablemente hermoso. Un ejemplo quiero dejar en sus manos. Prueben a leer, primeramente, el cuento de Pancho Guerra “De cuando Pepe Monagas estuvo en el velorio de duelo del Mestre Rosendo, el de Isabel” que hace más de un año BienMeSabe.org publicaba, y que pueden encontrar pinchando aquí. A continuación lean el resultado en décimas de Eduardo Nebot -primer texto del libro reseñado- que les traigo:

 

 

Mariquita Candelaria
era un barquillo costero,
coquetón y buen velero
y de pinta estrafalaria.
Maestría extraordinaria
demostraba su patrón,
hombre de una condición
bravía, pero madura,
que ante cualquier singladura
era nervio de ocasión.

 

El patrón, mestre Rosendo,
no llegaba a barruntar
cómo iba a crecer la mar
con un marejón tremendo.
Rosendo el temporal viendo,
con jiriguilla arrancaba:
a todo el mundo mandaba
e incluso al palo trepó
y fue cuando descubrió
que su nervio lo mataba.

 

Se dio un tremendo leñazo,
Rosendo allí quedó tieso,
no movía un solo hueso
del enorme costalazo.
La muerte le dio su abrazo.
lo llevaron a su casa
donde su mujer arrasa
envuelta en gritos y llantos,
llamando a todos los santos
preguntando a ver qué pasa.

 

“Ay Rosendiyo, Rosendo”,
gritaba seña Isabel
al ver cómo el hombre aquel
al otro barrio iba yendo.
“¡Qué disgusto tan tremendo,
vuelves de estar embarcao
igual que un casón jariao!
¡Hombre como tú no hubiera
por ser de güena maera
Y, para la mar, traqueao!”

 

Tanto habló de la madera
que su marido tenía
que transformó en ironía
sus llantos de plañidera.
Monagas cuando lo oyera
a la viuda fue a calmar
procurando apaciguar
aquel relajo naciente,
entre toda aquella gente
que en principio fue a velar:

 

“Pare un poco Isabelita
que el cura ya está esperando
y usté lo está retrasando,
¡ya está bien de maderita!”
Pero la viuda más grita.
Monagas cogió el sombrero
y gritó con desespero:
“¡Isabé le vi decí,
que mejóo lo deja asquí
y con él jase un ropero!”

 

 

Este es un ejemplo, y unas doscientas páginas conforman la publicación entera, hija de la verdura primaveral de poetas, o gente interesada en la décima -de buena madera- y en la obra de Guerra, con residencia repartida por todo el Archipiélago, convocados esta vez para velar por Pepe Monagas. Ellos son: Yapci Bienes Pérez, Pedro Rigoberto Díaz Pérez, Andrés González Francés, Pedro Manuel Grimón González, José Rodolfo Hernández Ortega, José Marcos Hormiga Santana, José Luis Martín Teixé, José Mendoza Armas, Jesús Morán Gago, Eduardo Nebot Sall, David Pablos González, Luis Albertón Padrón Bolaños, Jaime Quesada Martín, Miguel Rocha Martín, José Yeray Rodríguez Quintana, Elena Ruiz Déniz, José Luis Sánchez Hernández, Fernando Sanz Sanz, Expedito Hilario Suárez Suárez y Domingo Umpiérrez Chacón.

 

Poetas participantes en el libro de décimas sobre cuantos de Pepe Monagas.

Participantes

 

 

Buen favor se han hecho la décima y Pancho Guerra: unirse para respetarse una al otro. Y todos estos poetas han logrado que tengamos a un novedoso Monagas poetizado en la calle: rimando sus andanzas desde San Cristóbal a La Isleta, pasando por El Risco, lo vemos tan alegre y tan cómodo. Él y la décima siguen teniendo la suerte de llegar, de forma directa, al gran público, cosa que todavía no ha tocado en suerte -por diferentes motivos- a buena parte de nuestra literatura. No estaría mal tomar nota de este tipo de fórmulas creativas, aparte de hacer a un lado los múltiples tópicos interesados que desatan dicotomías absurdas como literatura culta / literatura popular, más que nada porque se reconoce a lo lejos la artimaña clasista de los y las que entienden la cultura como una forma de poder. Y eso, precisamente, no es cogerle el punto a nuestros asuntos, sino más bien la triste coma.

 

 

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